Concepto

Adivinacion en la Mitología Vasca

La adivinación es la actividad por medio de la cual se intenta conocer de antemano lo que depara el futuro. Dependiendo del punto de vista, se pueden establecer diversas clasificaciones.

Por ejemplo, atendiendo a lo que se pretende adivinar, tenemos la predicción del tiempo, de las futuras cosechas, de la hora de la muerte de alguien, de la fecundidad de una pareja, del resultado de una batalla, etc. Si nos fijamos en la técnica adivinatoria, se pueden lanzar guijarros y observar en qué forma quedan dispuestos, escudriñar el vuelo de las aves, escrutar la forma de las llamas, estudiar las vísceras de los animales sacrificados, analizar las estrellas y otras apariciones celestes, o cualquier otro signo visible imaginable. Desde el punto de vista del estatus del adivino y de su relación con la sociedad, éste puede acudir a las casas donde es solicitado, o permanecer en algún lugar señalado al que acuden sus fieles. El don puede ser adquirido mediante aprendizaje o transmitido en herencia, o simplemente aparecer al azar en una persona. El adivino puede formar parte de una clase profesional, o tratarse de un ciudadano con una ocupación normal, que además posee dicha facultad. Su actividad puede limitarse a la simple adivinación por medio de la observación, o bien ser asistida por el consumo de diversos productos (brebajes psicotrópicos, etc.), en cuyo caso se desvanecen los límites entre adivinación y magia.

Como se deriva de lo anterior, los fenómenos de adivinación son especialmente abundantes en todos los rincones del planeta y en todas sus culturas. Se trata de un ámbito especialmente complicado y resbaladizo a la hora de intentar analizar las relaciones entre sus diversas manifestaciones, ya que en cualquier momento nos podemos topar con semejanzas que sin embargo no guardan relación alguna entre ellas. Es necesario un conocimiento lo más extenso posible de las diferentes artes adivinatorias, y una búsqueda enfocada hacia los detalles más extraños y específicos, ya que cuanto más extraño y específico, menos probable resultan las semejanzas no relacionadas.

El estudio de la adivinación tiene una dificultad añadida en el hecho de haber sido una práctica especialmente perseguida y castigada, al menos desde la época tardorromana, lo que ha mermado sensiblemente sus posibilidades de supervivencia. Al contrario que otras prácticas paganas, la adivinación puede ejercer una influencia poderosa en caso de poseer una audiencia fiel y entregada, y resulta por ello especialmente peligrosa tanto para el poder político como para el religioso. Si el pueblo da crédito a quien le augura que el reinado del próximo rey estará lleno de calamidades, que el enemigo ganará la próxima batalla, o a quien asegura que el obispo se reúne cada noche con el diablo, el orden social puede peligrar gravemente. No es, pues, de extrañar, que ambos poderes, civil y religioso, legislen con especial dureza entre los siglos IV y VII contra adivinos y augures. Los últimos dirigentes del Imperio, luego los reyes visigodos, y coetáneamente con ambos, la Iglesia cristiana. Según estas leyes, en las prácticas adivinatorias se castigaba tanto a quien las ejecutaba como a quien las solicitaba. A los primeros con pena de muerte, y a los segundos con penas de destierro y confiscación de todos sus bienes.

Como consecuencia de esta persecución, la práctica de la adivinación disminuyó notablemente durante los siguientes siglos, aunque como es habitual, perviviera más largo tiempo en las áreas marginales. Debido a los riesgos políticos mencionados, la persecución fue tanto más implacable, cuanto más cerca de la corte y de los centros de poder.

Al parecer, los vascones de época tardorromana y visigoda eran especialmente aficionados a los augurios, aunque dicha inclinación apenas haya dejado restos en el folklore recogido por nuestros etnógrafos en el XIX y el XX. Los textos de los autores de aquellos tiempos no son por desgracia excesivamente "científicos", y al ser escritos desde un punto de vista condenatorio, a menudo cabe la sospecha de que contengan más tópicos que información veraz. En todo caso, y más allá de detalles concretos, podemos quedarnos con la constatación de la magnitud de dicha afición por los augurios.

No es extraño que fenómenos que una vez estuvieron fuertemente enraizados, dejen rastro de su otrora importante presencia. Si la represión posterior ha sido profunda, dichos rastros pueden estar camuflados hasta el punto de resultar irreconocibles. Pero permanecen ahí, hasta que gracias a nuevas informaciones contextuales que enriquecen nuestro conocimiento llegamos a descubrirlos bajo su camuflaje. Algo así sucede con la afición por los augurios de los antiguos vascos de la que nos hablan los textos. Ciertos signos actuales que aparentemente no guardan relación con lo anterior, cobran un nuevo significado a la luz de ciertas informaciones contextuales. Citaremos cuatro: dos, conservados en el vocabulario y otros dos conservados en la mitología.