Ingeniero y empresario bilbaíno. Bilbao, 28-07-1857 - Bilbao, 21-09-1932.
Tomás de Zubiría fue un empresario, más que un ingeniero, aunque en realidad actuó como ambos -con gran éxito, por cierto- en los sectores de la siderurgia, la metalurgia y la construcción naval.
Llegó, de hecho, a presidir durante casi 30 años dos empresas emblemáticas del País Vasco, los Altos Hornos de Vizcaya y la Sociedad Española de Construcción Naval (no en vano, fue ennoblecido por Alfonso XIII con el título de conde, en 1907). No es éste un diccionario de empresarios, pero si lo incluimos aquí es porque representa una de las tradiciones más arraigadas que se produjeron en la industria vasca en dirigir la transferencia de técnica foránea.
Los Ybarra, la familia a la que perteneció Tomás, fueron un importante grupo empresarial del País Vasco. Fue, en efecto, la familia de la que surgieron ilustres como su abuelo José Antonio de Ybarra (1774-1849) y su padre Cosme (¿-1884). La dinastía con la que la siderurgia vizcaína experimentó un avance extraordinario, con complejas ramificaciones fabriles (industrias transformadoras, transportes, energía). La saga que pasó de las fábricas de hierro de Guriezo (1847) y del Carmen, en Baracaldo (1857), a la todopoderosa Altos Hornos y Fábrica de Hierro y Acero de Bilbao (1882). Un clan que supo entretejer una compleja maraña de intereses mineros, siderometalúrgicos, políticos y financieros, liderando la denominada "nueva burguesía vizcaína".
Quizá menos conocido, pero en absoluto menos influyente, fue el profundo cambio técnico que sufrió la siderurgia. Durante las últimas décadas del siglo XIX, tuvo lugar una gradual -pero no por eso, lineal- transición entre dos procedimientos con los que se pretendía modernizar la obsoleta siderurgia vasca: el sistema directo y el indirecto. Un tránsito de aquel método directo que produce hierro o acero a partir de un producto intermedio que es la esponja metálica, encarnado en los hornos Chenot y Tourangin (empleado por los Ybarra hasta 1871) hacia el sistema indirecto de hornos altos al carbón vegetal, dotado del llamado convertidor Bessemer.
La invención del sistema Bessemer y su aplicación a la siderurgia animó a los Ybarra a fundar en 1882 la sociedad Altos Hornos..., cuyo objetivo fue adquirir de Ybarra y Cia las fábricas de Baracaldo y Guriezo y los contratos de suministro de minerales que Juan Mª y Gabriel Mª de Ybarra y Cosme de Zubiría tenían con la sociedad inglesa Orconera Iron Ore Ltd. y la Société Anonyme Franco-Belge des Mines de Somorrostro. Para esta iniciativa contaron, además, con la participación de inversores de Madrid y Cataluña relacionados con el sector de la banca (Rojo, 2000: 101).
El entramado de negocios e intereses financieros en el que creció Tomás -y otros miembros de la familia empresarial Ybarra-Zubiría-Vilallonga- era sumamente complejo; emergían en él maniobras y políticas de toda índole. Procesos como el de la integración económica, promovidos para aprovechar el mineral de hierro barato de sus minas para la producción siderúrgica. O la estrategia proteccionista que adoptaron los Ybarra en los años 90, que consistía en sustituir las importaciones, en especial las de maquinaria, para hacer frente a la escasez de demanda que padecía Altos Hornos. En fin, se asistía a un momento especialmente propicio para aspirar y ser inspirado por otras experiencias, a y por las técnicas foráneas en particular. Así es como actuó Tomás, que estudió ingeniería, en el extranjero.
Finalizados sus estudios en la Escuela de Ingeniería de Lieja (centro, por cierto, frecuentado por los hijos de la emergente burguesía vasca), Tomás se incorporó a su empresa familiar. Aquí permaneció el resto de su vida.
Durante los primeros años trasladó el punto de mira de la producción siderúrgica al proceso de integración vertical planeado por sus predecesores. Se dio cuenta de que una de las maneras de proporcionar demanda a las fábricas siderúrgicas era crear empresas transformadoras que acaparasen el mercado estatal y consiguió probar que la mayor amenaza para el grupo Ybarra no estaba de puertas afuera, sino en el estatismo y desinterés de uno mismo.
Asociándose con otros hombres de negocios, fundó entre 1891 y 1893 una red de empresas metalúrgicas -entre otras, la S.A. Talleres de Deusto (1891), especializada en aceros y piezas de forja; la fábrica de hojalata Basconia (1892); Tubos Forjados S.A. (1892); y la S.A. Alambres de Cadagua (1893)-, un esfuerzo por el que se vio recompensado, años más tarde, con numerosos cargos de presidente y consejero en empresas de otros sectores.
La extensión y relevancia de sus negocios permitieron a Tomás ascender vertiginosamente en el mundo empresarial. Continuó ganando posiciones en el accionariado de Altos Hornos (copando, por ejemplo, el 15% de las mismas en 1899), siendo elegido, ese año, presidente de la empresa, cargo que desempeñó hasta el final de sus días en 1932. Junto a su amigo y compañero en Lieja, Víctor Chavarri (1854-1900), protagonizó la fusión de La Vizcaya con Altos Hornos, a la que se sumó la fábrica de hojalata Iberia, dando lugar, en 1902, al mayor coloso industrial del país: los Altos Hornos de Vizcaya (AHV). Pocos antes que Tomás, monopolizaron todo un mercado, el del hierro y el acero, "desde la mena a la lata de conservas", como lo hizo él.
La historia de la fundación de La Naval, una de sus principales actuaciones como presidente de AHV, está relacionada con contactos políticos. Si existen casos de "clientelismo político", éste es uno de ellos. En efecto, hacia 1908 el entonces presidente del Gobierno Antonio Maura pidió a Tomás, en representación de AHV, que participase en el programa naval que había proyectado el Ejecutivo, por vía de un concurso abierto. En consecuencia, se constituyó La Naval -en asociación con una empresa británica de renombre, Vickers & Sons-, de cuyo consejo de administración fue presidente. [Hay que recordar que muchos de los Ybarra -entre ellos, Tomás- llegaron a ser diputados o senadores durante el gobierno conservador de Maura, integrándose en el maurismo de Bizkaia].
Alternadamente fue mostrando interés en otros negocios, concentrándose en los sectores de la minería y la siderometalurgia, parcelas en las que también emprendió negocios importantes, como la fundación de la Sociedad Española de Construcciones Babcock & Wilcox (instalada en Sestao en 1918), una empresa de calderas y locomotoras que se benefició del apoyo técnico de la firma británica homónima.
En esta experiencia, como en otras que le precedieron, en las que se requirieron procesos de instalación y supervisión técnicas, el repaso a la exitosa trayectoria empresarial de Tomás nos muestra las pautas de los procesos de transferencia técnica. Y es que Tomás (en la línea iniciada por José Vilallonga y José Antonio de Ybarra Arregui) fue un ingeniero formado en el extranjero, que negociaba, junto con consultores foráneos, los temas y los modos de lo que iba a ser "importado", que incluía en sus contratos el alquiler de técnicos extranjeros para que formasen a los peritos nativos, que, en definitiva, supo adoptar -lo cual puede sorprender a muchos, dado el atraso industrial del país en ese periodo- las nuevas tecnologías, con un retraso mínimo.