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Vascos en la Segunda Guerra Mundial

Tras la caída del frente del Norte y, posteriormente, con la derrota de la República, miles de vascos se ven forzados a emprender el camino del exilio.

La primera etapa, como para el resto de los republicanos que huyen de la represión franquista, es Francia. Pero allí la acogida no será la esperada. El Gobierno francés organiza los "centres d'acccueil", es decir, campos de concentración improvisados, como el de Argéles-sur-Mer, instalado en la misma playa, bajo la vigilancia de los temibles y brutales soldados senegaleses. Hay allí un grupo de casi 5.000 vascos que se encuentran organizados en un "poblado", conocido con el nombre de "Gernika-berri".

Mientras, a partir de marzo de 1939, se empieza la construcción de un nuevo campo de concentración en un lugar alejado, del distrito de Orthez, en el Béarn, conocido con el nombre de Gurs. Para abril se encuentra ya terminado. Está situado justo en el límite con Zuberoa y a unos 17 km. de Oloron. Pronto, los vascos, procedentes de Argéles y de otros campos, son concentrados allí. En total, el 10 de mayo de 1939 hay en Gurs 18.985 prisioneros de los que 6.555 son vascos.

Los vascos, que están organizados como nacionalidad, establecen contacto con el Gobierno vasco a través de Telesforo Monzón y el sacerdote Iñaki Azpiazu quien ejerce como capellán de la colonia vasca del campo. Pronto se planea la salida de los vascos del campo, de manera que en el momento de la declaración de la guerra -septiembre de 1939- cerca de la mitad ha sido liberada.

El Ministerio de Defensa necesita mano de obra y el Gobierno Vasco negocia con él la colaboración de los vascos en la industria de armamento francesa. De esta manera, muchos vascos empiezan a trabajar en empresas de París, otros en los arsenales de Tarbes y Lannemezan o en las fábricas de aviación de Bréguet-Latécoére de Bayona.

Sin embargo, las presiones del Gobierno franquista, apoyado desde París por Lequerica, bilbaíno y nuevo embajador franquista en la capital francesa, y por el bajo-navarro y diputado ultra-derechista Jean Ybarnégaray, hacen que se tomen medidas represivas contra los refugiados republicanos, de las que no se libran los vascos. El 20 de mayo de 1940 el Gobierno francés cierra los locales del Gobierno vasco, clausura la LIAB (Liga Internacional de Amigos de los Vascos) y manda a los vascos que residen en los Bajos Pirineos de nuevo al campo de concentración de Gurs o les confina más allá del Loira. Ybarnégaray denuncia a J. A. Aguirre "que está en inteligencia y en colaboración estrecha con los alemanes".

Para junio de este año hay unos 800 vascos en el campo de Gurs. Se encuentran allí recluidos responsables de todos los grupos políticos vascos: miembros del EBB del PNV, como Luis Arredondo, Luis Arregui, Andrés Bereziartua; Manu Eguilleor, secretario del mismo partido; José Lecaroz, director de "El Día"; el tenor Isidoro Fagoaga; comunistas vascos como Cecilio Arregui, responsable del PC de Euskadi en el interior, el mondragonés Celestino Uriarte, futuro responsable del movimiento guerrillero o Victorio Vicuña "Julio" y "Oria", de Lasarte, futuro héroe de la Resistencia francesa y guerrillero en la zona vizcaína. También pasan por Gurs anarquistas como el guipuzcoano Félix Liquiniano o el navarro Vicente Moriones Belzunegui. El grupo del "Servicio secreto" vasco encabezado por Pepe Mitxelena, es recluido asimismo allí, pero pronto será liberado gracias a las gestiones que realiza Iñaki Azpiazu ante el capitán Simón, representante del Deuxiéme Bureau del Ejército francés en Bayona, para quien trabaja el grupo.

La situación es angustiosa para los presos vascos ante el imparable avance alemán pues la alternativa es caer prisionero de los nazis o ser entregado a los franquistas. Felizmente, el día 21 de junio son liberados los primeros vascos, que marchan con destino a Venezuela. En una semana el islote "C", donde están concentrados los vascos, queda vacío. La situación de confusión y desmoralización de los guardianes ha favorecido la liberación de los últimos vascos allí recluidos. Unos marchan hacia Iparralde, otros hacia Latinoamérica y algunos, pocos, a Londres. Así empieza la guerra mundial para los vascos del exilio y con ella una nueva etapa en sus vidas: para unos un largo exilio en países americanos, para otros una interminable ocupación, llena de peligros y privaciones, bajo la amenaza constante de la policía española o de las fuerzas represivas nazis que actúan en la Francia ocupada en estrecha colaboración.