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Usurbil

Comenzando por el casco urbano, Elizalde y Kalezar concentran una serie de construcciones muy heterogéneas e interesantes.

Entre ellas la casa Kontseju Zahar, centro del poder administrativo de Belmonte de Usurbil, hasta que se trasladó la vida municipal al entorno de la iglesia. Se trata de un volumen cúbico exento, realizado de mampostería enfoscada y empleo de sillares en las cantoneras y contorno de vanos. Se ingresa a través de un acceso de medio punto -en otra fachada tiene uno más-, y en el primer piso abre un vano geminado conopial. Al interior conserva estructura lígnea, aunque reforzada recientemente con hormigón. Es un edificio gótico renacentista, reformado en el siglo XVIII. En este contexto, destacan además la casa Portalea, con espolón, aunque es un edificio bastante alterado; Patrona Enea, de mampostería y sillar, estructura de madera, con espolón, y rehabilitada recientemente; y Arotz Enea, con entramado de madera.

En Elizalde las construcciones de mayor interés se disponen en las proximidades de la iglesia, en la calle Nagusia y la plaza. Las casas de los nº 5, 7 y 9 de la calle Etxebeste, son edificios antiguos rehabilitados que aún conservan la sillería, los vanos, algún blasón y otros restos de su original factura. También sobresalen otras viviendas situadas en frente, en la calle Irazu, como la casa Aitxaga, barroca, con sillares en cantoneras y vanos, éstos moldurados en oreja y en el bajo accesos de medio punto; la casa París, que muestra soluciones arquitectónicas similares a la anterior; y la casa Berreiartzenea, de sillería en la fachada, vanos con antepechos moldurados y cornisa pétrea que da paso a un alero lígneo.

Próximo a estas viviendas, tras la pared del frontón, hay un gran mural cerámico obra del artista usurbiltarra José Luis Zumeta en 1974.

En la calle Nagusia se alinean varias construcciones que dejan asomar vestigios arquitectónicos de sus primitivas hechuras en sus vanos, portadas, canes, etc. Sin embargo, en este espacio lo más noble es el Palacio Saroe, del siglo XVII. Tiene planta cuadrada, tres alturas en sillería de calidad y cubierta a cuatro aguas. Las cantoneras, platabandas y recercos de los vanos -adintelados- están almohadillados. Se accede al interior a través de una pareja de vanos en arco carpanel, cuyas enjutas se rellenan con elementos solares, hojas y rosetas vegetales. En la primera planta se abren balcones volados, siendo rasos en la segunda. En el eje central de este piso se coloca un notable escudo barroco de cueros, de Saroe -cruz flordelisada, de gules-, rematado por penacho de plumas y vegetales, que es sostenido por pareja de niños desnudos, apeados sobre una hoja que es la misma cola de dos leones sitos debajo. Éstos se colocan sobre un mofletudo mascarón de ojos almendrados. Flanqueando al escudo dos franjas que de arriba abajo tienen querubes alados, una especie de alas con imitación de plumaje y pareja de personajes con túnicas sobre ménsulas gallonadas. Debajo del escudo una inscripción sostenida por pareja de niños desnudos, de ingenua talla, nos informa de la propiedad: "Soi casa solar de Saroe", y debajo un mascarón similar al del escudo y largas hojas de marcado nervio. También en los esquinales de la casa hay un par de tondos ovales vacíos, de cueros retorcidos, pensados para inscripción. Las demás fachadas son menos lujosas, y la trasera da a un jardín arbolado.

No muy lejos está el ayuntamiento, edificio exento de tres plantas, con fachada de sillería, vanos adintelados, balcón central en el primer piso y acceso bajo soportal abierto en tres arcos de medio punto. Es un edificio reconstruido en 1907, tras el incendio de la anterior casa consistorial (Juan de Zugasti, 1672).

Otro de los inmuebles más notables es la torre Atxega, construcción palaciega barroca que sustituye a la que fue residencia durante la Edad Media de aquel linaje del bando gamboino. Es una vivienda exenta, de planta cuadrada y tres pisos, techada a cuatro aguas, a la que se adosa otro cuerpo rectangular detrás. Se erige en mampostería, reservando el sillar para esquinales, recercos de vanos, cornisas e impostas. La fachada tiene escalera de dos tramos que comunica con el primer piso, llegando a un ingreso adintelado moldurado en oreja, con pilastras cajeadas y rematado en frontón curvo partido sobre el que va el escudo. Bajo la escalera se sitúa otro acceso de luz poligonal y a los lados sendos óculos. Los vanos son adintelados, estando los del piso alto sobre ménsulas de vaso. La fachada se completa con cuatro tondos lisos en el primer piso, y el mismo número pero en cabeza de diamante con perfil moldurado en el segundo. La cornisa es de dobles canes. Hoy aloja un restaurante.

Además se conservan otros edificios reseñables, como el caserío Gaztañaga, de planta casi cuadrada, construido de mampostería, con sillar en las cantoneras y entramado de madera. El acceso es de medio punto sobre el que iba un escudo, muy desgastado, y los vanos son adintelados -algunos abiertos a balcón en la fachada y tres pares de palomeras en el altillo-. El edificio se apoya en nueve pies derechos, originales del siglo XVI, si bien desde la primera planta la estructura corresponde a una ampliación del XVIII.

Otro caserío a distinguirse es Artzabal, de mampostería, sillar y entramado lígneo con ladrillo enfoscado. Presenta un soportal abierto, en cuyo centro hay un pilar cilíndrico de piedra sobre el que apea la viga de la primera planta. Ésta se abre en vanos adintelados a balcón corrido, y en el piso alto el hastial es abierto (hoy acristalado), del que parten jabalcones donde apoya el alero. El acceso es adintelado, como la ventana de al lado, ambos recercados por sillar. Al interior tiene estructura de madera con potentes ensamblajes -aunque una parte se refuerza con forjado de cemento-. Es barroco, del siglo XVIII.

También destacan el caserío Agirre Azpikoa, que combina mampuesto, sillar y ladrillo, y luce una cruz de perfil vegetal con inscripción en el dintel de entrada; el caserío Olarri, de mayor envergadura y la misma combinación de materiales en su construcción, y el caserío Ibarrola Haundi, de compleja estructura lígnea y con lagar gótico.

Otros caseríos son Udarregi, Urkamendi, Urteta y Zelaiaundi, que tienen tres pisos y son fábricas mixtas de mampuesto, sillar y entramado lígneo en los pisos altos.

En el barrio de Aginaga, en su núcleo principal, se localizan igualmente otros caseríos como Urruzmendi, de potente envergadura; y Mapil Zahar, más sencillo y que se vincula con los astilleros Mapil -donde se construían barcos para la armada-.

Menos céntricos, destacan los caseríos Etxeberri Zahar, Mitxelkorena y Murtiozabal, inmuebles tradicionales en el medio rural, de grandes dimensiones y bien conservados.

Desde el punto de vista artístico destacan otras construcciones, como el caserío Goikoetxea, que conserva un acceso apuntado de una ermita desaparecida y en otra fachada dos vanos de medio punto cegados; Arrillaga Txiki, reformado, de estructura maderil, y en el que se intuye su hechura original, y sobre todo Arrillaga Haundi, culto, con soportal abierto, un complejo armazón de madera -sobre todo espectacular en el pajar- y bellos canes lígneos en rollo y sogueado. Fue realizado en 1740, tal como indica la fecha que hay bajo la cabeza tallada en el poste de la cumbrera, aunque la casa Arrillaga está documentada desde fines de la Edad Media.

En la zona de Urdaiaga, se localiza otro de los caseríos más interesantes, llamado como el barrio. Es un edificio entero de sillería, con pocos vanos, entre los que destaca una ventana gótica trilobulada y otra de medio punto, y una línea de canes. Originalmente tendría menos vanos, que se abrieron para transformar la antigua vivienda tardogótica en caserío. Es una casa noble que tuvo molino y ferrería. Con la denominación de Urdaiaga se menciona ya en un documento del siglo XIV una "torre", al hablar del desaparecido Monasterio de San Esteban, hoy sustituido por la ermita.

No lejos se sitúan los caseríos Goikoerrota e Iparragirre, de formato más tradicional.

Acercándonos al núcleo, en la zona de Santuenea, encontramos el caserío Ermotegi Haundi, igualmente de gran formato y tipología popular. Y ya fuera del casco, otros caseríos a reseñar son Troia y Kaparotz, que siguen modelos de arquitectura tradicional.

La iglesia parroquial de Usurbil está dedicada a San Salvador. Se trata de un edificio de planta de salón, una nave de tres tramos y presbiterio octogonal. Se cubre con bóvedas de crucería con terceletes y cuenta con torre a los pies y una galería abierta en un lateral. La iluminación es a través de tres vanos en cada lado, siendo los del presbiterio y el rosetón del siglo XVI, con tracería flamígera. Los demás vanos son ya de fines de siglo, rectangulares mainelados.

El edificio actual responde a un proyecto de 1563, si bien hay noticias de obras en la iglesia unos años antes. Para el año 1583 Juan de Ibarrola se compromete a realizar las obras, pero al poco falleció, por lo que se hicieron cargo Lucio Eulalde y Juan Anzarobi, y más tarde los canteros Juan Pérez de Legarra, su hijo Domingo de Legarra y Domingo y Francisco de Marrubiza. Las obras debieron concluirse en 1596, que es cuando se llama a Domingo de Cardaveraz y Domingo de Asteasu para examinarlas.

A este núcleo se sumarían entre 1748-1771 la sacristía y el remate de la torre, obra de Francisco de Ibero, costeado con fondos enviados desde Filipinas por el usurbiltarra Francisco de Echeveste. La sacristía se adapta a la cabecera y en ella se abren dos registros de ventanas, uno sobre el otro. Por su parte la torre es de planta cuadrada, y en la zona baja se abre en medio punto donde hay un acceso. Cuenta con un balcón volado, sobre el que va el escudo de la villa, cuerpo de campanas con arcos semicirculares y remate de cúpula con cruz.

En fecha más tardía se levantó el pórtico (1910-1930), con arcos de sillería de medio punto y techumbre de madera. Por entonces se realizó también el coro alto, que apoya sobre tres arcos carpaneles, y se abrieron un par de arcos en el muro norte para alojar retablos.

En el exterior llaman la atención tres vanos geminados, un acceso apuntado y otros de medio punto, algunas saeteras, restos de aparejo... que son vestigios de una construcción anterior -¿casa-torre?-, tradicionalmente vinculada al linaje de los Atxega, patronos del templo. Y también son curiosas las gárgolas con figuraciones animales.

Se accede al interior a través del pórtico lateral, en el que hay un ingreso de medio punto, entre columnas de fuste estriado, con arquivoltas lisas, y rematado por frontón triangular que aloja un pequeño nicho. En este pórtico se encuentra además el sepulcro de Soroa y Saroe, del XVII, en un lucillo tardomedieval.

Dentro conserva otros sepulcros, en nichos de medio punto, de fines del XVI. Aunque lo más destacado es el retablo mayor, dedicado al Salvador, del siglo XVII. Está vinculado al taller de Juan de Bazkardo, es de dos pisos y ático, tres calles y dos entrecalles, ocupadas todas ellas por interesantes tallas y relieves. La mazonería clasicista, está dorada y policromada, y luce decoración vegetal y figurada en impostas, banco y otras partes de la estructura.

En los laterales se sitúan una pareja de retablos (1748-1771) consagrados a San José y a las Almas. Y también merecen destacarse la talla de un Cristo gótico y la cruz procesional del siglo XVIII.

De factura más tardía (1910-1930) es la sillería del coro, el púlpito y el "órgano de salón", una gran máquina Mutin-Cavaillé-Coll, procedente de la mansión del barón Albert de l?Espée, en Ilbarritz (Bidart, Francia).

Otro de los elementos religiosos del municipio, es el humilladero y la ermita de Nuestra Señora del Socorro, que fue el antiguo hospital vinculado al Camino de Santiago. Sobre el dintel de la puerta señala la fecha de 1704, y es un edificio sencillo que responde desde el exterior más bien a la tipología de vivienda. Cuenta con un mueble barroco para la imagen de la Virgen y otros dos eclécticos para San Roque y San Juan Bautista.

En Aginaga está la iglesia de San Francisco de Asís, cuya antigua iglesia fue erigida hacia 1760, y en la que se fundaron tres capellanías por Francisco Echeveste. La construcción actual es sin embargo reciente, tras el derrumbe de las cubiertas de la antigua. De su mobiliario destaca la talla del titular, de paños abultados y quebrados, que nos sitúan en el siglo XVII.

De mayor antigüedad es la ermita de San Esteban de Hoa, en Urdaiaga, existente ya en 1548, aunque seguramente anterior -algunos autores la remontan al siglo XII-. Además parece confirmarse por la documentación que aquí existía un convento, clausurado en 1590. Se trata de un templo de sillería con pórtico cubierto, donde se encuentra el acceso en arco apuntado. Tiene torre con campanario de hormigón. Es de planta rectangular con tres naves, definidas por columnas de piedra donde apea la estructura lígnea. A los pies se levanta el coro, muy noble también de madera. En la cabecera se abre un arco de medio punto ciego que acoge al retablo, un mueble renacentista con hornacinas para seis interesantes tallas. En los laterales, hay otros dos retablos, que serán contemporáneos al central, y acogen las tallas de San Francisco y un Crucificado, y el otro una talla de la Virgen con el Niño -tardomedieval- y un lienzo de San José con el Niño. En conjunto reúne una serie de obras de una calidad desacostumbrada en las ermitas rurales. A ellas se suma otra de factura más ingenua y popular, que representa a San Francisco mostrando sus llagas. Como curiosidad, en esta ermita existe la costumbre de introducir la cabeza por el hueco de una antigua credencia, para curar los dolores de cabeza.

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RCL 2011