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Semana Grande donostiarra

Cuando sus asesores, el año 1845, aconsejaron a la reina Isabel II tomar baños de mar en la Concha, dieron el primer paso para poner de moda la playa donostiarra y para que comenzara una constante llegada de forasteros, durante la temporada veraniega, que permitió importantes beneficios para la ciudad.

San Sebastián, con sus aguas y paisajes, intentaba superar las dificultades políticas del momento alcanzando un notable estado de bienestar que fue roto, una vez más, por la, y era la tercera, guerra carlista.

El 20 de enero de 1876 la ciudad estaba siendo bombardeada, siendo de obligada cita la bomba que cayó en el interior del Teatro Principal hiriendo gravemente a su conserje Indalecio Bizkarrondo, "Bilintx", que moriría algunas semanas más tarde.

Volvió la tranquilidad cuando el 13 de marzo se firmó la paz en Somorrostro, pero ante una ciudad incendiada y en parte destruida pocos estaban dispuestos a seguir defendiéndola como lugar de descanso para los meses de verano.

En un mar de pesimismo surgió la figura de José Arana, natural de Eskoriatza, dispuesto a enfrentarse a los problemas y convencido de que San Sebastián debía seguir apostando por lo que poco más tarde comenzaría a ser llamado "tourismo".

Contra todo pronóstico, en 27 días construyó en Atocha una plaza de toros con aforo para 10.000 persona y el 16 de julio de ese mismo año 1876 abría sus puertas para ofrecer espectáculos taurinos con las principales figuras del momento: Frascuelo y Villaverde.

Anunció su Semana Monumental con tanta fortuna que pronto se corrió la voz, en Madrid, donde Arana tenía una tienda de ultramarinos y donde llegó a ser gerente del Teatro Real, de que San Sebastián había recobrado la normalidad y sus playas estaban llenas de gente.

El Ayuntamiento apoyó la iniciativa de Arana y en 1877 organizó actividades festivas de apoyo a las corridas de toros que atendían al reclamo de Gran Semana Taurina.

Un año más tarde comenzó a estudiarse la posibilidad de dar mayor realce a dicha semana, tanto para entretener a los forasteros como para que permanecieran más tiempo en la ciudad.

Se propuso celebrar la Semana Grande en torno al 31 de julio, festividad de San Ignacio, patrono de Gipuzkoa, pero no pareció oportuna la fecha por ser final y comienzo de mes, es decir, cuando los viajeros hacían y deshacían sus maletas. También se rechazó el programarla la primera semana de Septiembre, festividad de la virgen del Coro, patrona de la ciudad, por haber pasado ya gran parte del verano.

Así las cosas, el año 1879, se acordó celebrar lo que sería la primera Semana Grande, reconocida oficialmente por el Ayuntamiento, la semana de agosto que incluía la jornada del 15, festividad de la Asunción de Nuestra Señora. Su filosofía de atracción turística la diferenciaba muy mucho del carácter tradicional de las fiestas patronales del 20 de enero.