Concept

Murallas

  • Castros

Las primeras poblaciones de Euskal Herria surgieron en la Edad de Bronce Tardía y en la Edad de Hierro (siglo IV A.C.) construidas por pueblos venidos de la Europa Central. También es notable la influencia del pueblo celtíbero, pero, sobre todo al Sur, sin llegar al mar.

Los castros se construían en la parte superior de las montañas. Elegían un entorno natural adecuado para su construcción, generalmente en valles y meandros, dejando libre la planicie. Ejemplos de algunas de estas poblaciones son Lastra, Atxa, Intxur, Maruelaza, Oro, Henayo, Barrio, La Hoya...

Rodeaban los grupos de edificaciones con una muralla, distribuida de manera concéntrica y dividida por trincheras. Un claro ejemplo de ello es el castro de La Hoya, situado en la colina de La Torre de Laguardia. Según las investigaciones realizadas hasta ahora la población tenía una extensión de cuatro hectáreas y se encontraba elevada respecto a su entorno. Todavía se pueden distinguir grandes fragmentos de la muralla. Su construcción se realizó, por lo menos, en tres fases, utilizando diferentes técnicas y materiales. Hay ciertos fragmentos construidos con estacas y otros con piedra. Otro tipo de muralla es la de doble muro de piedra y cal con relleno de piedras. Y, por último, un muro más alto (por lo menos de tres metros) y robusto construido por los celtas.

  • Ciudades romanas

En Euskal Herria, coexistían en tiempo de la llegada de los romanos dos zonas geográficas y culturales diferentes: el saltus (la zona montañosa) y el ager (la planicie). En ambas zonas las poblaciones se localizaban en lascolinas. Los habitantes de la zona montañosa eran ganaderos mientras que los de la planicie se dedicaban primordialmente a la agricultura. Las poblaciones instaladas por los romanos (siglo I a.C), se localizaron en las tierras llanas que facilitaban sus objetivos militares y y hacían más viables las labores agrícolas. Esta colonización se dio, sobre todo, en el Ager Vasconum y en Novenpopulania (Aquitania).

Las ciudades fundadas por los romanos se construyeron, normalmente sobre poblaciones anteriores, como por ejemplo, Pompaelo (Iruñea), Lapurdum (Baiona), Veleia (Iruña-Veleia) y Oiasso (Irun).

En el siglo III d.C. con la decadencia del Imperio romano, comenzó la crisis en las ciudades, redujeron su extensión y se amurallaron.

Las ciudades de Euskal Herria tenían, supuestamente, una extensión de 12 a 18 hectáreas y una estructura ortogonal, siempre integrada en el entorno. Las murallas romanas normalmente tenían una altura de 8 metros y un espesor de 3 metros y contaban con torres y puertas de entrada.

Tras la época romana hubo numerosos conflictos y guerras en Euskal Herria entre diferentes pueblos (visigodos, francos, musulmanes, vascones...) que dividieron y unieron administrativamente el territorio. Pero, en cuanto a la arquitectura militar no hubo muchos cambios hasta la Edad Media.

Debido al agitado ambiente sociopolítico de la Edad Media, aumentaron las fortificaciones en número y en tipo, como pueden ser las casas-torre, castillos y nuevas villas, sobre todo en las fronteras. La primera villa que se fundó en Euskal Herria fue San Sebastián, en 1180, impulsada por Sancho El Sabio, Rey de Navarra, con la intención de garantizar una salida al mar. Sin embargo, en el siglo XIII Gipuzkoa, Bizkaia y Araba estaban en manos de Castilla. En estos territorios se fundaron gran cantidad de villas impulsadas tanto por el reino de Castilla como por los propios habitantes (23 en Araba, 21 en Bizkaia y 25 en Gipuzkoa). Por un lado, se trataba de vigilar la frontera con Navarra y, por otro lado, se intentaba disminuir el poder de la nobleza dando competencias a las villas. En Navarra también se fundaron numerosas villas (alrededor de 50), además de Pamplona (que pasó en 1423 de tres burgos a uno solo y con una única muralla) y en Iparralde se fundaron las bastidas y se fortaleció la ciudad de Baiona. Las villas estaban rodeadas por murallas, y este hecho, además de traer consigo una defensa militar, acrecentaba la diferencia entre estar dentro y fuera de ella.

Para la construcción de estas fortificaciones medievales se se utilizaron dos técnicas diferentes. Por un lado, las edificaciones mismas formaban parte de la muralla. En estos casos, las ventanas exteriores solían ser muy estrechas y se encontraban a una altura considerable y las entradas siempre se realizaban desde el interior del recinto. Así, la estructura urbana se realizaba de manera que se dejaban sólo unas pocas calles abiertas al exterior y controladas mediante puertas, logrando un recinto totalmente cerrado, como, por ejemplo, en Orio y Usurbil.

Por el contrario, en otros casos, la muralla estaba separada de las edificaciones. Generalmente eran muros de gran altura con un espesor de 1,5 a 2 metros. Solían ser lo bastante fuertes como para hacer frente a lanzadoras de flechas y catapultas, difíciles de escalar y, cómo no, difíciles de arder. Las torres tenían más altura y se situaban más adelantadas respecto a la muralla. Los parapetos almenados limitaban el adarve o camino de ronda que ayudaba en la defensa de la parte superior. Solían tener varias puertas, limitados por torres y barbacanas (espacio fortificado que rodea el acceso). En algunos casos tenían una fosa que se podía llenar de agua (como en Tolosa, Azpeitia y Elgoibar). El agua la recogían de los ríos de alrededor y en muchos casos el mismo río ejercía como elemento de defensa.

Al aumentar la población de las villas, las edificaciones tuvieron que crecer en altura, ya quela muralla limitaba la extensión del suelo. Al mismo tiempo se ocuparon las tierras situadas entre la muralla y los edificios y éstos se apoyaron en el muro. Además, nuevas construcciones se solapaban a la muralla. Se abrieron huecos en el muro para abrir ventanas en los nuevos edificios y para construir ampliaciones de las anteriores. Todo ello deterioró las murallas y con la aparición de la artillería perdieron su poder defensivo.

En el siglo XVI, después de que Castilla conquistara Navarra, se fortaleció la frontera con Francia, sobre todo mejorando las murallas de Hondarribia, Donostia e Iruñea. Con la nueva artillería las fortificaciones de la Edad Media perdieron en gran medida su función defensiva. La primera solución fue aumentar el espesor de los muros, pero no fue suficiente.

De manera que, empezaron a diseñar nuevos tipos de fortificaciones. Tenían más de 15 metros de espesor. Debido al coste de la piedra y temiendo que el muro en sí no era suficiente, se recurrió a la instalación de todo un sistema de fortificación. Así mismo, se construyeron cubos (torres circulares) donde se colocaba la propia batería de artillería. El resultado fue un complejo sistema de muros, fuertes, cerramientos, baluartes, cubos, fosas y fosos que rodeaba la antigua ciudad medieval y se extendía por un amplio espacio.

Más tarde, se construyeron bastiones (torres de planta pentagonal) en vez de cubos, ya que eran mejores para la función defensiva, y desde entonces, a las fortificaciones modernas se les denomina, también, baluartes.

Estas fortificaciones con bastiones estaban rodeadas por fosas y estructuras exteriores con el objetivo de retrasar el ataque al recinto central. Además, era muy común tener un espacio de función únicamente militar y extremadamente fortificada llamada ciudadela. Su objetivo era ser el último espacio de defensa de los soldados y en situaciones límite también lo controlaban los ciudadanos. Solían tener una planta pentagonal (como en el caso de la ciudadela de Iruñea). Aún así, también había ciudadelas de planta irregular (por ejemplo el de Donostia, donde se utilizó el monte Urgull para cumplir dicho papel).

En el siglo XIX, después de las guerras fronterizas, las murallas dejaron de ser elementos defensivos para convertirse en muros que limitaban el crecimiento de la ciudad. Poco a poco se derribaron parte de las murallas, y en muchos casos se perdieron totalmente. Hoy en día se reconocen como elementos del patrimonio histórico de las ciudades y el objetivo es conseguir su integración en la estructura urbana. Entre los restos que quedan, la muralla de Hondarribia y la ciudadela de Iruñea son las más notables.