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MASONERÍA

De la Républica española a las posguerras I.Masonería y antimasonería vascas en las Constituyentes de 1931. Observamos que de los 458 diputados de la cámara de 1931, 183 pertenecían a la Masonería. Por nuestra parte y de la mano de Ferrer resulta tan interesante como elocuente el subrayar que entre las ciudades y provincias, que no obtenían ningún masón en la fila de diputados de 1931, se encontraba Alava y Navarra junto a Ceuta, Melilla, Orense, Salamanca y Segovia. Y entre las que obtenían una proporción mínima se encontraba Vizcaya con uno solo sobre nueve diputados, Luis Araquistain y Quevedo, mientras que Guipúzcoa arrojaba dos diputados, aunque de distinto partido político: Enrique de Francisco Jiménez y Juan Usabiaga Lasquibar. En relación con la vida masónica de Araquistain, por tantos otros motivos personalidad socialista de relieve, pese a la condena de treinta años de reclusión mayor «por delito consumado de masonería y comunismo» sentenciada por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo, cuando se solicitaba en 1949 el documento que acreditase su pertenencia directa a la Orden se aducía tan sólo la carta del agente comercial Manuel Tejedor. En ella se habla efectivamente de la necesidad sentida por Araquistain de crear una «Liga Laica» y los pasos propagandísticos dados por su amigo Tejedor para lograr su difusión en ciudades como Zaragoza, Vitoria, Barcelona, Valencia, Alicante, Elda y Madrid, utilizando unas veces las logias masónicas y otras las Casas del Pueblo socialistas, pero ningún otro documento más. Mientras tanto la intervención parlamentaria de Joaquín Beunza, diputado por Pamplona, denunciando la presencia de la Masonería en el Congreso, ha quedado como signo de toda una generación: «He dicho y repito que en la Cámara existen diputados que pertenecen a asociaciones ligadas con otras de carácter internacional que no sé qué género de dependencias tienen; pero que de igual manera (...) (El señor Ballester: Pida el ingreso y lo sabrá) puedo decir que tengo derecho a que se ponga en claro qué clase de dependencia es ésa, y en ese sentido no me debe interrumpir ni obstruccionar la Cámara, sino ayudarme para que todos sepamos aquí qué clase de compromisos tenemos y adónde vamos, pues eso es interés de todos (Rumores). Si así como los que nos llamamos católicos lo estamos diciendo a todas horas, los que pertenecen a la Masonería (Varios diputados: ¡Ah!) lo manifestarán claramente, entonces sabríamos si, como el otro día decía un señor diputado, la masonería es un poder imaginario o si, por el contrario, es un poder eficaz; porque yo conozco a algún diputado que no rehuye el llamarse masón, y eso no lo puede decir sin que lo sea (Nuevos rumores). El día que sepa yo quiénes pertenecen a ese grupo y su importancia numérica dentro de la Cámara (Un señor diputado: Mucha), entonces podré decir a ese diputado que el otro día parecía mofarse de que se hablase de la francmasonería, que tenía razón, que es un peligro imaginario; o si por el número de diputados que están afiliados a ella, su influencia es decisiva en la Cámara, entonces diré que no es un poder imaginario, sino que es un poder eficaz, y quizá en eso encontremos la explicación de muchas de las cosas que nos están sucediendo (Fuertes rumores). Porque si me encuentro con que, efectivamente, se trata de una fuerza positiva dentro de la Cámara, ya no tendré más que recordar lo que Gustavo Hervé ha dicho en La Victoire: «Donde quiera que la masonería se hace poderosa, éste es su primer cuidado: la expulsión de los Padres Jesuitas, a quienes la masonería internacional persigue con implacable odio» (2-II-1932).

La logia donostiarra «La Altuna». La logia «Altuna» se constituía oficialmente en San Sebastián el 17 de mayo de 1932, bajo la obediencia al Grande Oriente Español. Todos los hermanos integrantes, a excepción del hermano Doporto que procedía de la logia «Marte n.° 57» de obediencia a la Gran Logia Española, los restantes provenían de talleres del Grande Oriente Español, gozando todos además de la documentación adecuada y en regla. Rellenadas las solicitudes de constitución y fundación, desde Madrid se les aprobaban con fecha 4 de junio de 1932, otorgando los poderes necesarios para el ejercicio de sus cargos a José Julián Bellido y Rodríguez como venerable maestro, a Ricardo Vera Salas, como primer vigilante, y a Angel Heras Maíz, como segundo vigilante. Pero para no demorarse siempre en las colas del liberalismo, los masones donostiarras optaban desde el principio, a semejanza de sus hermanos de la logia «Goethe» de Bilbao, por mantener estrechas relaciones con las ancianas logias bayonesas, «La Zelée» y «L'etoile du Labourd». Pese a su organización y obediencia al Gran Oriente Español, el 28 de febrero de 1933, pedía a «La Zelée» de Bayona pusiera en estudio la creación de una logia francmasónica española internacional, «donde los hermanos de las dos democracias trabajaran por el acercamiento de los pueblos, discutiendo en común los problemas más importantes en orden a la división de los hombres en lugar de su unidad». «España -proseguían en dicha carta a «La Zelée»- se debate entre graves dificultades. Francia tiene también motivos para estar inquieta. Será bueno imbuirnos de este ideal, tan querido para nosotros, y trabajar en común como medio seguro de realización». Al llegar aquí, los donostiarras criticaban el espíritu tan exclusivamente nacionalista de las Obediencias dentro de la Masonería, tan domésticos y segregacionistas en su organización. Si el cielo internacional se presentaba tan oscuro -añadían- independientemente de las fronteras de los Estados, trabajar por la fraternidad de los pueblos cada logia desde su acera y dentro de un Oriente nacional, parecía tan sólo lograr unas difusas aspiraciones benéficas, o líricas, o retóricas, sin grandes repercusiones prácticas.
Sus signos de identidad. De los discursos de las tenidas, con motivo de la elección de sus nombres simbólicos, entresacamos sus líneas de librepensamiento, así como sus posibles pautas morales de comportamiento. Ya tales nombres como Fausto, Spencer, Prometeo, Alzate o Monsalud... constituyen toda una teoría de masones bienmandados con los ideales de la institución. El «Monsalud» de San Sebastián se acogía al «Monsalud» creado por Galdós, como ser sencillo y sin brillo propio. El «Alzate» donostiarra elegía un personaje creado por Baroja, tomado «no como modelo sino como situación», en el humilde país del Bidasoa. Baroja al presentar su leyenda ya había advertido: «Tengo más simpatía por lo pequeño que por lo enorme y colosal» y a «Jaun», su protagonista, le hacía decir: «Ya no seré nunca universal; me contento con ser de Alzate». En realidad «Jaun de Alzate» era un señor comprometido con el Bidasoa. El pequeño río daba a todos una gran lección: el bachiller Juan de Iztea le había pronosticado que llegaría «a formar una república independiente: sin moscas, sin frailes y sin carabineros».