Entities

MASONERÍA

Entre «la Gloriosa» y la Restauración alfonsina I.Trayectoria masónica navarra. Por el primer documento que conservamos de la historia de la masonería en Navarra, sabemos que la logia «El Faro del Norte» se reconstituía el 12 de marzo de 1882 con ocho hermanos masones, siete de los cuales vivían en Pamplona y el octavo en Madrid. Parece que la primera fundación de esta logia iruñesa había sido el 12 de marzo de 1870 como viene a demostrar Arbeloa. La edad media de sus componentes era de 35 años, cuando la mínima exigida por el reglamento era de 21 . Sobre su extracción social, tres eran comerciantes, uno militar, uno propietario, uno periodista y dos empleados, mientras que su estado se repartía en igual proporción entre solteros y casados. Mayor vitalidad en cambio había de tener la logia «Resolución» de Sangüesa. Sus cinco primeros masones de 1886 se convertían en veinte en 1887, residentes en varios puntos de Navarra sobre todo. Así la logia sangüesina asumía el carácter de volante, pues tan sólo cuatro residían en Sangüesa, mientras que otros lo hacían en las cercanías -uno en Liédena, dos en Aoiz, tres en Tiernas-; cinco sin embargo en Pamplona, uno en Elizondo y dos fuera de Navarra: uno en Guernica y otro en Cáceres. Al ordenar por encima su organización, nos encontramos con masones de profesiones más bien móviles, como la de telegrafistas, comerciantes y militares. Tales profesiones darían lugar a la creación de varios triángulos y otra logia en Pamplona. Con mucho ruido y rapidez Miguel Morayta organizaba en Madrid el 4 de abril de 1888 un «convento» masónico a fin de venir todos los masones españoles en una única entidad. Obedientes e impertérritos ante un nuevo futuro los masones de Sangüesa elegían como representantes de su Logia a Aniceto Giral y como suplente a Juan Harina. Pero en realidad la situación de la Masonería en España resultaba complicada. Agotada, pues, toda la placidez y el desgarro del momento, por demás jubiloso y difícil, los masones sangüesinos se decantaban en su elección para gran comendador de la Orden por Alfredo Vega, vizconde Ros. Por otro lado otros diez hermanos, todos ellos de Pamplona, se abstenían de votar y tan sólo dos elegían a Morayta. Así pues, consumada la escisión del Grande Oriente Nacional de España, la logia «Resolución» n.° 209 acataba por mayoría la obediencia de Vega. Dos meses más tarde se aprobaba el traslado de la logia a Pamplona, según el «Boletín Oficial del Srmo. Grande Oriente Nacional de España», desapareciendo toda documentación directa sobre esta logia navarra. De todas formas, por los papeles del triángulo de Elizondo del 30 de octubre de 1888 sabemos que se pedía autorización para «levantar columnas» en estos Valles, «atendida la diseminación de los obreros y triángulos de la Respetable Logia Resolución». Conviene traer unas ideas de una carta de su fundador Casimiro Rufino al Gran Comendador el 18 de abril de 1890. A Rufino le rondaban por el corazón las dificultades atravesadas de esta manera: «Cuando hace cuatro años, al poner los pies en la fanática Navarra, inicié al inolvidable y nunca bien sentido hermano José Alfaro, no era fácil imaginar el portentoso desarrollo de nuestra sublime institución en tan contrarios Valles, pero nuestro entusiasmo, a falta de otras dotes, todo lo venció, y hoy dejamos existentes en plena actividad las logias de Tudela, Pamplona e Isaba con varios triángulos».

Vitalidad y anticlericalismo en Tudela. Cuenca receptora de diversas inquietudes había sido la logia «Resolución» de Sangüesa. De allí, cargados de ilusiones habían llegado a Tudela los hermanos Morse y Licurgo, fundando la logia «Vega del César» en junio de 1888. Este último con voz privada felicitaba al vizconde de Ros en carta del 19 de septiembre del mismo año por su elección como comendador interino, deseándole con viveza el mismo cargo, pero con carácter definitivo. Pese a su creciente vitalidad Licurgo -Alfaro y Troyas en la vida profana- por temor a la posible agresividad de los católicos, le rogaba el mayor sigilo en las noticias de su logia sobre el «Boletín Oficial del Gran Oriente de España». Para reducir al máximo su posible intemperie escribía: «siendo este país fanático teocrático hasta la exageración, será muy conveniente que no se publiquen en el Boletín Oficial del Gran Oriente los trabajos que se lleven a cabo y, caso de hacerse, que sólo figuren los nombres simbólicos, pues como digo, si nos descubrieran, se inutilizarían por ahora nuestros trabajos (...). No creáis, Ilustre y Poderoso Hermano -concluía Alfaro- que el miedo nos acobarda, no; es sólo el interés por la prosperidad de la Orden en estos Valles que, trabajados con acierto y sigilo, responderían valientes a vuestro llamamiento honrado». Pero la verdadera veta del anticlericalismo de los masones de Tudela se encuentra en otra carta escrita por el secretario de la logia «Viriato» el mismo día de la anterior al mismo gran comendador. Entre otras ideas escribía: «...dos caminos debemos tener siempre a la vista, el primero el de la luz, la civilización y progreso, por el que debemos encaminar al profano y hacerlo digno de ser libre; el segundo, debemos recorrerlo nosotros, los masones de fe, aquellos que por condición y temperamento lo somos, limpiando su superficie de aquellos obstáculos que se opongan a la marcha del neófito y que éste llegue sin amenazas, sin recelos, a descubrir el punto luminoso; que puede disfrutar de aquella luz que deja ver las cosas tal cual son, de esa luz masónica que tanto significa. Esos obstáculos, como llevo dicho, es preciso que desaparezcan, esas quebraduras que nos impiden una marcha tranquila, esas pequeñas alturas que muchas veces nos fatigan esos bosquecillos que se convierten en espesuras numerosas, imposibles de cerrar, todo eso lo representa el clero, esas comunidades religiosas; en fin, esa compañía de Jesús, que todo lo invade, que todo lo fiscaliza, que todo lo interviene como si fuese propio, pues ni respeta la paz del hogar doméstico, que es lo más sagrado entre los hombres; mientras no imitemos a esa Francia, a esos Estados americanos, a esa Inglaterra, en donde hemos tenido el gusto de trabajar expulsando esas bandadas de aves de rapiña, esos explotadores de la conciencia, a esos parásitos, no habremos conseguido nada, todos nuestros esfuerzos se estrellarán ante ese malhadado dique, que sabe resistir nuestro empuje, porque son más unidos; que el Gran Arquitecto os ilumine para poder combatir con ventaja a nuestro común enemigo». Había que transcribir casi toda la carta de «Viriato» a fin de descubrir el verdadero cordón umbilical de la situación masónica por Tudela. Aunque sus reflexiones abunden en la retórica anticlerical de la época, nos descubre también el dolorido, esperanzado, feraz, ultrajado, invencible y prodigioso mundo masónico. Al asa de esta trayectoria se entroncan ya en 1889 las actitudes y palabras de la logia en el caso del arzobispo de Valencia, Antolín Monescillo, que había condenado la inauguración de la estatua de Giordano Bruno en Barcelona.

Noticias pamplonesas y librepensamiento tafallés. Superados los primeros riesgos de la disolución de la logia «Resolución», los hermanos de aquélla, residentes en Elizondo, encontraron dificultades a la hora de «levantar columnas» en el Baztán, o por el reducido número de los pretendientes o por su desfavorable situación geográfica. Sin duda por eso pensaron en trasladarse a Pamplona, donde vivían masones más activos. Así pues, todavía con membrete de la logia «Resolución» escribían el 8 de febrero de 1880 al supremo comendador de la orden. Pero tan sólo en el tardío 2 de febrero de 1890, es decir, diez años más tarde, el vizconde de Ros anunciaba el envío adjunto del expediente para poder obtener, decía textualmente, «la carta constitutiva el 5 de abril de 1890» y cuya documentación, exigua, se agota el 23 de octubre del mismo año. Si la actividad de la logia anterior pamplonesa permanece oscura, en la de la logia «Justicia» de Tafalla podemos distinguir una trayectoria dura, vital y minuciosa. Tan valiente en su época, que podía suscitar miedo; tan dedicada y limpia a sus fines, que podía producir envidia. Su primer cuadro lógico data del 17 de septiembre de 1890, acompañado de una plancha al Grande Oriente Nacional de España, en la que subrayaba la importancia del envío así: «para mejor cumplir los sagrados deberes que la orden decían con énfasis nos impone en sus elevadas aspiraciones de justicia, libertad, bien, fraternidad, progreso, verdad, etc., que hemos de procurar reinen entre todos los hombres, saltando por encima de toda clase de barreras, ya sean puestas por torpes fanatismos, groseras miras egoístas, estúpidas ignorancias o estrechos formulismos, y para hacer más íntimos los fraternales lazos de deben existir en la gran familia masónica». Como muestra ostensible de causas precedentes y más hondas en «ese amor a la humanidad», patrimonio común de todos los masones, los de Tafalla hacían su traducción política más concreta en un sistema bien preciso: la República democrática. Carlos Alfaro, el masón tafallés, del que conservamos una plancha de 14 folios escribía al respecto: «Creemos que los tiempos actuales reclaman de nosotros en el terreno político la propaganda de la República democrática; en el social la del trabajo, como única fuente del capital, y la posesión de éste por todos los ciudadanos en la cantidad necesaria al logro de su vida racional; en el económico la desaparición de todos los gastos improductivos para la masa social, la disminución de empleados y la administración autonómica responsable ante el pueblo; y en el religioso, la sustitución de las irracionales religiones positivas, por la religión de la justicia, de la verdad, del bien, de la ciencia, de la moral universal, etc., etc., simbolizada en el libre pensamiento». A compás con estas ideas latían todos los masones tafalleses. Por eso a la convocatoria del congreso mundial de Librepensamiento en Madrid, que fue prohibido por Cánovas- ellos no podían estar ausentes. Seis días antes los tafalleses enviaban al director de «Las Dominicales del Librepensamiento» una carta con los motivos de su adhesión y participación en el congreso.