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Literatura vasca en el siglo XX. 1975-2000

En 1992 la crisis económica era patente en la mayoría de los países europeos. Pero en España se retrasó su efecto. El Partido Socialista en el Gobierno de España impulsó dos eventos que enmascararon el problema de una crisis que no tardó en estallar: Las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, ambas celebradas en 1992.

La crisis tuvo en el País Vasco consecuencias evidentes. La modificación del tejido económico y la aparición de una economía de servicios se definieron como los dos ejes de cambio social y económico. Desaparecieron los grandes astilleros y las grandes empresas fueron reduciendo su tamaño, con la consecuente contestación social, y se lanzaron las actividades unidas a los servicios y al turismo. Otros sectores tradicionales de la economía vasca se reforzaron: Los Bancos Bilbao y Vizcaya se fusionaron en 1988. En 1992, con la unión de varias eléctricas, nació la empresa Iberdrola.

En el campo cultural en 1991 comenzaron las negociaciones para construir el Museo Guggenheim Bilbao y en 1992 se decidieron el lugar de la edificación y el arquitecto que lo iba a construir: el norteamericano Frank Gehry. Fueron años de enconados debates en torno a la construcción del Museo, y uno de los argumentos utilizados presuponía que la inversión en el Museo iba a dejar a la cultura vasca sin ayudas, es decir, sin subvenciones. Lo que ocurrió fue que el Museo ha sido un éxito social y cultural y que ha puesto el nombre de Bilbao en los circuitos culturales internacionales.

El Museo ha tenido dos efectos sobre la cultura vasca: en primer lugar ha impulsado los debates en el seno del arte vasco, y en segundo lugar se ha convertido en un emblema de la arquitectura postmoderna. Es probable que tengamos ante nuestros ojos a un icono mayor del arte postmoderno. Tras los debates, uno de cuyos ejes pivotó en torno a la colonización y americanización de la cultura que iba a producir el Museo, sus efectos han sido múltiples en el mundo cultural vasco. Si en aquella circunstancia histórica el debate entre renovación o ruptura era un eje político importante, unos años más tarde otro tipo de cuestiones iban a aparecer en la cultura vasca, como el tema de la mirada hacia el exterior o el de la identidad interior.

No habría que olvidar que los años 80 fueron llamados los años de "plomo" por la durísima actividad terrorista de ETA, y de la ofensiva despiadada de los grupos antiETA. En ese contexto la construcción del Museo se convirtió en un símbolo de renovación cultural, hasta conseguir una imagen de sociedad que, como última paradoja, no agrada ya a su arquitecto.

El Museo Guggenheim Bilbao puso a la postmodernidad frente a la literatura vasca y otros factores, como la profesionalización de los escritores, la ampliación del público lector, dieron un nuevo impulso a la literatura vasca, con dos fuerzas motrices que le darían una nueva cara: la preeminencia de la novela y la influencia de la postmodernidad.

Como ha señalado Iñaki Aldekoa (2004, 259-269) entre 1993 y 1995 se publicaron tres novelas centrales de la actual literatura vasca. En 1991, tras anunciar un cambio en su estética en una conferencia memorable de los Cursos de Verano de Donostia, Bernardo Atxaga publicó Gizona bere bakardadean / El hombre solo. En la conferencia el autor de Obabakoak señalaba que abandonaba el camino simbolista y de ficción fantástica que caracterizaba la obra, para internarse en una estética que mantenía dos principios: el comienzo del camino que llevaba al realismo y la opción por un estilo más fácil para el lector y más paralelo al mundo moderno. Esa estética tuvo un precedente en la novela Behi euskaldun baten memoriak / Memorias de una vaca (1991), un obra dirigida al público juvenil con un argumento que poseía como trasfondo el tema de la Guerra Civil y la existencia de los maquis. Pero a diferencia de esa obra, Gizona bere bakardadean proponía una lectura de la actualidad política del País Vasco. Bernardo Atxaga quería ofrecer una lectura simbólica de lo que sucedía en nuestro pueblo, convirtiendo una novela histórica en una novela simbólica. Un poco más arriba hemos señalado que los 80 fueron "años de plomo", pues bien, el autor hizo un esfuerzo estético para descender a las raíces del sufrimiento de la sociedad. Era el primer paso para llevar a cabo una trilogía sobre la historia del País Vasco y sobre el terrorismo que la atenazaba. Junto a esa primera novela el tema está presente en Zeru horiek /Esos cielos (1995) y en Soinujolearen semea / El hijo del acordeonista (2003). En ellas Bernardo Atxaga describe el camino recorrido por la sociedad vasca. Y en el recorrido que va de la Fábula a la Historia el autor ha preferido el concepto de "contemporaneidad" al de "realismo" para definir su estética. El planteamiento es diferente en las dos primeras novelas. Gizona bere bakardadean debe mucho a la novela policíaca y psicológica y centra la acción en un lugar concreto (un hotel cercano a Barcelona) regentado por un grupo de personas que fueron de ETA. Entre ellos destaca el protagonista Carlos, el panadero, que aún no ha roto del todo con la organización, y un tiempo concreto: en la celebración de los Mundiales de Fútbol de España en 1982. La actualidad es patente en el texto y para reforzarla el autor ha mezclado realidad y ficción. Carlos esconderá en el hotel a unos activistas de ETA que llegan huyendo, hasta que el acoso de la policía propicia un final trágico. La novela mantiene muchos hilos simbólicos, y solo por poner unos ejemplos podemos citar: la lucha entre afecto e ideología que aparece a menudo en nuestra sociedad; la fuerza de la soledad y su tragedia; la importancia del materialismo si se olvidan los intereses comunitarios; la desilusión producida por los movimientos revolucionarios...

Si en esa novela el examen de la psicología de Carlos ocupaba un lugar central, Zeru horiek explora la identidad de Irene, una exmilitante que deja la cárcel de Barcelona acogiéndose a las medidas de inserción del Ministerio del Interior, por lo que sabe que, cuando llegue a su ciudad, deberá sufrir el desprecio de los suyos. Bernardo Atxaga proyecto un retrato total del personaje uniendo la mirada hacia lo social, lo político y lo literario. Irene se encuentra sola ante su futuro y en esa incertidumbre solo recibe la ayuda de personajes marginados en la sociedad: dos monjas, una mujer enferma, y el recuerdo de las amigas que dejó en prisión.

Anjel Lertxundi publicó en 1994 una novela que pronto llevó el membrete de clásica: Otto Pette/ Las últimas sombras. El autor venía de una fase experimental en su novela que comenzó en 1989, y para la elaboración de esta novela conservó la ambición de contar un proceso de creación de identidad personal. Situada en una Edad Media de ficción, el personaje Otto Pette recuerda en su lecho de muerte su pasado, buscando las huellas de su identidad en los hechos del pasado. En esta novela Anjel Lertxundi modera su carácter experimental y refuerza la riqueza de su lenguaje. El recuerdo de Otto Pette se convierte en un recurso alegórico que trata sin pausa el tema de la crueldad del poder, de manera que la narración de su vida es un descenso a los infiernos. Se recuerda cómo se acusó indebidamente a Aba Yakue de ser responsable de la llegada de la peste, se cuenta el final infeliz de su amada Gezabel. Utilizando tópicos conocidos de la literatura medieval, Anjel Lertxundi utiliza la urdimbre del recuerdo para reflexionar sobre temas eternos de la literatura: sobre la lucha entre la vida y la muerte, sobre la crueldad y el poder...

Tras esa novela se embarcó en un proyecto ambicioso que llamó Ifrentzuak. Pretendía narrar algunos episodios recogidos de la tradición oral vasca que están emparentados con la tradición europea, como puede ser el tema de Fausto y la mitología del diablo en Piztiaren izena/ El nombre de la bestia (1995). En Azkenez beste/ Un final para Nora (1996) tomó como tema el del judío errante, el ser que no puede morir y se ve impelido a un destino de errancia perpetua. Argizariaren egunak / Los día de la cera (1998) novelaba tres temas: la escritura, la locura, la muerte, estructurada como una Danza de la muerte. Dentro del proyecto, publicó también el libro de glosas Letrak kale kantoitik [Las letras desde la esquina] (1996) una colección de glosas sobre refranes y dichos populares vascos. La narrativa de Anjel Lertxundi ocupó una década en una proyección de sus devociones más queridas, de sus obsesiones más tratadas literariamente.

Tras muchos años en silencio, el mismo año en que se publicaban Zeru horiek y Piztiaren izena, Ramon Saizarbitoria, el maestro de la narrativa vasca en los años 70, daba a conocer la novela Hamaika pauso/ Los pasos incontables, la novela que ha sido definido por Jon Juaristi, como "la novela de una generación", un trabajo gigantesco y una muestra de expresión simbólica en la narrativa. Ramon Saizarbitoria tomó la figura de los últimos fusilados del franquismo, sobre todo la de Ángel Otaegi, como núcleo de una narrativa que creaba un mundo de referencias. Combinando realidad y ficción, cuenta la historia de Iñaki Abaitua que escribe una novela que se llama Hamaika pauso, pero que no es la novela que leemos. Su relación con el etarra Daniel Zabalegi le llevará a un proceso de autodestrucción por no saber decir que no, hasta que termina en su suicidio, en un desenlace que debe mucho a una indisimulada devoción por el libro El suicidio de Emile Durkheim, un autor clave en la educación del autor. La novela toma en cuenta y reúne toda la educación sentimental, cultural y cívica de Ramon Saizarbitoria, en la novela se encuentran referencias a sus coetáneos, a los que pusieron en marcha la literatura vasca de los años 70, a su afán cultural, a sus dudas políticas y vitales, a sus debates sobre la modernidad y la sexualidad. Su valor literario consiste en que ha sido capaz de retratar una época bajo la máxima de que la memoria es "plato roto", pero que a la vez es un instrumento para construir el tiempo perdido. En la novela aparecen algunas de las características específicas de sus estilo narrativo: las frases estructuradas en repeticiones cambiantes, la veracidad de los detalles, y la atención casi patológica que se les presta, una tendencia a mezclar realidad y ficción, y el juego entre diversos niveles narrativos, hasta ocultar la verdad.

En 1996 publicó la novela Bihotz bi. Gerrako kronikak/ Amor y Guerra, otra novela de largo aliento. La novela se estructura en dos niveles temporales, y en distintos planos de ficción. Los pasajes que se sitúan en la actualidad muestran la influencia de James Joyce, y trata de un tema que cada vez importa más al autor, la diferencia entre hombres y mujeres, su dificultad de comunicación, una diferencia que termina en una guerra entre sexos. El segundo nivel se sitúa en 1936 y en una crónica de la Guerra Civil que relatan los compañeros que se reúnen en el restaurante Hanbre, un relato que se une a la memoria histórica. La unión entre los dos niveles narrativos se realiza mediante un inesperado incesto. Tras la publicación de ambas novelas Ramon Saizarbitoria volvió a ocupar un lugar central en el sistema literario vasco y comenzó el segundo período de su narrativa.

Con este desarrollo editorial surgió la idea, no del todo exacta, de que la década de los 90 era la década de la novela, cuando, como veremos, las colecciones de relatos fueron también muy importantes en calidad literaria.