Concept

Literatura vasca en el siglo XX. 1975-2000

1983 fue el año en que el relato conoció un despegue inusitado hasta entonces. Hasta ese momento, la poesía seguía siendo el género central en el sistema, y la novela mantenía su aceptación, pero 1983 significó el año del relato. Se publicaron 10 libros para la Feria del Libro de Durango de aquel año. Citamos a los más conocidos: Narrazioak [Narraciones] de Joseba Sarrioandia, Panpinen erreinua [El reino de las muñecas] de Mikel Hernández Abaitua (1959), Dudular del miembro de la banda Pott Jose Mari Iturralde (1951), Ilusioaren ordaina [El pago a las ilusiones] de Laura Mintegi (1955). Otros experimentados escritores publicaron también sus libros de relatos, como Arantxa Urretabizkaia, quien dio a la imprenta Aspaldi espero zaidulako ez nago sekulan bakarrik [Porque te espero desde hace tiempo no estoy nunca sola], o Mario Onaindia (1948-2003) de quien conocimos la recopilación Gau ipuinak. [Cuentos nocturnos].

Con la perspectiva que da el tiempo podemos afirmar que los relatos de Joseba Sarrionandia se han convertido en canónicos. Su obra se caracteriza por ser recopilación de narraciones de diversa índole temática, que no forman un ciclo de cuentos, en cada cuento se encuentra un "it", una circunstancia que mueve al lector y que da unidad a los relatos, aunque la temática que toque sea muy diversa; en su caso el tono nostálgico de las narraciones constituye el núcleo de ese "it" marcado para sus textos. Además quería que en su obra estuvieran temas y tonos que no habían aparecido antes en la historia de la literatura vasca; el suyo se definía como un trabajo de renovación; sus temas resultaban desconocidos: el tema artúrico, o la anacronía, o el tema de las historias de los marineros, a la manera de Herman Melville (1819-1891); cuentos realistas, fragmentarios, fantásticos, míticos. Los libros de relatos de Joseba Sarrioanandia presentan una diversidad de mundos narrativos unidos por el estilo simbolista del autor que tanto debe a Jon Mirande. En la obra de Joseba Sarrionandia se percibe que la biblioteca de los escritores vascos, esa lista de autores preferidos, estaba cambiando en el mundo de la literatura vasca y que se estaba leyendo a nuevos autores y creando nuevas referencias literarias. Si los autores de los años 70 dejaban sentir una admiración por la literatura francesa, ahora el influjo de José Luis Borges (1899-1986) y su literatura fantástica se dejaban sentir hasta en el título de la recopilación.

El relato comenzaba a tener una presencia importante en el sistema literario. Álvaro Rabelli (2011) ha catalogado las características socioliterarias que contribuyeron a su relativo éxito:

"Algunas claves del éxito del cuento son los siguientes:

· La conciencia de género que demuestran los autores.
· El éxito internacional que estaba logrando el género.
· La multiplicación de los premios de relatos.
· La demanda de la escuela para la escritura de textos cortos.
· La labor de las revistas a favor del cuento.
· La apuesta de las editoriales. Los jóvenes escritores respondieron con la publicación de colecciones de relatos a la demanda de textos que mejoraban el mercado.
· La atención de los lectores hacia el cuento que facilitó la publicación exitosa de colecciones de relatos.

En consecuencia, 1983 se convirtió en una fecha límite en la historia del cuento literario vasco".

En aquel momento existían muchas revistas literarias que demandaban relatos cortos. Bernado Atxaga siguió la estrategia de publicar sus relatos en diversas revistas hasta que las editó conjuntamente en el libro Obabakoak en 1988, un título emblemático para la historia de la literatura vasca.

Pero entre 1983 y 1988 sucedieron otras cosas en el sistema literario vasco. En el campo de la novela Anjel Lertxundi (1948), que se había dado a conocer por la publicación de relatos, conoció un éxito notable con su novela Hamaisegarrenean aidanez [A la decimosexta fue la vencida] (1983) que obtuvo el Premio Jon Mirande del Gobierno Vasco. En sus siguientes entregas, y defendiendo que Obabakoak había llevado a su límite las formas de la narrativa tradicional, optó por una narrativa vanguardista, alejada de las formas realistas y convencionales de la narración. En esa línea publicó Carla (1989) y Kapitain Frakasa [Capitán Fracasa] (1991), momento en que su narrativa toma otros recorridos estéticos que veremos más tarde. Otro representante de la novela de largo aliento es Joan Mari Irigoien (1948). Sus argumentos se basan en la historia conflictiva del País Vasco, pero busca una unidad de contrarios que abrazan tanto los campos políticos del conflicto histórico -carlistas contra liberales-, como genéricos -hombre y mujeres crean una historia. Así sus novelas se caracterizan por una estructura que alterna personajes y por una narración de una historia familiar, que se entrecruza con el devenir histórico de la sociedad vasca (Poliedroaren hostoak [Las hojas del poliedro], 1983) o describe el complejo mundo contemporáneo (Udazkenaren balkoitik [Desde el balcón del otoño], 1987).

En ese período la andadura de la poesía correspondió a una época de publicaciones de amplio eco. Como se repite con frecuencia, un sistema literario posibilita la concurrencia de escritores de varias generaciones, y eso es lo que ocurrió en el campo poético. Así Bitoriano Gandiaga (1928-2001) ofreció dos obras que enriquecieron su creación literaria: Denbora galdu alde [A favor de la pérdida del tiempo] (1985), una introspección que confirió madurez y profundidad a su voz, y el más personal Gabon dut anuntzio [Anuncio de la Navidad] (1986). Xabier Lete (1944-2010) publicó su libro Urrats desbideratuak [Pasos desviados] (1981). Otro poeta de la promoción de los cuarenta, Joxanton Artze (1939) dio un giro a su poesía y publicó un friso de sentimiento religioso naturalista: Ortzia lurrez, lurra izarrez [Un cielo hecho de tierra, una tierra hecha de estrellas] (1994).

Sin embargo uno de los libros más emblemáticos de la década se publica cuando estaba a punto de terminar ,en 1990. Juan Mari Lekuona ofreció en Mimodramak eta ikonoak / Mimodramas e iconos (1990) una espléndida visión de la intrahistoria artística y religiosa del pueblo vasco, a través de un rico lenguaje simbolista que aunaba culturalismo, simbolismo y tradición oral.

En ese momento Joseba Sarrionandia (1958) publica sus primeros libros de poemas: Izuen gordeluetan barrena [A través de los escondrijos del miedo] (1981), un libro culturalista, estética de la que pronto se separará en busca de una estética más realista y comprometida, que sin embargo no abandona la visión alegórica de la experiencia poética, como en Marinel zaharrak [Los viejos marinos] (1987). La poesía de Felipe Juaristi (1957), Juan Kruz Igerabide (1956) y Amaia Iturbide (1961) (poetas nacidos en un arco breve de tiempo) se sitúa cerca de la poesía de la experiencia. Tere Irastortza (1961) siguió una senda propia en la poesía y ha seguido publicando con continuidad una poesía de carácter feminista. A su lado se situó, a veces por razones de amistad, Itxaro Borda (1959) aunque la poesía de esta última gusta de la experimentación poética. Como vimos, la editorial Susa comenzó su andadura con la publicación de Anfetamiña [Nostalgia de las anfetas] de Xabier Montoia. Iñigo Aranbarri (1963) y Jose Luis Otamendi (1959) son poetas que aman la experimentación. Como puede observarse, al menos tres promociones poéticas estaban activas en el momento que tratamos aquí.

El panorama del sistema literario cambió con la publicación y con el eco internacional que obtuvo Obabakoak (1988), obra con la que Bernardo Atxaga obtuvo el Premio Nacional de Narrativa de España en 1989, y consiguió una difusión fuera del País Vasco hasta entonces impensable.

El éxito de la obra tuvo dos consecuencias importantes:

  1. Social: la obra se convirtió, probablemente sin que lo quisiera el autor, en un espejo de la labor de la Comunidad Autónoma. Las cosas se estaban haciendo bien y la obra venía a corroborarlo. Aunque fuera de manera indirecta, las ayudas a la promoción del arte y la literatura veían sus frutos de manera palpable.
  2. Literaria: la obra contribuyó a la autoestima de los escritores vascos. Es evidente que la literatura vasca es una literatura pequeña, pero estaba a punto de conseguir un efecto que poseen las literaturas mayores: la posibilidad de poder tener influencia en escritores de otras lenguas. Otras literaturas iban a saber que existía también una literatura que se llamaba vasca. No sólo fue una cuestión de hacer visible una literatura, sino que esa literatura iba a tener una cierta -pequeña- influencia fuera de las fronteras de la lengua.

También tuvo consecuencias que no se percibieron en aquel momento, como por ejemplo la posibilidad de que sistemas que estaban fuera del sistema literario tuvieran una incidencia grande dentro del propio sistema. Tanto por razones políticas, como literarias, el debate sobre el influjo que un elemento externo pueda tener dentro del sistema y cambiarlo ha animado los debates sobre la importancia del Premio Nacional. En cualquier caso, esa influencia es menor de lo que se propone, puesto que las obras que han recibido el premio han tenido antes una presencia importante dentro del sistema, por lo que su efecto se nota más en el momento de la traducción -o exportación- de los textos vascos hacia el exterior.

Obabakoak tuvo el efecto de modificar y definir el sistema literario vasco y en cierto sentido le dio unas "reglas", puso a la narrativa en el centro del sistema, por ejemplo, o hizo aparecer la posibilidad del escritor dedicado profesionalmente a la literatura. Como alguna vez lo ha expresado Anjel Lertxundi, tras Obabakoak quedaba poco espacio para la narrativa clásica, tradicional, moderna, por lo que propuso una narrativa que no estuviera sujeta a la narración de un argumento, de una historia. El trabajó, como ya hemos visto, en una línea de experimentación narrativa. Por otro lado, dos autores centrales dejaron de publicar: Ramon Saizarbitoria se mantuvo en silencio entre 1976 y 1995; y Koldo Izagirre no publicó hasta 1997 tras la edición de Non dago Basques' Harbour [dónde se encuentra Basques' Harbaour] en 1989. Probablemente, la razón tuvo que ver con una configuración del sistema que miraba a la facilidad de lectura del texto narrativo, y no tanto con el efecto que produjo en el sistema la obra de Bernardo Atxaga. Es probable, por tanto, que la crisis viniera de antes.

La edición de Obabakoak redefinió el ámbito literario. Y aunque no solo sucediera por la edición misma, sino por un conjunto de factores, la narrativa se convirtió en el género dominante, cada vez iba a publicarse menos poesía, y cada vez se oiría hablar más de mercado dentro de los parámetros de la industria cultural.