En las versiones del mito del Fin de los gentiles, son varios los signos que presagian tal fin. Un caldero lleno de agua de mar, las primeras nieves, una estrella misteriosa, las estrellas nocturnas, una nube luminosa, una bonita nube, una nubecilla que venía del mar, y la nube descrita como laino marismea. Esta última corresponde a la versión de Olarte de Orozko y Barandiarán la traduce como neblina. El Orotariko Euskal Hiztegia de Euskaltzaindia no incluye tal término. Si hacemos caso de la traducción propuesta por Barandiarán y nos fijamos en las descripciones de otras nubes semejantes del folklore europeo, el término podría estar relacionado con marasma, no en su acepción de araña, sino en la de telaraña.
De entre todos los signos que auguran el fin de los gentiles, estas nubes son, sin duda, lo más inesperado y difícil de comprender. No nos sorprende que aparezca una estrella maravillosa que presagia el nacimiento de Jesucristo, porque la estrella de Belén pertenece a nuestro contexto cultural. Los motivos de la primera nube o la primera nieve tampoco resultan extraños, ya que entendemos que cualquier fenómeno que lleve la etiqueta de "primero" pueda provocar asombro y miedo entre quienes lo contemplan. Sin embargo, en el caso de las nubes, no se ve por ningún lado qué puede ser eso que las hace tan temibles. En nuestro contexto, para que una nube pueda resultar temible, tiene que estar asociada al rayo o al pedrisco, pero está claro que estas nubecillas que aparecen en algunas versiones del fin de los gentiles no tienen nada que ver con los gruesos y oscuros nubarrones de tormenta. Por tanto, no podemos comprender por qué las mencionadas nubecillas son tan misteriosas y temibles. Ni tampoco, la actitud que muestra en la versión Jentilarri del mito:
"Unos pastores de Zalbidia, que apacentaban su ganado en las estribaciones occidentales de la sierra de Aralar, me refirieron, allá por el año 1917, que en tiempos antiquísimos, hallándose los gentiles distraídos en juegos y diversiones en el prado de Argaintxabaleta, vieron aparecer por el Norte una misteriosa nube que se precipitaba sobre ellos. Asustáronse los gentiles, y huyeron despavoridos por el bosque de Intzensao (Intxenxao, según otras pronunciaciones). Cuando llegaron a Arraztaran, metiéronse todos debajo de un montículo de piedras que todavía existe y es conocido con el nombre de Jentillarri,... Allí quedaron sepultados para siempre" (Barandiaran, 1972-73).
En esta versión la nube no es simplemente el presagio del fin de los gentiles, sino además la ejecutora directa de tal fin, aunque no se entienda cómo lleva a cabo dicha tarea. Todo esto apunta a que la nube sea, de entre todos los signos o presagios, el elemento más original, justamente porque es el que más incomprensible nos resulta.
La información que pudiera aclarar cómo es posible que una nubecilla pequeña y ligera provoque el fin de los gentiles, falta en el contexto del narrador. Sin embargo, no hace falta ir muy lejos para encontrarla. Según un testimonio recogido por Barandiarán, una nube trajo la epidemia de cólera que asoló Gipuzkoa a mediados del siglo XIX. La transcripción literal no está disponible, pero menciona el hecho en tres entradas de su Diccionario Ilustrado de Mitología Vasca.
"AIDE: Aide es responsable de todas las enfermedades cuyas causas naturales no se conocen. El cólera mismo -el de mediados del siglo pasado- fue traído por Aide que apareció en forma de nubecilla baja, según cuentan en Cerain y Cegama"
LAÑAIDE: El genio del cólera, de hace más de medio siglo, hizo su aparición en Segura en forma de una neblina.
LAUSO: "bruma", "neblina". En zonas de Goyerri (Guipúzcoa) la bruma es considerada como portadora de aide o espíritu, generalmente de carácter maligno. Es el mar quien lo envía. Aide causa enfermedades en las cosechas de cereales, en la patata y en la yerba, y a mediados del siglo pasado trajo el cólera que tanta mortandad produjo. Mi informante de Cerain decía que una neblina pasó por las calles de Segura y al día siguiente empezó la epidemia a diezmar la población de estos contornos" (Barandiaran, 1972-73).
Dejando a un lado la expresión "genio del cólera" y el intento de personificar a "aide" que son elaboraciones de Barandiaran, y quedándonos con que "aide" o "aideko" es la denominación de una categoría (lo sobrenatural) como lo opuesto a "berezko" (lo natural), -que es la acepción que considero más correcta-, nos queda la imagen sobria y auténtica que nos transmiten las noticias anteriores: una nubecilla de niebla o bruma pasó a baja altura por las calles de Segura y al día siguiente empezó a morir la gente a causa de la epidemia.
Estas referencias están publicadas en castellano, y el original en euskera no está disponible. Sin embargo, hallándome trabajando en el tema pregunté a Barandiarán sobre la nube de Segura, y me respondió usando las palabras textuales laino marismea.
Existe cierta ambigüedad descriptiva en los términos relacionados con nubes, nieblas, etc., y es necesario dejarla bien despejada para que el estudio esté fundamentado con solidez. El término marismea no figura en el Diccionario. Sin embargo parece posible vincularlo con marasma, no en su acepción de "araña" sino en la de "telaraña". Exponemos a continuación algunas de las descripciones de la nube epidémica, en la lengua en que fueron registradas:
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Además, en las leyendas del ámbito germánico la nubecilla se introduce por alguna rendija donde queda atrapada, por lo que dicha bruma, niebla o vapor ha de entenderse como de contorno limitado, y no como del tipo de niebla que cubre todo el paisaje. En las versiones vascas igualmente, encontramos junto a descripciones más ambiguas, otras que sugieren con claridad que se trata de algo pequeño y de contorno definido: laino polit bat en Oiartzun ("una bonita nube"), laino argiduna en Ataun ("una nube luminosa"), laino txiki bat en Zerain ("una nubecilla").
La "Historia" mitológica irlandesa contiene un episodio similar al del fin de los gentiles del País Vasco, en el cual, sin embargo, no se habla de ninguna nube, sino de una peste que acabó con todos los gigantes en el plazo de una semana. Estos, viendo lo que se avecinaba, construyeron los dólmenes en los que quedaron sepultados.
"Nueve mil individuos de la raza de Partholon murieron en el transcurso de una semana en el campo llamado Sean-Mhagh-Ealta-Edair. De ahí proviene el nombre actual de Tamlacht Muintire Parthaloin,- el lugar llamado ahora Tallacht, en tierras de Dublin-; y los túmulos de piedra de estos colonizadores que mató la súbita epidemia aún pueden verse en las colinas vecinas. Esta es la primera epidemia registrada en Irlanda. La palabra gaélica "tamh" significa epidemia; y el término "tamh-leacht" (lápida de la epidemia),- tan abundante en la toponimia irlandesa-, significa el lugar donde una multitud de personas que pereció a causa de una epidemia yacen enterradas" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).
Del mismo modo que en algunos lugares del País Vasco los dólmenes reciben el nombre de Jentilarri (Piedra de Gentiles o Sepultura de Gentiles), en Irlanda se les denomina "Piedras de la Peste" o "Sepulturas de la Peste". Lo mismo sucede también en la región de Oldenburg en el norte de Alemania.
"En toda la comarca de Pestrup, vivieron en un tiempo numerosos gigantes (Hühnen), pero una peste los mató a todos. De ahí la gran cantidad de "tumbas de gigantes" (Hühnengräber) que pueden verse en sus alrededores, y también el origen del propio nombre de la villa (Pestrup = pueblo de la peste)" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).
En las mismas regiones europeas que han conservado mejor la mitología de los gigantes, guardan el recuerdo de la nube de bruma que extiende la peste. No porque siga vivo en el contexto presente, sino porque además de referencias escritas antiguas en el folklore, aparece también en viejos tratados médicos. Cuando no se conocían aún los vectores de las epidemias, una de las hipótesis "científicas" propuesta por Galeno, era la transmisión por el aire, y cuando algún campesino refería el motivo de la nube epidémica, su testimonio era tenido en cuenta por quienes profesaban tal teoría. Veamos algunas de estas descripciones. En la región holandesa de Twente,
La siguiente estrofa nos precisa algo más el aspecto y el modus operandi de esta nubecilla.
"Parece tan insignificante, una pequeña nubecilla azul
que pasa por los campos y queda suspendida en el aire;
entra silenciosamente en las casas y se desliza por las paredes.
Hace marchitar la vida
cual una flor después de una fuerte helada" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).
Encontramos otra tradición similar en la región de Oldenburg, en el norte de Alemania, no lejos de la anterior.
"En tierras de Neuenkirchen, en Oldenburg, existe un caserío, al que en tiempo de la guerra de los treinta años llegó la peste, proveniente de la vecina ciudad, en forma de un vapor azul. Entró en la casa, y se introdujo rápidamente en una oquedad de un poste de la puerta de una habitación. El señor de la casa vio su oportunidad y rápido como el rayo cogió un pasador de madera y lo clavó en el agujero con un martillo, dejando a la peste presa. Sin embargo, transcurrido un tiempo, y pensando que la amenaza se habría extinguido, extrajo el pasador. Horror!, el vapor azul sale del agujero rizándose y reptando. La peste así liberada se cebó en todos los miembros de aquella pobre familia y no dejó uno solo con vida" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).
Tratados de medicina de los siglos XVII y XVIII nos muestran que el motivo de la nubecilla que extiende la peste era igualmente conocido en otras regiones del ámbito germánico así como en las Islas Británicas. Sin embargo, juntando toda la literatura escrita en Europa durante cuatro siglos, tanto en el ámbito del folklore como en el de la medicina, los casos descritos no suman más que once en total.
El País Vasco presenta relatos que vinculan a una nubecilla mortal con los dólmenes, y otros que relacionan a la nubecilla con el cólera. En Irlanda tenemos el vínculo entre dólmenes y peste, y en Alemania, se relacionan por un lado dólmenes y peste, y por otro nubes de bruma o vapor y peste. La relación de todos los motivos entre sí parece incuestionable, pero siempre agrada encontrar las cosas explicitadas, lo que en este caso supone encontrar un relato que ponga en relación de modo explícito los tres vértices de este triángulo: tumbas megalíticas, nubecilla y peste. Aunque sea único en el mundo, tal relato existe, y se sitúa en Tormersdorf, en el ámbito germánico:
"Cuando, hace mucho tiempo, la peste asoló extensamente los alrededores de Rothenburg, y habiendo sobrevivido sólo unos pocos, escribieron a un famoso brujo de la vecina Bohemia para que viniera a conjurar y expulsar la plaga. Este acudió a la llamada y ordenó excavar y construir con muros de piedra una gran tumba en el monte Zechberg de Tormersdorf. Allí, levantando su varita mágica, se acercó al borde de la tumba y cantó sus fórmulas y conjuros para atraer a la peste. Esta apareció bajo la forma de una nube azul, atraída desde todos los pueblos de alrededor, y se introdujo en el interior de la sepultura. El brujo ordenó a continuación que nadie debería nunca abrir la sepultura, y luego él mismo se introdujo en ella y la gente no vio ya más que una hondonada en el suelo, la misma hondonada visible aún hoy día que recibe el nombre de "La tumba de la peste" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).
La imagen de una nubecilla de niebla o vapor, constituyó en toda Europa, la representación de las epidemias, en el tiempo en que la cultura de los gigantes estuvo en vigor. Tal es la nubecilla que asustó a los gentiles vascos, los atacó y provocó finalmente su extinción, según se cuenta ésta en la leyenda del Fin de los gentiles. Por eso resulta temible laino marismea, porque lleva la muerte en su interior.