Durante los años 1963-64 ETA amalgamó las concepciones clásicas nacionalistas con la nueva visión de la violencia, la cual cristalizó en el imaginario de la "guerra revolucionaria", a cuya cabeza pretendía situarse. Esta fue teorizada en dos obras: el Vasconia de Federico Krutwig, persona ajena a ETA, y el cuaderno de ETA "Insurrección en Euskadi", inspirado en los textos de Mao Tse Tung y del Che Guevara. El Cuaderno postulaba que el "gudari" (guerrero) que llevara a cabo la Guerra Revolucionaria debía estar convencido de que su verdad era absoluta, y ser por tanto, intransigente.
Otros dos escritos de ETA dibujaron en 1965 la formación de una comunidad nacionalista que aceptase a ETA como vanguardia de esta "guerra revolucionaria". La "Carta a los Intelectuales", influida por Frantz Fanon, hizo un llamamiento a los profesionales e intelectuales vascos para que, a través de la cultura, se comprometieran en la "revolución integral" vasca.
Las "Bases Teóricas" perseguían la elaboración de una nueva estrategia, la de la espiral acción-represión-acción. El fin de la "guerra revolucionaria" debía ser el de desenmascarar la verdadera naturaleza opresora del Estado ocupante, a fin de que su represión cayera sobre las masas, hasta que éstas se rebelaran y estuvieran dispuestas cada vez en mayor número a colaborar con ETA en la destrucción -o expulsión- del enemigo del territorio vasco. En los diez años que siguieron hasta la muerte de Franco este objetivo fue alcanzado con el despliegue de un grado bajo de violencia física y con un pequeño número de víctimas mortales.
Fueron los años en los que empezaron a utilizarse los términos marxistas de la lucha de clases; pero este discurso acabó entrando en contradicción con el imaginario central de la "guerra revolucionaria". Los responsables de la Oficina Política analizaron desde 1965 la situación obrera desde la perspectiva de la lucha en el marco del Estado, definieron el nacionalismo vasco tradicional como "nacionalismo burgués", y sustituyeron la estrategia de la "guerra revolucionaria" por la de las "reformas no reformistas".
En la primera parte de la V Asamblea de 1966, ETA, que había detectado por primera vez a un "enemigo interior" en su seno, expulsó a los responsables de la Oficina Política. En su segunda parte, celebrada en 1967 se pusieron en pie unas estructuras estables y se realizó una nueva síntesis teórica. Se reafirmó la línea anti-imperialista; se acuñó el concepto de Pueblo Trabajador Vasco, clase protagonista de una lucha tanto nacional como social; y se ratificó el principio estratégico de la espiral acción-represión- acción, así como la organización de ETA en cuatro frentes.
El Frente Cultural sintonizó con diversos procesos culturales dinamizados por grupos como "Ez dok amairu" de la Nueva Canción Vasca, los diversos grupos de renovación estética e inspiración oteiziana en la estela de la ruptura artística de la Basílica de Aranzazu...; y junto con grupos afines político-culturales como Branka se implicó activamente en el proceso de unificación literaria y lingüística que se proponía impulsar el euskera batua.
Pero a fines de los años 60 sólo dos Frentes tenían una dinámica propia: el Frente Militar y el Frente Obrero, el cual participó hasta 1970 en intensas luchas obreras codo a codo con los militantes de las Comisiones Obreras. La rivalidad de los Frentes Militar y Obrero fue el hilo conductor de las crisis internas de ETA hasta 1974.