Concept

Democracia

Este discurso es más relevante que los anteriores. Porque alimenta las otras propuestas. La sostenibilidad democrática, la participación como elemento de desarrollo humano, el republicanismo, etc. articulan significativos aspectos de su discurso utilizando como fuente las propuestas de las teorías democráticas participativas. Y por que porque la preocupación dominante en las demandas de participación proviene de las carencias y crisis de las democracias realmente existentes.

Demasiadas veces los discursos sobre la democracia participativa, se han articulado sobre afirmaciones banales, excesivamente simplificadoras y deliberadamente autolimitadas. Estos discursos convencionales (discursos ortodoxos; también hay ortodoxos entre los demócrata-participativos) sobre la democracia participativa, mas o menos vienen a decir lo que sigue. Que es bueno para la democracia (¿bueno para qué democracia?) que los ciudadanos participen en las decisiones políticas que les atañen. Que en este sentido conviene que se junten (¿quiénes? ¿dónde?) y que deliberen un poco entre ellos. Que decidan lo que más les conviene, eleven sus decisiones sus decisiones a las Instituciones públicas y que estas éstas atiendan sus peticiones colectivas. Este discurso suele añadir que las Instituciones, dada su bondadosa naturaleza, tenderán a incorporar adecuadamente a sus decisiones políticas, esas decisiones "populares". Sin duda la descripción está deliberadamente caricaturizada, pero estamos seguros que a muchos lectores la misma les sonará a habituales discursos políticos (no siempre, por otro lado, malintencionados).

Frente a esta canalización cabe otro discurso más radical. El de presentar a la democracia participativa -con sus dificultades y con sus retos- no tanto como un conjunto de medidas destinadas a arreglar, a mejorar, las desacreditadas democracias representativas, las realmente existentes, sino como un arma para cambiar la realidad. Como una herramienta para transformar el poder; en su relación entre las instituciones y los ciudadanos; en su distribución; en su espacios de ejercicio. Para transformar la democracia en general (y la representativa en particular) cambiando y extendiendo el número de sujetos que deciden en la política. Para generar una nueva cultura democrática. Para eliminar la desigualdad; para construir la igualdad.

En primer lugar, hay que establecer la distinción entre participación y democracia participativa. La democracia participativa lo que cuestiona es el poder y su ejercicio. La democracia participativa lo que plantea y exige es que el poder sea ejercido por otros. Que sean otros los que decidan sobre los asuntos públicos. Estos otros, conjuntos de ciudadanos o de organizaciones ciudadanas, pueden compartir su poder con los representantes elegidos de las instituciones políticas. Estos últimos, sin duda continúan estando en los espacios de ejercicio del poder, pero ya no son los mismos. Se han transformado en otros, por que porque ya no están solos; están y comparten con los "nuevos" otros.

La participación, sin mas adjetivación ( y excluida la participación electoral ) hace, por el contrario, referencia a transformaciones en el seno de la sociedad y más específicamente en la sociedad civil. Propondrá que los ciudadanos participen más en sus propias organizaciones o en los espacios públicos, a la hora de formular sus demandas a las Instituciones políticas. Ciertamente estos procesos participativos tienen una voluntad transformadora de la condición humana y además posibilitan (entrenan) a los ciudadanos en las prácticas, ya decisorias, de la democracia participativa. Pero la diferencia sigue siendo sustancial. En la democracia participativa lo que se discute es sobre quien decide. Trata sobre la transformación del poder. Y en la participación a secas, sobre quién -y cómo- exige el que se tomen determinadas decisiones políticas. Trata sobre la presión al poder.

Otro de los objetivos, hoy centrales de la democracia participativa, es el que hace referencia a los espacios de su emergencia y consolidación. Cuando un conjunto de ciudadanos deciden que ellos quieren decidir, ¿dónde ejercen su poder? ¿En el seno de las Instituciones representativas? ¿ En espacios diferenciados pero formalmente coordinados, consensuados entre Instituciones y procesos ciudadanos?. No es cuestión, ahora, de apoyar o rechazar estas fórmulas, pero si es momento de resaltar la gran importancia que tiene para el desarrollo de la democracia participativa, la creación de espacios de decisión ciudadana propios, autónomos, diferenciados, y también formalmente desconectados, del territorio político institucional. En estos espacios, los ciudadanos, a partir de experiencias participativas reivindicativas, avanzan hacia la práctica decisoria operativa. Se autoconstituyen, aunque solo sea fácticamente, en una comunidad desde la que se toman, se imponen, decisiones que afecten al bienestar, a los intereses generales de los ciudadanos. La implementación decisoria no se logra tanto a través de la mediación institucional sino mediante la adhesión institucional a las decisiones ciudadanas.

La afirmación sobre la comunidad abre otra sugerente perspectiva ¿Cual debería ser ese espacio social en el que los ciudadanos construyen, desde sí mismos, un nuevo modelo democrático?. En este punto hay que considerar la dimensión comunitaria. Tener en cuenta que solo es posible lograr este proceso de autonomía política en la medida que el espacio elegido presente perfiles comunitarios previos. Esto es, en la medida que los ciudadanos que habitan ese espacio, comparten sentido de pertenencia a un territorio/vida diferenciado, o que se percibe y vive como diferente. Y esta afirmación, y al tiempo construcción, de compartir la diferencia, es la que genera imprescindibles redes de solidaridad para avanzar en los procesos de, primero, participación civil, y más tarde, participación política.

Los objetivos más obvios tanto de la participación como, sobre todo de la democracia participativa, son, desde luego, lograr un poder auténticamente democrático; también promover la igualdad, cuando todos, hasta los más olvidados, participan en los proceso decisorios; e implantar la justicia, los intereses generales, en cuanto que si más participan en la decisión, más se respetarán los intereses, las identidades, los proyectos y anhelos colectivos. Pero a veces queda un tanto escondido un objetivo que merece una especial atención. Los procesos de democracia participativa, y también las prácticas participativas en general, tiene como misión construir conciencia colectiva de poder. Un proceso participativo debe orientarse también para lograr, que lo ciudadanos adquieran, a partir del proceso, la conciencia de que ellos deben y pueden decidir. "Hacer" democracia participativa es construir sujetos colectivos con conciencia ciudadana activa, republicana.

El concepto de democracia participativa engloba en realidad diferentes propuestas de democracia y, por tanto, diferentes transformaciones en diferentes eslabones de la cadena, del proceso democrático.

Así, la democracia deliberativa propondrá sobre todo que los ciudadanos deliberen, discutan de forma ordenada y racional sobre las cuestiones públicas; la democracia directa insistirá en la relevancia de las consultas vinculantes; en la democracia asociativa el papel protagonista es concedido a asociaciones y organizaciones sociales que participan junto con las instituciones políticas en los espacios decisorios; etc., etc. Todas ellas son opciones de democracia participativa. Todas ellas proponen en última instancia que las decisiones tomadas por ciudadanos y/o grupos ciudadanos complementen en mayor o menor grado las decisiones tomadas por los representantes políticos surgidos desde los mecanismos de la democracia representativa.

Muchas veces se pone la democracia participativa en un extremo y la representativa en otro como si no hubiera otra. En este esquema la democracia participativa casi se diría que se identifica con la democracia directa. Pero la realidad por suerte es mucho más rica. Por eso lo más adecuado sería poner la representativa en un extremo y en la otra la directa. A través de estas dos categorías absolutas hemos creado la tercera figura. De esta manera de una manera más sencilla podremos entender que la participación es una cuestión de graduación. Es un continuum entre los dos extremos. Y según se haga para un lado u otro (abriendo espacios participativos por ejemplo), el sistema será más participativo, o menos participativo.