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CABALLO

Hay testimonio de población caballar desde el paleolítico inferior vasco estando este animal copiosamente representado en pinturas y grabados rupestres, objetos de hueso, cuerno, piedra, etc. Tanto en Urtiaga, como en Santimamiñe, Isturits, Ekain, Lumentxa, Altxerri, Etxeberriko Karbia, La Pasiega, etc., el caballo aparece, en posición de relinchar o quieto, paro la mayoría de las veces, bajo la forma de yegua grávida. La caza del equino debió de practicarse ya en el auriñaciense para el aprovechamiento de la carne. En Ekain -cueva prehistórica guipuzcoana con magníficas pinturas rupestres, descubierta en 1969- los caballos son los animales más representados: 33 caballos junto a 10 bisontes, 4 cabras, 2 osos, 2 ciervos y 2 peces. Opinan algunos autores que en cuevas como la de Santintamiñe hay representados caballos de dos tipos: uno pequeño y rechoncho, muy parecido al actual poney vasco y descendiente suyo sin duda, y otro, más alargado y esbelto que no pervivió, por lo menos en estado puro. Sobre el origen de esté pequeño caballito que ha perdurado, aunque extinguiéndose, hasta nuestros días, poco o nada se sabe. Ya sea descendiente de algún caballo occidental u oriental -traído por los arios según August-, ya sea un descendiente del diluvial, con un hijo relativamente moderno del tarpan al igual que el de Soria según Staffe, el hecho es que este poney goza actualmente de unas características propias, que lo enmarcan dentro de un grupo de remoto aborigen y escasamente influido por aportaciones sanguíneas externas. Afirma Ferreras que el poney vasco es diferente a sus similares de Losa, asturiano, cantábrico, etc., por la vida independiente que ha llevado, ajena a variaciones impuestas por otros genes, a pesar de las cuales, reconoce un origen común vinculado en un tipo antiguo, ya sea el de August, el de Kronacher o el del mismo Tarpan. Según Farreras, en el examen de comparación craneológica con otras razas estudiadas, el caballo vasco se parece al Przewalski -caballo salvaje mongólico-7 veces, al árabe 9, al de Veglia -variedad del tarpan-, 3 y al de Kladrub 3. La fijeza del fenotipo cabeza denota la escasa influencia que sobre el genotipo de este poney han ejercido las razas extrañas. Una conclusión precisa sobre un origen occidental u oriental del poney vasco, si otros métodos de investigación no lo aclaran, será la resultante comparada con otros grupos antiguos etnológicamente: Bosnia, Soria, etc. El campesino vasco criaba caballos siguiendo un método arcaico que consistía en dejarlos correr libremente por bosques y landas, tanto en invierno como en verano, sin preocuparse ni de su alimentación ni de su reproducción: de ciento a viento los juntaba, marcaba a los que hubieren nacido, vendía a los de más edad -impropios, por otra parte, para la caballería- y los volvía a soltar. Esta manera de criar era la general, desde el litoral hasta Pamplona, puesto que, en toda esta zona, había tierras de libre tránsito, bosques y landas. Las yeguas parían en pleno monte, sin asistencia, perdiéndose muchas veces las crías debido a los accidentes, y haciéndolo sólo cada dos años, debido seguramente a la escasa alimentación. Antes de la maquinización, el caballo era utilizado como tracción en el trabajo agrícola y, naturalmente, como tiro de carros o silla de viajeros solos, como transporte. Este era el único medio de traslación hasta época bien avanzada. Hombres y mujeres debían cabalgar cuando querían desplazarse por un motivo cualquiera. Así, todos los burgueses tenían en su caballeriza caballos y mulos, riendas, todos los arneses necesarios. Los hombres a menudo tenían ropas especiales para cabalgar; las mujeres, que aún no habían comenzado a poner la pierna sobre el arco de la silla -se sabe que fue Catalina de Médicis la primera en introducir esta moda en Francia-, montaban a horcajas y llevaban en Bayona un traje especial [en gascón dabentaü]. Era un largo delantal abierto por detrás que utilizaban para montar a caballo. Además de los caballos del país se introducían del sur caballos de tipo árabe. Durante el s. XVI y gran parte del s. XVII, estuvieron muy de moda, por sus majestuosos movimientos y elegancia, los caballos españoles o andaluces. Los burgueses de Bayona los llamaban genêts: eran delgados, llenos de brío y más ligeros que los caballos que se utilizaban en Francia. Así el regalo de un caballo español a un gran personaje se cita muy a menudo en los archivos bayoneses. Encontramos, en efecto, que en 1616, la ciudad de Bayona pagó 1.500 libras a Arnaud de Pérusquy por un caballo español ofrecido como regalo al duque de Mayenne. Algunos años más tarde, se ofrece un caballo de la misma raza al vizconde de Uza, e incluso es mantenido a expensas de la ciudad por algún tiempo. Por último, en 1670, un caballo español que cuesta 1.188 libras y 10 soles, es ofrecido al conde de Louvigny como regalo. Los caballos era numerosos en las ciudades donde cada burgués rico tenía el suyo y un buen equipo de sillas de terciopelo, cuero o tafilete, látigos de plata o damasquinados, con mangos de concha o de marfil, y otros detalles suntuarios que realzaban la belleza de la cabalgadura. La ganadería fue exclusivamente favorecida por los Fueros hasta época reciente, dándosele la primacía sobre el cultivo de la tierra y prohibiéndose el acotamiento de las diversas parcelas arables. En Navarra se llegó hasta la pena de muerte como castigo del que «sacare rocin de marca». Durante el antiguo régimen la cría de caballos fue patrimonio principalmente de gentilhombres rurales de buena posición que poseían pequeñas paradas de sementales muy apreciados, y también de alguno que otro vicario dotado de buena parroquia, aunque en el s. XVIII puede decirse que todos los campesinos acomodados poseen ya de 6 a l0 caballos. En 1768 de 134 criadores que llevaron sus yeguas a la parada de San Juan de Pie de Puerto, 107 eran labradores, 12 curas, 11 gentilhombres, I funcionario y 2 artesanos. En vísperas de la Revolución de 1789 sólo la Baja Navarra contaba con 900 yeguas. Pero, a pesar de haber resistido mejor que la cría de cabras a la evolución que ha experimentado la vida rural en el curso del s. XIX, la cría de caballos ya no se efectúa uniformemente en todos los rincones de los Pirineos atlánticos orientales de la forma extensiva que tenía lugar antiguamente. En efecto, a partir del s. XVIII al campesino vizcaíno o guipuzcoano se le hizo cada vez más difícil la cría del caballo a la manera tradicional, debido al progreso de la agricultura y a la venta de tierras comunales, a la rápida progresión de la desforestación que provocaba la desaparición de sombra y hojas alimenticias, debido, también a veces, a los efectos de la repoblación forestal con destino a las ferrerías que impulsaba a las autoridades a prohibir el libre tránsito a los caballos. Así, en Bizkaia, mientras diversas disposiciones favorecían la importación de ganado vacuno, la cría del caprino y caballar fue restringida en 1797 para favorecer la vegetación de los montes. No habiendo tratado este campesino costero de modernizar sus métodos, la cría de caballos ha desaparecido en estas dos provincias en sus dos terceras partes. Ensayos tales como el de la introducción del postier bretón en el valle de Carranza, Bizkaia, apenas dieron resultado debido entre otras cosas a la deficiente alimentación. Por el contrario, desde el momento en que se penetra en la zona interior de altas montañas -considerando cualquiera de las dos vertientes- entramos en una zona en que la cría tradicional del caballito pirenaico o navarro se ha mantenido fuertemente, favorecida. por la naturaleza del relieve, del clima y de la vegetación. Se trata de una cría extensiva practicada a expensas de bosques y landas. Llamado frecuentemente poney navarro o caballo de la Barranca -valle de la Burunda- este caballito pirenaico mide sólo de 1,25 a 1,35 m. de alto; provisto de orejas pequeñas y móviles, de un cuello corto y musculoso, de un pecho ancho, de una grupa estrecha, de extremidades finas pero sólidas, de pelaje negro, da la impresión de rusticidad y agilidad al mismo tiempo. Efectivamente, su género de vida es de los más duros; vive perpetuamente libre, al aire libre, tanto en verano como en invierno. Cuando llega a faltarle hierba como consecuencia del frío, consume las hojas y los brotes tiernos de los arbustos; después del invierno recobra fuerzas, y se robustece al llegar el buen tiempo. La reproducción se efectúa sin ningún control de parte del dueño que deja actuar las leyes de la selección natural. Mediante este régimen los caballos se vuelven salvajes de forma que cuando se quiere coger uno para vender o domar hay que entregarse a una verdadera caza, análogo a las que se desarrollan en Argentina o en el Oeste de América del Norte. Este tipo de cría arcaica se produjo sobre todo en la vertiente meridional, en las regiones montañosas en que la combinación de influencias sub-mediterráneas y atlánticas determinan un régimen térmico y una vegetación que permiten la vida al aire libre del poney navarro. La mayoría de los montañeses de estas zonas, de gran pobreza en otros tiempos, prefirieron este tipo de cría a la del ganado ovino porque no presentaba ningún costo. Es una crianza de montaña pobre. En la vertiente septentrional de las altas cadenas situadas al Oeste del puerto de Belate, donde la vegetación herbácea y forestal es aún abundante, los caseríos poseían cada uno unos diez caballos. En el ante-país cristaloprimario de Laburdi-Cize y en la casi totalidad de la zona baja de Laburdi y Mixe se ha practicado también mucho esta cría extensiva de los pequeños caballitos pirenaicos debido a lo templado del clima y a que, a falta de grandes bosques, hay landas inmensas donde los caballos pueden pastar libremente. Al Este del puerto de Belate, como los inviernos son más rigurosos y los animales volvían a los pueblos con el frío, los propietarios pudieron controlar algo mejor a su ganado caballar y pudieron cruzarlo. En Arnéguy, Valcarlos y sobre todo Burguete y partes superiores de los valles de Erro, Ronkal y de Canfranc, los campesinos trajeron de San Juan de Pie de Puerto sementales originarios de lugares donde el modo pastoril de vida se hallaba más perfeccionado -Bretaña, Poitou- y los cruzaron con sus yeguas pirenáicas, operación que tuvo como resultado la creación de una raza de caballos más altos que los caballitos navarros -1,35 a 1,50 m.- y fornidos como los caballos bretones o poitevinos, buenos para el tiro. El caballo bretón de montaña (kimperlé) fue cruzado con el caballo vasco en el ayuntamiento de Amorebieta, Bizkaia. La raza navarra se afincó también en el Béarn en el s. XV. En la zona montañosa del Béarn, Bigorra y Baja Navarra se conservó mejor debido a la importancia de sementales de raza española o africana, pero en otros lugares el cruce indiscriminado con caballos limusinos, bretones, normandos, daneses, etc., la hizo peligrar a finales del s. XVII, de lo que se quejaron los Estados de Navarra en diversas ocasiones, tomándose medidas drásticas tales como la obligación de castrar a los potros que llegados al dieciochoavo mes nohubieran alcanzado 1,12 m, bajo pena de confiscación del animal. Pero no se pudo detener la degeneración de la raza. Los criadores -dice Jean Robert, director del Museo Pirenaico de Lourdes- conservaron y utilizaron sementales de calidad mediocre. Las paradas establecidas por el gobierno en el s. XVIII no tuvieron éxito y los criadores seinclinaron por la cría del mular. Muchas hermosas yeguas de raza navarra fueron cruzadas con asnos puesto que el precio de un mulo era superior al del potro. La roturación de comunales, la enclusura y la construcción de caminos reales hicieron el resto. El restablecimiento de las paradas en 1806 fortificó lo que quedaba de la subsistente raza navarra, mezclándola esta vez con sangre inglesa: esta será la raza anglo-navarra o navarra mejorada. Pero en un medio completamente diferente del precedente, se produjo una evolución hacia la cría intensiva del caballo cuyos caracteres fueron fijados como consecuencia de la mencionada intervención del Estado: los sementales reales. En la época contemporánea se adoptó, sobre todo desde 1900, una política más eficaz que consistió en la creación de más paradas de sementales -Bidache, Urt, Saint-Palais- y en instituir primas en concursos para suscitar iniciativas. Ahora bien, si esta política tuvo como resultado el rápido desarrollo de la cría del caballo en esta parte, ello se debe a dos razones independientes de ella. Primero a la existencia en los valles inferiores de las gaves y del Adur, de vastas y húmedas praderas, las llamadas barthes, donde los caballos podían pastar y correr. Segundo, el hecho de que estas barthes no estaban ni parceladas ni cerradas con enclusuras, lo que hacía posible la existencia de terrenos de tránsito lo suficiente-mente extensos. Tales son las condiciones que han permitido el desarrollo en estas regiones de la cría del purasangre inglés, practicado únicamente en Saint--Palais, y sobre todo la del media sangre anglo-árabe, que se extendió fuertemente por el medio Biduze, gave de Pau y Adur inferior hasta Urt. El país de Mixe, los cantones de San Juan de Pie de Puerto y de Bidache practican todavía una verdadera cría de caballos de tiro (bretón) y de silla (anglo-árabe). La cría del pequeño poney disminuye, constituyendo una verdadera rareza en Gipuzkoa (motxala) y en Bizkaia, donde el avance del pino en tierras como Amorebieta, asestó un rudo golpe a la ganadería: de 500 poneys que mantenía este municipio en los años 20, bajó a 100 en vísperas de la guerra.En el primer cuarto de siglo que vivimos la Diputación de Gipuzkoa adquirió un pura sangre árabe (Sidi) que se empleó con éxito en cruces con yeguas del país llegando a obtener esta provincia en Madrid el 1.° y 2.° premios de «Potros y potrancas». El actual ganado equino navarro puede clasificarse en dos grupos diferentes: el montañés y el ribereña. El montañés es apreciado, dentro de su género, por su sobriedad, energía y resistencia. Dentro del mismo podemos distinguir tres variedades: el poney navarro típico que se cría en la parte occidental de la zona alpina navarra -valles de Burunda, Ollo, Goñi, Ergoyena, Larraun, Amescoas y Leiza-, y cuya alzada fluctúa entre los 1,25 y 1,35 m. El burguetano, influenciado por la sangre bretona o poitevina de los cruces a los que nos hemos referido, que vive en la zona de Burguete, Espinal, Roncesvalles, etc. y alcanza hasta 1,50 m., siendo de características más fuertes y fornidas. Finalmente una caballito más rústico y menos fuerte que éste aunque dentro de la misma línea, que se cría en parte de Aezkoa, Salazar, Erro, Arze, Esteribar y cercanías de Burguete. El caballo de la Ribera, sin tipo racial muy concreto, abarca especies ligeras y semipesadas, excelentes para el cruce con percherones y bretones.