Lexicon

BIBLIA

La Biblia en euskera.
La Biblia completa.
Hasta hace poco no hemos tenido ninguna traducción católica del Antiguo Testamento. Los protestantes, a principios del s. XVIII quisieron traducir al euskera la Biblia. Pierre d'Urt, un sacerdote de San Juan de Luz, se hizo anglicano. Era vasquista, y compuso una gramática y también un diccionario latín-vasco, que duerme en Oxford. Dejó asimismo el libro del Génesis, con 22 capítulos del Exodo, en euskera labortano: en 1894 se publicaron dichos fragmentos. En el siglo siguiente, Luis Luciano Bonaparte, pidió al capitán Duvoisin que tradujera al labortano toda la Biblia; dejando la gendarmería, el ferviente vasquista tardó siete años en realizar la labor, y los trabajos de imprenta duraron seis años. El libro apareció en 1865; antes de imprimirlo, se sacaron 250 ejemplares destinados a los lingüistas. La Biblia de Duvoisin estaba traducida de la Vulgata; era rica en léxico, pero con poco sabor vasco. Leyendo Laborantza y Liburu ederra, se ve cómo su euskera espontáneo, fácil, flexible, ágil y sabroso se le endureció y retorció bajo la servidumbre del latín. El Padre José Antonio Uriarte aceptó también emprender la misma tarea para el mismo Príncipe. A pesar de ser natural de Ispaster, y por lo tanto vizcaíno, Uriarte tradujo toda la Vulgata en dialecto guipuzcoano; a decir verdad, manejaba dicho dialecto tan bien como el suyo. Desgraciadamente, Bonaparte no publicó más que el Génesis, el Exodo y el Levítico. El resto de la obra permanece inédita. Se dice que el canónigo Inchauspe, de acuerdo con el Príncipe, hubiera querido publicar la Biblia para los suletinos; pero Bonaparte no quiso aceptar notas ni aclaraciones, según lo dispuesto por los Padres de Trento. No creemos que el canónigo continuara en su propósito de traducir toda la Biblia, pues no hemos encontrado rastro alguno. En 1958 se publica en Bilbao la primera Biblia completa católica: Itun Zar eta Berria (Antiguo y Nuevo Testamento), del Padre Olabide, traducida directamente de sus lenguas originales; obra de gigante, fruto de muchos años y fatigas. Como dice L. Michelena, su euskera, a pesar de reunir tanta riqueza vieja y nueva, adolece de falta de naturalidad y diríase que se trata de un euskera experimental, como creado pasa saber hasta dónde se puede llegar partiendo de un camino nuevo.

Partes de la Biblia.
Con todo ha habido muchas versiones parciales de la Biblia. Las encargó y publicó casi todas el Príncipe Bonaparte. 1858: Canticum trium puerorum, en siete dialectos; el mismo año dos veces el mismo trabajo en once dialectos. 1858: Canticum canticorum, en tres dialectos occidentales; el año siguiente, Duvoisin idéntico trabajo en labortano. 1862: Uriarte en el euskera de Marquina, y algún otro en guipuzcoano. Diez años después, Canticum trium puerorum en los tres dialectos de Aezcoa, Salazar, Roncal y Altonavarro. 1860: Duvoisin tradujo el libro de Ruth; y el mismo trozo apareció en 1879, en suletino, acompañado del cantar de Salomón y el libro de Jonás. Este último apareció en el euskera de Baztán, traducido por Bruno Echenique, de Elizondo, y en el de Cize, traducido por Casenave. El salmo treinta, puesto en euskera de Aezcoa, Salazar y Roncal, por Martín Elizondo, Pedro Sampere y Mariano Mendigacha, y J. B. Chaho el libro de Job en suletino. Todos ellos sin licencia eclesiástica. Entretanto el Padre Galdós tradujo del hebreo, según las normas canónicas, 40 salmos.

El Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento ha tenido mayor éxito en Euskalerria, pero también en esto los católicos han andado a la zaga. La reina Juana de Albret mandó traducir al euskera el Nuevo Testamento; lo publicó Juan Leizarraga de Briscous, en casa de Haukin de La Rochelle. Lo hizo en labortano, aunque aquí y allí aparecen algunas formas del bajonavarro y suletino. Según Bela, le ayudaron otros cuatro clérigos: De la Rue, Tartas, Tardet y Landetcheverry. Al parecer, tomaron por modelo la traducción francesa de los Calvinistas; no obstante, tuvieron ante los ojos la Vulgata y muchas veces también el griego. El euskera de Leizarraga parece muy viejo, más viejo que el del mismo Detchepare. Sobre todo el verbo es muy diferente del de ahora. ¡Obra apropiada para los estudiosos del euskera antiguo! Huelga decir que los sacerdotes católicos, apenas lo veían, se lo quitaban de las manos a sus fieles y lo destruían. En 1900 Linschmanne y Schuchardt reeditaron la obra de Leizarraga, con un enjundioso prólogo, que salió en Strasbourg. Luego, en 1903 y 1908, la "Société Biblique" la publicó nuevamente a un precio muy barato. De cuando en cuando aparecieron algunos trozos del libro de Leizarraga: en 1874 Vinson publicó San Marcos en casa Cazals, de Bayona; en 1877, Van Eys San Mateo en casa de Maisonnave, de París; en 1902, los Protestantes San Mateo; en 1908, los mismos San Juan. Los Protestantes han realizado también otros intentos para propagar entre los vascos el Sagrado Libro. Pidieron a un guarda de Briscous, que había estado también en Cambo, que reformara la traducción de Leizarraga conforme al manuscrito de Testamentu Berria y teniendo por otra parte a mano el diccionario de Larramendi. Esa traducción de Gaidor apareció así: en 1825 San Matiu; en 1828, nuevamente San Mutiu; en 1828, Ebanjelioak (Los Evangelios) y Aktak (Los Hechos); en. 1828, todo el Testamentu Berria (Nuevo Testamento). Aunque mal vistos por los sacerdotes, los trabajos de Gaidor se difundieron bastante, y son fáciles de encontrar. Podemos atribuir también a los protestantes: en 1838, la traducción de San Lucas preparada por el guipuzcoano Oteiza; San Lucas apareció de nuevo en Londres en 1870, y en Buenos Aires en 1889, siempre en guipuzcoano; en 1879 salió San Juan en Londres, en el mismo dialecto. La hugonote Ana Urruthy publicó en dialecto suletino las Epístolas de San Pedro y las de San Juan. Mencionemos, finalmente, una colección de trozos del Nuevo Testamento llamado Perlazko kolier bat (Un collar de perlas).

La obra de Bonaparte.
Luis Luciano Bonaparte publicó también algunas traducciones, pero no para ser difundidas; su propósito era examinar de más cerca los dialectos y distinguirlos entre sí: ésa es la razón de que no sacara más que 8, 10 y 12, o a lo más 40 ejemplares. Así publicó San Mateo en 1856 en bajonavarro (traductor Salaberry de Ibarolle), en suletino (traductor Inchauspe); en 1857, en guipuzcoano (traductor anónimo), en altonavarro (traductor Echenique); en 1858 en guipuzcoano (traductor Uriarte). En 1858 apareció también el Apocalypsis, puesto en vizcaíno por Uriarte, en suletino por Inchauspe, en guipuzcoano por Uriarte. Salió también el Evangelio de San Juan, traducido al altonavarro por un Lizarraga. Además, Erailearen alegia (la parábola del Sembrador), en ocho dialectos.

Serie católica.
Aunque parezca extraño, los cuatro Evangelios publicados por primera vez por los católicos en Euskalerria, son de 1855. Harriet hizo el trabajo y Dassance contribuyó con el dinero. Obra grande, aunque un tanto pesada. El lenguaje es rico y puro, y la sintaxis árida y dura. No obstante, tuvo alguna acogida dicha traducción. Se ha dicho que le debe mucho a la de Haraneder; pero no es cierto, están muy lejos una de la otra. Algo más tarde, en 1898, el cura Haristoy publicó los cuatro Evangelios, de Duvoisin, con imprimatur y enriquecido con notas. En 1921, Ormaechea comenzó a traducir del griego y a publicar San Juan; se decía que había traducido todo el Nuevo Testamento, pero lo dudamos. Sea como fuere, ¡no fue pobre el principio! En 1931, el Padre Olabide sacó íntegro Itun berria (Nuevo Testamento); los que sepan todas las modalidades del euskera encontrarán una gran riqueza; pero muchos lo tienen por demasiado comprimido y principalmente los bajonavarros le encuentran cierto sabor extraño. No creo que sea bueno para leer al pueblo en las iglesias continentales. Eso no quiere decir que Olabide no haya cumplido bien su cometido; quiere decir que los vascos vivimos demasiado distanciados entre sí en el habla. En 1947, el párroco L. León tradujo al euskera labortano los cuatro Evangelios. Nosotros los tenemos por muy buenos y dotados de sabor popular. Sin embargo, algunos guipuzcoanos amigos me han dicho que no lo entendían fácilmente, lo cual no es nada de extrañar; viene bien aquí lo dicho hace poco: que no estamos lo bastante próximos en el habla.

¿Por qué?.
Nos hemos percatado de que el Pueblo Vasco se muestra reacio y molesto respecto de la Biblia. ¿Por qué? Primero porque los curas temían que los cristianos interpretasen a su manera los santos libros, sin preocuparse por el criterio de la Iglesia. No querían sembrar la semilla de la herejía. En segundo lugar porque, habiendo penetrado bastante profundamente la reforma jansenista, temían que algunas citas crudas de la Biblia hiriesen las almas tiernas: recuérdese cómo muchos destruyeron el Gero de Axular, porque hallaban en él demasiada sal y pimienta. En tercer lugar, la Biblia no es un librito de dos cuartos, su publicación exige gran cantidad de dinero, y no se puede luego venderla barato. El miedo a quedar adeudados al no poder venderla, ha menguado el celo de muchos fervorosos sacerdotes. No se piense por eso que la religión de los vascos huya de la luz de la Biblia, ni mucho menos. Léanse las viejas coplas, donde se cita abundantemente a Noé y a Salomón; léanse las pastorales, y ahí están Moisés, Josué, Abraham, Sodoma y Gomorra, el Hijo pródigo, San Juan Bautista... Ved los libros de Iglesia: ¿no son en su mayoría oraciones y lecturas sacadas de la Biblia? Oigamos al sacerdote: ¿acaso no comenta y explica en su predicación los salmos, epístolas y evangelios? Algunos libros viejos tienen comentarios de ese tenor: recuérdese a Astarloa (1816), Leizarraga (1846), Guerrico (1858), P. Aranaz (1921); recuérdense los pormenores que traían los semanarios "Argia", "Ekin", "Eskualduna", "Jesusen Biotzaren Deya", etc. Además, han salido bastantes "historias sagradas " citemos a Larreguy, Etcheberry, Dithurbide, Diharassarry, Lardizábal, Zabala, Elissalde y otros. Pero los vascos no han dejado de lado nunca la vida de Jesús; la han aprendido en la predicación y en las meditaciones, y también en algunos libros; han aparecido algunos Evangelios abreviados (Iraizoz, Lafitte); en 1935 saludamos Yesu Kristo gure Yaun Yainkoaren bizitza ta berri ona (La vida y la buena nueva de nuestro Señor y Dios Jesucristo), de Martín Oyarzábal: hermoso y profundo trabajo, lleno de sabiduría y deleite; en 1953 leímos con agrado la obra fácil de Mancisidor. Finalmente, pondremos aparte Bidalien egiñak (Los Hechos de los Apóstoles) del presbítero señor Zaitegui. No es un ensayo de simple divulgación; es el comentario de un sabio, preparado para sabios. en un euskera rico y brillante. En extensión, amplitud y riqueza es único en todo nuestro saber vasco. Ref. Lafitte, P.: Biblea Euskal-Herrian. "Eusko-Gogoa", 1958, núms. 5-6, pp. 495-501. Trad. Ignacio Goikoetxea