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Baiona. Historia

Los Estados Generales de Francia fueron convocados por senescalías; éstas debían reunirse y elegir los diputa dos que habían de representar a la región. Baiona, que era considerada a efectos legales como una senescalía secundaria, fue convocada dentro del conjunto de la senescalía de Dax, formando una circunscripción junto con el resto de Lapurdi. El 2 de marzo se reunieron en Baiona los representantes de los pueblos a fin de redactar los cuadernos de quejas y elegir a los diputados para la Asamblea General, que fueron tres. El día 16 de marzo tuvo lugar la reunión en Dax.

Los dos representantes elegidos por la seriescalía -Basquiat de Mogriet y Lamarque- asistieron a la apertura de los Estados Generales de Versalles el 5 de mayo de 1789. El cuaderno donde Baiona expone sus quejas fue publicado bajo el título de Cahier général de remontrances, plaintes el demandes du Tiers-Etat des trois siéges de Dax, Saint-Sever el Baïonne, arrété le 31 mars 1789 et remis á M. Basquiat de Mogriet... et à M. Lamarque... députés de Tiers (sin 1., 1789). Lapurdi, que había sido excluida en un principio, eligió al marqués de Macaya, al párroco de Ciboure y a los dos célebres hermanos Garat.

El estallido de julio: precedentes y repercusión en Baiona. Los primeros momentos revolucionarios, comparados con los del exterior, fueron más bien tranquilos en Baiona. La franquicia comercial concedida en 1784 había calmado los ánimos y reanimado las esperanzas en una rápida reanudación de la prosperidad tradicional. El malestar estaba mucho más enraizado en el resto de Lapurdi, malestar que se debía principalmente a la política fiscalizadora de las "fermes" de la que Baiona estaba exenta. Sin embargo, en abril de 1789 el ambiente comienza a caldearse conforme las noticias vienen llegando de París. Poco antes de la reunión de los Estados Generales estallan las primeras revueltas desorganizadas; se debieron a la escasez de granos, general en todo el reino, y varios aimaceries son saqueados, principalmente por mujeres (1 de mayo).

La noticia de la toma de la Bastilla llega a Baiona con una semana de retraso; las autoridades, desconcertadas por el sesgo de los acontecimientos, no oponen gran resistencia a las manifestaciones populares. Luego permiten la formación de una "guardia nacional", constituida por burgueses de la villa (octubre), sucedánea de las milicias comunales. Después del pan, también la carne comenzó a faltar, sobre todo en el barrio St.-Esprit. Tanto es así que el 2 de octubre hasta la ciudadana Lefevre, impresionada por el cuadro que presenta la penuria en Burdeos, ofrece a la Sociedad de los Sans-Culottes de Baiona un saco de harina pero pide al mismo tiempo que el saco le sea devuelto. En nuestra ciudad, el pan blanco faltó durante mucho tiempo. Las autoridades ordenaron mezclas de harinas con el objeto de economizar los pobres recursos de los depósitos, y los miembros de la sociedad de los Sans-Culottes debieron vigilar las infracciones. El 30 de septiembre tiene lugar una manifiestación que obliga a los oficiales municipales a bajar el precio del pan, y más tarde, bajo presión popular, a que la rebaja sea anunciada oficialmente por toda la ciudad.

El primer fruto de la Asamblea Constituyente trajo consigo el golpe de muerte para el régimen foral vasco de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa: el décimo de los diez artículos revolucionarios abolía drásticamente los fueros de las villas y de las provincias. Como compensación, a Baiona se le permitió que recobrara la denominación de sus propios ejecutivos municipales, derecho que había perdido desde 1451. Sin embargo, esto no palió la decepción de los bayoneses que veían que todos sus esfuerzos para obtener un régimen de libertad -principalmente comercial- habían sido vanos. La prosperidad lograda en seis años de régimen franco tocaba a su fin. Los decretos de la noche del 4 de agosto fueron recibidos, pues, con hostilidad. Los manifestantes chocan con los aduaneros a los que hacen huir a pedradas. Los incidentes menudean a pesar de las fiestas republicanas y de la actividad de los famosos clubs.

Todo eso no impide que la batalla, perdida de antemano, toque a su fin con el establecimiento de las aduanas fronterizas a la moderna y la constitución de una administración de aduanas, sucedáneo refinado de la "Ferme générale". Más tarde, la crisis se acrecienta con la emisión de "assignats" o papel moneda; la gente teme un posible fraude fiscal y el dinero desaparece en Baiona a la vez que el comercio con España, lo que repercute penosamente en la economía de la ciudad. Otro problema lo constituirán los acaparadores. El 26 de julio de 1790 el gobierno estableció un decreto de ocho artículos por el que todos los ciudadanos se encontraban bajo la obligación de declarar los objetos que tenían en cantidad. El consejo general de Baiona averiguó la cantidad de grano retenido por los acaparadores. Cada habitante fue obligado a declarar sus mercancías y sus provisiones particulares que fueron inscritas en un registro especial. A la creación del departamento de los Bajos Pirineos (1790), Baiona es nombrada cabeza de cantón, dependiente del distrito de Ustaritz.

Mgr. Etienne-Joseph de Pavée de Villevieile, obispo de Baiona, sustituido por el constitucional Sanadon, se retiró, después de la Constitución civil del clero (12 de julio de 1790) al monasterio de San Salvador de Urdax, desde donde administró clandestinamente su diócesis. Murió en el monasterio de la Oliva, un año más tarde.

Mazade, representante del pueblo en misión en Baiona, escribió el 12 de mayo de 1793 un largo informe sobre el estado de ánimo de la ciudad en el momento de tomar el poder la Convención. Extractamos del mismo lo más interesante:

En resumidas cuentas -dice- en Baiona se destaca un partido numeroso de aristócratas muy peligroso; un partido, poco numeroso, de patriotas efervescentes, casi todos extranjeros; una mayoría bien intencionada, juiciosa pero débil, y cuya particularidad es la obediencia a las leyes, sobre todo de las que no conciernen a la especulación. Estos tres partidos podemos señalarlos igualmente en la Sociedad Popular, y si la mayoría logra alcanzar un carácter, un patriotismo más vigoroso y más pronunciado, si el amor a los metales preciosos aminora en la misma proporción, el sano, el generoso amor del bien público afinará a esta raza tosca y hará de Baiona una ciudad interesante y preciosa para la República. No hay que abandonarla a sus esfuerzos. Hay que enviar misioneros, pero que sean hábiles...

El 21 de septiembre de 1792 fue proclamada la República Francesa. El 21 de enero de 1793 tuvo lugar la ejecución del rey. Se puede decir que desde estas dos fechas cambia el rumbo de la Revolución; la muerte de Luis XVI tiene el efecto mágico de reagrupar a todos los enemigos de la misma, especialmente a Austria, Holanda, Inglaterra y España. El peligro para Baiona viene desde este último país, que ha declarado la guerra a Francia. El I de mayo un cuerpo expedicionario español llega hasta el campo de Sare; otro, al mando del general Servan, ronda en las cercanías de Baiona, cuya única defensa es la guardia nacional, escasa de municiones y víveres.

En 1793, en el momento de la formación de los batallones de voluntarios, Baiona y Saint-Esprit tuvieron cada una un batallón que se pusieron bajo las órdenes de Mauco, hecho más tarde general. Salieron para el ejército de los Pirineos Occidentales el 3 frimario del año II. Martínez de Ballesteros se encargó de reunir y acoger a los desertores del campo enemigo, que totalizaron 200 hombres, concentrados en el Convento de las Damas de la Fe de Baiona. También creó la legión de Hommes de Montagne, que se distinguió por su arrojo. Relata Duceré que la catedral fue convertida en depósito de forraje para el ejército, lo mismo que el convento de Capuchinos, el de los Franciscanos y el de los Agustinos. El convento de los Dominicos fue transformado en hospital militar; el de los Carmelitas en templo decenal; el de las Damas de la Fe, como hemos dicho, fue convertido en cuartel. El convento de Santa Clara sirvió de almacén de ropa y el de la Visitación de prisión.

Baiona y Saint-Esprit se unieron para ofreces al Estado una fragata, que fue construida en los astilleros del puerto. El 14 de noviembre de 1793, los representantes del pueblo -seguimos con Duceré- pusieron en ejecución en Baiona y en Saint-Esprit, la nueva leva en masa ordenada por la Convención. Los hombres se presentaron pero se carecía de lo necesario para equiparlos convenientemente y Monroux, su jefe y compatriota, se lamentó vivamente. Estas quejas se repitieron en las tribunas y se pidieron donaciones patrióticas. Este llamamiento no fue desoído y los donativos afluyeron de todas partes. El mismo día las actrices del teatro de Baiona entraron en la sala. Una de ellas pidió la palabra y ofreció en nombre de todas sus compañeras una donación "para la defensa de la Patria".

El presidente Coutanceau les invitó a emplear todos los medios del teatro para propagar los principios sagrados del más puro patriotismo, y les dio el beso fraternal en nombre de la Sociedad. La importancia de los donativos era cada vez más grande. Durante largos meses afluyeron a la sede de la Sociedad. Cada uno daba, de acuerdo con sus recursos, manteles, servilletas, cacerolas, hilas, calzados, sábanas, calderos, chocolate, hebillas de zapato, joyas, sumas de oro y de plata. En una colecta efectuada en 1794 en favor de los soldados heridos y sus familias, se recaudó la suma de 20.000 libras. Hacia el mes de abril, los miembros de la Sociedad, tuvieron la idea de ofrecer a la República un dragón. La elección del caballero, que se llamaba Darricau, la adquisición del caballo, el equipo y el armamento, dieron lugar a largas discusiones. Un guarnicionero ofreció la brida. El caballo tuvo que ser comprado en el depósito de remonta del Estado. Halsouet y Durury, comerciantes en paños, ofrecieron la tela necesaria para el traje. El paño escarlata para las vueltas vino de Toulouse. Un sastre ofreció su trabajo gratuitamente. Cuando el dragón estuvo listo, se le retuvo aún algunos días para que hiciese acto de presencia en una fiesta patriótica.

Por fin se encaminó hacia la frontera, y la Sociedad de los Sans-Culottes tuvo la satisfacción de saber que, colocado en los puestos avanzados con su regimiento, "había hecho comer a su caballo pasto español". Durante este tiempo, los donativos en metálico para la construcción de la fragata llegaban sin cesar. La sociedad de Nive Franche (San Juan de Pie de Puerto) envió 13.000 libras, los cazadores de Tarbes 1.200 libras, M. Dangui, 1.200 libras. El 13 de junio se había recogido ya 283.000 libras. Pero el 12 de agosto de 1794, un ciudadano propuso mandar a la convención nacional los fondos recogidos:

"visto que son insuficientes para alcanzar el fin primitivo, y que por otra parte, los medios de construcción son escasos y difíciles".

La Sociedad, tocada en lo vivo, no consintió en aceptar este proyecto más que después de una resistencia que duró varias sesiones. Esto le resultaba tanto más penoso, cuanto que la Société Montagnarde des Amis de la Constitution de 1793 con sede en Saint-Esprit, animada con los mismos sentimientos que sus vecinos, había tenido la ambición de ofrecer también una fragata. Más afortunada, había podido reunir la suma de 724.000 libras. Todo el mundo hacía donativos y por toda clase de razones. Un donativo es entregado en favor del soldado que entrase el primero en Toulon... Tras la toma del campo de Sara por los españoles, el 30 de abril de 1793, los habitantes de Baiona comienzan a sentir temor ante las posibilidades de un asedio por parte de las tropas españolas y se aprestan a preparar la defensa.

Las familias más ricas de Baiona se retiran a sus dominios en los departamentos de las Landas, de los Bajos Pirineos, del Gers y de la Gironde. Podemos citar, por ejemplo, las familias del marqués de Amou, del conde de Caupenne, vizconde de Caupenne, caballero de Caupenne, caballero de Rol-Montpellier, conde de Salha, caballero de Ravignan, caballexo de Barrau, caballero de Souhy el mayor, caballero de Souhy el pequeño, barón de Olce, caballero de Vanduffel, caballero Dubosc, caballero Dupreuil, barón de Vallier, Bellen, rentista, de Picot, de Gaillardie, Pucheu, rentista; Meillan, rentista; Clérisse, rentista y ex-diputado, Ibagnès, rentista; caballero de Bretous, Castelnau, viuda Cazenave, rentista. La emigración de estas 30 familias, que no han sido las únicas en marcharse -dice Rynon- ha hecho desaparecer de Baiona "parte de la urbanidad y buenos modales de sus habitantes". Pero no se marcharon al extranjero y por eso no se vieron sujetos a las penas decretadas por el directorio del departamento, que decía en un decreto relativo a la emigración: "Que todo individuo sospechoso de emigración sea llevado a los tribunales". Estos son los que recogerán, el 9 de Thermidor, los frutos provechosos de la Revolución.

Sin embargo, el peligro mayor para la Convención no se hallaba en las inmediaciones de Baiona, sino en su interior: la villa había acogido a gran parte de los eclesiásticos y nobles huidos en el comienzo de la revolución. Estos elementos no se resignaban a verse desposeídos y conspiraban. El 10 de julio de 1793, hacia las 11 de la mañana, estalla el polvorín del Castillo Nuevo y arden los depósitos de aguardiente del ejército de los Pirineos Occidentales. La represión no se hace esperar y la ciudad es declarada en estado de sitio, comenzando con ello la etapa del Terror. Los representantes del pueblo, Neveu y Monestier, tomaron fuertes medidas para sofocar la contrarrevolución; las cárceles se llenan y la guillotina causa en Baiona la muerte de unas sesenta personas, la mayoría de ellas militares, emigrados, cómplices de desertores y de sacerdotes refractarios. Una multitud enfurecida destruye a golpes de pico casi todas las estatuas de la Catedral.

Pero en lo tocante a la destrucción de las imágenes religiosas podemos utilizar los recuerdos de un testigo ocular que ha dejado unas memorias manuscritas, aunque algunas veces hay que poner en tela de juicio lo que dice. Este testigo presenta a Monestier como un hombre entregado a los placeres de la mesa y sobre todo del vino, que cuando estaba ya harto iba al club en bata de casa; subía a la tribuna y vociferaba según la costumbre de la época. Los judíos habían sido confinados en Saint-Esprit hasta la Revolución; emancipados por el nuevo régimen se convierten en sus más fervientes partidarios y en los mejores espías de los representantes del pueblo.

Un día Monestier fue a la sinagoga de los judíos, y allí despotricó en los términos más violentos contra el catolicismo, sus ministros y sus altares. Después de preparar a su auditorio para la acción, lo lanzó contra las iglesias ordenando destrozar todo en Saint-Etienne y en la catedral. La devastación fue completa. Los doce apóstoles de piedra que adornaban el pórtico de la catedral, de un tamaño superior al natural, fueron destruidos, así como los santos de los claustros, los ángeles, querubines y serafines de ambos sitios que eran también de piedra y de una talla mediocre. El pueblo, lejos de participar en este vandalismo, se irritó ante el espectáculo de estos furores, sacudió por un instante el terror que le hacía doblegarse, y queriendo vengar su fe de los ultrajes de los judíos, corrió a la sinagoga a destruir todos los objetos del culto de Israel. Esta determinación impresionó tanto a MANLN, sindico de los israelitas, que recorrió las calles clamando como un desesperado: "Dios de Israel, habéis podido permitir la profanación de vuestros templos".

El sumario de la sesión del 20 de abril de 1794, inserto en el registro de los Sans-Culottes de Baiona redujo todos estos hechos que acabamos de contar a sus justas proporciones. Algunos Sans-Culottes de Jean-Jacques Rousseau, que escriben a la sociedad de Baiona, se quejan de que existen aún en la catedral señales exteriores de religión. Un Sans-Culotte bayonés dice:

"que los habitantes de Jean-Jacques Rousseau extienden su vigilancia por todas partes y que alaba su celo y su actividad, pero que él les reprocha que mientras tratan de abatir el fanatismo fuera de su comuna, soportan que en la suya exista una sinagoga y que los judíos celebren el sábado".

La sociedad delibera y les exhorta a vigilar este culto aún observado por los judíos. Sea como fuere, católicos o judíos, no se sabe quién arrancó los santos del pórtico de la catedral, destrozando de una manera tan deplorable un edificio tan noble. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.

La oleada del Terror alcanza su punto culminante con la declaración de "infamia" para las comunas de Sare, Ascain, Espelette, Itxassou, Souraire y Ainhoa (1794). Este mismo año la guerra exterior en la frontera sur se reaviva; el ejército republicano toma la ofensiva y obliga a replegarse al español. Los batallones de Baiona y de Saint-Esprit toman la iniciativa y se apoderan de Lanz y de Navaz, prosiguiendo a la cabeza hasta la paz de Basilea del 22 de julio de 1795.

Precedida la celebración por una fiesta pública, los bustos de los dos revolucionarios, Marat y Lepelletier Saint Fargéau, habían sido colocados en la sala de las sesiones de la Sociedad montañesa de Baiona el 10 de marzo de 1794, o ventoso año II de la República, una e indivisible. Un discurso precedió a la fiesta conmemorativa, discurso que reproducimos íntegramente, ya que es de un sabor demasiado alto para privar de él a los lectores:

Sombras queridas de Marat, Lapellenir, mártires generosos de la Libertad querida y amada por todos los corazones, llorados por todos los franceses, dignaos desde lo alto de la bóveda celeste escuchar a nuestros corazones y lanzar sobre vuestros queridos hijos una dulce mirada. Vuestros bustos han sido depositados en el seno de una Sociedad republicana y vuestras alabanzas cantadas por sus miembros "sans-culottes"¡ sed testigos de la fiesta que va a ser celebrada en vuestra augusta memoria. Unidos por los lazos de la fraternidad, por el amor a la Patria y a la Libertad, vamos a trasladar vuestros bustos al seno del Templo de la Razón, lugar de nuestras sesiones, persuadidos de que intimidarán y harán temblar a los intrigantes y malvados que suisieran levantar allí un frente audaz. Amigos del pueblo, celosos partidarias de la Revolución, vosotros fuisteis como los Romanos, los primeros fundadores de la Libertad.

Si Roma contaba entre sus queridos hijos a un Decio y a Brutus y a Mucius Scoevola y tantos otros que se entregaron por su patria, Francia los ha hecho renacer a todos en vosotros y en todos los franceses muertos por la Libertad que defendían. Llevaron como vosotros los lamentos de los buenos ciudadanos y no dejaron más que sus virtudes para ser imitadas. Si los Romanos, agradecidos, depositaban en el Capitolio las cenizas sagradas de sus hombres ilustres, los franceses también generosos, os han otorgado los honores del Panteón. Cada ciudadano se ocupa en el gusto de hacer que vuestras queridas imágenes sean el más preciado adorno de sus casas. -Oh Marat-, -Oh, Lepelletier- vuestra muerte sin duda ha podido regocijar a nuestros enemigos pero que tiemblen los bórbaros: es la señal de su próxima destrucción, todos los franceses lo han jurado sobre vuestra tumba sagrada, sabrán guardar su palabra.

El 20 ventoso, día de la fiesta de la inauguración de los bustos, a las dos de la tarde, un cañonazo anunció el comienzo de la ceremonia y una inmensa muchedumbre se reunió en el lugar ordinario de las sesiones de la Sociedad de sans-culottes de donde debía partir el cortejo. La población de Sr. Esprit, rebautizadas Jean Jacques Rousseau, se apresuró a acudir. Pronto se formó el cortejo, abierto por tropas en armas. Un primer grupo estaba compuesto por vestales adornadas con una corona de laurel y guirnaldas tricolores,llevando la bandera de la inocencia y de la virtud. Un segundo grupo estaba formado por jóvenes y niños, "la esperanza de la patria". Venía después un coro de ciudadanos cantando himnos a la patria. Después los Representantes del pueblo junto al ejército de los Pirineos Occidentales, Pinet el mayor y Cavaignac, rodeados de las autoridades y llevando la divisa: Obediencia a las leyes, Paz en las chozas, guerra a los tiranos.

Venían después los jóvenes, que unidos los unos a los otros por lazos tricolores, precedidos de una bandera con estas palabras: Han muerto por la Patria, escoltaban los bustos sagrados de Marat y de Lepelletier, llevados por seis valientes atletas. Finalmente el cortejo estaba formado por los miembros de la Sociedad, confundidos con los de Jean Jacques Rousseau, precedidos de un manojo de armas y de una oriflama con estas palabras: Libertad a o muerte, vigilancia, unidad e indivisibilidad de la República. Después el pueblo en masa, llevando esta inscripción: Hemos reconquistado nuestros derechos, sabremos morir para defenderlos. Destacamentos de varios cuerpos de caballería mantenían el orden y cerraba la marcha. El cortejo marchaba solemnemente, recorriendo lentamente todas las calles de la ciudad y se paraba varias veces para plantar los árboles de la Libertad y de la Fraternidad. Cuando se regresó al lugar de las sesiones de la Sociedad, entre gritos repetidos de ¡Viva la República para siempre! ¡Viva la Montagne!, se depositó en medio de los más vivos aplausos, los bustos de los héroes, cuya apoteosis se celebraba. Mil oradores se levantaron para hacer la apología de estos grandes hombres.

Entre estos valientes republicanos se cita al ciudadano Mesplis, presidente, los representantes del pueblo Pinet y Cavaignac, el ciudadanos Orreilli y muchos otros revolucionarios que después de haber enumerado las virtudes de estos dignos mártires de la Libertad, terminaron todos, junto con los buenos ciudadanos por jurar solemnemente de seguir sus gloriosas sendas, destruir, como ellos, a todos los intrigantes, subvenir a todas las necesidades de los defensores de la Patria, y derramar hasta la última gota de sangre por la salvación de la Libertad de la República, una e indivisible. El más grande entusiasmo reinaba en todas las partes de la sala, donde los corazones estaban llenos de delirio y de satisfacción. Finalmente se levantó la sesión con fraternales abrazos y los cantos de himnos jamás han sido tan queridos por los hijos d la Patria. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.

Después de la caída de Robespierre, Baiona comienza a recuperar la calma tras la época anárquica del Terror. Los representantes del pueblo desaparecieron, a pesar de la resistencia que ofrecieron a desprenderse de los cargos que habían monopolizado, pero el cambio sobrevino sin violencias. Poco a poco los emigrados vuelven y las iglesias se abren al culto. Se establece en Baiona un tribunal correccional y un estado mayor de la plaza compuesto de un comendante, un capitán y un lugarteniente. La opresión fiscal se alivia un tanto al autorizarse a la villa la percepción, desde 1799, de un derecho de consumo o fielato.

Subprefactura de los Bajos Pirineos. El golpe de estado del 18 de Brumario, acabó con el Directorio, dando paso a la era napoleónica. Baiona no dio muestras de demasiado entusiasmo por el cambio; esta conducta un tanto indiferente, fue la tónica general del siglo XIX bayonés. Baiona fue nombrada cabeza (chef-líeu) de una subprefectura y la sede de un tribunal de primera instancia. La administración directorial fue sustituida así por los prefectos, subprefectos y alcaldes. El alcalde, Lacroix de Ravignan, fue nombrado en el año 1800. Se asignaron también dos adjuntos y un comisario de policía. La tranquilidad relativa sólo duró quince años; los diversos acontecimientos de la ciudad se limitaron durante ellos al paso de tropas hacia España. El Concordato de 1802 restableció el obispado de Baiona que comprendió, hasta la Restauración, los departamentos de los Bajos Pirineos, Las Landas y los Altos Pirineos. En 1804 las autoridades de Baiona, solidarizándose con las de toda Francia, rogaban a Napoleón que ocupara el trono de modo hereditario: el 4 de mayo se establecía el Imperio.

Se refugia en Baiona la familia de Toussaint-Louverture: 1803. En 1802, la esposa del jefe de los negros y sus dos hijos, Isaac y Saint-Jean, llegaron a Baiona, el 1 de septiembre. La población bayonesa mostró muchas atenciones hacia esta desgraciada familia. Las damas se preocuparon de atender las necesidades más perentorias de Mme. Louverture. Hay que tener en cuenta que el ayuda de cámara del líder haitiano era un tal Duboisson nacido en Baiona.

En el año 1808 la atención de Napoleón se vuelca sobre España donde Carlos IV había sido obligado a abdicar a favor de Fernando VII. El prólogo de la intervención armada se desarrolló en Baiona con la reunión del "deuxieme corps d'observation" a las órdenes del general Dupónt. Los hombres del segundo cuerpo comenzaron a entrar en Gipuzkoa el 22 de noviembre de 1807. Conforme iban llegando más tropas con destino a la península, Baiona cobraba un aspecto cada vez más bélico por la actividad de sus arsenales y puerto. Una multitud de curiosos llegaban también a sus calles al propalarse la noticia de la inminente llegada de Napoleón. Para esta ocasión la villa se engalanó como si se tratase de un suceso festivo. El día 14 de abril de 1808 llegó Napoleón a la ciudad de Baiona comenzando una estadía que había de durar más de tres meses. Las autoridades le habían preparado para alojamiento el Hotel de la División; el Emperador no pareció aprobar demasiado la idea y días más tarde elegía como residencia el castillo de Marracq construido un siglo antes por María Ana de Neoburgo.

Allí había de tener lugar el despojo de los Borbones españoles. El 20 de abril llegaba Fernando VII a la ciudad y renunciaba a la corona de España. Seis días después hacían lo mismo Carlos IV, María Luisa y Godoy. El 7 de junio llegaba José Bonaparte y en la Junta extraordinaria de dignatarios españoles convocada por Napoleón el día 15 de junio recibía la corona española partiendo al mes siguiente a la península. Napoleón abandonó Baiona el 21 de Julio. Durante su estancia había visitado gran parte del país, interesándose especialmente por el puerto, la barra y los arsenales marítimos de antigua tradición marinera.

Donó a la ciudad una buena cantidad de terrenos y edificios públicos para la construcción de un hospital civil y otro militar además de un cuartel, un hotel de aduanas, una sala de espectáculos y la casa consistorial en la plaza de Gramont. Mientras tanto la sublevación del 2 de mayo se había extendido por toda España; José Bonaparte comenzó a replegarse sobre el Ebro. El 3 de noviembre Napoleón pasaba por Baiona rumbo a Madrid que ocupó el 4 de diciembre y volvía a Baiona el 8 de enero de 1809 para sofocar la sublevación austríaca. Aunque la verdadera sede de la 11ª división militar fue la ciudad de Burdeos, que comprendía los departamentos de la Gironda, de las Landas y de los Bajos Pirineos, las necesidades de la guerra de España prestaban una importancia tal a Baiona, que durante el periodo emperial el cuartel general fue trasladado a esta ciudad. Los generales que mandaban la división cambiaron frecuentemente, y de 1807 a 1814 encontramos sucesivamente los generales, Drouet, Hédouville, Quesnel, de Monthion, Lhuilier y Thouvenot.

El año 1813 se desencadena la ofensiva final anglo-española; sólo en Vitoria, San Sebastián y San Marcial hacen frente los franceses, abrumados por los acontecimientos. La batalla de Vitoria tiene lugar el 21 de junio y los primeros fugitivos franceses llegan a Baiona el día 24. A medida que las tropas de Wellington van avanzando, Baiona registra una actividad febril cuyo punto de arranque se halle tal vez en la alarma de 1811 al correrse el rumor de un posible golpe de mano del guerrillero navarro Mina. Una formidable triple barrera fue alzada a la vez que otros muchos dispositivos defensivos. El 7 de abril Hendaya es atacado y los anglo-españoles pasan el Bidasoa sin que encuentren seria resistencia entre los vascos del otro lado del río. Sin embargo la ciudad de Baiona se apresta a defenderse con la llegada del general Harispe el 25 de diciembre. En vísperas del asedio, multitud de familias abandonan el lugar.

El 17 de febrero de 1814 la villa cuenta en su interior con una guarnición de 15.000 h. La Guardia Nacional aportaba a su vez 300 h. seleccionados. Los ingleses y españoles desembarcan y rodean la ciudadela que se resiste con ímpetu. La costosa salida de los bayoneses acaecida el 14 de abril marcó la última etapa del asedio. El 6 de abril Napoleón había firmado su abdicación. Una comisión para levantar el bloqueo de Baiona fue aprobada el 6 de mayo por el general Thouvenot y el general Colville, comandante en jefe del ejército aliado. El 30 de mayo finalizaba el estado de guerra entre Francia y las demás naciones.

La última aparición de Napoleón antes de su declive definitivo en Waterloo también repercutido en Baiona. 60 voluntarios realistas salieron de Baiona y fueron desbaratados en Bazas. Un ejército español de 14.000 hombres apareció en las cercanías de Baiona el 27 de agosto de 1815. Lo mandaba el conde de Abascal el cual proclamó que su única misión era la de garantizar la permanencia de los Borbones. El conde de Chauvigny de Blot que se hallaba al mando de la plaza de Baiona proclamó su fidelidad a Luis XVIII pero tomó las precauciones necesarias ante la presencia de los españoles que pedían se les admitiera en el interior de la ciudad para sustituir a la guardia nacional. El primero de septiembre las tropas españolas desfilan hacia Ustaritz. Poco después llega la guardia nacional de Pau en ayuda de los bayoneses; el ejército español se quedó en los límites durante algún tiempo y el 7 de septiembre desapareció.

Finalizados los 100 Días (22 de julio), los cuatrocientos soldados acantonados en la Ciudadela quisieron disolverse pero la llegada del noble emigrado, Conde Damas-Cruz, con la legión Marie-Thérèse procedente de España, les obligó a prolongar, involuntariamente, los Cien Días, ya que el conde les conminó a rendirse. La ciudadela cerró sus puertas y amenazó con cañonear a los emigrados que desistieron inmediatamente de su arrebatado propósito inicial. La salida y disolución pacífica de los cuatrocientos soldados de Napoleón marcó el final del episodio en Baiona. Los nombres de los bayoneses, muertos casi todos durante las últimas acciones de guerra que precedieron la caída del Imperio, son recogidos por Ducesé en su Diccionario: Adrien Barrere, Jean Edouard Batbedat, Arnaud Bonie, Gabriel Cousijeau, Dominique-François Claverie, Pierre-Félix Daguerre-Mougabure, Bertrand Destibaux, Jean Baptiste Detcheverry, Alexandre Dubroca, Jean-Sylvain Hobman, Jean-Baptiste Lages, Pierre-Clément Lousteau, César Méndez, Félix Potis y Salvador Salenave.

La acción contrarrevolucionaria de la restauración se limitó en Baiona a muestras puramente externas. Los antiguos privilegios de la villa se perdieron con la Revolución y una estricta política centralizadora la limitó a ser una ciudad más, enmarcada en la férrea administración francesa. El 31 de marzo de 1816 era quemada la bandera tricolor, símbolo de la época revolucionaria, así como los bustos de Napoleón y de su familia. La ceremonia estuvo a cargo del prefecto de los Bajos Pirineos, d'Argout, y del subprefecto de Baiona, Poublan-Serres y se llevó a cabo ante la guardia nacional, la compañía de veteranos y el alcalde de Baiona. El 15 de abril comenzaba la purga de antiguos revolucionarios y simpatizantes de la República en el seno de la Guardia Nacional. Meses más tarde la Guardia Nacional era reorganizada siguiendo un criterio uniformado.

Mr. Ducéré reproduce en la obra Dictionnaire Historique de Bayonne una descripcción de la ciudad tomada del "Journal de Toulouse". Se debe a un escritor anónimo que la visitó hacia 1838. He aquí unos extractos interesantes:

De repente descendéis rápidamente como a un abismo; atravesáis una calle bastante larga y mal construida: es el barrio o incluso la pequeña ciudad de Saint-Esprit, que pertenece al distrito de las Landas; llegáis ante una gran plaza, al borde del Adur, con una fuente en el centro, a donde vienen a buscar agua de todas partes; atravesáis el río sobre un puente de madera, en medio de buques de todos los tamaños; ante vosotros están las murallas, los astilleros, las alamedas de árboles, un puente monumental flanqueado con fortificaciones; el puente levadizo se queja bajo las pesadas ruedas; soldados sentados por todas partes, centinelas que os miran, oficiales que pasan, fosos, bastiones, todo un aparato guerrero; enseguida encontráis un segundo puente, el del Nive, más elegante y más gracioso que el primero; estáis en el centro de Baiona. Entonces, por todas partes, veis abrirse calles, plazas, paseos; llegáis a una especie de patios plantados de árboles, enfrente de las torres góticas del Château-Vieux, y por último se os permite poner pie en tierra en este país hospitalario. Todo se despierta a la vez en derredor vuestro; sentís el alquitrán que humea en el puerto, oís el tambor que tocan en Los cuarteles, veis pasar a las tropas que van de ejercicios y a las mujeres de los pescadores que van al mercado a llevar el pescado del día.

Subamos primero a la ciudadela. La ciudadela, obra de Vauban, como todas las fortificaciones de Baiona, corona el barrio del Saint-Esprit. Hay que pasar de nuevo por los dos puentes y entrar en este gran barrio que forma él solo una ciudad y que esta casi todo poblado por judíos. En otro tiempo los judíos no podían residir en Baiona; iban allí a realizar sus negocios durante el día, y por la noche volvían a Saint-Esprit. Ahora ha desaparecido la proscripción pero ha quedado la costumbre. Pero henos aquí llegados a la ciudadela. Ved esas casamatas construidas tan sólidamente, esos bastiones combinados tan ingeniosamente, esas pilas de balas y bombas, esos cañones que tienen sus bocas abiertas a través de Las troneras y retroceden haciendo rodar sus ajustes móviles; ved esas fortificaciones, esos almacenes de pólvora, esa fuente, esas plazas, esas calles, esos paseos, esa guarnición, esa ciudad.

Pero sobre todo subid sobre el parapeto y mirad alrededor vuestro: He ahí los Pirineos, he ahí el océano, he ahí la ciudad y las llanuras de cultivos, he ahí las arenas y el desierto de las Landas. Es de ahí desde donde se divisa bien la forma de Baiona y sus ríos y sus murallas, y sus tres barrios bien distintos. Cuatro puertas y dos poternas dan acceso al recinto fortificado; la puerta de Francia, al Norte, que ocupa la esquina del Petit-Bayonne en el punto de unión de los dos ríos: la puerta de España, al Sur, que mira hacia la frontera; la puerta del mar al Oeste, que da sobre la famosa alameda "Allées-Marines"; la puerta Mousserolles o de los Pyrénées, a donde viene a dar la carretera de San-Juan-de-Pie-de Puerto; de las dos poternas, una se abre sobre el Nive, la otra sobre el Adur. Además del gran puente sobre el Adur, entre la ciudad y Saint-Esprit, dos puentes sobre el Nive, siempre cargados con viandantes, comunican la Gran y Pequeña-Baiona. Todo este conjunto está rodeado de fosos profundos, atravesados con hermosas matas y bellas líneas de árboles, de pequeñas calles que se cruzan en todos los sentidos y dominado por la masa casi informe de la catedral. Después de vuestra visita a la ciudadela, recorred la ciudad al azar; encontraréis movimiento e interés por todas partes. Como en todas las ciudades cerradas, los lugares se hallan apretados, y en un recinto poco extendido se agita una población flotante de quince a veinte mil habitantes. Toda esta muchedumbre se halla viva, alerta, ruidosa y variadamente compuesta.

En Saint-Esprit encontraréis muchos judíos, campesinos de las Landas, soldados y marinos. Bajo los arcos que bordean los muelles del Nive, veréis montañeses vascos que pasan corriendo, que van a comprar, con el producto del contrabando, la boina nacional azul y el cinturón de lana o de seda roja. En la plaza de Gramont, encontraréis a españoles que fuman, oficiales que leen los periódicos ante un café, ociosos que se pasean en otra plaza pequeña, cuyo nombre he olvidado; todo el día encontraréis grupos de personas atareadas que se hablan, que conversan en voz baja, es ahí donde se encuentra la Bolsa de Baiona, y por todas partes, en los muelles, en las plazas, en los puentes, veréis una multitud de muchachas que van y vienen, unas veces con un cántaro de agua sobre la cabeza, otras veces con una cesta al brazo, y que os miran con un aire alegre. Fuera de los muros del Cháteau-Vieux y sobre todo de los claustros de la catedral, una de las obras más bellas de este género que existen en Francia, ningún monumento llama la atención.

Nada allí habla más que del presente, y este presente es tan suave y seductor que se deja uno allí arrastrar con gusto. Apenas tiene uno tiempo de echar una hojeada sobre los inmensos trabajos ejecutados para hacer de Baiona una plaza fuerte de primera clase. ¿Queréis ir en barco a la desembocadura del Adur?, he ahí elegantes barquillas cubiertas con un pequeño toldo; ¿queréis pasar unas horas en Biarritz, lugar querido de toda la región?, he ahí autobuses que salen cada hora; ¿queréis quedaros en la ciudad?, he ahí chocolates de España, vino de España, puros de España; he ahí las Allées-Marines que nos llaman bajo sus sombras solitarias, o el bello paseo de Glacis, lleno de hermosas mujeres. El placer se halla organizado en esta ciudad como los negocios en todas las demás. Está rodeada de casas de recreo encantadoras, y es, en ella misma, un lugar de recreo donde la vida es más fácil que en otras partes".

Derrocó a los Borbones definitivamente. El 4 de agosto de 1830, Frédéric Bastiat, apasionado liberal, escribe a un amigo una carta que nos permite reconstruir, en parte, esta jornada en Baiona.

"Quisiera que vieses Baiona -dice-. Los jóvenes desempeñan todos los servicios en el orden más perfecto, reciben y envían el correo, montan guardia, hacen a la vez de autoridad comunal, administrativa y militar. Todos se mezclan: burgueses, magistrados, abogados, militares... La ciudadela tiene que caer necesariamente esta noche... Estoy dispuesto, si fracasa la acción, a salir inmediatamente a agitar la Chalosse; propondré a otros el que hagan lo mismo en las Landas, el Béarn, en el País Vasco...".

Al día siguiente caía la Ciudadela de Baiona. En París, dos bayoneses, C. P. Ader, estudiante de medicina, y un sastre, A. M. Labarthe, habían muerto en las barricadas. Los revolucionarios bayoneses les alzaron un monumento que aún puede verse en una plazoleta situada detrás de la catedral. Lleva las inscripciones siguientes en placas de mármol negro:

LES REVOLUTIONS JUSTES SONT LE CHATIMENT DES MAUVAIS ROIS; TEMOIGNAGE DE REGRET ET DE RECONNAISSANCE ELEVÉ PAR LES PATRIOTES BAYONNAIS LE 27 JUILLET 1831; ILS SUCCOMBERENT GLORIEUSEMENT A PARIS LE 29 JUILLET 1830 POUR LA DEFENSE DE NOS DROITS ET LE TRIOMPHE DE LA LIBERTE 27-28-29 JUILLET 1830; A LA MEMOIRE DE C. P. ADER, ETUDIANT EN MEDICINE AGÉ DE 24 ANS A. M. LABARTHE, OUVRIER TAILLEUR AGÉ DE 27 ANS MORTS POUR LA LIBERTÉ.

El recién fundado Courrier de Bayonne et de la péninsule, decano de la prensa bayonesa, optó por los revolucionarios bajo la gerencia del abuelo de Mgr Lavigerie. La burguesía francesa, con Luis Felipe, ocupa el trono de Francia. Desde este momento la Cámara de Comercio de la Villa y sus autoridades municipales tratan repetidas veces de recuperar la franquicia del puerto suprimida con la Revolución. Pero, "desde la monarquía de julio la oposición entre principios liberales y las instituciones deseadas y reclamadas por la burguesía es ostensible en materia aduanera", comenta R. Pernoud en su magnífica Histoire de la bourgeoisie en France.

Baiona no volverá a encontrar su paraíso perdido. Fruto del establecimiento y consagración de las aduanas es un activísimo contrabando, acrecentado y llevado al máximo cuando en las provincias del sur del país, la misma tendencia liberal hacía del Bidasoa una frontera (1841). El vasco se vengará así de la misma, mientras liberales de ambos estados se libran a una feroz guerra de tarifas. Pero, en general, salvo algunas fortunas bayonesas, la aduana ha significado para Euskal Herria del norte, virgen de industrialización, un río emigratorio de aproximadamente 90.000 seres humanos en el siglo XIX. Varios autores han observado que este anhelo librecambista marcó a los hijos más importantes de la Baiona orleanista: entre ellos a dos bayoneses que ocuparían un lugar importante durante la monarquía de julio: Jacques Laffitte, ministro de finanzas de Luis Felipe e ilustre opositor después, y Fréderic Bastiat, teórico del librecambismo francés.

Ya antes de la constitución del Bidasoa en frontera (1841), uno a uno, todos los sobresaltos políticos de las provincias vascas del sur han ido dibujando en Baiona la silueta, ya tradicional, del exiliado. El trasiego de víctimas de la intolerancia es permanente durante todo el siglo XIX; conspiradores de ambos bandos se preparan, alternativamente, a derrocar a los "tiranos" o a los "herejes" de turno. Al restablecimiento de Fernando VII, Mina, el héroe de la resistencia, se exilia en Baiona, junto con muchos otros liberales y los afrancesados huidos con la Paz de Basilea. Allí prepara el golpe, que en combinación con la guarnición de Pamplona, consolidará el triunfo de Riego. A la caída de éste, nuevo exilio, esta vez en Inglaterra (1823).

Pero la comezón de actuar lleva nuevamente a Mina a Baiona a la que llega en la segunda semana de septiembre de 1830 a fin de preparar otra sublevación. J. M. de Vadillo, J. M. Calatrava y J. Isturiz han constituido una Junta Directora Provisional del Alzamiento de España contra la Tiranía a la que Espoz y Mina se adhiere. Pero el proyecto de invasión de noviembre fracasa al ser rechazados los cerca de 300 hombres juntados en Baiona. Hasta la revolución de 1830, se publicará, entretanto, un periódico en castellano titulado La Gaceta de Baiona (1828-1830), financiado con toda probabilidad por el "fondo de reptiles" de Fernando VII. Se trata de un periódico de propaganda a favor de este monarca a cargo de un intelectual reformista moderado, Alberto Lista. Intérprete de la burguesía liberal, la Gaceta de Baiona abogó por la supresión de las aduanas interiores, tendiendo por tanto a la supresión de los fueros.

Al plantearse el problema sucesorial, este grupo se proclama cristino. En 1830, se establece este periódico en San Sebastián llamándose La Estafeta de San Sebastián, periódico político, literario e industrial. Durante la primera guerra carlista (1833-1839), Baiona se convierte en un puesto de observación y un nudo vital de las intrigas de Aviraneta y de Arnao (1837). El periódico El Faro de Baiona ayuda tan descaradamente a los carlistas vascos que el gobierno español formula varias quejas. Pieza clave del espionaje español en campo carlista es el cónsul de España en Baiona. Aun después de firmado el Convenio de Bergara, los principales jefes carlistas disidentes establecidos en Baiona -Gómez, Sopelana, Guibelalde, Elio, Zabala y Orellana- intentan, a la desesperada, una invasión de las provincias del siglo a fin de, por lo menos, salvar los fueros de su abolición inminente.

El gobierno francés hace abortar el proyecto internando a los jefes a los que sólo queda la ayuda de los legitimistas franceses. La segunda carlistada (1873-1876) se fragua también en nuestra ciudad, al frente de Elio y Varona. Desde fines de 1871 funciona en ella la Junta a Guerra de Alava. En 1873 se suscribe en Baiona la nueva emisión de bonos del tesoro (100.000.000 de pesetas) para sufragar la guerra. El Courrier Carliste aparece en la ciudad del Adur de 1872 a 1876 y de 1874 a 1875 salió a la luz en Baiona el periódico carlista La Voz de la Patria. Una novela de Pierre Benoit, Pour don Carlos, rememora el ambiente bayonés de la época de estas guerras civiles.

Chaho, el "padre de un cierto nacionalismo vasco de izquierda [Laffitte]", fue el alma de la oposición republicana en Baiona secundado por el comerciante Michel Renaud en San Juan de Pie de Puerto. Ya durante la monarquía de julio había publicado un opúsculo titulado L'espagnolette de Saint Louis, que atribuía la muerte del príncipe Condé a la familia Orleans y fue rápidamente recogido. Chaho vino a Baiona hacia 1840 con objeto de publicar una de sus obras pero acabó por quedarse a vivir en casa del editor, Lespés, hasta su muerte. Fue consejero municipal y jefe de la Guardia Nacional de Baiona.

"Cuando estalló la revolución de 1848 -dice el canónigo Inchauspe en una carta de 1895 encontrada entre la correspondencia de Azkue- él pasó a ser en Baiona el jefe del partido revolucionario y aterrorizó la ciudad recorriendo las calles a la cabeza de una muchedumbre tumultuosa de obreros, de mujeres y niños. Tuvo la osadía de dirigirse a la cabeza de esa canalla [sic] al palacio de Gobierno y pedir al mariscal Harispe que le entregara el mando de la ciudadela y de la plaza. El mariscal conservó su autoridad, pero no se atrevió a detener a los revolucionarios".

Chaho había comenzado en 1844 (6 octubre) la publicación de su diario Ariel que al decir de Inchauspe "hizo un gran mal por sus doctrinas revolucionarias y antirreligiosas en Baiona" y que en 1848 toma el nombre de Le Republicain de Vasconie después de haberse llamado Courrier des Pyrénées, Journal international (1845), Courrier de Cantabrie et de Navarre (1845), Courrier de Vasconie, etcétera. Un bayonés, Dubroca, muere en las barricadas de febrero en el 48 parisino. A estos hombres del 48 vasco hay que sumar Vauzy con el Sentinelle de Baiona y a Martin Sorbet, de tendencia societaria, con el Journal du Peuple. Estos hombres moldearán la opinión bayonesa inclinándola hacia la república.

Pero el resto del país, al que la primera república (Convención, 1792) había arrebatado los fueros, acoge con frialdad el despuntar de la segunda. Máxime, teniendo en cuenta la franca hostilidad del clero hacía la fórmula republicana que no acabará de aceptar hasta finales de siglo [León XIII]. Cara a las elecciones de abril, del campo republicano vasco se desprende ya una izquierda encabezada por Renaud y Chaho que formará parte del Comité Republicano (marzo) de Baiona, con Stein (presidente), Châteauneuf (vicepresidente), Accuduts, Dutilh, Bellevue, Fanlat, Vauzy, Villa y Vital Biraben pero que más tarde, al disentir del Comité, constituirá un Club du progrés démocratique de Bayonne.

A estas primeras elecciones [II diputados para la Constituyente: 23-24 de abril de 1848] se presentan una multitud de escritores, periodistas, poetas e intelectuales en general, como candidatos. El obispo orleanista de la ciudad, Lacroix, rechaza la candidatura que se le ofrece, pero otros dos monárquicos, Héctor Etcheverry [orleanista] y Sambot-Damborgez [legitimista] la aceptan. Los demás candidatos departamentales son republicanos: Laremboure [reciente], Boutoey [rep. de derechas], St-Gaudens y Michel Renaud [rep. democrático, contrario a la represión de junio más tarde]. En estas elecciones en las que no participa Saint-Esprit por ser entonces considerado comuna landesa, Baiona vota a la República: a Laremboure y Boutoey. El resto del país otorga su representación a Saint-Gaudens, Michel Renaud y H. Etcheverry. Chaho, no elegido, obtiene sin embargo 21.728 votos. El 10 de diciembre del mismo año la flamante república -vieja ya en acontecimientos: represión de Cavaignac de la insurrección obrera parisina de junio, represión denunciada por Renaud y Chaho- elige presidente.

En el país se dibujan tres grupos: el de los monárquicos camuflados que aprobarán las matanzas de junio y serán bonapartistas, el de los republicanos convencidos de derecha que votarán a Cavaignac y el de los republicanos románticos, Renaud y Chaho que apoyan la candidatura de Ledrou-Rollin a brazo partido, junto con el Journal du Peuple, contra Cavaignac y el bonapartista International de Bayonne. El republicanismo se bate en retirada en el país. Más aún si tenemos en cuenta que este general Cavaignac, masacrador de los obreros parisinos, es el hijo del comisario de la primera república, de funesta memoria en Euskalerria. Sólo Baiona le vota. Obsérvense estos resultados finales:

Bonaparte Cavaignac Ledrou-Rollin Lamartine
2.660 1.713 906 167

El éxito de Chaho es personal, no doctrinal, como confirman las elecciones legislativas del 13 de mayo del siguiente año en el que el país se suma al triunfo moderado francés, fruto de los votos campesinos que aporta el recién estrenado sufragio universal. Chaho estuvo fuera de juego debido a un grave accidente [fractura de cráneo] pero tuvo un gran éxito: 1.455 votos en toda la ciudad, procedentes, en especial, del barrio de la Pequeña Baiona, siempre, más a la izquierda. A un año escaso del golpe de estado bonapartista, el republicanismo bayonés retrocede, y el del resto del país se limita a pedir que los impuestos sean en proporción a los bienes (huntarzunen arauaz) y según la posibilidad de cada uno (bakhotxak ber'ahalaz) según le cantó en graciosos versos su clientela particular a M. Renaud en 1850 tras serle prohibido un banquete (ver "Encilopedia General Ilustrada del País Vasco". Literatura, t. I, p. 336-338). A un mes escaso del golpe, la derecha bayonesa que ve acercarse su reinado, funda Le Méssager de Bayonne et Landes para salir al paso a Chaho y al Eclaireur de Capo.

Jean-François Jules Labat, nacido en Baiona en 1819, ocupó la alcaldía de la misma desde el golpe de estado hasta la caída del Imperio. Al dar Bonaparte el golpe de estado, Chaho se refugia en Vitoria, Capo es arrestado antes de poder hacerlo tras haber leído la Constitución francesa a la gente apiñada ante la ventana de su periódico y el consejo municipal es desalojado por la gendarmería. Varios periódicos desaparecen, así el International de Bayonne dando lugar al nuevo Méssager de Bayonne y el Eclaireur que dará paso a la reaparición del Courrier. Suspendida toda vida democrática, exiliados los principales jefes liberales, Baiona acepta la dictadura por 2.076 votos contra los 1.292 de la oposición, en el plebiscito del 21 de diciembre de 1851. Durante los 20 años que dura su mandato, Jules Labat transforma el paisaje urbano de la ciudad: en 1857, Saint-Esprit es incorporado al municipio, en 1855 se inaugura el tren de Baiona a Burdeos que llena de esperanzas de prosperidad a la villa.

Durante el II Imperio se construye el puente metálico por el que pasa la vía del tren, se crean comunicaciones directas entre los barrios de uno y otro lado del río, se erige la iglesia de St.-André, se hermosean las Allées Boufflers, se da impulso a la salubridad, a la extensión del gas de alumbrado, a la limpieza de la barra del Adur, se numeran las viviendas... Laburdi conoce la primera fiesta vasca (Urruña, 1853). El príncipe Bonaparte efectúa la primera visita al país en 1856. Abbadie traerá consigo todo un renacer cultural. Pero Baiona, puerto comercial, languidece. Incluso la tradicional exportación de vinos bearneses y landeses deja de efectuarse. Esta decadencia que se arrastra durante todo el siglo XIX, será sólo aliviada por el plan Freycinet (1878) y la instalación de Forges de l'Adour (1882). Tendremos que esperar al siglo XX para que esta crisis pueda empezar a ser superada (veáse apartado Economia). Mientras tanto, Chaho vuelve del destierro, para morir en Baiona. Su entierro (1858), civil, causa escándalo.

Pero no nos creamos que este suletino genial sólo se dedicó a los ajetreos de la vida parlamentaria francesa reflejados en Baiona, su nervio político incidió en todos los problemas del país, en ambas vertientes, desde el drama carlista hasta la lexicografía vasca y la federación de los pueblos vascos. Su producción literaria refleja una mente a la que interesa todo... Hacia 1860, la vida adormilada de la ciudad va despertando al aflojarse las garras de la dictadura, conforme Napoleón III va liberalizando el régimen. La firma del tratado librecambista con Inglaterra trae otra oleada de esperanza a los bayoneses. El 20 de septiembre de 1868 Napoleón III visita la ciudad: inspecciona tres casas para obreros que se han edificado en la plaza, del Mercado de St-Esprit. Ese mismo año se construye el mercado bayonés, se crea el periódico ultra católico La Semaine de Bayomie y Le Libéral bayonnais, periódico de oposición (Bresson).

La reconstrucción de la oposición se advierte en la campaña electoral de 1869. Muy agitada, gana Labat pero contra él vota una ya importante minoría que obtiene sólo 136 votos menos (Abbadie) y que, dado el prestigio del alcalde Labat, significa una importante victoria. En Francia, la acción de Gambetta y Ferry se va haciendo notar. Meses antes del desastre de Sedán, en el plebiscito de 1870, Baiona da fuego verde a las reformas liberales de Ollivier.

Plebiscito del 8 de mayo de 1870
No
Gran Baiona 1.142 525
Pequeña Baiona 571 481
St- Espirit 761 429
Total 2.474 1.435

Baiona republicana contra el campo monárquico. Los inicios de la Tercera República. (1870-1885) La Tercera República es proclamada en París el 4 de septiembre de 1870, a los tres días del desastre de Sedán que trae consigo el derrumbe del Segundo Imperio y en Baiona el 18 del mismo mes. Los supervivientes de la generación del 48, se agrupan alrededor del Libéral Bayonnais -Le Progrés du Sud-Ouest de 1871 a 1873- que cuenta con Bresson y Drevet como principales redactores. Así, saltan a la palestra política bayonesa, junto con el veterano político bajo-navarra M. Renaud, el financiero Eugéne Duclerc, fundador del Crédito Mobiliario Español y ministro de finanzas bajo la Segunda República, Steneeackers, director del PTT, nieto de Sauvine, alcalde de Baiona de 1798-1800, y sobrino del contralmirante Dornaldéguy.

También un militar, el almirante Jauréguiberry, poco conocido en el país pero rápidamente célebre por su heroísmo en el ejército del Loira. Los republicanos bearneses, en vista de las elecciones del 8-11-1871 (9 diputados a la Asamblea Nacional), presentan a Marcel Barthe, Gaston Lamaignère, Pécaut, Costadoat, Emile Garet y Jules Lestapís. Los monárquicos vascos cuentan con un cargohabiente de Luis Felipe, el bajonavarro orleanista Adolphe Daguenet con clientela segura en la Baja Navarra, Zuberoa y también Baiona, y con Amédee de Laborde-Noguez con simpatías en Lapurdi. Los bearneses con Xavier Dufaur, Gontaut-Biron y Louis Lacaze. El Courrier, conservador de tendencia bonapartista, presentó una sabia mezcla -mélanges jésuitiques la llamó el Libéral- apoyada por el clero y los caciques locales: Barthe, Duclerc, Garet, Renaud, Jauréguiberry, Lacaze, Lamaignére, Pécaut y Lestapis. En estas primeras elecciones generales después de la dictadura, dos de cada tres bayoneses votaron a los republicanos aunque en el resto del país la relación es casi de igualdad. De los candidatos vascos fueron elegidos:

TotalBaiona
Renaurd51.4473.474 (rep.)
Duclerc44.7583.016 (rep.)
Jaureg.41.6703.143 (rep.)
Daguenet39.6561.044 (orlean.)

Sin embargo, poco después Jauréguiberry dimitió y resultó elegido [7-1-1872] el conservador Chesnelong por el que el clero hizo una activa campaña; Baiona esta vez también votó republicano y concedió sólo 879 votos al ganador, contra 2.243 que otorgó al marqués de Noailles (rep.). Al ser elegido Daguenet senador (30-I-I876) y ser nombrado Duclerc senador inamovible, el País Vasco se ve representado en el senado por un republicano y un orleanista. Pero este equilibrio apenas dura unos meses. Baiona elige un alcalde republicano partidario de la escuela laica y gratuita, el bayonés Théodore Plantié. Este será el candidato del partido en las reñidas elecciones de 1876, apoyado desde París por Duclerc, y en la ciudad por periódicos como el Avenir y jefes republicanos corno Lespés, hijo de Chaho, el farmacéutico Darracq, Mongla, el negociante Simonet, el comerciante Haulon, el rentista Portes, el negociante Russac, el Dr. Delvaille de la comunidad israelita, etc.

Retirado durante seis años en el castillo Gramont de Biarritz, Jules Labat salta a la palestra nuevamente como cabeza de fila bonapartista. Labat era partidario de la escuela confesional peso aceptaba el juego parlamentario a fin de modificar la Constitución. Esta vez el clero se divide, parte con Labat, por haber apoyado el poder temporal del papado, y parte con otro candidato monárquico, Arnauld d'Abbadie, legitimista, hermano de Charles y de Antoine, célebres vascófilos ["Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco", Lit., t. I, pp. 334-350]. Los Abbadie, estaban revolucionando la literatura popular vasca desde 1853, fecha de la primera fiesta vasca (Urruña); su enorme influencia en pro de la cultura euskérica se proyectará, aún después de su muerte a fines de siglo.

En Baiona se reprochará a d'Abbadie su desarraigo, su estancia de 10 años (1837-1848) como ministro del Negus en Abisinia, pero le apoya el obispo Lacroix a través del Semaine enfrentándose al Courrier partidario de Labat que acusa al suletino Abbadie de galicanismo. El enfrentamiento electoral tiene lugar en un ambiente enrarecido, preñado de las odiosidades que dividirán a los vascos decimonónicos de ambas vertientes a pesar de hallarse vencidos a diferentes carros estatales.

"Rara vez unas elecciones tomaron entre nosotros aspecto tan violento. A favor o en contra de la República, clericalismo o anticlericalísmo, escuela confesional o escuela laica: tales eran, en el fondo, las grandes cuestiones que se debatían el domingo 20 de febrero de 1876 en que los republicanos iban a obtener una enorme mayoría en la Cámara de Diputados

[Cuzacq: Les élections législatives à Bayonne et au Pays Basque... (1871-1898)]".

En el país, salvo la excepción bayonesa, triunfó la monarquía, la tradición. Es que, aunque parezca mentira y, haciendo abstracción de la actuación del clero, que lucha por motivos bien concretos -contra la laicificación de la sociedad, en especial de la enseñanza, contra la separación de la Iglesia y el Estado, etc. en el pueblo, existe una conciencia viva de que durante el "antiguo régimen", él era dueño de sus destinos:

Heskualdun populuak
ziren ohoratuak
Franzian, Españan;
mintzaye bera zuten
zuzen berak zituzten
mendearen mendetan
bi erresumetan.

Zergarik, soldadorik,
gañeko petxarik
han etzen pagatzen,
ez bazen biltzarretan
borondatezkoetan
beharr'ezagutzen,
xedea markatzen.

El pueblo vasco
era honrado
tanto en Francia como en España;
tuvo la misma lengua,
tuvo el mismo derecho
por las siglos de los siglos
en ambos reinos.

Allí no se pagaban
ni impuestos ni milicias
ni otras pechas,
sino se aprobaban
voluntariamente
en las asambleas
concretando el objeto.


canta un grupo de "republicanos" vascos al diputado republicano Renaud de San Juan de Pie de Puerto... Y no hace falta leer entre líneas para ver que su reivindicación fundamental [léase la continuación de estos deliciosos versos en "Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco", Lit. t. I, P· 336-338] se reduce a una única: la restauración foral. La diferencia, entre vascos del pueblo, republicanos y monárquicos, se deberá pues a otro factor: la cuestión religiosa. Pero en Baiona, todo se plantea de diferente forma. Ganada a la república desde los primeros momentos, las cosas hubieran podido ser de otra manera si Chaho no hubiera muerto prematuramente, a los 48 años de edad. Farmacéuticos, comerciantes, negociantes rentistas, funcionarios, abogados, maestros y aduaneros, más algunos representantes del ejército, a pesar de católicos en su mayoría, ya no pueden votar monárquico aunque persista un importante núcleo bonapartista. Esta burguesía votará a una república moderada, por lo menos hasta 1898, y aspirará a trepar -consejo municipal, alcaldía, consejo departamental, diputado en París, tal vez senador, tal vez ministro- lo más rápidamente posible dentro de los partidos franceses.

El campo vasco produce emigrantes; la ciudad, políticos. En estas elecciones del 20 de febrero de 1876, el distrito de Baiona votó a J. Labat (6.540) y a Plantié (5.697) alcanzando d'Abbadie sólo 2.289 votos. La ciudad, otorgó el cargo a Plantié (2.625) quedando Labat segundo (658). En la segunda vuelta, los votos de Abbadie se repartieron. En provincia [distrito de Baiona] el triunfo fue de Labat, y de Harispe [sobrino del mariscal, bonapartista] en el de Mauleón, resultando derrotado Renaud. También en la ciudad, la cuestión religiosa incide, máxime por ser Baiona sede episcopal, aunque en muchos casos es el cura rural mucho más intransigente que el obispo. Ante las elecciones de 1877, es un cura de la catedral el que polemiza sobre la cuestión de la enseñanza con el alcalde. A la tirantez habitual se suman los ataques de La Sémaine contra Renaud. A pesar de haber votado a favor del mantenimiento de las oraciones públicas, el-clero no perdonaba a Renaud el que hubiera alzado su voz contra el poder temporal del Papa, el descanso dominical, etc. [Cuzacq]. Baiona se suma al triunfo republicano francés pero los Bajos Pirineos votan monárquico.

En cuanto a la vida material, Baiona recibe en 1878 al ministro de Obras Públicas que promete a la ciudad el hacer factible la navegación fluvial hasta Mugron y empalmar la ciudad, por vía férrea, con San Juan de Pie de Puerto y con siglo E. de Baigorry. El Plan Freycinet mejorará un tanto la situación decadente de la vida comercial. Al año siguiente se edifica el Liceo de la villa en el parque de Marracq. En 1882 una compañía lorenesa, Homécourt, instala en el Boucau las Forjas que darán nueva vitalidad a la Baiona de fin de siglo, incluso en el terreno político al aparecer en ellas las primeras manifestaciones de organización socialista en el N. del país. En esta década de los 80 en la que la república se afianza en Francia, comienzan a producirse los primeros decretos laicos de Jules Ferry -contra las congregaciones religiosas, en pro de la escuela laica, neutra, obligatoria y gratuita (I882)- y se reconoce oficial mente a los sindicatos (1884), en Baiona se instala (1880) un Consejo Municipal republicano en torno al alcalde Plantié: Haulon, presidente del Tribunal de Comercio, Portes, miembro de la Cámara de Comercio, Léo Bergeret, Dolhats, Simonet, Da costa, Roby, Russac, negociantes, Cavé Esgarris y Lespés, abogados, Lavergne y Labourdette, arquitectos, Bernet y Darracq, farmacéuticos, Delvaille, Ernest Lafont, Chevillion, doctores, el protestante Léorat y el israelita Marqfoy, representantes, junto con Delvaille (israelita), de las minorías religiosas, Baignéres, rentista y Arrospide, panadero.

El triunfo de los republicanos en agosto de 1881 [4.876 a favor, 2.433 en contra] permite a la municipalidad prohibir las procesiones por las calles de la ciudad que un año antes había expulsado a los capuchinos. El 14 de julio es festejado con bailes e iluminaciones. En las elecciones senatoriales (1882) también ganan:

Barthe: 432
Lacaze: 430
Renaud: 408

Y asimismo a la muerte de Renaud (1885), Plantié es elegido senador por 579 votos contra 431 otorgados al bonapartista Bourbaki, famoso por una retirada heroica en la última guerra. El triunfo conservador en las elecciones de diputados de 1885 es por escaso margen [dos de cada tres bayoneses votan por la república] pero en la renovación del Consejo General son elegidos Lafon y Haulon en los dos cantones de Baiona que desalojan a los conservadores Labat y Guichenné. Pero a pesar de este empuje republicano en las ciudades, los campesinos, mayoría en Francia y mayoría en el País Vasco francés, endurecen su posición sobre todo cuando la política imperialista del gobierno en Africa y Asia deja al descubierto el alcance insospechado del servicio militar obligatorio. Está, además, la acción decisiva del clero. A la muerte del conde de Chambord (4-8-1883), pretendiente monárquico, el obispo de Baiona ofició una ceremonia solemne en la catedral, a la que acudieron todos los monárquicos de la ciudad.

Incendio de 1889: arden los archivos. Uno de los más lamentables incendios que haya conocido Baiona, fue el del 31 de diciembre de 1889, en el que desaparecieron gran número de preciosos documentos del archivo de la ciudad. Comenzó en los alrededores del Ayuntamiento que se vio inmediatamente amenazado, y con él su archivo. Equipos de socorro se organizaron con rapidez; tiran los legajos de documentos por las ventanas, desde el último piso, mientras un cordón de guardias cierran las plazas de Armas y de la Libertad. En total se perdieron 6 registros y 318 legajos del archivo antiguo, y muchos documentos del moderno.

Hay tres hechos fundamentales que determinan la caída del frente monárquico, primero en Bajos Pirineos y finalmente en el País Vasco continental, en los quince últimos años del siglo XIX. Estos tres factores son la nueva política de León XIII (1878-1903), la designación de un nuevo obispo, el republicano Jauffret, para la diócesis de Baiona, y la desaparición de una serie de personalidades políticas sustituidas por una nueva generación. Desde 1885, año en que muere el bajonavarro Renaud, a 1889 en que muere Plantié, pasando por los fallecimientos de Daguenet (1886), Destandau (1887) y Duclerc (1888), el vasco se desentiende de su nostalgia de ancien régime foral, al cumplirse el centenario de 1789. Pero una figura nueva, Louis Etcheverry, mantendrá durante algún tiempo viva la línea tradicional. El periódico Eskualduna lo funda en Baiona en 1887 con la colaboración de vasquistas como Jean Hiriart-Urruty, Arnaud d'Abbadie, Adema, Héguy, Iriart y Constantin, que en 1903 abandonarán Etcheverry. Periódico de gran tirada, clerical, de simpatía monárquica, pero de calado.

En el país cada vez habrá más personas que voten republicano, pero la mayoría de la población vasca campesina no vota a un partido sino a determinada persona, generalmente aconsejada por el clero o por los notables del lugar. Para el vasco la conquista parlamentaria -hay que tener en cuenta lo lejano del parlamento (París) en contraposición a lo cercano del desaparecido batzar- se traduce en régimen caciquil apoyado en la burguesía rural. Otros se abstienen... También en Baiona, sube al poder un nuevo jaun. Desde 1888 hasta 1908, ocupa el cargo de alcalde Léo Pouzac, gran burgués, republicano moderado, rodeado de un consejo municipal de señores reposados: Léo Bergeret, Biraben (industrial), Daguerre (capitán), Haulon y Lafon (consejeros generales), Morville, Dacosta, Domingo, Darracq. Durante estos veinte años Pouzac llevará adelante una política laica pero de acercamiento a la iglesia, de atención a las minorías bayonesas: protestantes y judíos.

Contra estos republicanos en el poder se irá constituyendo una nueva oposición: el radicalismo, que adquiere verdadera importancia con el caso Dreyfus (1898) y se apodera del poder municipal en 1908. El año 1890, Roma decide por fin. aceptar la república francesa y ordena a los católicos que se incorporen (ralliement) a ella en vez de torpedearla. Hacía unos meses, en las elecciones de septiembre de 1889, la victoria republicana había sido total. Lo cual no ocurre en el País Vasco, a pesar de ser un bayonés, Mgr Lavigerie, el portavoz de León XIII. La orden papal produce gran desconcierto entre el clero, desconcierto mayor cuando un obispo republicano, Mgr Jauffret, ocupa la sede de Baiona en marzo de ese mismo año. Jauffret tratará de inclinar al clero vasco hacia la república moderada. Remplaza al canónigo Inchauspe, que se había distinguido en apoyar al clero refractario, por Diharce. Luego efectuó una serie de traslados... que le granjearon una tenaz enemiga de su clero [Moreau: "H. de l'A. B.", p. 546].

Sin embargo León XIII lo respalda: los diez curas trasladados, que apelan al Vaticano, son consolados mediante títulos honoríficos. Lavigerie apoya desde Argelia la nueva política de integración pero gran parte del clero vasco, más los grupos monárquicos y bonapartistas, se desentienden. Incluso al Courrier (15-XII-1890) acusa al cadenal bayonés de ser "imperialista en 1863... legitimista en 1874..., el mes pasado, apologista de la república..." El Eskualduna de Etcheverry cede, aunque de mala gana, esta vez. La fronda rural está en manos de un cura de Cambo, Diharassarry. Falto del apoyo masivo del clero y vaciado de su antiguo componente foral, el ideal monárquico se derrumba lentamente en el país. En las elecciones de septiembre de 1889, Baiona había elegido a Haulon -senador en 1890- contra Laborde-Noguez, pero el resto del país aún votó por Labat y Louis Etcheverry.

1889Rad. Rep. Conserv.
Gran Baiona 127 votos 998 votos 696 votos
Pequeña Baiona 100 votos 629 votos 269 votos
Saint-Esperit 258 votos 631 votos 415 votos

En las siguientes (1891), aunque Jules Labat mantiene aún la mayor parte de Lapurdi, y Etcheverry la Baja Navarra, Zuberoa pasa al campo republicano. Ese año el presidente Carnot visita Baiona, las Forjas del Adur y diversos establecimientos. El obispo lo cumplimenta... Entre 1893 y 1896, las dos fracciones del clero se combaten. En las agitadas elecciones de 1893 se presenta el banderizo Diharassarry contra el republicano Harrigue alias Morroxko. Baiona vota a Lafont, que se presenta sin adversarios; Mauleón también vota re publicano, confirmando así la votación anterior. El 16 de abril de 1896 aparece Le Patriote del abate Pon, que apoyará al vapuleado obispo Jauffret. En el campo republicano, aparece el biarrota Jules Legrand, republicano de prometedora carrera, que sustituye a Lafont (1896) muerto tempranamente.

En estos decisivos años finales de derrota monárquica, el abanico republicano es lo suficientemente amplio como para admitir, en su ala moderada, a los transfugas de la monarquía. A ello se debe el triunfo de los republicanos moderados en las de elecciones de marzo de 1898 que obtienen el nombramiento de 7 de sus candidatos. En el ala izquierda del campo republicano bayonés, los socialistas trataron de organizarse creando un comité que se estableció en la calle Pontriques y, faltos de un lider local de altura, trajeron al abogado Sicaud para presentarlo de candidato. Durante la campaña, cerca de un centenar de obreros del Boucau provocó un albotoro silbando al moderado Legrand en el Teatro Municipal de Baiona. Es curioso observar el resultado de estos comicios en los barrios bayoneses:

Legrand
(rep. mod.)
Sicaud
(social)
Gran Baiona1.184 296
Pequeña Baiona595 233
Saint-Espirit455 799
Total2.234 1.328

Es evidente que la oposición radical, débil aún para presentar un candidato propio, votó a los socialistas. Pero la radicalización de la opinión acarreada por el caso Dreyfus (1898...) se dejará sentir en Baiona en los inicios del siglo XX, haciendo a esta "fracción" mayoritaria. Algunas figuras ya comienzan a destacar: Bidaubigue, un Lasserre que, naturalmente, no es el de Semaine, el abogado Garat, Morville, Gaillard, candidato en 1902, Etchegaray, etc.

El célebre J'accuse de Zola produjo una repercusión tardía en el país. Baiona, a imitación de lo ocurrido en París se dividió en dos bandos irreconciliables en el que radicales y socialistas hacen bloque a favor de Dreyfus. Entre los periódicos, L'Avenir toma partido por el capitán de origen judío injustamente convicto de traición, y el Courrier en contra. En la revisión del proceso efectuada en 1899-1900, Dreyfus es amnistiado lo cual abre las puertas a la República radical (1900-1914) en Francia. Sólo Barthou, de los diputados de los Bajos Pirineos, votó en favor de Dreyfus. Legrand, que había sido nombrado Ministro del Interior y de Cultos en el gabinete Dupuy, ve frenada en seco, desde entonces, su carrera, Louis Etcheverry dimite en la jefatura del Eskualduna a instancias del obispo aunque su sucesor Renau d'Elissagaray sigue en la línea refractaria. Los católicos bayoneses, republicanos moderados en su mayoría, denuncian la amenaza de la "tríplice": el pastor, el consistorio judío y el venerable, de la logia (Cuzacq). El frente moderado del país, pese a la indudable solidez de sus componentes -clero, alta y parte de media burguesía, campesinos y notables rurales- sufrirá una ruda sacudida en los años iniciales del siglo pero la política anticlerical de Combes contribuye a mantener su cohesión.