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Argentina

El popular vasco llegó a Buenos Aires el año 1859 acompañado de su novia Angela Querejeta. En aquel tiempo los barcos no podían atracar y se hacía transbordo. En la barca que lo llevaba a tierra entonó el Gernika'ko Arbola que fue coreado por los vascos que le esperaban en la orilla. Iparraguirre y su novia se hospedaron en la fonda de su amigo Francisco Mendia, que tenía en calle Moreno. Pronto se casaron en la iglesia de San Ignacio, siendo padrinos los fondistas. A los pocos días llevó a su mujer a casa de un tío suyo que era maestro y se fue al Uruguay. La vida del bardo en América se centra en el Uruguay.

En 1878 desea volver a su tierra y solicita la ayuda del Laurak-Bat de Buenos Aires. La citada sociedad abrió una suscripción popular e Iparraguirre dio un emocionante concierto en un teatro de la capital argentina. Desembarcó en Burdeos en 1878. La generosidad de los vascos argentinos, jamás desmentida, se manifiesta una vez más: el Laurak-Bat inicia un homenaje a Enbeita, el ruiseñor de Vizcaya, eco americano de su glorificación en Vizcaya. Las demás entidades vasco-argentinas se adhieren y con los fondos recaudados compran el caserío donde Enbeita había vivido en Muxika, y le hacen este emotivo obsequio. El acto de Buenos Aires adquiere gran resonancia con la intervención del poeta argentino Leopoldo Lugones que escribe un poema, un saludo a Pedro de Enbeita:

"Lo saludo en la aurora que entreabre su granada,Y en el día que parte su toronja dorada.Lo saludo en la tarde gemida por los píos,Que reina como un ángel en los montes sombríos.Lo saludo en la noche, que cernida de estrellas,Junta en la misma Vía de esplendor nuestras huellas.En su idioma de hierro, dulcemente sonoro,Que cual batido yunque canta con timbre de oro.En el mirlo, en el txistu, y en la alondra, su flauta.En el verso sin letras y en su canción sin pauta.Lo saludo en la Patria que toda gloria explica.Lo saludo en el vástago del árbol de Guernika.Lo saludo en el Fuero de la honra y la equidad.Pedro de Enbeita el vasco, ¡Viva la libertad!

Leopoldo Lugones llevó hasta su muerte una medalla de oro, obsequio de los vascos. Cuando murió estaba en el escritorio del poeta, junto a su reloj. (Estampas Vascas, por Constantino del Esla. Ekin, 1945).