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Agote: etnología e historia

Se ha escrito mucho sobre los agotes, sobre todo pretendiendo hallar el motivo de la exclusión en sus orígenes. La coincidencia con los nombres medievales arriba citados y algunos rasgos de su marginación los vinculan de un modo u otro con la lepra: eran obligados a vivir fuera de los núcleos de población, a señalar su presencia con algún distintivo, a beber en distintas fuentes o a servirse el agua o cocer el pan los últimos y con menaje propio, a no tocar los alimentos que no fueran para su propio consumo, etc., en suma, medidas que pretendían evitar la contaminación. Sin embargo, no había coincidencia total en el trato a agotes y leprosos, y las normas de exclusión contra los agotes fueron suavizándose en lo que respecta al contacto físico, pero no en los derechos económicos y políticos, y menos aún en la representación simbólica de la comunidad. Popularmente se les atribuía como origen una lepra no históricamente documentada sino mitificada: los agotes serían los descendientes de un personaje bíblico castigado por Dios con esa enfermedad, y su marginación se justificaba por ser hereditaria no la enfermedad física, pero sí la perversidad moral que la produjo, o se les ha considerado descendientes de falsos leprosos, que pretendían vivir de la caridad haciéndose pasar por enfermos, castigando así su hipocresía. Otras veces se les considera descendientes de herejes, principalmente cátaros o albigenses, origen que ellos mismo asumen como cierto en una solicitud de igualdad de trato al Papa. En las versiones más cultas se les considera descendientes de arrianos o cristianos primitivos aislados en las montañas. También se les han atribuido diferentes orígenes: godos, sarracenos, celtas, afectados de bocio, de cretinismo, etc.

Los estudios de estos orígenes, que ya se publican desde el siglo XVI, se basan sobre todo en las etimologías y en sus rasgos físicos. Estos estudios se dedicaron principalmente a validar con notas eruditas muchos de los prejuicios populares. Así, el término got ha servido lo mismo para demostrar su origen godo, (cagot = perro godo) como el sarraceno, (cagot = cazagodos). Las palabras relacionadas con cristiano lo mismo han servido para justificar su cristianismo primitivo, su falso cristianismo o el cretinismo, una de las enfermedades que se les han atribuido. Las especificidades físicas más evidentemente falsas (hedor, carencia de lóbulos en las orejas, o de secreciones mucosas, constante flujo de sangre y semen, calor corporal superior, hasta el punto de que su pisada desnuda llegaba a quemar la tierra, etc.) no suelen ser aceptadas por los eruditos, pero sí hablan constantemente de su constitución o rasgos característicos de cuerpo, cabeza o cara. Los resultados difieren según el origen atribuido: rubicundos y corpulentos si godos, morenos y estilizados si moros, robustos si originarios de alguna raza belicosa, débiles y enfermizos si herederos de alguna tara física, etc. Paradójicamente, la percepción popular, que hacía hincapié en los atributos físicos más fantásticos, a su vez los consideraba muy hermosos. Los análisis supuestamente psicológicos adolecen de las mismas contradicciones, según la consideración que merecen al autor: torpes, faltos de inteligencia, miserables, enfermizos, lascivos, o inteligentes, dóciles, trabajadores, altivos, valientes. Muchos insisten en su humildad, causada según unos en sus condiciones de vida social y económicamente infrahumanas, o según otros en su carácter hipócrita, derivado de su falso cristianismo o falsa lepra. No faltan referencias a supuestos poderes mágicos y fabulosas riquezas, fuerza y resistencia colosal, arrojo, lujuria... Antolini apunta que en ellos se proyectaba, a modo de orden invertido, todo lo que la sociedad rechazaba.

A partir del siglo XIX se analiza la marginación como fenómeno propio, qué la provocó, pero también qué la mantuvo, analizando no tanto a los agotes en sí como en contraste con la sociedad que los excluía. Se ha apuntado como motivo, tanto del origen como del mantenimiento de la exclusión, su incapacidad de salir del régimen de servidumbre al que les sometían algunos señores, como los de la casa Ursua con respecto a los de Bozate y los de Jaurola con los de Elbetea (Baztan), los de Etxauz con los de Baigorri, los de Logras con varios núcleos de Garazi (Saint-Jean-Pied-de-Port), etc. Esta dependencia de carácter feudal, que no se limitaba al pago de rentas por las casas y tierras, dejaría a los agotes en una situación de inferioridad jurídica respecto a sus vecinos libres de pechas. Pero esta explicación no es suficiente, porque no todos los agotes mantenían relaciones de servidumbre, ni éstas eran exclusivas de agotes, y porque agotes y no agotes aparecen juntos para pleitear contra señores nobles.

También se ha tratado de explicar la marginación desde un planteamiento opuesto, la jerarquización feudal clásica. Los agotes están fuera del esquema: no son nobles y tienen prohibido portar armas, aunque viven a su sombra (ellos construían sus castillos, lo que habría provocado la animadversión de los campesinos sojuzgados) y no pagan impuestos ni son sometidos a levas; no son eclesiásticos ni lo pueden ser, aunque muchos de sus núcleos, y con ellos sus habitantes, están sometidos a la jurisdicción de monasterios y gozan de sus inmunidades; no forman parte del tercer estado, ni en las villas ni en los núcleos rurales, puesto que son excluidos de cualquier cargo público o derecho correspondiente a la vecindad. Son artesanos, pero no forman parte de los gremios. A veces reciben un tratamiento parecido a los judíos: son obligados a vivir aparte, no necesariamente lejos, pero sí con un límite claramente definido, sea un puente, una regata, un bosque, un camino.

Fuera cual fuera el origen, en una sociedad de Antiguo Régimen, si la limpieza de sangre se heredaba, la impureza también, por lo que bastaba la sospecha de un origen oscuro para justificar la exclusión. Y en todo caso, siempre se les consideraba extranjeros: en Aragón se les considera de origen navarro, en Roncal, bearneses y aragoneses; por lo general, al sur de los Pirineos se les cree originarios de la vertiente norte, y en la norte originarios del sur. Ni siquiera está demostrado que todos tuvieran un solo origen, sino que grupos excluidos por una u otra razón en un territorio bastante extenso acabaron siendo considerados institucional y popularmente agotes. Pero su mezcla con grupos de otras etnias, como gitanos o moriscos, de existir, fue puntual. La suposición de que los kaskarotak de la costa labortana eran descendientes de gitanos y agotes no está avalada por datos fidedignos.