Urbanismo y construcciones civiles
La ciudad ocupa el centro de una amplia y rica llanura regada por el río Cidacos. Se mantiene a la vista de promontorios montañosos defendidos desde antaño, como el caso de Ujué, y ha sido objeto de ocupación al menos desde época romana, aunque el lugar encontraría su mayor esplendor en los años del gótico, con la erección de varias iglesias relevantes y, muy especialmente, con la construcción de su magnífico palacio fuerte que, en la práctica, supuso el traslado de la corte navarra a esta localidad.
El viejo núcleo romano se situó hacia el norte de la villa, en la zona más elevada y en torno a la calle de San Francisco, que constituyó su decumano mayor. Este "oppidum" estaría protegido por el llamado "cerco de dentro", y contaría con un pretorio fortificado situado en el actual "Palacio Viejo". La muralla romana tendría unos 600 metros de perímetro, y estaría flanqueada por buen número de torres cuadrangulares, de las cuales quedan restos de unas 20, situadas a unos treinta metros de distancia unas de otras. Esta obra, realizada en magnífico "opus quadratum", presenta en diversos puntos un almohadillado rústico típicamente romano, muy probablemente de los siglos I-II de nuestra era. Olite fue posteriormente fortificada en tiempos del monarca visigodo Suintila, que en el año 621 había realizado una expedición con el ánimo de someter a los vascones. Mediante la instalación de un puesto avanzado en "Oligitum", el monarca pretendía contener las incursiones de los vascos en las tierras meridionales de la provincia Tarraconense.
En el siglo XII se amplía este primitivo núcleo romano, con la erección de un nuevo burgo en torno a la actual iglesia de San Pedro, que sustituyó al anterior templo de San Felices. El antiguo pretorio romano se reaprovechó como castillo en la Edad Media, y sabemos que fue utilizado como residencia por monarcas como Sancho el Fuerte, Teobaldo II y Carlos II, antes de la célebre ampliación llevada a cabo por su hijo Carlos III el Noble. Durante el siglo XIII el núcleo, protegido y favorecido por los monarcas, seguirá siendo ampliado para acoger a una población en alza continua. Con el tiempo, el lugar se configuró como un conjunto de cuatro circunscripciones, llamadas San Miguel, La Carnicería, Santa María y La Judería, atravesadas por la Rúa Mayor, todo ello englobado dentro de una segunda muralla o "cerco de afuera", dotado de torres y puertas, como las de Tafalla, la Puerta del Mercado, la Puerta del Carmen (o de Falces) y la Puerta de Tudela. La actual Plaza de Carlos III tiene su origen en un amplio espacio alargado que se conformó entre los dos cercos, nuevo y viejo, de la ciudad.
Hoy en día, este espacio abierto constituye el centro vital de Olite, y divide el casco urbano en dos núcleos bastante bien diferenciados, situados al norte y al sur del mismo. Comenzando por la zona más septentrional, la calle San Francisco arranca del Portal de Tafalla, que aunque coincide con una de las puertas del recinto romano, hoy en día es una obra del siglo XVII, muy austera y sencilla en su diseño, con un arco de medio punto con la rosca moldurada en resalte, y un remate cuadrangular que alberga un escudo con las armas de la villa, entre aletones y rematado por un frontón curvo que lleva pequeñas pirámides escurialenses. En general, esta calle conserva algunos ejemplares bastante bien conservados de casas de origen gótico, aunque todas han sido evidentemente alteradas, y hay también algunas casas palacianas posteriores dignas de reseñar. La mayoría tienen fachadas de piedra, algunas de ellas bien aparejadas, y tres o cuatro alturas. Una de ellas presenta arco de entrada de medio punto sin moldurar, y vanos rectos que se abren en unos muros de sillería que usan muy poca argamasa. Otra casita, de menores pretensiones, se abre con arco de medio punto en sillería, pero los pisos superiores van en ladrillo. Más adelante hay varios inmuebles juntos, que presentan arcos apuntados de cierta antigüedad. Por encima se aprecian balcones que en algún caso proceden del rasgado de antiguas ventanas. Una de ellas conserva incluso una decoración a base de bolas en las jambas y en el dintel. A continuación va un palacio barroco de principios del XVII. La fachada va en buena sillería, en la que se abre un portalón adintelado con cajeamientos, dos balcones simétricamente dispuestos, cuyas jambas van molduradas, escudo barroco y en alto una galería de arquillos en ladrillo. Remata un vistoso alero de madera. Ya en la Plaza de los Teobaldos, un hermoso caserón dieciochesco hace esquina entre la calle de San Francisco y la propia plaza. Va enteramente en sillar, presenta un acceso con arco de medio punto y otro con arco rebajado. Por encima los vanos son cuadrangulares, y una imposta separa el ático, donde hay una serie de ventanas cuadradas, justamente bajo el alero, que es de gran empaque.
En la plaza, que es más propiamente un ensanchamiento de la propia calle, se encuentran el "Palacio Viejo", reedificado por Sancho el Fuerte, y la iglesia de Santa María. Probablemente este conjunto se corresponde con el antiguo espacio público o foro del núcleo romano. Otra casita, de sabor urbano y desarrollo vertical, presenta primer cuerpo en sillería y dos alturas en ladrillo. Se abre con arco de medio punto, habiendo restos de otro acceso mutilado. Siguen dos amplios balcones y una galería de cinco arquillos en lo alto. La calle se prolonga aún unos metros hasta el Portal del Chapitel, que es una puerta-torre del recinto romano, antes de la ampliación del casco urbano hacia el sur. Originariamente esta torre estaba abierta hacia el interior, recurso frecuente en los recintos romanos desde el Bajo Imperio, puesto que ahorraba un 25% de la obra. Actualmente la torre se cierra también por este lado, mediante un simple paño de ladrillo, bien diferente de los viejos y desgastados sillares del resto de la torre. Hacia el exterior, la puerta-torre presenta dos cuerpos bien diferenciados, con un zócalo en talud de unos dos metros de alto, un primer cuerpo en el que se abre el arco de entrada, apuntado, y una hornacina hoy en desuso. Por encima se aprecia un recrecimiento, sólo abierto por una ventana cuadrangular, y remata con tejado a cuatro vertientes. Al interior encontramos aún los goznes de piedra de la primitiva puerta, y en lo alto una buhedera, defensa vertical desde la que se podía disparar contra los intrusos.
A través del Portal del Chapitel se sale a la Plaza de Carlos III, que como ya se ha dicho es más propiamente un espacio abierto y alargado que separaba originariamente los dos recintos amurallados de la ciudad, y que constituye hoy el centro vital de Olite. En uno de sus extremos se levanta el edificio del Ayuntamiento, que es un elegante y vistoso edificio, pensado para presidir este espacio, ejecutado por el arquitecto Víctor Eusa a mediados del siglo XX. Su fachada es de piedra en los dos primeros pisos, llevando los dos superiores en ladrillo. Compone un bloque de desarrollo vertical, que se abre a la plaza con un pórtico con tres grandes arcadas de medio punto, cubierto al interior por bóvedas de arista enlucidas. El primer piso lleva un balcón corrido que cruza toda la fachada. Se abre con gran hueco central de medio punto, con ligero derrame, y flanqueado por otros seis arcos de medio punto, tres por lado, altos y estrechos. Esta zona se separa del cuerpo de ladrillo por una gruesa imposta moldurada, que enmarca un escudo en piedra con las armas de la villa. Bajo él, se puede leer: AÑO 1949. El tercer nivel se abre por dos balcones simétricamente dispuestos, y dos series de tres tragaluces. Por encima, la galería de arquillos doblados se cobija bajo el amplio alero. El tejado es a cuatro aguas, y da frente a la plaza con una espadaña de ladrillo con un reloj en su centro, flanqueado de dos aletones con pirámides escurialenses y culminado con frontón triangular.
Junto a este edificio se sitúa un hermoso palacio barroco de desarrollo horizontal, con un primer piso en sillar, abierto por vanos alternativamente rectos y rebajados, y segundo y tercer cuerpos en ladrillo, abiertos con balcones. Siguen varias casas abiertas con arcadas de medio punto, que crean animados soportales en los que se concentran comercios y negocios de hostelería. Enfrente nos encontramos con edificios de tipologías semejantes, con casas de tres alturas, que llevan el primer piso en sillar y los superiores en sillar o ladrillo, animados casi siempre con balconadas que buscan una mejor comunicación con la plaza. Más adelante, las casas siguen modelos ya reseñados, aunque no faltan las que se alejan un tanto de estos patrones, a veces incorporando miradores de madera o de obra. Señalaremos una pequeña casita de estilo ecléctico, con primer piso en piedra, en el que se abren dos vanos rebajados simétricamente dispuestos, y segundo cuerpo en ladrillo rojo, que ocupa dos alturas, en las que se abren un mirador de madera con rica y minuciosa decoración, y arriba dos balcones enmarcados con frontones triangulares. Remata con un alero de piedra con arquillos mixtilíneos. Ya hacia el final de la plaza, una fachada barroca del siglo XVIII sirve de paso desde esta plaza a la iglesia de Santa María. Lo compone un arco de medio punto moldurado y abaquetonado, coronado por un frontón triangular, y en alto dos vanos rematados por arcos de medio punto. Todo ello va flanqueado por un orden gigante de dos pilastras cajeadas. La plaza se cierra por este lado con el Palacio Real, que compone otra más de las sorprendentes vistas que este hermoso edificio muestra desde cualquiera de sus frentes. En este caso en concreto, sorprende la perfecta integración del castillo en el paisaje urbano, al que enriquece con la superposición escalonada de sus volúmenes, desde el muro perimetral guarnecido de garitas cónicas hasta la dominante torre mayor.
Desde esta plaza parte la Rúa Mayor, que enfrenta al Portal del Chapitel como queriendo prolongar la calle de San Francisco. Así pues, esta calle partía de la Plaza de Carlos III hasta llegar al Portal de Tudela, en el extremo opuesto de la villa. A lo largo de su trayecto podemos ver de nuevo tipologías ya descritas de casas palacianas, aunque debemos destacar también la profusión de arcos apuntados en sus fachadas, cuyo origen debe coincidir con el momento de máximo auge de Olite, en los siglos XIV y XV, cuando se perfiló como corte del reino. Abre la calle un edificio palaciano, que aún se abre mediante un arco apuntado de grandes dovelas, obra del XV, pero cuya parte superior fue alterada para crear un palacio del XVI avanzado o incluso del XVII, con balcones elegantemente dispuestos, y culminado por un cuerpo barroco en ladrillo, que sigue las líneas compositivas de los cuerpos bajos. Sigue una casita de desarrollo vertical, abierta por dos arcos góticos gemelos que apean en un pilar central. Uno de ellos luce un escudo en la clave. Sigue el palacio del Marqués de Rada, un elegantísimo edificio renacentista, con fachada en piedra bellamente aparejada, abierta en planta baja con un portalón de medio punto con la rosca moldurada, flanqueado de dos ventanas rectas. El segundo piso incorpora un monumental escudo de finísima labra, rodeado de cartelas, cabezas de querubines y dos monstruos tenantes, todo culminado por un yelmo. Va flanqueado por dos balcones, una galería de arquillos doblados y un alero de madera de gran desarrollo, con profusión de animales mitológicos y diversos motivos decorativos, que nos traen a la memoria otros vistos en Sangüesa (palacio de Vallesantoro), Tudela (palacio del Marqués de San Adrián) o Estella (casa de Fray Diego). Más adelante, otra casa aparentemente de menor empaque, con un primer piso en sillar y resto en ladrillo, con acceso de medio punto descentrado y balcones de saledizo curvilíneo, luce un no menos impresionante escudo rococó, que ocupa la mayor parte de la fachada. Otro palacete, del siglo XVI, se abre con un portalón de medio punto y grandes dovelas con la rosca moldurada. El primer piso va en sillares dispuestos a hueso, pero por encima siguen dos alturas en ladrillo. La primera de ellas muestra grandes ventanas cuadrangulares con enmarques a base de ladrillos aplantillados, hoy bastante maltratados, y culmina con una vistosa galería de arquillos doblados, separados por ojos de buey. Remata todo el conjunto con un elegante alero de ladrillos aplantillados. Abogamos decididamente por la conservación y recuperación de este bello edificio, que hoy se encuentra en precario estado de conservación. Hacia la mitad de la calle encontramos otro edificio palaciano del XVI, que hace esquina entre la Calle Mayor y la Rúa de San Pedro, y que perteneció al Marqués de Feria. En este caso la totalidad de la fachada es de piedra bien tallada y aparejada. Se abre mediante un arco de ligero apuntamiento y grandes dovelas sin moldurar, que recuerda modelos vistos en Urroz. La clave lleva un escudo labrado en minucioso relieve. Por encima se abren balcones y ventanas superpuestas, que presentan decoración orlada de bolas, propia del XVI, y todo ello culminado con un alero de piedra en el que se repite la decoración de bolas. Ya en el extremo de la calle y cerca del Portal de Tudela con el que se cierra, la Casa de Cultura-Kultur Etxea de Olite ocupa un viejo palacio renacentista. Tiene sillería en el primer piso y en el paño inmediato al acceso, que es un portalón de medio punto descentrado, con grandes dovelas y rosca moldurada. Por encima hay un segundo cuerpo de ladrillo, abierto por dos grandes ventanas cuadrangulares, dispuestas siguiendo más la lógica interior que la simetría. Culmina, una vez más, con una galería de arquillos de medio punto. En este ámbito y ante el portal de salida de la villa, que es un simple arco de medio punto sin decoración, se forma una pequeña placita triangular, presidida por una fuente de piedra compuesta por "aska" cuadrangular, pila con un único grifo y remate moldurado coronado por una bola escurialense. Lleva la inscripción FUENTE DE SAN PEDRO, y la fecha de 1907.
Desde este punto podemos tomar cualquiera de las calles que aquí convergen, como la llamada Calle del Pozo, donde encontramos casas de menores pretensiones, aunque tampoco faltan edificios dotados de labras heráldicas y que repiten tipologías ya descritas. Una de ellas, en el arranque de la calle, presenta fachada de piedra, acceso con arco de medio punto de dovelas poco desarrolladas, y vanos rectos presididos por un escudo barroco. Más adelante hay otro edificio de marcada horizontalidad, con fachada de piedra y dos pisos, perforados por un portalón de medio punto de grandes dovelas, y ventanas cuadrangulares pareadas en alto. Centra el conjunto un escudo medieval rodeado por una moldura conopial. En la Calle del Hospital encontramos casas predominantemente del siglo XVII, así como el antiguo Hospital de Nuestra Señora, de origen antiguo pero renovado en época moderna, tal y como reza la inscripción: ESPITAL DE OLITE 1574. RENOVADO EN 1850.
En la Calle del Seco encontramos un recio palacio renacentista, que sigue patrones ya vistos en la ciudad. En este caso el sillar se reduce a un zócalo bajo, yendo todo el resto en ladrillo. Se abre mediante portalón de medio punto cuya luz se ha reducido burdamente, flanqueado por varias ventanas rectas. El primer piso luce cuatro grandes ventanas rectas, y culmina con una galería de arquillos, separados por ojos de buey y con amplio alero encima. Otra casa presenta fachada de sillería bien escuadrada, con arco de medio punto parcialmente cortado por un balcón posterior, y escudo con leones tenantes. Otro palacio, de mayores pretensiones, muestra gran fachada de sillar, abierta por un portalón de gigantescas dovelas, propio del XVI, y vanos alineados en cuatro calles, que son balcones en el piso noble y ventanas rectas en el ático. Los balcones proceden del rasgado de antiguas y nobles ventanas, que aún lucen sus jambas y dinteles con cenefas de bolas. El conjunto va presidido por un escudo renacentista de fina labra, con dos niños tenantes que sorprenden por su buena y naturalista anatomía., así como por la naturalidad de los movimientos con los que danzan.
En las calles de Mirapiés y de Medios las tipologías encontradas responden a patrones ya descritos, en los que no faltan casitas de origen medieval, reformadas en épocas posteriores, así como inmuebles renacentistas y barrocos, como la casa de los Labairu, en la Calle de Medios, que incorpora una placa de mármol en la que puede leerse: EN ESTA CASA NACIO EL EXCMO E ILMO SEÑOR/ D. PEDRO CIRILO URIZ Y LABAYRU/ OBISPO QUE FUE DE LERIDA Y PAMPLONA/ DIA 8 DE JULIO DE 1799. El sector oriental de la villa, en torno a la Calle de la Rueda y la iglesia de San Pedro, presenta casas que en su mayor parte responden a modelos más simples y de menores pretensiones, aunque no faltan elementos que pudieran datar de la Edad Media, acordes con el trazado mismo de las calles.
Castillo-Palacio de los Reyes de Navarra
Ya hemos visto que el viejo "oppidum" romano había tenido un pretorio o edificio fuerte que fue posteriormente reutilizado en época medieval. Sancho el Fuerte lo reedificó, dotándole además de una torre central o torre mayor, llamada "de los Milagros", hoy desaparecida. Posteriormente los Teobaldos mejoraron y enriquecieron este conjunto, llamado todavía hoy "Palacio Viejo", y que hoy está ocupado por el Parador de Turismo. Así pues, la planta de este viejo palacio se conformó en forma cuadrangular, con torres esquineras y torre mayor central, llamada "de los Milagros". Una de las torres albergaba la capilla palatina, dedicada a San Jorge, y por los textos sabemos además que había una sala principal o de representación, llamada "de la Cort", la "sala de la reina Juana", la "sala Larga" y otras. Se trataba de una disposición que perduró hasta principios del XV, y que sin duda tuvo influencia en otros palacios y castillos reales del reino, así como en no pocos palacios señoriales que adoptaron la planta cuadrangular y con torres en las esquinas, como vemos en Artieda, Arazuri, Olloki, Latsaga y otros.
Cuando Carlos III el Noble decidió la edificación del "Palacio Nuevo", lo normal hubiera sido que el edificio viejo hubiera sido absorbido o, más fácilmente, derribado para aprovechar espacio y materiales. No obstante, la disponibilidad de espacio seguramente abrió paso a la idea de yuxtaponer el nuevo edificio, conformando una planta alargada y algo laberíntica, que ocuparía en consecuencia todo un costado de la villa. Las obras se desarrollaron durante el primer cuarto del siglo XV (1388-1424), y en ellas intervinieron maestros de la talla del mazonero Martín Périz de Estella y el escultor Jehan de Lome, de Tournay. Maestros musulmanes trabajaron además yeserías y paneles de estucos, y otros artistas como el carpintero Lope Barbicano y el pintor maestre Enrich colaboraron en la decoración de muros, suelos y techos. Cronológicamente, entre 1388 y 1398 se acometieron mejoras en el "Palacio Viejo", no pudiendo concretar si por estos años estaba ya decidido acometer las obras de envergadura que luego se llevaron a cabo. Entre 1402 y 1405 se levanta la Torre Mayor o Gran Torre, y adosada a ella por el lado sur la Torre de la Reina, con su sala inferior abovedada. Entre 1406 y 1408 se levantaron la Torre del Retrait y la de la Vit, esta última con el característico volumen cilíndrico adosado, que se corresponde con una escalera de caracol. Se comenzaron a levantar además los muros perimetrales que cerraban el recinto fortificado.
A la vuelta del viaje de Carlos III a Francia se dio un nuevo impulso a las obras. Entre 1411 y 1414 se levantan las torres de los Cuatro Vientos (o de las Tres Grandes Finestras), la de las Tres Coronas (u Ochavada), la de la Atalaya (o de la Joyosa Guarda), la del Aljibe y la del Portal del Fenero. El hábil Jehan Lome talló además algunas finas y espectaculares ventanas, con ricas tracerías góticas. Hasta 1424 se realizaron ya obras menores, justo antes de la muerte del monarca, en 1425. Tras su fallecimiento, el palacio siguió siendo frecuentado por los monarcas navarros, más o menos con asiduidad, pero tras la invasión conquista iniciada en 1512 sobrevino la decadencia. Se sucedieron períodos de abandono o sistemático desmantelamiento, y las guerras del siglo XIX terminaron por sumir en la ruina el conjunto. Fue ya en la segunda mitad del siglo XIX cuando la Comisión de Monumentos reivindicó el viejo castillo, que sería al fin adquirido por la Diputación Foral de Navarra en 1913. A partir de 1937 se inició el proceso de restauración, ejecutado por los hermanos Yárnoz Larrosa. A pesar de que esta intervención ha merecido en época actual críticas virulentas, debemos decir que se siguieron criterios de la época, tan volubles y pasajeros como los actuales, y que, en cualquier caso, todas las intervenciones estaban arqueológicamente bien demostradas y documentadas. Por otra parte, es un hecho constatable que restauraciones mucho más agresivas se han realizado y se realizan aún hoy en día en la arquitectura religiosa sin que se haya utilizado la misma vara de medir. Más aún, los conjuntos históricos urbanos son aún hoy, en la propia Navarra, objeto de actuaciones muchísimo más agresivas y extemporáneas, sin merecer juicios tan severos como los que los hermanos Yárnoz reciben incluso en la actualidad. Sin olvidar que el "Palacio Viejo" sería aún transformado en Parador Nacional con unos criterios que se nos antojan mucho más criticables, desarrollando una escenografía historicista propia de la época franquista, que siguió patrones constructivos y de decoración totalmente ajenos a Navarra.
Para terminar, diremos que Olite representa el último gran impulso de la castellología navarra. Por supuesto, sus criterios superan de largo la tradición pirenaica de castillos muy sencillos, apenas dotados de una torre mayor y un recinto flanqueado por torres secundarias. Supera también el caso de Tiebas, importado a partir de ejemplos del norte de Francia, y que supuso la instalación de un modelo planificado y regular en Navarra. Olite, con su plano alargado y laberíntico, es sobre todo un edificio en el que las defensas son más un elemento decorativo y de representación. En un plano internacional, se sitúa justo en la última generación de castillos medievales, antes de que la generalización del uso de la artillería alumbrara los castillos del grupo de La Mota de Medina del Campo y Coca. Creemos, por último, que Olite es un castillo decididamente "francés", y que debe mucho al castillo papal de Avignon, en el que la presencia navarra fue constante, por razones diplomáticas, en esos años críticos. El plano mismo, la disposición de los volúmenes, los matacanes dispuestos entre arcos de descarga apuntados, están ya presentes en Avignon. Incluso las garitas o "escaraguaitas" de la torre mayor, que se han querido relacionar con la castellología castellana del XV, se podían ver desde antes en el viejo castillo de los papas.
Ermitas
Pérez Ollo cita un total de diez, de las cuales todas menos una estarían desaparecidas a día de hoy. Se citan como perdidas, en concreto, las de San Antón, San José, San Lázaro, San Bartolomé, San Miguel, Santa Águeda, San Blas, San Cebrián y Nuestra Señora de Gracia.
En cuanto a la ermita de Santa Brígida, se levanta fuera del casco urbano, en la carretera que conduce hacia Peralta. Hasta el año 1435 estaba atendida por una mujer o "soror", pero a partir de esa fecha la reina Doña Blanca mandó levantar una casa para que habitaran los ermitaños, a la vez que les otorgó diversas mercedes y limosnas. Posteriormente, estuvo atendida por un ermitaño hasta el siglo XIX, y en 1885 se utilizó como lazareto durante la cruenta epidemia de cólera. De las tres romerías anuales que se realizaban a este lugar, tan sólo subsiste la que se lleva a cabo el 22 de mayo, día de Santa Quiteria. Hoy en día el eremitorio consta, además de la capilla, de un conjunto de construcciones anejas, rodeadas por una cerca. La iglesia es protogótica de hacia el año 1200, con planta de cruz latina y una única nave, terminada en testero recto. El transepto tiene un desarrollo inusual, de forma que su tramo central actúa además como capilla mayor. Los muros van aparejados en sillarejo de buena factura, y muestran al interior un interesante conjunto de pinturas murales, a las que luego haremos alusión. La nave va dividida en tres tramos, de los cuales los dos primeros presentan tan sólo los arcos fajones, yendo por encima una simple cubierta a dos aguas. El tercer tramo conserva su bóveda original, de cañón apuntado. El transepto lleva también cañón apuntado, aunque el tramo central va reforzado con dos gruesos baquetones en crucería simple. Al exterior, el acceso se ubica en el muro de los pies, y consta de un arco apuntado de sabor civil, con nueve dovelas bien desarrolladas y una media caña que recorre la rosca, que parece obra del XV.
En el año 1985 se descubrieron en el interior de esta ermita unas pinturas murales, góticas de mediados del siglo XIV, pertenecientes a la mano de un artista de segunda fila. Entre la iconografía podemos distinguir la Entrada de Cristo en Jerusalén y un Calvario. Las composiciones son simples, abigarradas y un tanto inocentes, con predominio del dibujo y gran esquematismo. Hay además un retablo barroco del XVII, con banco, un cuerpo articulado mediante columnas salomónicas, y ático. Presiden una talla de bulto de Santa Brígida y otra de San Froilán, renacentistas del XVI.
Parroquia de San Pedro
Se trata de la más antigua parroquia de la ciudad, aunque se tienen noticias de que existió otra anterior, bajo la advocación de San Felices, citada ya para 1138. Sea como fuere, esta primitiva parroquia desaparece de la documentación durante el siglo XII. Se trata de un templo protogótico de hacia el año 1200, aunque lógicamente ha sufrido numerosas vicisitudes y alteraciones en siglos posteriores, muy especialmente en el siglo XVIII.
Tiene planta de cruz latina, con tres naves divididas en cuatro tramos, transepto bien marcado en planta y cabecera en testero recto. La sacristía se adosa al lado septentrional del templo, donde hay además un claustro de buen tamaño. Al lado de la Epístola se yuxtaponen, por otra parte, sendas capillas de planta cuadrada, una de ellas dedicada a la Virgen del Campanal, alojada en el piso bajo de la torre, a la que se accede mediante arco apuntado, y la otra, de mayor tamaño, dedicada al Santo Cristo. Cronológicamente, la fábrica debió comenzarse por la cabecera, que presenta un aspecto más arcaico, y que en origen y hasta las ampliaciones del siglo XVIII remataba con tres ábsides circulares. El resto de la iglesia presentaba un aspecto algo más avanzado, datable ya como del siglo XIII.
En los alzados llaman la atención unos airosos pilares cruciformes, que han sido puestos en relación con los de la catedral de Tudela y Santa María de Sangüesa. Llevan adosadas medias columnas pareadas. Los capiteles llevan sobre todo decoración a base de motivos vegetales como palmetas, aunque los de los pies, más avanzados, presentan ya hojarasca gótica más naturalista, acompañadas de cabecitas humanas y de monstruos. Sobre estos capiteles apean los arcos fajones y formeros, a considerable mayor altura los primeros que los segundos. Los muros perimetrales se perforan con una serie de vanos de diferentes épocas, algunos de ellos apuntados. En los brazos del transepto observamos sendos rosetones, que deben ser los huecos más antiguos, contemporáneos a la erección del templo. Llevan tracería polilobulada. Los ventanales que se abren en la nave central, aprovechando la notable diferencia de altura respecto a las naves laterales, son ya plenamente góticas y debieron abrirse en el siglo XIII. A los pies del templo se abre un rosetón de gran tamaño, con tracería basada en doce vejigas, dispuestas de manera radial. A los pies de la nave se levanta un coro alto, propio del siglo XIV, que apoya sobre los correspondientes pilares, con arco de embocadura apuntado.
Se cubre la fábrica con bóveda de crucería simple, dotada de fuertes nervios de sección cuadrada, que afecta a naves y brazos del transepto. El sotocoro lleva también bóveda de nervios del XIV, más ricamente moldurada, y con la clave minuciosamente labrada con motivos vegetales. La capilla de la Virgen del Campanal se cubre con bóveda de crucería, al igual que la del Cristo, aunque en este caso las tracerías llevan terceletes. En cuanto a la sacristía, lleva bóveda de medio cañón con lunetos.
Como se ha adelantado, en 1708 esta nave fue ampliada por el lado de los ábsides, que fueron derribados para prolongar su longitud en dos tramos, cerrándose el conjunto con una nueva cabecera, recta en este caso. En este nuevo ámbito los soportes no son tan pesados ni robustos, y van articulados por pilastras de orden toscano, que llevan una imposta corrida a modo de capitel. Los nuevos tramos obtenidos tras la ampliación se cubrieron con bóvedas de arista, y sobre el crucero voltea una cúpula sobre pechinas, al tiempo que la cabecera lleva un medio cañón con lunetos.
Al exterior, el conjunto está en gran medida oculto por las construcciones anejas. La fachada presenta una portada de lenguaje todavía románico, ya algo tardío. Se abre mediante arco de medio punto con gran abocinamiento, salvándose el derrame mediante seis arquivoltas con gruesos baquetones lisos, y espacios intermedios ocupados por cenefas de decoración vegetal, aunque también podemos encontrar un ajedrezado. Apean sobre columnas y pies derechos, dispuestos de manera alterna. Los capiteles son predominantemente vegetales, aunque vemos también un San Jorge en pugna con el dragón y un centauro luchando contra una arpía. Los cimacios se prolongan a modo de imposta corrida, continuando aquí la decoración vegetal. El tímpano lleva labra gótica que parece del XIII. Debió sustituir a otro anterior, del que se conservaron las ménsulas que lo sustentaban, figurando un hombre cabalgando sobre un león y la lucha entre otro hombre y un oso. El actual tímpano se decora con figuras en alto relieve entre las que destaca San Pedro, en actitud de bendecir, acompañado de San Andrés y Santiago Peregrino, así como dos ángeles arrodillados. En el dintel hay decoración figurada corrida, distinguiéndose escenas de la vida de San Pedro, como la Entrega de las llaves y su Crucifixión. La fachada llevaba además decoración pictórica, hoy en precario estado y muy perdida. Por encima de esta portada corre un friso del siglo XIII, con escenas del Antiguo Testamento como Caín y Abel, Sansón y Dalila y otras. Otra portada medieval, de medio punto, situada en el lado de la Epístola, va cobijada por un pórtico barroco del XVIII, con tres tamos de bóvedas de arista.
El frente izquierdo de esta fachada presenta una alta torre de planta rectangular alargada, con fuste alto, medios puntos para las campanas y remate a base de frontones modernos. La llamada Torre Alta, que se alza en el lado de la Epístola y sobre la capilla de la Virgen del Campanal, tiene un aspecto más esbelto, con alto fuste de planta cuadrada, liso a excepción de unas cornisas que separan los pisos. Culmina con un antepecho calado con cuadrifolios, sostenido por una galería de matacanes decorativos, y una larguísima flecha octogonal de piedra, decorada en cada uno de sus frentes por un gablete que aligera las cargas para poder abrir una serie de vanos cuadrangulares. La flecha propiamente dicha tiene perfil ojival.
Por último, debemos citar el claustro adosado al templo por el lado del Evangelio, obra probable del siglo XIII. Tiene planta cuadrangular irregular, con 7-8 arcos apuntados por crujía. Apean sobre columnas pareadas sobre basas circulares, y llevan dobles capiteles decorados con motivos figurados, con escenas inspiradas en el Génesis. Hay además en este ámbito un arcosolio, obra del siglo XIII, así como otro que cobija un sepulcro y que se ha relacionado con la escuela de Jehan Lome. Una lápida gótica situada cerca luce la inscripción: ESTA OBRA FIZO FAZER PEDRO PEREZ DE CHAURI CLERIGO RACIONERO DE LA YGLESIA DE SANT PEDRO VEZINO DE LA VILLA DE OLIT ANO MIL CCCCXXXIII.
En el interior del templo preside un retablo mayor barroco, obra de Juan de Eguílaz (1681). Consta de banco, dos cuerpos de tres calles y ático curvo. Se articula mediante columnas de fuste ondulado, y la decoración es a base de hojarasca y frutas. Va presidido por una talla de San Pedro como pontífice, sedente y contemporánea del retablo, aunque va acompañada de tablas pintadas por el gran Vicente Berdusán, pintor tudelano del XVII. La iconografía registra motivos como San Fermín, San Francisco Javier, la Inmaculada Concepción, San Pablo, San José con el Niño y un Calvario en el ático.
En el muro del Evangelio nos encontramos con una talla gótica que representa a Santiago. Es obra del XV, relacionable con el taller del escultor borgoñón Jehan Lome de Tournay, que trabajó con profusión en Olite. Va ataviado como peregrino, con ropajes ricamente plegados con movimientos rítmicos y formas geométricas, y cabeza con vistosa melena y barba. En el transepto se encuentra el retablo de los Santos Juanes, obra del siglo XIX, de estilo neoclásico. Hay también un retablo dedicado a San Pascual Bailón, rococó de fines del XVIII.
En el muro de la Epístola podemos señalar el retablo de la Virgen de Fátima, que alberga alguna talla del XVIII, así como el retablo de la Virgen del Rosario, barroco del siglo XVIII, con banco, un cuerpo de tres calles y ático curvo. Se articula mediante columnas salomónicas, y la imagen titular es moderna. Podemos ver así mismo el sepulcro de Eneco Pinel, notario del siglo XV. Va en un arcosolio abocinado, con tres arquivoltas y decoración que incluye la talla de los ofrendantes, Eneco Pinel y su esposa. Pertenece a la escuela de Jehan Lome. Una inscripción dice: ESTA OBRA FIZO FAZER ENEQUO PINEL NOTARIO VEZINO DE OLIT EN EL AYNNO MILCCCCXXXDOS. En la capilla del Santo Cristo nos encontramos un Crucificado del XVII, así como un lienzo del taller de Berdusán que representa a los Santos Juanes. La capilla de la Virgen del Campanal alberga a la talla de la Virgen homónima, obra del siglo XIV. María, sedente, sujeta sobre su pierna izquierda a un Niño que se recuesta de manera exagerada sobre la madre. Llevan largas, con pliegues longitudinales que se quiebran en la parte inferior. Esta capilla estuvo además decorada por un conjunto de pinturas murales góticas, obra de dos maestros que superpusieron sus obras, y que fueron trasladadas al Museo de Navarra.
El coro alberga una sillería barroca de principios del XVIII, y en la sacristía se custodian otras obras de imaginería y de orfebrería.
Parroquia de Santa María
Se ubica junto al palacio real, por lo que fue considerada capilla del palacio. No obstante, y aunque no cabe duda de que su privilegiada situación facilitaría que fuera frecuentada por los reyes, también es cierto que el castillo tenía su propia capilla palatina, dedicada a San Jorge, y un pequeño oratorio. Pertenece al estilo gótico, datable en el siglo XIII. Su planta consta de una única nave, dividida en cuatro tramos de diferente tamaño, y una cabecera poligonal de cinco lados. A este plan original se han adosado una serie de capillas y estancias secundarias, entre las que destaca la sacristía, que fue edificada en el siglo XVIII, originariamente como capilla del Cristo. Los muros son de bella sillería, y separan los tramos unos pilares pentagonales adosados a las paredes. Llevan basas poligonales y capiteles decorados con hojarasca de raigambre gótica. Hay así mismo una serie de capillas, sepulcros y hornacinas de diferentes cronologías. A los pies se encuentra el coro, obra probable del siglo XIII, en el que posteriormente se alojó un órgano barroco del XVIII. Los vanos han sido en gran medida cegados, y presentaban en origen cierta uniformidad en su concepción, apuntados y sobre columnitas. La nave se cubre con cuatro tramos de bóveda de crucería simple, separados por arcos fajones de perfil apuntado, mientras que la cabecera lleva bóveda también de crucería adaptada a la planta pentagonal del ámbito que cubre.
Al exterior destaca la torre, de fuste prismático y cuerpo de campanas perforado por arcos apuntados pareados. Culmina con una balaustrada calada con trilóbulos. La portada consta de un arco apuntado de gran tamaño, cuyo abocinamiento se salva mediante ocho arquivoltas y guardalluvias exterior. La decoración es a base de hojas y racimos de uvas. Entre estos motivos destacan las figuras de un rey y una reina bajo doseletes, en actitud orante, que han sido identificados con la reina Juana de Navarra y su esposo el rey Felipe el Hermoso. En la zona baja hay otras figuras muy mal conservadas. Apean las arquivoltas sobre columnitas cuyos fustes, perfectamente alineados, tienen grosores diferentes de manera alterna. Los capiteles llevan decoración vegetal, alternando con algunas figuras de animales, hombres luchando, Adán y Eva, la Virgen con el Niño etc. El tímpano va dividido en dos registros, presididos por la imagen sedente de la Virgen, de bellos rasgos. En los relieves se recrean escenas como la Anunciación, Natividad, Martirio de los Inocentes, Huída a Egipto, Presentación en el Templo o el Bautismo de Cristo. Dintel, ménsulas y jambas llevan una decoración minuciosa, con temática variada y con marcado horror al vacío. Esta portada va flanqueada a ambos lados por una arquería de seis huecos por lado, culminados por arcos trilobulados y decorados con gabletes. Cobijan un apostolado de figuras un tanto heterogéneas, que denuncian la presencia de más de un maestro, con imágenes en general algo frontales y que no buscan la comunicación, a excepción de algún ligero movimiento de cabeza. Sí presentan, en cambio, algún intento por individualizar los rasgos, mediante variaciones en cabellos y barbas. En alto, el conjunto va presidido por un ventanal de gran tamaño, con arco apuntado abocinado y tracería de raigambre circular, en base a trilóbulos y trifolios.
Ante esta fachada se abre un amplio atrio, a modo de claustro exterior, compuesto por tres crujías que delimitan un amplio espacio abierto, muy idóneo para celebraciones religiosas y relacionadas con la monarquía. Los arcos son trilobulados, 24 en total, y apean en finos pilares de sección poligonal. El acceso lo constituye un arco rebajado, que presenta esculturas de una reina y de la Virgen con el Niño, que han perdido sus cabezas. Muestran los escudos de armas de Navarra, Evreux y Sicilia. Por esto, se ha identificado a la figura femenina con la reina Blanca de Navarra, que anteriormente había casado con Martín, rey de Sicilia, aunque enviudó y regresó a Navarra en 1409, donde casaría con el príncipe Juan, fruto de cuya unión nacería Carlos de Viana.
Al interior del templo debemos destacar en primer lugar el retablo mayor, dedicado a Santa María la Real, patrona del templo. Se trata de un bello ejemplo de arte renacentista, datable como del siglo XVI y obra atribuible al pintor aragonés Pedro de Aponte, que lo habría concluido para 1515. Su traza consta de banco, cinco pisos de siete calles y ático. Su iconografía es sobre todo pictórica, con tablas separadas por pináculos de decoración plateresca, y cobijados por doseletes de tradición gótica. En el banco hay seis tondos con bustos, pudiendo corresponder alguno de ellos a un autorretrato del propio pintor. En el primer piso se representan escenas de la Pasión, como la Oración en el Huerto, Prendimiento, Cristo a la Columna, Ecce Homo, Camino del Calvario y Piedad. En el segundo piso encontramos pasajes de la Vida de la Virgen, tales como el Abrazo ante la Puerta Dorada, Nacimiento, Inmaculada, Desposorios Místicos, Anunciación y Visitación. Encima vemos escenas de la infancia de Jesús, con el Nacimiento, Circuncisión, Epifanía, Presentación en el Templo, Huída a Egipto y Jesús ante los Doctores. En el cuarto piso hay imágenes de la Vida Pública de Cristo, como el Bautismo, Transfiguración, Resurrección, Ascensión, Pentecostés y Asunción. Se trata, como podemos comprobar, de una pensada iconografía, perfectamente coherente y ordenada. Por encima, cuatro tablas dedicadas a los Evangelistas flanquean el Calvario, grupo escultórico obra del escultor Uguet. Otras tablas y figuras de menor importancia ocupan las entrecalles y el guardapolvo. El retablo va presidido por la talla en bulto de la Virgen, que sigue la tipología de las "Andra Mari" del país, datable como del siglo XIV. Aparece sedente, con el Niño sobre la pierna izquierda y la manzana en la mano opuesta. Los rasgos son correctos y regulares, y los ropajes siguen pliegues de marcado ritmo, que contribuyen a cerrar y dar cohesión a la composición.
En el muro del Evangelio se encuentra el retablo de San Gregorio, que es una obra de principios del siglo XVII. La traza y las pinturas que la decoran son manieristas, mientras que la escultura es romanista, destacando el santo titular. Cerca encontramos un Crucificado gótico, llamado "de la Buena Muerte", de mediados del siglo XIV. La anatomía es aún esquemática y convencional, aunque el resultado es en conjunto de cierta calidad. Se representa a Jesús muerto, con la cabeza ladeada y los ojos cerrados. El paño de pureza es amplio y con pliegues quebrados pero naturales.
En el lado de la Epístola y dentro del transepto, encontramos una pila bautismal del XVI. En el coro se encuentra un órgano barroco del siglo XVIII, así como varios asientos de una antigua sillería de coro. Por último, y como suele ser habitual, en la sacristía se conservan varias obras de arte, como un retablo barroco dedicado al Sagrado Corazón, otro bajo la advocación de Santo Tomás y Santa Catalina, un San Nicasio gótico del XV, una Inmaculada y un San Francisco Javier del XVII, así como varias piezas de orfebrería.
Convento de San Francisco
Aunque una tradición atribuye al propio San Francisco de Asís la fundación de este convento, lo que sí sabemos a ciencia cierta es que ya existía para el año 1243, aunque son muy escasos los restos materiales del medievo que han llegado al día de hoy, obedeciendo en su mayor parte a intervenciones del siglo XVIII, sufragadas en parte por el caballero olitense Francisco de Mendinueta.
La iglesia tiene planta alargada, con cuatro tramos iguales, transepto que no sobresale en planta, y cabecera recta. Presenta una única nave, con capillas laterales en cada uno de los tramos. Se cubre con una bóveda de cañón con lunetos, yendo el crucero con una cúpula sobre pechinas. Va presidido por un retablo barroco del XVIII, bajo la advocación de San Francisco de Asís, y llama la atención así mismo un ciclo de pinturas murales barrocas ejecutado en la cúpula. Hay también varios sepulcros góticos, alguno con arcosolio y obra probable del taller de Lome. Provienen de la antigua fábrica medieval desaparecida. También es reaprovechada la portada, gótica del XV, con arco apuntado con abocinamiento moldurado, y tímpano en el que se representa un Calvario de talla menuda y sencilla. Dos ménsulas llevan las armas de la reina Blanca de Navarra y su marido Juan de Aragón.
Monasterio de las Clarisas. Convento de San Antón
Procede del traslado del antiguo convento de Santa Engracia de Pamplona, que había sido el primero de la orden en crearse fuera de Italia, en el siglo XIII, y que se trajo a Olite en 1794, reaprovechando en parte estructuras anteriores, del abandonado convento de los Antonianos. La iglesia es una fábrica del siglo XIII, reformada en los siglos XVI y XVII. Su nave es muy alargada, dividida en seis tramos desiguales, con capillas laterales y rematada en testero recto. La sacristía se encuentra tras esta cabecera, y es una estancia larga, dividida en dos tramos y cubierta con bóveda de lunetos, y a los pies se alza un coro alto, con arco de embocadura rebajado. El conjunto se cubre con una bóveda de lunetos, con arcos fajones de perfil de medio punto. El interior va presidido por un retablo rococó del siglo XVIII, con alto banco, un cuerpo de gran desarrollo dividido en tres calles, y ático curvilíneo. Destaca la imagen titular de Santa Engracia, del XVIII, así como otras tallas de San Francisco de Asís, Santa Clara, San Antonio Abad, San Miguel, San Pedro, David y Moisés. Admiramos también entre sus dependencias un Crucificado tardogótico de fines del XV, un lienzo de la Inmaculada Concepción del XVIII, y diversas pinturas del XVII. La fachada es de desarrollo vertical, articulada mediante cuatro pilastras y rematada con un frontón triangular.
Joseba ASIRON SAEZ (2008)