Lurraldeak

Bizkaia. Educación y cultura

Labayru se refiere a la antigua costumbre de celebrarse en Durango autos sacramentales en el pórtico de Santa María y en alguna que otra iglesia de la villa. Concretamente, en 1712 en Santa Susana se puso en escena La fuerza de la Ley. Como se sabe, el auto sacramental tuvo gran arraigo en las iglesias hasta la creación de los recintos teatrales propiamente tales. Por otra parte, las giras de compañías ambulantes como la de Juan Antonio Fernández a finales del siglo XVIII, se desarrollaban en cualquier lugar propicio (plazas, portales de ayuntamientos, etc.), sin contar con la excesiva simpatía de la Iglesia.

Bilbao comenzó a levantar su teatro en 1798. El siglo XIX ve proliferar las salas de espectáculos. En el otoño de 1875, en plena guerra aún, sabemos de una semana teatral en Bilbao a cargo de la compañía de Francisco de P. Gómez que puso en escena: Sullivan, El hombre de mundo, La oración de la tarde, Don Tomás y Forastero. En el puño de la espada, de Echegaray, será representada en julio de 1877, acabada la contienda. Al año siguiente hay zarzuela: Campanone y Las hijas de Eva. Surgen en las últimas décadas del siglo nuevos teatros como el Arriaga (1890), el Trueba, el Romea y el Gayarre.

La tradición teatral vizcaína de comienzos del siglo XX se centró principalmente en Bilbao, basándose en la actividad madrileña, de cuyos trabajos y esfuerzos ha sido casi siempre reflejo. Todo lo que ocurría en Madrid tenía inmediato eco en las carteleras vizcaínas. No es de extrañar, por tanto, que las grandes compañías del teatro español fueran también las que visitaban el Arriaga, el Campos Elíseos y el Trueba, y que sus nombres más destacados fueran de sobra conocidos. Bilbao conoció las giras de María Guerrero por nuestros escenarios, siempre acompañada de su marido, Fernando Díaz de Mendoza. Asimismo las visitas de la ya mítica Rosario Pino y de Enrique Borrás. Funciones triunfales de Francisco Morano, representaciones a "beneficio de", de precios especiales los "viernes fémina", etc. Margarita Xirgu actuó en el Campos Elíseos en 1915, con El amor tardío, antes de sus éxitos lorquianos. Ernesto Vilches, con El asalto, atraía a cientos de espectadores. Hacia 1917, Enrique Rambal hizo su aparición con El buque fantasma, uno de sus primeros espectaculares montajes para el Trueba que se inauguró el 5 de junio de 1913. Por su amplio escenario pasaron las compañías de los madrileños teatros Lara e Infanta Isabel. Rambal, utilizó este coliseo por lo menos durante seis años, hasta la pujanza del popular cinematógrafo. Un 23 de diciembre de 1916 abría el célebre Coliseo Albia, una de las salas bilbaínas con mayor aforo; su primera gala incluía Otelo en el programa. Puesto en funcionamiento, el Coliseo fue el cuarto teatro de la villa, junto a los Arriaga, Gayarre y Campos Elíseos. El primero permanecía cerrado debido a obras de reconstrucción del incendio en 1914 en que la capital se conmocionó en la madrugada del 22 de diciembre, cuando en menos de dos horas un incendio total lo destruyó. El 16 de junio de 1915, el Ayuntamiento votaba un acuerdo para la reconstrucción del mismo, siendo reinaugurado en 1917. El 24 de noviembre de 1912, el pánico provocado por una alarma en una proyección cinematográfica en el Teatro Circo del Ensanche originó 46 muertos. El entierro de los mismos constituyó una multitudinaria manifestación de duelo. El local fue demolido en 1914. En 1922 la apertura del amplio Teatro Buenos Aires, que significó un gran acontecimiento para la vida artística local, se efectuó con una ópera cantada por Miguel Fleta. Por esos años suenan los nombres de Valeriano León y Aurora Redondo. Su sainete Bartolo tiene una flauta gustó y puso de manifiesto las cualidades cómicas del actor, inspirador directo de Paco Martínez Soria. Con los años se iban produciendo los relevos: Carmen Díaz y la pareja Artigas-Collado; Casimiro Ortas, Loreto Prado y Enrique Chicote. Leocadia Alba -de la pasada generación- abandonaba el oficio.

Ya en plena República llegó Celia Gámez y el escándalo. El 23 de agosto de 1934 debutaba en el Campos con El baile del Savoy, una comedia musical que fue muy celebrada. La obra había sido contratada en París por el empresario del Reina Victoria madrileño, Pepe Cadenas, y sirvió para que la "vedette" mostrara sus piernas enfundadas en medias de cristal. La historia del teatro no registra en esta época grandes títulos por su calidad o innovaciones. Es un teatro de estructuras rígidas y poca novedad. De interpretaciones líricas como las que protagonizó María Guerrero con textos de Eduardo Marquina -En Flandes se ha puesto el sol, Doña María la Brava, etc.-, se había pasado, sin transición, a una escena de costumbrismos y comicidades de escaso peso: los Quintero, Arniches, Antonio Paso y los indispensables Pedro Muñoz Seca, García Álvarez y Pérez Fernández. Y es que por encima de unos pocos empeñados en que la escena evolucionara, ganara en calidad, estaban los afanes de la gran mayoría que se conformaba con reir, con excepciones como Enrique Jardiel Poncela que puso Angelina o el honor de un brigadier, el 16 de julio de 1934, en el Arriaga, con la compañía del Infanta Isabel. Teatro fresco, de ideas, y aun con alguna indefinición, teatro para quienes buscaban algo nuevo. En el terreno de las varietés y el teatro desenfadado destacamos el Café Teatro Las Columnas, en Las Cortes, donde fueron famosas las actuaciones de La Cachavera o las de la compañía de J. Pascual (1936), con vodeviles tales como Caprichos de viuda joven y Contrato matrimonial. En las inmediaciones de la "zona caliente" bilbaína convendría mencionar el Salón Royalty, en la calle San Francisco, con variedades arrevistadas; del Novedades, anteriormente Kursaal Novedades, que presentaba espectáculos como el de la Compañía de R. Tabau, El asistente más bruto; del Moulin Rouge, también en Las Cortes, que ya en 1913 funcionaba con La corte del sultán, en la estela de la zarzuela La corte del faraón; del Bataclán; y del Mickey, luego convertido en cinematógrafo de banco corrido. Y con ellos el A.B.C. (American Bar Café), en la calle Bailén, que luego pasaría a llamarse Ideal Concert y más tarde Gran Concert El Metro. Se tenía por el más fino al Casino de Artistas, luego Sala de Fiestas Pumanieska. En Bilbao y a punto de terminar el mes de enero de 1936, Federico García Lorca y Margarita Xirgu, su actriz favorita, se vieron por última vez. Xirgu acababa de cerrar una temporada triunfal en el Arriaga y el poeta había llegado hasta la Sociedad El Sitio para protagonizar un acto organizado en su honor.

Pero hubo también un teatro nacionalista, escrito y representado en castellano y en euskera. Fuera de cualquier circuito comercial, la escena autóctona se movió más a impulsos de una ilusión juvenil -tanto en lo que respecta a autores como en lo que concierne a grupos-, que a instancias de una calidad dramática contrastada. Destaca en el teatro nacionalista la labor desarrollada durante más de veinticinco años por Juventud Vasca creada en 1907. El centro recreativo nacionalista, a través de su Comisión de Teatro, montó auténticos estrenos, algunos de ellos con empaque, ante un público entusiasta.

Aunque existen referencias de 1909 (estreno de Estropadiak, en el Campos), sin embargo, la gran actividad de Juventud vasca se llevaría a cabo entre los años 1910 y 1935. Dos autores, Alfredo Echave y Nicolás Viar, encontraron en los jóvenes actores vizcaínos el material humano oportuno para poner en pie sus aficciones. Del primero nos bastará recordar su Peru Gixon, presentada el 15 de mayo de 1912 en el Arriaga, y Matilde, que se puso en el Campos Elíseos a finales de 1914. Alma vasca, la pieza paradigmática de Viar, vería el público en enero de 1911, un año después que su sainete Tercero sin principal. Juventud Vasca y el grupo teatral Oldargi de Euzko Pizkundia, no cejaron en la presentación de trabajos. Su labor proselitista resultó a veces política y exagerada, aunque pueda alegar, en definitiva, el realizarla en función de un teatro propio. Destacaron Itxasondo, pieza en dos actos, el primero de los cuales se ofrecería en octubre de 1910 y el segundo en febrero del año siguiente. También De la vida rústica, en noviembre de 1915, y Troquel de raza, en 1916. Correspondió a Juventud Vasca montar y estrenar Pedro Mari, el texto teatral más significativo de Arturo Campión, y luego a Oldargi, creado en 1929, dar a la luz la sabiniana Libe, obra que ha quedado como ejemplo del ideario nacionalista vasco. Colaboraron con este teatro excelentes pintores como Guinea, Guezala, Uzelai, Losada y Rentería, así como músicos como Zubizarreta, Guridi y José Franco.

En el campo de la lírica, el teatro euskérico gozó a finales de la primera década de gran popularidad. En el empeño destacó el papel jugado por la triunfante Sociedad Coral, que a la muerte de su director Aureliano Valle, encontró en Alfredo Echave un decidido impulsor. Bajo su batuta se estrenaron con textos del propio Echave Maitena, de Colín, el 19 de mayo de 1909; Lide ta Ixidor, de Intxausti, el 24 de mayo de 1910; Mendi Mendiyan, de Usandizaga, el 21 de mayo de 1910, y Mirentxu, de Guridi, el 31 del mismo mes y año. También correspondió a la Coral el estreno de la celebérrima Amaya. Con diferentes alternativas, la sociedad recreó estrenos llevándolos por lugares distintos. Su Kaitarrak, estrenada como sainete lírico en febrero de 1932, fue otro de los triunfos.

En el terreno del teatro que podríamos denominar coreográfico hay que considerar títulos que conforman la historia de nuestro ballet nacional, tales como Las cuatro estaciones, Kardin, Juego de pelota y El atalayero de Matxitxako, de Sabino Ruíz Jalón, que se presentó en una velada del Coliseo Albia, el 7 de enero de 1936, junto a otra curiosa pieza titulada Baile en la Bilbaina en 1860.

Este teatro vasco fue, hasta 1911, sólo en castellano o, como asegura certeramente Antonio María Labayen, "a lo sumo bilingüe". Junto a los nombres citados, se hace obligada la mención de Manuel de la Sota y Aburto, Maruri, Cortés, Parada, Scheiffler y, sobre todo, Resurrección María de Azkue, entre cuyas piezas destaca Vizcatik Bizkaira -un drama lírico en tres actos, escrito durante su breve estancia en el bizkaitarrismo-, y luego Pasa de chimbos, Colonia inglesa y Eguzkia nora. Parece que la dedicación operística de Azkue tiene su origen en el efecto que le produjeron Mendi Mendiyan y Mirentxu. De este modo nació la ópera vasca en tres actos Ortzuri, puesta por primera vez en el Arriaga el 13 de junio de 1911, aunque sólo con la representación del primer acto bajo el título Itsasora. Tomando como argumento una obra de teatro que había ganado un premio en las Fiestas Euskaras de Zarautz, Gainzabalgo eiztariak, compuso Urlo, presentada en el Campos Elíseos el 29 de mayo de 1914. La crítica y el público estuvieron de acuerdo al asegurar que la pieza era mala y Azkue no tuvo más remedio sino confesar que había perdido 25.000 pesetas en la aventura.

Emiliano de Arriaga, autor del libreto de la ópera Lekobide, y el propio Miguel de Unamuno con el sainete El cuestión del calabasa, dedicaron también parte de su tiempo al teatro local, como años después lo haría Agustín Zubikarai, director del grupo ondarrés Kresala, a quien se deben algunas piezas ambientadas en el mar. José Luis Sertucha, bilbaíno y gran aficionado, escribió otras pocas obras costumbristas, ilustradas por él mismo, la mayoría bajo el seudónimo "Ordeñana": Naste Borraste, Los sanroques de Aizburutxo y Sorgin-etxe entre otras.

La guerra lo cambió todo; también el teatro. El fatídico 18 de julio de 1936 sorprendió a muchos actores en gira por España, fuera de Madrid, de modo que, a comienzos del siguiente año, no había un sólo teatro abierto en la capital. A impulsos de las centrales CNT y UGT, algunos comenzaron a abrir sus puertas, ofertando una programación combatiente. Acabada la conflagración, las compañías iniciaron la tarea de recomponerse. Se asistía a la desaparición de muchos nombres, el mantenimiento a duras penas de algunos pocos, y a la aparición de bastantes. Irrumpían Josita Hernán -luego célebre actriz de cine-, Irene López Heredia, Rafael López Somoza, Roberto Font, Paco Martínez Soria, Antonio Vico y Carmen Carbonell (los dos últimos, pareja, compondrían, junto a Concha Catalá y Manuel González, el grupo "Los cuatro ases"). Con ellos, Milagros Leal, Pepe Alfayate, Martínez Sierra y algunos otros de menor entidad. Financiada por el Banco de Vizcaya, nace en 1942 la sala Ayala, para teatro y cine. Las piezas que nacen de la restauración teatral eran sin complicación alguna, y muy moderadas en cuanto a su carácter; había que observar la ortodoxia oficial. Durante estos años Bilbao siguió disfrutando de su calificación de "Plaza de Primera", en la que las compañías prolongaban sus estancias; en esta capital se estrenó, pese a la medianía general, El baile de Edgar Neville, el 21 de junio de 1952, con los actores Conchita Montes, Pedro Porcel y Rafael Alonso.

La zarzuela era tradicional en el Arriaga y Campos Elíseos, sobre todo en Navidad y Reyes. Pero hubo un relevo generacional que ponía de manifiesto a actores ya curtidos como Guadalupe Muñoz San Pedro, e hizo despuntar en la escena a figuras con futuro como Fernando Fernán Gómez, Amparo Rivelles, etc. Era el tiempo en que Gila consolidaba su gracia con Operación risa, que vimos en el Arriaga. Por otra parte Martínez Soria se presentaba en el Campos Elíseos con sus característicos títulos, La educación de los padres, etc. El 9 de diciembre de 1961 se inauguró el teatro Santiago Apóstol, que duraría hasta junio de 1976; en éste estrenarían sus obras grupos independientes que luego cobrarían gran predicamento. Para el estreno se montó El Gran Teatro del Mundo. Tenía dos plantas y 1.400 localidades. Por las mañanas domingueras allí se incorporó el movimiento rockero. Como en el resto del país fue en los sesenta cuando el nuevo teatro independiente logró cantidad y calidad. El Instituto Vascongado de Cultura Hispánica estrenó su Teatro Studio bajo la iniciativa de José Lorenzo Solís con obras como el Huracán sobre el Caine de Wouk. De este grupo nació Akelarre, de gran resonancia en el ámbito vasco y fuera de él (Festival de Sitges); de éste proceden, Francisco Natividad, Ignacio Amestoy, Sergio Vidal, Luis Iturri, Simón Cabido, y los montajes Irrintzi, Gerra ez y Hator Hator. En 1969 nacía Cómicos de la Legua que, desdoblado en Kilikilariak, duraría hasta 1980 (Retablo de las maravillas de Lauro Olmo, Tripontzi eta Tiburtzi, colectiva, etc.). En estos años el TEU de Deusto pujó en calidad con estrenos como Los inocentes de la Moncloa.

De los Cómicos de la Legua nacieron Karraka y, a su vez, Maskarada. Se conoció en Bizkaia Ubú emperatriz, de gran comicidad. De la Escuela de Ingenieros nació Kobaya, que luego se alojó en el Ateneo Bilbaíno. Son los tiempos de Ubú Rey, Txasan-txasan, El circobaya, Los dioses cabalgan de nuevo, La deportisea. Destaquemos también el trabajo de Geroa de Durango, con éxitos como Muerte accidental de un anarquista, y Herr Puntilla y su criado Matti. El Teatro Studio de Bilbao se dio a conocer con Huts, Los pololos de amama y Basandere. La Tarima de Basauri puso en escena obras como El pabellón número seis. Dentro del teatro infantil estuvo Sorgiñak con Aladino, Peter Pan y obras para mayores como Su Majestad la Moda. En los años setenta algunas salas de fiestas de Bilbao ofrecieron Café Teatro; destacaron Garden Club y Saint Tropez. Trató de hacer lo mismo Akelarre, en El Desván de la cuesta Zabalbide, con efímero éxito. Mediados los ochenta se reinició esta tendencia con iniciativas en el Café Bar La Unión, en la calle Cristo, Alkerri, en Deusto, y La Granja, conviviendo con el teatro ligero de salas como el Garden o Indau Part. Oficio de Tinieblas, versión teatral de la novela de Camilo José de Cela presentada en el Pabellón Municipal de Deportes de Bilbao, fue un esfuerzo de Karraka, Kukubiltxo, Cobaya, Teatro Studio y el donostiarra Orain. Otros grupos vizcaínos a citar son: Aulesti (de Aulesti), Tramoia (Barakaldo), Bihar (Sestao), Aker (Basauri), Antzerkisunak (Getxo), Xaribari (Galdakao) y Txo Antzerki Kolektiboa (Ondarru). En cuanto a los estrenos hay que hacer mención de El cementerio de los pájaros, en septiembre de 1982 con Irene Gutiérrez Caba, Miguel Ayones, Encarna Paso, etc. antes de ir luego a recibir los aplausos del público de Madrid. (Gran parte de los datos de este epígrafe se deben a Bacigalupe, Carlos: "75 años de teatro", El Correo Español: 75 años informando, Bilbao, 1985).

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