Roman

Martín-Santos, Luis (version de 1989)

Modificar la realidad. Cuando la hispanista Janet Winecoff en 1962 plantea a Luis Martín-Santos una serie de cuestiones, éste afirma que el fin que pretende es "modificar la realidad española (también divertirme yo)". En ese mismo cuestionario, Martín-Santos, quien define la novela como "el arte cuya materia prima es la existencia", concibe la función del novelista en la sociedad con estas palabras: "Su función es la que llamo desacralizadora-sacrogenética. Desacralizadora: destruye mediante una crítica aguda de lo injusto. Sacrogenética: al mismo tiempo colabora a la edificación de los nuevos mitos que pasan a formar las Sagradas Escrituras del mañana". Martín-Santos expresa en esas declaraciones que los temas preferidos de su narrativa son: "aquellos temas en que se muestran las leyes modificadoras de la existencia humana. Donde se advierte el condicionamiento social, las contradicciones fecundas y el brillo de la libertad". Las respuestas al mencionado cuestionario, una de las contadas entrevistas que se le hicieron a Luis Martín-Santos, nos da pie para conocer sus aficionesy sus gustos literarios e intelectuales.

Al escritor le interesan los novelistas anglosajones y Stendhal, Cervantes y Thomas Mann. En Filosofía, Heidegger, Dilthey, Spengler (de joven) y, en 1962, "sobre todo Sartre, por su mayor proximidad a mi problemática moral". Sus novelas preferidas, en consecuencia: "Ulises", de Joyce; "Don Quijote...", "Rojo y negro", de Stendhal, "La búsqueda del tiempo perdido", de M.Proust, "El doctor Fausto", de Mann, y "Pickwick", de Charles Dickens.

Martín-Santos, que, como se ha dicho más arriba, mantiene una relación con el grupo de narradores del realismo socialista (la llamada "novela social"), inicia sin embargo un nuevo camino en la narrativa, de carácter enteramente renovador, y superador de aquella corriente, en la que el mismo Martín-Santos (1962) veía sus fallos: "En España hay una escuela realista -decía Martín-Santos-, un tanto pedrestre y comprometida, que es la que da el tono. Tendrá que alcanzar un mayor contenido y complejidad, si quiere escapar a una repetición monótona y sin interés". Tiempo de silencio, su más importante novela, quiere superar esos límites y por ello se permite dentro de Tiempo de silencio criticar y ridiculizar a los narradores de la llamada "novela social".

Responde esta actitud de Martín-Santos a algo que ha expuesto Fernando Moránal estudiar su novela: "Ya no cabía la mera presentación de la realidad. Habría que explicarla" (1982). Tiempo de silencio recoge los hitos renovadores que a su vez aportaron los narradores de esa corriente, pero añade elementos propios de otra problemática, no sólo existencial, sino narrativa, propia de narradores como Faulkner, el ya citado Joyce o K. Kafka.

Martín-Santos escribió Tiempo de silencio cuando tenía 35 años. Los acontecimientos que en ella se sitúan tuvieron lugar en Madrid en torno a 1949. Pero el relato de lo real no es más que el pretexto del novelista para explicar su crítica visión de la incapacidad de renovación cultural y científica de la sociedad española, de la necesidad de reconducir la dinámica individuo-sociedad, de hacer nuevos planteamientos para el desarrollo de la libertad, del entierro de los viejos mitos culturales. En este sentido se explica la crítica a la tauromaquia. Las plazas de toros son expresión de un atraso y han sido construidas donde en Europa se crearon las catedrales góticas: "Si efectivamente a lo largo y ancho de este territorio tan antiguo hay más anillos redondos que catedrales góticas, eso debe significar algo", nos dice Martín-Santos.

Su conciencia crítica y su amplia visión de la problemática social y cultural que envuelve a la sociedad española, hacen de Martín-Santos un historiador de su tiempo. Ese mismo signo se advierte en Tiempo de destrucción, novela publicada en 1975, con edición crítica de José Carlos Mainer, y que su autor no pudo dejar terminada. Como Tiempo de silencio, esta segunda novela estaba concebida dentro de una trilogía, cuya tercera parte no llegó a escribirse, aunque se ha especulado con la existencia de otras novelas inéditas de Martín-Santos. Si nos atenemos a las respuestas dadas por el escritor a la hispanista Jane Winecoff, se explica claramente el propósito de su autor, que había reservado para esa trilogía el título de La destrucción de la España sagrada. Cuando Winecoff le pregunta sobre las obras que tiene proyectadas para el futuro, el novelista responde: "Varias obras de tipo destructivo".