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Historia del Arte. Pintura (version de 1994)

El Renacimiento. Hasta el s. XVI no puede hablarse de Renacimiento, pues el arraigo de la influencia flamenca retrasa las nuevas concepciones estéticas aun dentro del mismo siglo. El desarrollo económico del s. XVI no supone uno mayor de la pintura, que pierde importancia respecto a las otras artes. A este hecho no es ajena la mayor facilidad para importar obras extranjeras, principalmente flamencas, y que cuando los pueblos disponen de fondos prefieren encargar retablos escultóricos para decorar sus iglesias. De esta forma, no es extraño encontrar a los pintores dedicados al trabajo más anónimo del estofado, es decir, el policromado de la escultura. Los pintores locales combinan su aprendizaje hispano-flamenco con las influencias renacentistas que lentamente van asimilándose y se intensifican en la segunda mitad del siglo, ya en la época manierista. También se produce el asentamiento de algunos artistas extranjeros, como los Beaugrant en Vizcaya o Rolan de Mois y Pablo Schepers en Navarra. Salvo estos casos, las obras más importantes, encargos de los cada vez más numerosos vascos que ocupan puestos relevantes en la Corte, suelen deberse a artistas de reconocida solvencia en el ámbito peninsular. En Vizcaya, como ya se ha apuntado, destaca la presencia de los Beaugrant, familia de artistas de origen flamenco o borgoñón. Guiot de Beaugrant, aunque fue fundamentalmente escultor, es el autor del tríptico de la capilla de los Gorostiza en Santa María de Portugalete. Juan de Ayala, que trabajó en la Colegiata de Zenarruza, tiene una obra a medio camino entre el gótico y el renacimiento. Francisco de Mendieta, de finales del XVI y principios del XVII, es autor de obras que destacan más por su valor iconográfico que estilístico, como la Jura de los fueros de Vizcaya o Bodas ante la Virgen de Begoña. La familia de artistas guipuzcoanos de los Oñate ha dejado retablos interesantes como el de San Pedro de Morillas y el banco (parte inferior del retablo) de Luzuriaga, obras de Martín de Oñate, o las calles del retablo de Ullibarri Viña, de Juan de Oñate. También realizaron trabajos de policromía y decoración arquitectónica. Otros pintores emigran al Nuevo Mundo, como Francisco de Zumaya o Baltasar de Echave, que trabajan en México. La pintura del s. XVI está mejor representada en Navarra, especialmente en la segunda mitad del siglo. Son artistas aragoneses, como ya ocurría en el s. XV, quienes introducen el Renacimiento en el viejo reino, junto con algún pintor italiano y flamenco. La obra del Pedro de Aponte, o da Ponte, con un estilo propio del primer renacimiento -más nórdica que italiana- constituye la principal aportación de la primera mitad del s. XVI. Su intervención en las tablas del banco del retablo mayor de San Juan Bautista de Cintruénigo está documentada en 1525. Su estilo se caracteriza por un fuerte expresionismo que se complace en la caricatura, junto con un intenso colorido. Son también obras suyas los retablos de San Miguel de Agreda y de Santa María de Olite. De autor anónimo son las pinturas del palacio de Oriz, datables hacia 1550, que ocupan tres salas del Museo de Navarra. Realizadas al temple, en grisalla, narran diversos pasajes históricos de la campaña del Emperador Carlos V contra los príncipes protestantes de Sajonia. Con una composición inspirada en grabados, tienen el valor de ser una de las dos series de pinturas de tema histórico conservadas en España. Su autor, seguramente de origen local, muestra poca destreza en el dominio del dibujo y la perspectiva, lo cual no impide que el conjunto sea interesante. La superación de ciertas dificultades compositivas hace suponer a García Gainza que la dirección del proyecto o el modelo de referencia son superiores a los ejecutantes. Particular atractivo tienen algunas escenas del Antiguo Testamento o las que representan frisos de amorcillos danzando y jugando. En esta segunda mitad del siglo el núcleo principal es la comarca de Pamplona. Las composiciones buscan el orden y la claridad renacentistas, pero insisten más en la simetría que en el equilibrio de masas. Juan del Bosque, autor del retablo de San Juan Bautista de Burlada, hoy en la capilla del Museo de Navarra, inicia en la cuarta década del siglo lo que García Gainza llama la escuela navarra de pintura. En su obra manierista se perciben influencias tanto de Rafael como de Durero. En la misma linea de sincretismo italonórdico encontramos a Ramón y Pedro de Oscáriz, autores de los retablos de Egiarreta, Aginaga y Lete. El flamenco Rolan de Mois, traído a España por el aragonés duque de Villahermosa, destaca por la gran calidad de su obra, entre la que resaltan los retablos de los monasterios cistercienses de La Oliva y Fitero, el primero realizado junto con Pablo Schepers. Ambos retablos, obras maestras del renacimiento en Navarra, representan la influencia de la escuela veneciana. Documentados en el último tercio del s. XVI, dejarán huella en la gran tabla de la Asunción de la iglesia de la Victoria de Cascante, o en el retablo de la Inmaculada de Fitero.