Marins

Churruca y Elorza, Cosme Damián de

Marino y militar mutrikuarra. Mutriku, 27 de septiembre de 1761 - Trafalgar, 21 de octubre de 1805.

Cosme de Churruca forma, junto a Antonio de Gaztañeta y José de Mazarredo, el gran triunvirato de los marinos vascos del periodo de la Ilustración (si nos ceñimos sólo al ámbito científico, habría que incluir a José Joaquín Ferrer). Llegó, además, a convertirse en una figura legendaria, que se fraguó tras su muerte en la batalla de Trafalgar.

Tal vez muchos, la mayoría, asocien su nombre a ese "leal combatiente"; pero tal imagen es engañosa, puesto que eclipsa su eminente labor de matemático y cartógrafo; al verlo como esencialmente diferente del héroe podremos, quizá, acercarnos a lo que Julio Caro Baroja decía de él: que simboliza "de modo más perfecto la vida estudiosa y esforzada del marino con inquietudes científicas" (Caro Baroja, 1981: 122).



Tercer hijo de una familia hidalga (el primogénito heredaría el mayorazgo, el segundo tomaría los hábitos), Cosme tuvo en uno de sus antepasados, el marino Antonio de Gaztañeta (1656-1728), un modelo a imitar. No en vano, nació y creció en la que fue su casa, rodeado de globos terráqueos y de los derroteros, mapas y libros que conformaban la biblioteca del célebre General. Fue ingresado, sin embargo, en el Seminario Conciliar de Burgos, donde estudió la carrera eclesiástica de 1771 a 1775. Durante su estancia en Burgos, curiosamente, se despertó en él la vocación marinera (no la religiosa), en parte debido a su amistad con un joven oficial de la Marina.

Lo primero que le pidió a su padre fue ingresar en la Academia de Guardiamarinas de Cádiz. Como reunía los cuatro requisitos exigidos (hidalguía, identidad, legitimidad y aptitudes físicas e intelectuales), logró ser admitido; más tarde su padre rogó a las autoridades gaditanas que Cosme "tuviese algún amparo poderoso, así para su estimación como para su acomodo y ascenso" (González-Ripoll, 2000: 39). Allí estudió aritmética, y algo de cosmografía y náutica, pero sobre todo pudo disfrutar del dinamismo de una ciudad cosmopolita. Para ser alférez de fragata, tenía que proseguir sus estudios en alguna de las academias de Ferrol o Cartagena (creadas en 1776); fue enviado a Ferrol. De sus dos años en Galicia le quedó la inminencia de la guerra contra los ingleses, de donde llegarían ascensos y gloria. Existe una carta, dirigida el 14 de noviembre de 1778 a su padre Francisco, en la que Cosme manifestaba claramente la inquietud, por no decir ansia, que sentía por la ciencia, y cómo envidiaba el saber de las potencias navales extranjeras. Merece la pena reproducir el pasaje en cuestión:

Yo me hallo con muchísimas ganas de saber a lo menos las dos lenguas más generales que son la francesa y la inglesa, pues están escritos los mejores libros de la facultad en estos idiomas. Lo que a mí me falta y no se encuentra en esta ciudad son libros de la facultad, con que si Vm. tiene entre los libros de casa algunos que traten de alguna ciencia de las muchas que contribuyen a nuestro oficio como son aritmética, geometría, trigonometría, cosmografía, geografía, astronomía, álgebra, táctica, navegación, maniobra, artillería o dibujo, mándemelos Vm. pues ahí no sirven de nada y a mí de mucho, pues cualesquiera de estas ciencias es un ramo de navegación. (González-Ripoll, 2000: 43).

Las primeras campañas en las que intervino (en Brest y Gibraltar, a bordo de los navíos "San Vicente" y "Santa Bárbara") fueron, táctica y técnicamente, un fracaso. El elemento de que carecía Churruca era la formación superior. De hecho, pronto tuvo la oportunidad de acceder a ella, puesto que en 1783 Mazarredo organizó un curso especializado de astronomía y matemáticas para los oficiales más destacados, en las tres academias, oportunidad que Churruca no dejó pasar. Aunque todas las vacantes estaban ya cubiertas, el Ministro de Marina amplió una plaza en Ferrol; Churruca la ocupó, por sus antecedentes. Más tarde escribió a su hermano: "no hay cuerpo que resistan tanta fatiga, mi estudio me ocupa bastante tiempo...la tarde la destino al dibujo, porque un matemático lo necesita indispensablemente (González-Ripoll, 1995: 68). Pero su talento para el álgebra, el cálculo y la mecánica no pasó desapercibido, desde luego no para sus instructores, a quienes sustituyó en alguna ocasión en sus asignaturas, y, gracias a ello, obtuvo el número uno de su promoción.

En 1788, ya como teniente de navío, Churruca fue destinado a la empresa hidrográfica que le reportaría nombre y prestigio: la expedición al estrecho de Magallanes, para completar la cartografía que se había iniciado en 1785. Junto con su compañero Ciriaco de Ceballos (1763-1811), estudió las corrientes marinas, los vientos y la topografía del estrecho, aplicando métodos distintos aunque complementarios. Por cierto, tanto las mediciones hidrográficas, como las observaciones geográficas y astronómicas que precisaban aquellas, cumplen objetivos no sólo científicos, también comerciales y geopolíticos; y es que las expediciones hidrográficas, tan frecuentes en los siglos XVIII y XIX, aspiraban a proteger los territorios de ultramar, mejorando las vías de comunicación, y a evitar la amenaza del enemigo. Convenía, dicho de otro modo, explotar la -difícil y casi inexplorada- ruta del Cabo de Hornos, invirtiendo, de este modo, el tráfico comercial que seguía el -tradicional y siempre arriesgado- tránsito de Pánama, en su ruta hacia el Pacífico [de hecho, llegó a plantearse la apertura de un paso desconocido, como ramal del Magallanes, que ofrecía ventajas].

No obstante, todavía existieron otras expediciones, incluso más ambiciosas, en las que Churruca pudo probar sus conocimientos de matemáticas y navegación. La realización del Atlas de la América Septentrional fue el más grande de esos proyectos. El reto científico era enorme, puesto que se trataba de cartografiar, mediante planos y cartas geográficas, un vasto territorio del que se disponía sólo de manuscritos antiguos en absoluto fiables. Fue Mazarredo quien diseñó los objetivos y el plan de la expedición, encargándose, además, de seleccionar a los marinos para la misión, a cuyo frente eligió a, entre otros, Churruca, "por su saber técnico y finura en las operaciones geométricas". Al mando de los bergantines "Descubridor" y "Vigilante", Churruca zarpó desde Cádiz a la isla de Trinidad, lugar en el que estableció el centro de operaciones, y desde el cual dirigió, durante el nada despreciable periodo de tres años y medio, un sinfín de trabajos de exploración y cartografiado. Fruto de esta actividad fue un buen número de planos y cartas esféricas, muchas de las cuales se publicaron en almanaques europeos; entre las cartas, se encuentran las de las islas de Trinidad (1792), Granada (1793), Vírgenes (1793) y Antillas (1795), por citar las más importantes.

No le faltaron a su vuelta, como era de esperar, ofertas de misiones navales. Durante un tiempo dirigió el depósito hidrográfico de Madrid, fijando los precios de las obras publicadas, aunque finalmente aceptó la llamada de Mazarredo, para mandar el navío "Conquistador", en las costas de la Bretaña francesa. En Brest, en medio de un asfixiante clima de bloqueo británico, publicó dos obras que serían muy utilizadas por los oficiales de la Marina: Instrucción militar para el navío Conquistador (1799), en la que compiló las órdenes e instrucciones necesarias para la tripulación en caso de combate; y Método geométrico para determinar todas las inflexiones de la quilla de un buque quebrantado (1804), obra que fue recomendada a los constructores de los arsenales españoles, puesto que solventaba un problema que los ingenieros franceses no eran capaces de resolver. A éstas cabe añadir Instrucción sobre punterías para el uso de los bajeles del Rey (1805), la obra técnica que le encargaron y que se publicó el año de su muerte.

Sería imposible, no obstante, reunir en el reducido espacio de esta entrada el rico legado de mapas y obras del teniente general mutrikuarra (otro legado, éste material, es la biblioteca que dejó y que aún se conserva en su casa natal; en total, 207 obras, la mayoría en francés, sobre navegación, astronomía y geografía). Las siguientes palabras de uno de los más versados biógrafos de Churruca, Mª Dolores González-Ripoll [en su obra, A las órdenes de las estrellas (1995), 18], nos parece que resumen, perfectamente, el enfoque aquí adoptado: "Churruca perteneció al reducido grupo de los oficiales denominados "científicos" cuya vida transcurrió entre el batir de los cañones y las mediciones de astros. Participó en distintas empresas militares y colaboró en instituciones de la marina, sin abandonar nunca un sentimiento de desencanto propio de aquellos conocedores de la fuerza real de España que sucumbiría como él en 1805. De su figura nos ha interesado su participación en empresas expedicionarias y el marco político y militar del avance científico de su época".