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Chile

Enumeraremos una sucesión de hechos salientes con intervención de vasco-chilenos. En 1602 el capitán Rodrigo Ortiz de Gatica muere defendiendo el fuerte de Valdivia. En 1606, Marcela de Lezcano, rescatada de su cautiverio, escribe las Relaciones de la vida de las cautivas españolas entre los indios. Entre 1607-1609, se distinguen los organistas J. Pérez de Arce y Pedro de Aranguiz. En el año 1635, el poeta vasco-chileno Pedro de Oña, publica en El Cuzco su obra El Vasauro, que intenta ser una réplica de la Araucana, de Ercilla.

"Más de la señora, si espero, Vizcaya;
que duros hombres da, como su hierro,
hechos a pie descalzo y azagaya,
como a trepar sin pena el agrio cerro;
no es justo que en silencio se me vaya;
pues fue mi abuela cuna, si no entierro;
y tuvo allí su casa, o su palacio
la gloria de mis versos - El Ignacio".

[Estrofa 44, libro séptimo].

En 1657, Ignacio de la Carrera Iturgoyen es jefe del ejército del sur y capitán Martín de Irízar. Por esta época es obispo de Santiago el batallador Fray Diego de Humansoro, que se enfrentó al gobernador Francisco de Meneses, arbitrario y violento. Meneses había condenado a muerte a su segundo, Ignacio de la Carrera Iturgoyen, que escapó del fuerte de San Pedro vestido con la sotana de su confesor. Este Ignacio de la Carrera, fue en Chile el fundador de la estirpe de los Carrera, creadores de la Patria Vieja. Por este tiempo el chantre Cristóbal de Abarca, transforma el coro de la catedral y lo coloca a la cabeza de todos los de las iglesias de Santiago. El año 1684, Juan Orella de Aldaz, en nombre de la ciudad de Santiago, pide al rey la fundación de una Casa de la Moneda. El procurador Tomás Asúa de Iturgoyen agita el proyecto de fundar ciudades y pueblos. Como consecuencia de esto el rey crea la Junta de Poblaciones.

En 1737 es canónigo maestre de la catedral de Santiago Pedro Felipe de Asúa Iturgoyen. En este mismo año Juan Francisco de Larráin es nombrado primer Juez de Comercio de Chile. La tenacidad de Tomás de Asúa Iturgoyen, apoderado del Cabildo de Santiago, consigue de Felipe V la licencia para fundar la Real Universidad de San Felipe, corriendo el año 1738. Con motivo de la sequía del año 1742, el corregidor Juan Nicolás de Aguirre, agita otra vez el proyecto del canal del Maipo. Este mismo año el ya citado Tomás de Asúa, consigue la real cédula para fundar la Casa de la Moneda. Al inaugurarse la universidad, en 1747, se nombra a Tomás de Asúa Iturgoyen su primer rector. Según observan los historiadores el elemento vasco se había apoderado de los rodajes del gobierno. Un Larráin había sucedido a otro Larráin en el corregimiento de Santiago. "Recio ambiente vasco", según reitera Encina.

Primer prelado chileno, nacido en Concepción en enero de 1712. El antecesor suyo de origen vasco más próximo había sido Juan de Sarricolea Olea, desde 1732 a 1735. El obispo Alday rigió la diócesis de Santiago por más de 33 años y fue el más ilustre prelado del siglo XVIII. Murió en febrero de 1788. Doctor en Teología en el seminario de Concepción. Cursó jurisprudencia en la universidad de San Marcos de Lima. En 1734 se recibió de abogado en la Real Audiencia. En 1740 se ordenó sacerdote. Benedicto XIV le nombró obispo de Santiago en 1753 y dos años más tarde tomó posesión de su cargo.

Su gobierno se caracterizó por una activa vigilancia de las parroquias y un constante empeño en levantar el nivel intelectual y moral del clero. Celebró un sínodo diocesano que duró desde el 4 de enero hasta el 18 de marzo de 1763. Impuso a los párrocos el deber de crear escuelas parroquiales. El obispo Alday fue la figura más relevante del Concilio de Lima de 1772. Su palabra y su prestigio arrastraron a la asamblea contra el deseo real de condenar el "probabilismo". Se ha comprobado que de los 17.000 pesos de su renta, aplicaba 5.000 a la fábrica de la catedral, 5.000 a limosnas y 500 en ejercicios para pobres. Durante su largo obispado contribuyó con 160.000 pesos para las obras de la catedral. Prácticamente es la obra de su vida y Alday Axpée el obispo más grande que ha tenido Chile.

Hemos de retrotraernos hasta 1561, fecha de la creación del obispado de La Imperial, siendo su primer obispo Fray Antonio de Avendaño (Fray Antonio de San Miguel). El sesudo historiador chileno Encina, a quien conocí en sus magistrales conferencias de la Universidad de Chile, nos presenta al obispo con estas palabras:

"El obispo San Miguel, como muchos de los eclesiásticos que pasaron a América, pertenecía al número de los religiosos en quienes el sentimiento místico ahoga por completo el sentido de la realidad. El postulado cristiano de la hermandad de los hombres no dejaba hueco en su cerebro para la percepción de la desigualdad de las razas humanas y de su diverso grado de desarrollo psíquico, en todos los tiempos tan claramente advertidos por los cerebros normales. Para él, el indígena americano tenía latentes las mismas aptitudes intelectuales y morales que el conquistador; el problema sólo estribaba en despertar, mediante la predicación del Evangelio, la enseñanza y el bautismo, las disposiciones adormecidas por la ignorancia. El trabajo forzado, la guerra y los crueles castigos que se imponían como escarmiento a los prisioneros, eran las causas de la rebeldía del indígena y de su resistencia a plegarse al cristianismo y a adoptar los hábitos y el género de vida de los europeos. A esta estructura cerebral, unía el obispo de La Imperial un gran empuje, sostenidos por las fuerzas de su convicción expansiva y contagiosa y por el prestigio de su saber y de sus virtudes".

Encina, sin proponérselo, coloca al obispo Avendaño en la línea gloriosa de los humanistas de su tiempo. En 1716 era obispo de Concepción Juan de Nicolalde, que fundó en 1718 el Seminario de Concepción. Este mismo año Nicolalde fue nombrado arzobispo de La Plata. En 1743 gobierna la diócesis de Concepción Pedro Felipe de Azúa Iturgoyen hasta el año 1746 que lo trasladaron a Bogotá. Concluyó la catedral y celebró un sínodo.

El gobernador Antonio de Guill, en 1762, nombró corregidor de Santiago a Luis Manuel de Zañartu, nacido en Oñate, casado con María del Carmen Errazuriz Madariaga. La extraordinaria personalidad de Zañartu hizo escribir a historiadores y novelistas páginas llenas de dramatismo y fantasía. Para el historiador Encina "el corregidor Lañartu encarna el alma vasca" en su dureza atávica en "sus ásperos cantos". Al asumir su cargo emprenderá una lucha implacable contra la ociosidad y el crimen. Su programa más inmediato será el imponer al mestizo el hábito del trabajo, la sobriedad, la honradez y el tipo de vida adecuado a un país civilizado. Al frente de su programa colocó el lema que más tarde sería el de la república: Por la razón o la Fuerza, anticipándosele en más de cincuenta años. Según su mentalidad, los azotes, los grilletes y los trabajos forzados harían ciudadanos útiles. Los balazos y la horca eliminarían a los recalcitrantes.

La segunda parte de su programa, que debía continuar por veinte años con energía indomable, era un complemento de la primera. Un plan de obras públicas para ocupar a los ociosos y a los penados. Sus tres obras principales eran los nuevos tajamares para contener al río Mapocho, la conducción de agua potable a Santiago desde la quebrada de Ramón, los refugios de Uspallata y el puente de Calicanto. Fue ajeno a los honores y halagos e inconmovible ante la gratitud nacional. Zañartu, para la clase alta simboliza la rectitud y el orden pero también la arbitrariedad.

Para el pueblo una especie de demonio que caía en medio de sus orgías, echándolas a perder. Para los salteadores y bandidos un ser sobrenatural que aparecía en sus guaridas en el momento preciso del reparto del botín. Su extraña concepción de la vida le hizo fundar un convento de Recoletas al otro lado del Mapocho, donde encerró a su mujer y sus dos hijas. Ya enterrado en él, una riada, que rompió los diques, llegó hasta su tumba y sus familiares tuvieron que ser rescatados por gentes del pueblo a quien tan duramente combatió. Había muerto el 15 de abril de 1782.

El piloto Cosme de Ugarte, en 1767 llega al paralelo 53º 19'. La mayor fortuna de Santiago a mediados del siglo XVIII era la de Pedro Lecároz Berroeta: 630.000 pesos. En Concepción la de José Urrutia Mendiburu 570.000 pesos. Eran inmensas si se tiene en cuenta que la fanega de trigo costaba nueve reales. De 62 alcaldes que tuvo Santiago de 1780 a 1811, 26 fueron vascos. El ambiente vasco eran tan fuerte que hasta la pelota vasca contaba con innumerables canchas, pues los niños y jóvenes las improvisaban en los colegios, patios y calles. En 1778 era síndico del Real Consulado de Santiago Diego de Gardoqui. En 1794, Santiago de Oñaederra funda Nueva Bilbao, hoy Constitución.

Tres vascos, Oñaederra, Berasarte y Astaburuaga, intentan hacer de esta ciudad el puerto de la zona. El jesuita tolosarra Blas Miner publica en Europa una Historia de Chile en varios volúmenes. En 1796, José de Cos Iriberri es secretario del Consulado o Cámara de Comercio. El agrimensor del obispado de Santiago, Juan José de Goicolea, el año 1800 prosigue la construcción del canal del Maipo. El teniente de navío, Mariano de Izarbiribil recorre la costa de Chile en 1803 y levanta planos de las islas Mocha y Santa María, puertos de Pichidangu Papudo, Valparaíso, Quintero, Los Vilos, Caldera y otros. Levanta también cartas de la costa entre los paralelos 31º y 33º. El capitán José Santiago de Cerro Zamudio explora los Andes por el Planchón en 1805 y busca una ruta comercial con Argentina en la región de Talca. En 1801 muere en Italia el célebre jesuita P. Manuel de Lacunza, descendiente de Artajona.