Concept

Carnavales Rurales de Ilarduia, Egino y Andoin

El ritual se desarrollaba en torno al Hombre de Paja, estrella principal de esta trama festiva, y cuya presencia no tenía lugar hasta el martes carnavalesco. Era un muñeco elaborado con un viejo pantalón azul, una camisa y una chaqueta. Haciendo honor a su nombre, lo rellenaban con paja o hierba seca. Le añadían unas abarcas, confeccionadas con piel de oveja y atadas con unas cuerdas. Como cabeza llevaba una máscara de cartón con dos ojos saltones. Sobre la cabeza lucía una boina o sombrero de paja. Al cuello le ataban un pañuelo rojo. Era grande, gordo y torpe e iba montado sobre dos palos transversales o en aspa. Los detalles variaban según los pueblos y los años.

Construido el muñeco, en Ilarduia lo subían sobre un burro, fuertemente atado por los pies para que mantuviese la postura erguida; de esta guisa era paseado por el pueblo. En Egino y Andoin rondaban con él en un carro. En el trayecto, los porreros le golpeaban con sus palos. Finalizada la ronda lo empalaban en tierra con una consistente estaca de madera.

Por la tarde, un personaje que hacía las funciones de "Cura" -a veces acompañado de dos "Monaguillos"-, sermoneaba al Hombre de Paja, acusándole de diversos males.

Finalmente era condenado a muerte. Llegaba el momento de la ejecución. Le habían colocado para la ocasión, en la bragueta, un cartucho de pólvora. Nada, ni nadie, le podía redimir de su condena. La sentencia estaba echada. En medio de la algarabía le encendían la mecha, y... ¡¡¡pum!!! El reo quedaba reducido a una piltrafa. El veredicto se había cumplido. Con la muerte de aquel personaje -se entendía que- desaparecían los males que habían aquejado a la población. Una vez más el pueblo había quedado purificado. Los jóvenes saltaban y bailaban alrededor de la hoguera que se preparaba y en la que se quemaba a dicho personaje.