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SOCIEDAD DE CORRALIZAS Y ELECTRA DE ARTAJONA

El caso de Artajona.

Históricamente este municipio ha vivido de la agricultura del cereal y la viña, y de la ganadería vinculada a la amplia superficie de pastos, junto al aprovechamiento de los barbechos para el rebaño lanar. Las corralizas o campaderas de esta villa habían pertenecido al común de los vecinos hasta que se vendieron en pública subasta. En plena guerra contra el francés, se enajenaron las hierbas y aguas de las corralizas de Artaparrea, Aitakaio, Gilen Gortea, Korteberria, Olagorria, Sansoain y Sazuluzea, junto la venta del molino harinero. Las ventas fueron anuladas por el Estado en la posguerra. Con la legislación desamortizadora de 1855 se reanudó el proceso, si bien los vecinos que las compraron en 1865 ya manifestaron que lo hacían, entre otras razones, para que no pasasen a manos forasteras y para la permanencia del usufructo vecinal. Hasta 1897 catorce grandes fincas de esas características fueron enajenadas, mientras dos dehesas quedaban como bienes de aprovechamiento común. Los compradores las cedieron a favor de una Sociedad, constituida inicialmente por los cuarenta mayores contribuyentes del pueblo, cediendo al vecindario algunos usos y frutos.