Lexikoa

ORO

Son numerosos los lugares donde, según creencias populares, existe oro enterrado. Se señalan, como tales, muchos montes, cavernas, viejos monumentos, casas y peñascos.

Montes
En Maruelexa iglesia de los "maru", que es un lugar de la cumbre de Arrolamendi, cerca de Navárniz (Vizcaya), se halla enterrado un tesoro. En la mañana de San Juan, cuando nace el sol, sale de la tierra una caldera en el preciso punto donde está el precioso depósito. En el monte Ereñusarre está enterrado un idinarru "pellejo de buey" lleno de oro; lo mismo en el de Saibel, cerca de Urquiola, en un punto de donde se ve la luz de este santuario; en el de Igozmendi, cerca de Santa Eufemia (Aulestia), una caja de oro; en el de Goikogane (Arrancudiaga); en el de Udalatx, también una caja de oro, en el sitio donde los rayos del sol caen derechos a las doce del día; en el de Aralar, un arilki "devanadera" de lo mismo, propiedad de Marimunduko "Mari de Muru"; en el de Urbasa, oro tan someramente enterrado que las ovejas pueden ponerlo a la vista con sus pezuñas al pasar encima; en Onddi (Urnieta), oro oculto bajo tierra; en los campos de Arranzelai (Echalar) una mina preciosa, donde un genio prohibió que alguno se acercara.

Cavernas
En una caverna del monte Itzine (Orozco), llamada Atxulaur, un ladrón dejó depositados sus tesoros. Muerto aquél lejos de aquella montaña, nadie podía entrar en el antro: un toro de fuego lo impedía. En las cavernas de Mairuelegorreta (Gorbea) también existe oro enterrado y los aldeanos de los contornos hicieron en ellas grandes excavaciones para extraerlo, aunque sin resultado positivo. Lo mismo se dice de las cuevas de Balzola (Dima), de la llamada Lamiñen-eskaratza (Mondragón), de la de Iruaxpe (Goronaeta), de la de Putterri (antiguo Bueitarri) en Aralar, de la de Hernialde; de una de Oyarzun, de cuya boca se oye el canto del gallo del caserío Berdabio; de la de Maltsoenmalda Urepel), etc.

Monumentos antiguos.
En lo alto de Arantzamendi (Atáun) existe un dolmen arruinado, cuyo nombre es Urrezuloko-armura "majano del hoyo del oro". Se cree que allí hubo oro enterrado. En Placencia dicen que en la sierra, entre el pico de Irukuutzeta y Elgóibar, existen once cajas de oro enterradas en otros tantos dólmenes de aquella montaña. En el del alto de Irukuutzeta, particularmente, se cree que se halla un campana de oro. Basados en tal creencia, unos hombres empezaron a remover su túmulo. Luego tuvieron que abandonar su proyecto y alejarse de allí, porque les salió de la tierra en actitud amenazadora un monstruo que tenía cuerpo de figura humana, cuernos en la cabeza y piernas como las de cabra. En Munoeta (lugar conocido también con el nombre de "Campo de César", cerca de Cambo) había oro enterrado, sobre el cual se hallaba una espada. Esta desapareció y ahora no es posible localizar el tesoro.

Casas.
En Elkorri existe una casa llamada Bekoola, donde existió una ferrería y antes un monasterio. Allí el espectro de un difunto sacó un montón de oro que él mismo había enterrado en vida. Este tema y el de Motilbildurgabea o "Juan sin miedo", frecuentemente asociados en un mismo relato, aparecen en una leyenda de Atáun, cuya traducción castellana dice así: "Suele decirse que existe cuanto tiene nombre: el nombre y el ser van juntos. Pero hubo antiguamente en Navarra un muchacho travieso y mal informado que decía que no hay almas en pena o aparecidos". "No estaba él bien aconsejado; pero no lo estaban mejor sus paisanos, puesto que le expulsaron del pueblo a pedradas. Expulsado de todos los pueblos, a buena hora llegó a Elkorri, lugar solitario, situado entre el puerto de Lizarrosti y Echarri Aranaz. Allí existía una casa vacía. Ninguno osaba entrar en ella, porque, según se decía, una alma en pena andaba dentro. El muchacho entró sin miedo, deseando vivir en aquel caserón. Cuando empezó a preparar su cena en el hogar, oyó una voz que venía de lo alto del escape de humos: ¿Caeré o no caeré? -Si quieres, sí; si no quieres, no. Entonces una cabeza humana cayó sobre las cenizas del fogón. Y el muchacho le metió su asador y lo lanzó al rincón de la cocina. Otra vez volvió a oír la misma voz, y él contestó en la misma forma. Inmediatamente cayó otro pedazo de cuerpo humano, que igualmente fue retirado por el muchacho. Una y otra vez continuó el diálogo hasta que cayeron todos los miembros del cuerpo humano. Estos se juntaron rápidamente y estructuraron un hombre, que en alta voz dijo al muchacho: ¿Dices que no soy; pero sí soy. -Sí, ya eres -le contestó el nuevo huésped-. Pero mantente a siete estadios aparte y delante. -Toma esa azada -le dijo el aparecido--. -Tómala tú, si quieres -le contestó el muchacho-. El aparecido tomó la azada, y, seguido del muchacho, fue a otro compartimiento de la casa (según otras versiones, a una fuente) donde dijo a su acompañante: -Cava aquí con esta azada-. -Cava tú, si quieres -le contestó el otro-. Abrió el aparecido un hoyo en la tierra y descubrió un montón de oro, y dijo al muchacho: -Este oro para ti: te "nombro" dueño. Sin "nombre" no pudiera valer algo. Gracias a ti, tengo ahora descanso eterno para mí. En diciendo esto, el espectro desapareció. Y el muchacho volvió a su pueblo, donde esta vez fue bien recibido". Versiones de la precedente leyenda existen en Munguía, en Ceánuri, en Dima, en Orozco, en Bérriz, en Elduayen, en Zugarramurdi. Lope García de Salazar recogió, en su libro Las bienandanzas e fortunas..., una leyenda -la del origen del linaje de los Osorios- en la que aparecen temas que figuran en las diversas variantes del relato Motil-bildurgabea. Los fracasos en la búsqueda del supuesto oro enterrado en los montes constituye un tema ligado en varias leyendas con el recuerdo de ciertas peñas que, según se dice, tuvieron inscripciones, interpretadas por la genta a gusto de sus deseos, es decir, como anuncio de tesoros allí ocultos. He aquí un relato de Sara en el que aparece claramente ese tema: "En la cumbre de Larrun había una piedra como una losa sepulcral. Estaba cerca de la capilla, ya desaparecida, de Izpiritu-Saindu. Tenía escrito encima: no le pesará a quien me vuelque. Los jóvenes que subían allí, el segundo día de Pascua de Pentecostés, a la fiesta o romería que en aquel lugar se celebra en tal fecha, la volcaron, esperando que debajo hallarían el tesoro de la montaña de Larrun del cual muchas veces habían oído hablar. Pero luego vieron que aquella piedra en su cara inferior tenía esta otra inscripción: antes estaba bien; ahora mejor. Casos como éste de Larrun se repiten en Aldunlarre (una colina de Sara), en Arano, en Aizkorrondo (Cegama), en Piñuri (Vergara) y en el monte Oiz. El mismo tema aparece en la leyenda de Peña Tú (Galicia), lo cual demuestra que, si este tema se halla bastante concentrado en Vasconia, sus ecos han llegado hasta regiones bien alejadas de nosotros. Es también muy celebrado en los relatos populares el oro como presente que los genios hacen a los mortales, aunque raras veces haya podido ser aprovechado. La señora de Lekuberri (caserío de Zugarramurdi) llevaba de la vecina caverna de las lamias una rueca y un huso de oro como regalo que aquéllas le hacían por sus servicios. Le impusieron la condición de no mirar atrás en su camino; pero ella, cuando hubo metido un pie en su casa, miró atrás y al instante desapareció de sus manos uno de aquellos preciosos objetos. Lo mismo le ocurrió a la señora de Yoane (Ituren), que de la caverna de Aizpuru llevaba una carda de oro; y a una señora de Abaurrea, a otra de Yabar y a otra de Dixana (caserío de Garagarza-Mondragón). Ref.: José Miguel de Barandiarán: Eusko-Folklore, 1921, p. 5, 6 y 22; 1924, p. 21, 22 y 29; 2.ª serie, n.° 65; "E. J.", I, p. 189-198; II, p. 345 y 346; Mitología vasca, 143, Madrid, 1960.

José Miguel de BARANDIARÁN