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MILICIA (IPARRALDE)

La milicia burguesa. Es la policía o tropa que se constituye en los núcleos urbanos a lo largo de la Edad Media, toma bajo el antiguo régimen el nombre de guardia burguesa y bajo la Revolución liberal el de guardia nacional. Fue una institución generalizada. Ducéré dedica su atención a la bayonesa que puede servimos como paradigma. «Aunque existían milicias comunales o urbanas en muchas ciudades de Francia desde la época merovingia, no adquirieron verdadera importancia hasta el establecimiento de las comunas. Es también a partir de esta época que vemos a la milicia bayonesa, prestar su ayuda a menudo muy eficaz, a los príncipes ingleses. En la mayoría de las ciudades, se podía constatar que la valentía de estas tropas era infinitamente más brillante en la defensa de plazas fuertes que en campo abierto, en donde la falta de disciplina y la diferencia de armamento hacían que fuesen aplastados por una carga de la poderosa caballería de la época. La milicia era la principal obligación de los habitantes de Bayona, desde la edad en que podían tomar parte. Apenas sabemos nada sobre el sistema de reclutamiento, ni de qué forma se consideraba que estaban al servicio del rey. En ciertas ciudades, las milicias comunales no estaban obligadas a servir con sus esfuerzos más que a una cierta distancia de las murallas, si es que había. No debían alejarse de su recinto, de forma que pudiesen volver para dormir. No era lo mismo en Bayona. En Rouen, el número de soldados que debían ser suministrados por la milicia comunal estaba estipulado en una carta y su censo se encuentra en una carta de 1255. Parece ser que en Bayona y por un acuerdo tácito, el rey y la ciudad tenían mucho cuidado de no determinar de una manera muy positiva los derechos y deberes de cada uno de ellos. Generalmente en cada expedición, el rey certificaba que era a título de gracia el que los bayoneses tomasen parte en la misma, que no estaban obligados por el servicio militar al cual pertenecían en tiempo ordinario y que el caso concreto no podía servir de precedente. Vamos a ver ahora cómo la milicia de Bayona llevó lejos sus armas, al servicio de los reyes de Inglaterra y los siguió por la mayoría de los campos de batalla. Así, el 25 de mayo de 1242, el rey Enrique III escribió al alcalde de Bayona, dándole cita en Royan, «Convencido, decía, que usted ama tanto nuestro honor como el suyo, le pedimos que vaya provisto de hombres, de caballos y de armas, a Royan, el jueves después de Pentecostés, es decir, el 12 de junio». La milicia obedeció pronto y al mando de Guillaume, alcalde de Bayona, del hombre-bueno Johan Dardir, en número de mil, bien armados y bien equipados, llegaron con bastante tiempo para sumarse al ejército inglés, un poco antes de la batalla de Taillebourg. Después de diversas marchas y contra-marchas los ejércitos ingleses y franceses terminaron por topar con el enemigo en las llanuras de la Charente, cerca de la ciudad y del puente de Taillebourg -19 de julio-. El ataque por una parte y por la otra fue terrible. ¡Montjoie, Montjoie!, gritaban los franceses, ¡Royaux, Royaux!, gritaban los gascones. Sin embargo no podía dudarse del final; el ejército francés les superaba por mucho, en número y disciplina. Enrique III estuvo a punto de caer en manos del enemigo. Debió su salvación al aventurado paso, al generoso impulso de Richard de Cornouailles, que habiendo logrado con éxito entrar en el campo francés, obtuvo de la magnanimidad de San Luis, dichoso de pagar la deuda de Gaza, una tregua de algunas horas que los ingleses aprovecharon para huir. Enrique corrió a Saintes, de Saintes a Pons, de Pons a Blaye. Acampó en Gironde el 14 de abril siguiente. Tal como lo decimos más arriba, la presencia de la milicia comunal en Taillebourg lo atestigua un texto, en agradecimiento, ya que se encontraba fuera del servicio militar ordinario. «El rey saluda a todos. Sabed que hemos dado licencia a nuestros hombres-buenos de Bayona, para gravar tanto por mar como por tierra al rey de Francia, a sus hombres y a sus aliados, de manera que con la forma de esta licencia, no molesten ni graven a ninguno de nosotros ni a los que están en paz con nosotros y se encuentran bajo nuestra protección. Les hemos acordado esta licencia para todo el tiempo que dure la guerra entre Francia y el rey. Por el contenido de la presente, certificamos, además, que el servicio que los hombres-buenos de Bayona prestan hoy a nuestro lado, más allá de sus obligaciones, lo hacen a título gratuito. También les autorizamos a tomar el primer millar proveniente del producto de las prisiones, para aplicarlos a la fortificación de la ciudad; y del restante se harán dos partes, una que les dejamos a título de indemnización y la otra que se consagrará a nuestros asuntos. En el campamento en Gironde, 17 de agosto de 1242». La milicia de Bazas que no volvió al sitio fijado por el rey, tuvo que pagar una multa de 6.000 soles. También era una recompensa que el rey de Inglaterra ofrecía a los bayoneses, otorgándoles cartas de corso, de las cuales sabía que sus buques sabrían sacar partido. El 14 de mayo de 1264, se encuentra la milicia de Bayona combatiendo en Inglaterra para el rey, en la batalla de Lews. Los navíos bayoneses habían transportado hasta allá a sus tropas de desembarco y siguieron la misma suerte que el príncipe que defendían. Este servicio militar y de caballería a los cuales no estaban obligados en absoluto y se encuentra certificado en un acta oficial transcrita en el libro de los privilegios de la ciudad de Bayona. Allí se indica que el rey de Inglaterra no se servirá jamás de este precedente para invocar como un deber, una ayuda que había sido acordada a título puramente de favor. Parece que no fue la última vez que vemos a los bayoneses prestar sus armas a su soberano. La insurrección de los príncipes galos en 1282 había reunido junto a Eduardo todas las fuerzas disponibles y desde el momento que en las líneas de su ejército combatían Pierre Arnaud de Viele y otros burgueses bayoneses, es probable que estuviesen al mando de alguna partida de la milicia comunal. Finalmente, volvemos a encontrar a los bayoneses en la mayoría de las batallas libradas por los ingleses, bien en el continente, bien en la isla. Hubo también algunas ejecuciones judiciales que se transformaban en verdaderas expediciones militares; el alcalde o su lugarteniente, convocaban a todas las gentes de los oficios y todos los justiciables, que tenían que acompañarles y obedecerles «armats en bon punt et ordin». Los gastos corrían a cargo de las corporaciones. A veces, incluso, las expediciones arrastraban máquinas y artillería cuando se creía que se iba a encontrar resistencia o alguna plaza fortificada. Entre las más célebres y curiosas de estas expediciones, citaremos la que llevó a la destrucción del castillo de Hastingues, la de Pés de Puyanne en el castillo de Miots, que tuvo como resultado la masacre del puente de Proudines, y finalmente una cruenta expedición a Capbreton. El alcalde era el jefe ordinario de la milicia comunal. Cada habitante valido armado para el acecho, el contra acecho y el servicio de puertas, era un hombre de armas. El alcalde debía cada año asegurarse del buen estado de las armas, para el cuidado de las cuales cada ciudadano recibía del rey anualmente una suma de 20 soles en moneda acuñada. Si no se sabe nada de la organización y formación de esta milicia, no sabemos mucho más sobre su armamento. Se sabe que en general las gentes de las comunas se presentaban armadas con lo que tenían encima y en tal desorden que era suficiente a menudo una descarga de algunos caballeros para dispersarlos sin combate. Pero la milicia bayonesa estaba mejor armada que estos desgraciados paisanos. Ella también se componía, es cierto, de gentes a pie, procedentes, en gran parte, de las corporaciones, pero algunos de ellos como los herreros y carpinteros de casas, llevaban casco y coraza. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.