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Hasta la invención de la escritura, dice Marshall McLuhan, el hombre vivió inmerso en un espacio acústico total, en el que la palabra hablada era, simultáneamente, mapa y brújula de aquella época oscura de la humanidad. La escritura vino a iluminar la oscuridad reinante con la luz de la mente y constituyó la metáfora básica del ciclo de la civilización. Sin embargo, tanto la comunicación verbal como la escritura seguían siendo actividades realizadas por el hombre directamente. Sería la aparición de la máquina de imprimir, y su inserción en el proceso de la comunicación, lo que trastocaría esta situación. Gutemberg hizo posible muchas cosas: la multiplicación de las obras y los mensajes, la producción masiva y en serie, la simultaneidad de la historia, etc. Y de la mano de la imprenta vendrían también otras innovaciones, como seria el aula escolar y la educación de masas. E incluso, la aparición de la moderna prensa periódica y la popularización del uso del telégrafo y el teléfono, que lograrían acelerar y multiplicar gran parte de las tareas inicialmente encomendadas a la imprenta. Nuevos inventos y nuevas tecnologías se vienen a aplicar al proceso comunicativo. La fotografía venia a modificar el equilibrio hasta entonces mantenido entre la vista y el oído, permitiendo la mecanización del dibujo, de la pintura y de todo lo que ve en general el ser humano. A su vez, otras nuevas técnicas y aparatos, el teléfono, el gramófono, la radio y el magnetofón, supondrán la mecanización del espacio acústico. Por último, el cine y la televisión y sus derivados, completarían igualmente el ciclo de la mecanización de los sentidos humanos y de la percepción audiovisual. En los últimos años, la aplicación de la informática a la comunicación, los bancos de datos, la telemática y la burótica, la fibra óptica y el láser y los próximos satélites de televisión de difusión directa abren unas posibilidades inusitadas para la información humana.