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GRABADO

El grabado en el País Vasco. El paso continuo de peregrinos, viajeros y artistas por nuestra tierra, ha llevado consigo, ya desde la Edad Media, la utilización del dibujo y el grabado para plasmar todo aquello que por sorpresivo, llamativo o práctico les era necesario: paisajes, trajes y tocados, planos de montes y ciudades, usos y costumbres. Quizá la estampa más antigua, dedicada a una ciudad, sea la realizada por el germano Hogemberg. En ella figura en gran tamaño la magnífica "Hispaniae civitas Bilbao". Se trata de una obra excelente en la que la precisión del dibujo plasmó las Siete Calles, el Arenal, y una serie de casas muy concretas. Hoefnagle, otro artista alemán, será el primero en dejarnos la estampa de Donostia con su patrono colgado de un árbol y asaetado ( 1560). Dicho autor realizó también un bello plano coloreado del país en el que aparecen Toledo, Cádiz y Guipúzcoa, así como figuras mitológicas. La curiosidad y el afán mercantil hicieron que a lo largo de este siglo comenzaran a publicarse e imprimirse en toda Europa mapas de nuestras tierras. El primer plano de la Península Ibérica conservado en el Museo de San Telmo es de 1535 y posee innumerables errores de ubicación y localización territorial. Ya a partir de este año los planos son muy frecuentes, abundando los relativos a Hondarribia por causas estratégicas. Ya en el siglo XVII, los grabadores se dedicaron a ilustrar los libros de época, decorando bellamente las primeras letras de cada capítulo, escudos y blasones. De esta época es el soberbio y barroco escudo de Guipúzcoa, impreso en Tolosa en el año 1696, en el taller de Bernardo de Ugarte y grabado por Pedro de Larrea. Pero será ya en el siglo XVIII, con el acceso de los Borbones, cuando el grabado comience a ser habitual y abundante entre nosotros. Su amor al arte y a las letras les llevó a la creación de las Reales Academias y a la creación de la Calcografía Nacional, aún hoy subsistente. Los grabados de esta época son pródigos en imágenes de Vírgenes: "Nuestra Señora de la Blanca" de Vitoria, editado en 1714, debido a la mano del grabador madrileño Gregorio Forman; la "Virgen de Roncesvalles", de J. F. Leonardo; la "Virgen de Iciar", grabado por C. Casas en 1750, o la "Virgen de Arrate", estampa en la que aparece el "aurresku" más antiguo que se conoce. Ya en el siglo XIX y a raíz del paso de las tropas inglesas en 1813, el arte del grabado se manifestó en el País Vasco de una manera acusada y sorprendente. Numerosos oficiales, conocedores del dibujo y la acuarela, realizaron muchísimos dibujos de escenas militares y vistas de ciudades: J. Taylor, Esteban Boix, Wilkinson, W. Heath, Jhon Murray y otros muchos, nos dejaron obras de indudable valía, gran belleza y maestría. Entre todos ellos destaca sin duda alguna Sydney Crocket y sus magnificas vistas de Guipúzcoa. Sus láminas, de suave colorido y gran perfección de dibujo, apenas si han tenido dibujantes que las hayan superado en categoría. También George Carpenter se dedicó durante más de veinte años a captar panoramas de Donostia, Hondarribia, trabajando en los talleres de Múgica, Pío Baroja y Gordon. A raíz de 1823 comenzaron a venir también a San Sebastián dibujantes y litógrafos franceses, entre los que hay que citar a Sebron, Gelibert y Gustave Doré, que viajó por toda España en 1855 en compañía de Teófilo Gautier. De todo este grupo conviene resaltar la figura del ingeniero-geógrafo C. Le Camus, que realizó dos soberbias estampas de la ciudad de carácter romántico y algo tenebrista. Otros dos extraordinarios dibujantes de paisaje son Genaro Pérez de Villaamil y Echániz. Sus paisajes de Guipúzcoa resultan de gran belleza y calidad. Otros artistas menores de nuestra tierra contribuyeron también a divulgar nuestros paisajes: Alcain, Salcedo, Pirala, Goicoa, Múgica. Las desaparecidas estampas en las últimas décadas del siglo XIX, por no estar de moda, volverán a resurgir en los primeros años del siglo XX. Darío de Regoyos sorprenderá a la gente con unas bellas y sencillas litografías de escenas del país realizadas en un estilo totalmente nuevo, dando más importancia a las manchas que al dibujo. En sus litografías queda patente el impresionismo del momento. Como quedan patentes las corrientes modernas del momento en autores como Iturrino, Ricardo Baroja, José Salís, Juan Echeverria, Zuloaga y Gustavo de Maeztu. Verdaderamente innovadores resultan los aguafuertes a varios colores de Iturrino, en los que representa sus clásicas mujeres en "Fiestas camperas flamencas". De modo muy diferente destacan los aguafuertes de Ricardo Baroja. Su pasión por el grabado está más ligado a las ilustraciones decimonónicas que a las novedades de la época. Su elaboración es muy similar a la de Goya, tanto en el rayado de la plancha como en la elaboración de la aguatinta. El año 1932 realizará ya, antes de la guerra, una interesante serie de láminas sobre "dantzaris" del País Vasco, Gonzalo Manso de Zúñiga. Entre los grabadores más significativos de postguerra conviene reseñar las figuras de Landi Sorondo, Julio Franco, Dionisio de Azkue y Antonio Valverde. Todos ellos sufrirán un fuerte apego por las corrientes postimpresionistas del momento: paisaje tomado del natural, cambios lumínicos, visión rápida y fugaz. Por poéticas muy distintas se mueve el lápiz certero y lleno de arabescos del alavés Carlos Sáenz de Tejada, en unas litografías sobre motivos vascos, coloreadas por él mismo. Después de la guerra del 36, los artistas grabadores vascos conectados con las corrientes de vanguardia comenzarán a realizar series de xilografías, libros-grabados y aguafuertes de gran belleza y complejidad técnica. Eduardo Chillida, Bonifacio Alfonso y Mari Puri Herrero han demostrado con su obra el alto nivel alcanzado por el grabado en Euskadi. La obra de Chillida, pulcra y potente, ha abarcado las más diversas técnicas del grabado, habiendo logrado en 1976 el premio de grabado de Tokio por su aguafuerte "Euskadi IV". El grupo "Estampa Popular de Vizcaya", compuesto por Mari Dapena, Dionisio Blanco y Agustín Ibarrola, realizará en la década de los sesenta su grabado xilográfico de carácter expresionista dedicado a la denuncia social y política. Entre los artistas vizcaínos dedicados al grabado hay que citar también a Gabriel Ramos Uranga, Itxaro Goikoetxea y Mari Puri Herrero. Muy sensible a la línea y al arabesco el primero, más dedicadas a las manchas y las mordeduras las segundas. El foco de artistas guipuzcoanos ha demostrado desde hace tres décadas una importante inclinación hacia el grabado. Desde el grabado más clásico de Fernando Beorlegui y Cobreros Uranga, hasta el abstracto de Remigio Mendiburu, Néstor Basterrechea, José Luis Zumeta, Carlos Sanz, o los adscritos a los nuevos realismos y surrealismos: Vixente Ameztoy, Ramón Zuriarrain, Andrés Nágel, Juan Luis Goenaga, Daniel Txopitea, Iñigo Ormazábal, Ion Zabaleta, Marta Cárdenas y un largo etcétera. Entre todos ellos merece destacarse al soberbio grabador dibujante Andrés Nágel por sus magníficos aguafuertes en los que introduce novedades técnicas y procedimientos expresivos poco habituales.