Kontzeptua

Domingo de Ramos

El Domingo de Ramos o Erramu-eguna, las celebraciones se suceden en una secuencia fija y preestablecida de los actos conmemorativos:

  • Bendición de ramos.

Una vez congregada la gente junto al edificio religioso o en su interior, al inicio de la procesión o al final de la celebración eucarística y bajo ilusionada expectativa de la chiquillería, el sacerdote oficiante efectúa la consabida bendición de los ramos o palmas. Dichos elementos vegetales rememoran, como se ha indicado, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Así, en el ámbito geográfico y cultural que nos ocupa, y de forma generalizada, dichos ramos se erigen en símbolos vegetales de protección: el laurel (ereinotza edo erramua) tradicional al norte, el olivo en la zona mediterránea y la singular y artística palma se prodigan. En modo puntual y localista, también con igual finalidad se recurre al sauce, acebo, espliego, tejo, mimbre, nogal y boj.

Debemos tener en cuenta que en este tiempo primaveral, los campos están sembrados y que están al orden del día las posibles plagas agrícolas, las enfermedades del ganado, los caprichosos fenómenos atmosféricos (heladas, granizo o pedrisco, pertinentes sequías o imprevista y devastadoras tormentas). Conocido es que en otros tiempos eran sinónimo de escasez de recursos, hambrunas, epidemias, muerte y desolación.

Amplias zonas de Bizkaia (Busturialdea, Zornotzaldea o Markinaldea), Nafarroa (Aezkoa, Urraul, Larraun o Roncal) y Araba (valle de Aramaio y Zuia) acostumbran a elaborar previamente y bendecir en la iglesia manojos de cruces de sauce y laurel que, posteriormente (el Sábado de Gloria, Domingo de Pascua o en la Cruz de mayo), se colocan en cada uno de los campos sembrados. Las gentes de Oiartzun portaban para su bendición gavillas de laurel y romero que solían guardar para ir quemando en caso de tormentas. En el valle de Roncal, los mozos de Isaba llevaban ramos de acebo y las mujeres espliego (izpelko) para su consagración. Los citados vegetales una vez bendecidos se debían guardar y se solían quemar como elementos sagrados, una vez secos y restituidos, al año siguiente.

Los citados símbolos protectores tenían por virtud el proteger a personas, animales y pertenencias de los caprichos de los distintos fenómenos atmosféricos. En especial el laurel, en menor medida la palma, se ha conservado como factor protector doméstico, durante todo el año colocado en balcones, a la cabecera de la cama o prendido en la ropa mediante un alfiler. En caso de enfermedad o fallecimiento se quemaba algunas hojas, se colocaban en su entorno o a modo de hisopo, bendecían la habitación. También se ha utilizado para salvaguardar las actividades agrícolas (mediante las citadas cruces o asperjando agua con ellas), la seguridad y salud de los animales estabulados o de los moradores de la casa. Referente a las zonas costeras, se busca la protección total de los barcos (colocando el ramo en el mástil principal) o la viabilidad de sus habituales faenas pesqueras. Lo mismo sucede en cuanto se levanta la planta de una casa nueva, colocando en el tejado como elemento protector una rama de laurel.

  • Procesión.

Durante esta jornada matinal, en diversos municipios y núcleos poblacionales, las gentes con sus ramos y palmas acuden a la tradicional "procesión del borriquito o de las palmas" que simboliza con fidelidad meridiana el relato recogido en los evangelios del Nuevo Testamento. Los participantes van entonando cantos de alegría manifiesta, alusivos a la festividad y a los hechos que se celebran.

Dicha procesión fue reglamentada en el siglo IX por la Iglesia Católica, donde invariablemente el paso de Jesús sobre un borriquillo es la imagen principal del día y el cortejo de ramos y palmas, se repite en las grandes poblaciones como en los pueblos pequeños. Antiguamente, en algunos lugares, se daba al final de la procesión un cierre de las puertas del templo y golpeando con la cruz procesional se abrían (simbolizando ello, la apertura de las puertas del Cielo por Jesús).

No debemos olvidar la figura de Jesús a lomos de un borriquito (similar estampa se nos presenta, el domingo siguiente a la Epifanía, con la huida a Egipto de la Sagrada Familia), quizás por ello se tomé al burro como animal sagrado. Es decir, en nuestro entorno, se ha tenido la creencia que protege de todo mal (especialmente, frente a tempestades y genios diabólicos) al que viaja o va montado sobre él.

  • Misa y sus preámbulos.

El ceremonial público se da por terminado con una solemne misa y al final de la misma, donde no hay procesión se procede a bendecir los ramos y crucecitas.

Finalizado el oficio religioso en la soledad del templo el sacerdote y sus ayudantes, con espíritu previsor, acostumbraban a bendecir diversos ungüentos (los santos oleos, incienso, etc.) y formas sagradas necesarias para los rituales religiosos de Semana Santa. Mientras tanto, en localidades de la Navarra media y ribereña, donde la reglamentación de las cofradías penitenciales no estaba vigente, se recurría a la adjudicación por sorteo o subasta de los portadores de los pasos procesionales de la Semana Santa.