Dantza

Danzas de Pipaón

El ciclo de danzas de Pipaón se inicia con la "danza de las castañuelas" que era usada en los recorridos procesionales tanto de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz como en la celebración de San Roque. En ella, el "cachimorro" va seguido de ocho danzantes que evolucionan provistos de castañuelas.

A la que sigue una serie de danzas de palos o "troqueos" que se conocen como "paloteaos" de "El herrero Pedro Moro", "El herrero" y "Danza de los palos de Arriba", "Tamparrantan" o "Las uvas están verdes". Sus coreografías generales, se basan en los cambios de puestos, los pases por arriba o abajo, en la rotación constante hacía los cuatro puntos cardinales, los choques de palos por arriba y abajo, los golpes en el suelo o el sistema nemotécnico de recordar las melodías por una serie de cantos sencillos:

Tamparrantan, las uvas están verdes;
tamparratan, ya se madurarán.

El herrero Pedro Moro
una cruz de plata halló,
para hacer un clavo de ella
en la fragua la metió.

El herrero y el barbero,
el cura y el sacristán,
hacen los hijos a medias
y los parten por San Juan.

Posteriormente, ejecutan la clásica "Danza de las cintas o del árbol" que es bailada por los ocho danzantes en torno a un mástil con cintas, mientras las trenzan y destrenzan. El palo esta coronado por un muñeco articulado de cartón que se acciona, mediante una cinta o cuerda tensada, por la persona que sujeta el citado tronco.

Y acaban su ciclo de danzas con la singular realización de una torre humana que lleva el nombre de "El castillo". Es decir, los danzantes se colocan cuatro en la base, sobre ellos se sitúan tres y el último se sube a la cúspide. Éste, desde su atalaya, lanza vivas a los asistentes que copan la plaza (autoridades, vecinos y visitantes) para luego, solicitar el consabido donativo.

Además fuera de este ciclo ritual, debemos destacar dos danzas juego de carácter más desenfadado como son "El Cachupín" y "Las arregachaditas".

En la noche de la víspera de San Roque, se realizaba esta danza juego conocida en Pipaón como "El Cachupín". Consiste en una fila ilimitada de hombres que agarrados por la cintura, eran dirigidos por uno que portaba una rama de boj ardiendo y de esta guisa, andaban en la plaza donde previamente se había encendido una hoguera. De vez en cuando, éste se daba la vuelta en busca del último de la fila y al huir, sin soltarse, obligaba a toda la fila a saltar sobre las ascuas de la fogata. Solían cantar una popular canción que dice así:

Al Cachupín, pin, pin,
que eres un galopín
que por no trabajar
te has metido alguacil
y a los pobres ancianos
no les dejas vivir
que les quitas los cuartos
para beber txakolí.

Luego los vecinos vestidos con capas y llevando cayados, iluminados por faroles o candelas y al ritmo de una campanilla inundan la noche con sus cantos de las "auroras". Cantos sencillos y austeros que rompen el silencio de la madrugada de la festividad de San Roque, en todos los rincones de esta singular población alavesa.

"Las arregachaditas" era también un juego musicado de Pipaón que se realizaba en cualquier momento (en forma más ritualizada, se hacía en la merienda que celebraban en la casa del abad de la Cofradía de la Vera Cruz). Los participantes se enlazaban por las manos formando un corro, solían ser jóvenes de ambos sexos o solo hombres. Previamente, se les asignaba alternando el nombre de Pedro o Juan e iban cantando, al decir uno de los nombres los asignados se agachaban y los otros pasaban la pierna por encima, así cada vez más rápido. La letra decía de este modo:

A las arregachaditas
las quiero ver bailar
si las baila Pedro
también las baila Juan ....