Concepto

Historia de la Ciencia y la Tecnología

La sociedad vasca fue testigo a lo largo del siglo XIX de una profunda transformación en el plano educativo: el antiguo método de enseñanza de base gremial fue sustituido de manera paulatina por la nueva escuela técnica, que repercutiría en el auge de las profesiones libres. Dos instituciones que tenían un marcado carácter "social" fueron inicialmente las responsables de tal transformación:

1) la Bascongada, que, recordemos, auspiciada por la nobleza vasca, vivió su etapa de mayor gloria en el último tercio del siglo XVIII, pero que decayó impetuosamente durante la primera mitad del XIX (la precariedad e inestabilidad caracterizaron la vida del Real Seminario, en manos del Gobierno central desde 1804; llegó a ser Universidad de Provincia en 1822 y a cesar sus actividades durante la guerra carlista)

2) el Consulado de Bilbao, que aglutinaba los intereses de los comerciantes de las zonas costeras, y que creó, además de los centros de náutica antes mencionados, una Escuela de Comercio (en 1819), en la que se impartieron las cátedras de matemáticas, dibujo, francés e inglés. No tuvo, sin embargo, un recorrido demasiado boyante, y en 1842 la Junta de Comercio fundaba, junto con la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbao, el Colegio de Humanidades de Vizcaya, que incluía en sus planes los estudios mercantiles.

Las dos vías de desarrollo de la docencia técnica, la "consular" y la "ilustrada" convergieron y se "estatalizaron" en 1850, cuando el Estado, a través del ministro Manuel Seijas Lozano, estableció las escuelas de ingeniería industrial y las escuelas mercantiles. El decreto que promulgaba las primeras dividía la enseñanza industrial en tres clases (elemental, de ampliación y superior), y Bergara fue uno de los tres centros de ampliación elegidos en el Estado (los otros eran Barcelona y Sevilla). Durante la siguiente década, alrededor de 1.800 alumnos se matricularon en los cuatro establecimientos que conformaban el Seminario (el Instituto de Segunda Enseñanza y las Escuelas de Matemáticas, Industrial y Comercio), aunque ningún alumno obtuvo el título de ingeniero. No obstante, problemas de financiación y una desacertada política legislativa -la Ley Moyano (1857), que convertía las escuelas industriales existentes en escuelas superiores- echaron al traste el sistema de enseñanzas industriales. La Escuela cerró sus aulas en 1861.

Una consecuencia importante de los cambios legislativos de 1851 es que las escuelas de comercio y de náutica de Bilbao quedaron subordinadas al Instituto de Segunda Enseñanza de la Villa, una situación que se mantuvo hasta 1887. La subordinación en la dirección y administración constituyó un factor importante para la devaluación de la enseñanza técnico-comercial.

El desarrollo industrial condicionó la situación de la educación técnica en Euskal Herria. Introdujo nuevos métodos de fabricación importados del extranjero; ayudó a que se evidenciase la falta de técnicos especializados en la aplicación de modernas tecnologías; hizo que muchos empresarios (con su énfasis en la introducción de tecnología importada) recurrieran a contratar ingenieros y técnicos extranjeros. Semejantes fenómenos no se dieron hasta finales del siglo XIX, o no al menos de manera tan intensa como se percibieron entonces, y apuntaban a la necesidad de crear centros de enseñanza que impulsaran las industrias del país.

La institución educativa más importante vinculada a la industria que se fundó en ese periodo fue la Escuela Especial de Ingenieros Industriales de Bilbao. Creada en 1897 bajo el impulso de la Diputación de Vizcaya y el Ayuntamiento de Bilbao, constituye un ejemplo de cómo un sector de la burguesía industrial fue capaz de concebir y controlar una institución educativa que respondía a sus intereses. La primera promoción data de 1902; entre ese año y 1936 se graduaron 585 ingenieros. Una buena parte de ellos encontró destino en la misma provincia de Bizkaia y en el País Vasco, lo que demuestra que el centro logró cumplir con las expectativas creadas, al dar respuesta a las necesidades de un País que se había modernizado económica e industrialmente (ferrocarril, teléfono, energía eléctrica, gas, siderometalurgia).

La otra iniciativa, que junto a la ingeniería, encontramos en la burguesía industrial vasca de la época es la creación del Colegio de Estudios de Deusto (conocido más tarde como Universidad de Deusto). Centro de, recordemos, la Compañía de Jesús, en sus inicios (1886) ofertó los estudios completos de la Escuela Preparatoria de Ingenieros y Arquitectos (además de Derecho y Filosofía y Letras), estudios éstos orientados a optar al ingreso de las diferentes escuelas de ingenieros españolas.

Una de las consecuencias del proceso de industrialización fue la de la creación de una red de escuelas de Artes y Oficios. De hecho, es difícil pensar que dichos centros hubieran llegado a desarrollarse con la singular intensidad con que lo hicieron en el País Vasco sin el apoyo de la capacidad industrial. Prueba de esto es que cuando se traza el mapa de las escuelas de Artes y Oficios existentes se observa una coincidencia con el mapa de poblaciones industrializadas en ese periodo. Estos centros fueron estableciéndose, la mayoría de las veces, por iniciativa de las corporaciones municipales y provinciales para atender las necesidades locales y sociales de sus poblaciones. Da idea de la profusión de la red el hecho de que se crearon, entre 1879 y 1920, un total de 16 escuelas en Gipuzkoa y 15 en Bizkaia; en el primer caso, podemos citar, entre otras, las escuelas de -siguiendo un orden cronológico- San Sebastián (1880), Tolosa (1885), Rentería (1900), Bergara (1901), Irún (1901), Eibar (1902), Mondragón (1902), Ordizia (1904) o Azpeitia (1904); y en Bizkaia, las de Bilbao (1879), Barakaldo (1892), Portugalete (1892), Sestao (1893), Getxo (1900), Santurtzi-Ortuella (1902), Durango (1904) o Gernika (1905).

Como vemos, la situación de la enseñanza profesional en el País Vasco no fue tan precaria como lo que podría en principio pensarse. Ahora bien, si hubiera que adjetivar de alguna manera la función de tales centros, quizá la expresión más idónea sería la de "complementaria". La función que cumplieron la mayoría de las escuelas de ese periodo fue, con las excepciones de Bilbao y San Sebastián -donde la enseñanza industrial, artística y comercial tenía un carácter marcadamente profesional-, la de complemento a un deficiente sistema de educación primaria superior. Se trataba sobre todo de alfabetizar, y así los planes de estudio de estos centros se limitan básicamente a las asignaturas de geometría y dibujo, en todas sus formas, además de la aritmética.

No obstante, la escuela técnica más notable fue la Escuela de Armería de Eibar, pionera y única en su género en el Estado. Inaugurada en 1914, fue forjada a imagen y semejanza de la Ecole d'Armerie Leon Mignon de Lieja. Constaba de aulas donde se enseñaba dibujo, artes y oficios y de un Museo de armería, a fin de aunar teoría y práctica. Más tarde se añadiría un taller mecánico, para la construcción de máquinas-herramientas y útiles de corte y medición. El fin no era otro que ayudar a las empresas locales, fabricando las herramientas que éstas importaban a precios elevados.

En la década de 1920, nos encontramos con que los cuadros técnicos de las industrias requerían altos grados de especialización. Así, van apareciendo numerosas escuelas de aprendices creadas dentro de las propias empresas. La escuela de la Sociedad Española de Construcciones Babcock & Wilcox Española de Galindo, abierta en 1927, es considerada la primera iniciativa de este tipo en el Estado. La de la Unión Española de Explosivos de Galdakao, fundada en 1929, incluía estudios de química en las secciones de Oficios y Laboratorio (para su ingreso, mediante examen, tenían preferencia los hijos de los empleados). La Sociedad Euskalduna, especializada en la construcción de buques de vapor con casco metálico, fue la impulsora de un centro educativo que se convirtió en modelo de formación de aprendices. Fue personal técnico de la propia empresa, principalmente ingenieros de minas y peritos industriales, quien impartía las clases. La formación técnica no se limitó a los tres casos citados, sino que se extendió a otras empresas, como Basconia, la Sociedad Española de Construcción Naval de Sestao o Altos Hornos de Vizcaya.

Fue, precisamente, una de estas escuelas, la de la Unión Cerrajera, fundada en 1939, la que se convertiría en el germen del movimiento cooperativista de Mondragón. Su principal artífice fue uno de sus profesores, el padre José María Arizmendiarrieta, quien, con su devoción por impulsar la formación de los jóvenes, ayudó a promover la actividad empresarial a través de la cooperación. En 1943, fundaba la Escuela Profesional de Mondragón, centro que más tarde se convertiría en Escuela Politécnica, en la que se impartieron, desde 1968, estudios de ingeniería.