Concepto

Cigarreras donostiarras

Los puestos de trabajo de la Fábrica de Tabacos de San Sebastián eran muy solicitados, teniendo preferencia para los ingresos, los familiares de los trabajadores que ya formaban parte de la plantilla. No debe olvidarse que en la época no había alternativas laborales para las mujeres.

En el recuerdo ha quedado, que en la fábrica de la calle Garibay (hasta mediados de 1913), cada cigarrera llevaba su asiento y una vela y que "les leían mientras trabajaban".

El oficio de cigarrera requería habilidad, lo que, con la experiencia, permitía alcanzar buenos resultados. Se aprendía por observación de las especialistas veteranas y la práctica.

En términos comparativos, eran puestos de trabajo "seguros" y la retribución era importante, "ganábamos más que algunos hombres en fábricas del entorno", con la consiguiente independencia económica y seguridad personal. Había una retribución fija y una variable en función de la producción obtenida, cobrándose cada quince días y siendo la capataza la encargada de los pagos.

No es pues de extrañar, que mientras fue posible, las trabajadoras no dejaban su puesto de trabajo al casarse pues, además, la empresa de San Sebastián ofrecía servicios avanzados para la época, como la posibilidad de atender a los hijos. Según se refleja en recientes publicaciones, a juicio de algunas cigarreras, "éramos buenos partidos para el matrimonio".

Las cigarreras y las capatazas iban uniformadas con bata y gorro de color "beige" y las maestras vestían de azul. Al término de la jornada tenían que ducharse debido al fuerte olor a tabaco, que en otro caso despedían.

Al abandonar la empresa, tenían que pasar por el fielato que suponía la portera de registros, encargada del control de las entradas y salidas de las trabajadoras, a las que cacheaba si coincidía su paso con el encendido aleatorio de una bombilla o ante cualquier sospecha de hurto.