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MEGALITO

El estudio del megalitismo vasco. Uno de los aspectos más llamativos de la Arqueología de la zona es el constituido por las cámaras megalíticas funerarias, cuya monumentalidad, relativa abundancia y ajuares ocupan, con razón, páginas numerosas y destacadas en la bibliografía del territorio vasco pirenaico. Pese a lo publicado, quedan aún muchas cuestiones que resolver en este capítulo siempre privilegiado de nuestra Prehistoria. El estudio del "fenómeno megalítico" ha pasado por altibajos de interés y de finura metodológica en los programas de investigación de la Prehistoria europea. Hace no mucho se evaluaba lo realizado en Francia a este respecto: el juicio de valor de P. R. Giot ( 1976:202) resulta perfectamente trasferible a la situación de esas investigaciones en la Península Ibérica y, desde luego, a la historia de tales estudios en Euskal Herria. "Tras haber conocido un puesto de interés privilegiado entre los primeros "anticuaristas" y prehistoriadores, su estudio ha sido a menudo desfavorecido salvo en algunas regiones en que se mantuvo la tradición hasta alcanzar las exigencias de la investigación moderna. Pese a la mala reputación que tienen a veces los megalitos entre los prehistoriadores dedicados a otras especialidades, su estudio sistemático tiende a renovarse aunque por desgracia no con los medios materiales ni con los efectivos personales que requiere. Bien entendido que con ello no deben hacerse aislar los megalitos de su contexto en las diversas civilizaciones del Neolítico y del Calcolítico que les son no sólo contemporáneas sino la cuna y el medio en que esa arquitectura se desarrolló y evolucionó en formas diferentes". No es difícil apreciar esas etapas definidas por Giot en la historia del conocimiento del megalitismo francés también en nuestro País: añadiendo las vicisitudes de las dos guerras sucesivas (la Civil española y la Segunda mundial) a dificultades a la continuidad entre las dos etapas básicas (la antigua y "clásica", hasta 1936; y la reciente, de hace quince años ahora) de la historia de las investigaciones sobre el megalitismo vasco.

En una primera etapa, dentro del siglo pasado, se produjeron los hallazgos de algunos monumentos espectaculares, cuya arquitectura y disposición fueron con mayor o menor fortuna aproximadas a las que los eruditos alaveses o navarros conocían de Inglaterra o de Francia. Tal fue el caso de los monumentos dolménicos de la Llanada alavesa (Aizkomendi y Sorginetxe, en el segundo cuarto del XIX), de la zona de Cuartango y de los "túmulos" de Eskalmendi y Kapelamendi (en las proximidades de Vitoria), cuya atribución a los "celtas" o a los indígenas "iberos" llenó muchas páginas polémicas en las revistas ilustradas de la época. Los primeros descubrimientos navarros se hicieron en el Aralar en 1894 por F. de Huarte, estudiándolos de inmediato J. Iturralde y Suit, cuyos trabajos fueron amparados por la Comisión de Monumentos de Navarra. Posteriores hallazgos, en la misma estación, por F. de Ansoleaga exigieron la intervención científica de T. de Aranzadi y, de seguido, la constitución del equipo de investigadores que habría de producir el mayor incremento científico en el conocimiento de los dólmenes de Euskal Herria.

La etapa "clásica" o de madurez de estos estudios llenó las dos décadas anteriores al estallido de la guerra civil de España. La actividad de exploraciones, excavación y estudio de T. de Aranzadi, J. M. de Barandiarán y E. de Eguren produjo un impresionante cúmulo de datos de localizaciones dolménicas, formalizándose la organización básica de los monumentos en estaciones o grupos. Una decena larga de detalladas memorias de excavación ha quedado de esos trabajos como fondo bibliográfico de consulta imprescindible para quien desee estudiar nuestros dólmenes. Dos fueron firmadas por T. de Aranzadi y F. de Ansoleaga con sendas entregas de exploraciones en el Aralar (publicadas en Pamplona, en 1915 y 1918), otras dos por T. de Aranzadi y J. M. de Barandiarán con los resultados de un estudio de otros ocho monumentos de Aralar y el del dolmen de Basagain en el contexto de investigaciones prehistóricas guipuzcoanas (se editaron en San Sebastián, en 1924 y 1928) y otras ocho por Aranzadi, Barandiarán y Eguren correspondientes a sus exploraciones en nueve dólmenes del Aralar guipuzcoano, seis de Aizkorri, siete de Ataun-Borunda, ocho de Altzania, nueve de Entzia, dieciséis de Elosua-Plazentzia, seis de Urbasa y cuatro de Belabieta (cuyos tomos se editaron en San Sebastián en 1919, 1919, 1920, 1921, 1922, 1922, 1923 y 1923 respectivamente). A ese repertorio de publicaciones deben añadirse las noticias de descubrimientos y exploraciones complementarias que J. M. de Barandiarán (en un total de seis textos en las revistas "Euskalerriaren Alde" de 1916, "Revista Internacional de Estudios Vascos" de 1924 y 1926, "Anuario de Eusko Folklore" de 1928 y 1932, y "Vida Vasca" de 1936) y E. de Eguren (en "Revista Internacional de Estudios Vascos" de 1927 y 1927, "Anuario de Eusko Folklore" de 1929, y en una monografía sobre el túmulo de Oquina de 1928) dieron a publicación en esos años. El trabajo continuado de Aranzadi, Barandiarán y Eguren en estaciones dolménicas guipuzcoanas y, menos, alavesas y navarras, coincidió con los inicios de las prospecciones megalíticas de R. Gombault (desde 1914) en Bajanavarra y en Zuberoa. Por aquellos años debe anotarse la notable aportación de los investigadores catalanes al conocimiento del megalitismo del Pirineo oriental, con los trabajos de J. Serra Vilaró en la comarca de Solsona y en importantes síntesis sobre toda Cataluña, con la actividad del "Institut de Estudis Catalans" que P. Bosch Gimpera había creado en 1915 y con los estudios iniciales de L. Pericot (que culminaron en 1925 con la publicación de sus Tesis Doctorales sobre el megalitismo en todo el ámbito pirenaico). No debiéndose olvidar las excelentes relaciones de amistad y de intercambio científico que se establecieron entre los prehistoriadores vascos y catalanes, tanto por el magisterio académico del propio Aranzadi en la Universidad de Barcelona, cuanto por la intervención reiterada del propio Bosch Gimpera en publicaciones y reuniones científicas de nuestro País.

Los años de la postguerra y de etapa de transición se caracterizan por la lógica dispersión de aquel equipo anterior y, pronto, por la aparición de diversos grupos de investigadores que emprenderán las exploraciones dolménicas en las diferentes provincias. J. M. de Barandiarán, desterrado en Iparralde, producirá la mayor parte de las identificaciones (casi medio centenar entre dólmenes y túmulos) de aquel territorio: aunque no se produjeron excavaciones. J. Elósegui (en diversas entregas impresas, desde 1951 , en la revista "Munibe") incrementará sensiblemente el catálogo dolménico de Guipúzcoa y Navarra. La organización de un Servicio de excavaciones en la Institución Príncipe de Viana de Pamplona permitirá el trabajo de excavación sistemática de varios importantes dólmenes navarros: en campañas dirigidas por B. Taracena y por J. Maluquer de Motes y D. Fernández Medrano (cuyos resultados se publicaron en "Excavaciones en Navarra" y en "Príncipe de Viana"). La vuelta de J. M. de Barandiarán, en 1953, le permitió dedicarse de nuevo al estudio y excavación de algunos otros monumentos de gran interés: tal es el caso, por ejemplo, de las exploraciones que con D. Fernández Medrano realizó en algunos de los dólmenes del valle de Cuartango y en los más importantes de la Rioja alavesa (San Martín, El Sotillo, Peciña...) o los trabajos que en alguna estación guipuzcoana llevó a cabo con T. de Atauri y M. Laborde.

La etapa actual de las investigaciones sobre dólmenes vascos tiene diversos protagonistas en el quehacer de las prospecciones y de las excavaciones. La preparación de su Tesis Doctoral (que se publicó, en varias entregas en 19731 75) le llevó a J. M. Apellániz a la revisión de bastantes de los monumentos conocidos y a la excavación de varios -en Vizcaya, en Alava y en Guipúzcoa- solo o en colaboración con otros (J. Altuna, J. Fariña, A. Llanos, P. Rodríguez de Ondarra). En Navarra destacan las prospecciones de T. López Sellés y de F. de Ondarra. En Iparralde, desde 1968, J. Blot ha emprendido un intenso plan de búsqueda y más recientemente de excavaciones con resultados realmente positivos. Hace poco ha sido el Instituto Alavés de Arqueología, con J. I. Vegas sobre todo y también con F. Galilea y J. J. Vivanco, quien ha planificado un programa de actuación a largo plazo, abordando el estudio del megalitismo por áreas geográficas concretas. Del mismo modo que grupos de prospectores de la Sociedad Aranzadi incrementan el catálogo dolménico guipuzcoano con los trabajos de L. del Barrio o las excavaciones de A. Armendáriz y los estudios de J. Peñalver. La realización (en l977) de la Tesis de Doctorado de T. Andrés aportó un replanteamiento crítico de bastantes cuestiones de tipología constructiva y .de cronología de los monumentos megalíticos. Mientras que detallados trabajos en curso (por A. Cava en torno a las industrias de la piedra tallada, por ejemplo) permitirán, en un futuro no lejano, presentar los caracteres esenciales del "fenómeno megalítico" en lo tocante a cronología y evolución y a relaciones culturales con otros ámbitos de la Prehistoria contemporánea. Como una muestra muy significativa de lo que han supuesto estos últimos quince años en cuanto a incremento de las informaciones sobre el megalitismo vasco recordaré que los 126 dólmenes en Navarra catalogados por J. Elósegui en 1953 pasaron a ser 230 en el inventario de J. M. Apellániz de 1973, y a sumar 298 dólmenes más 41 túmulos en el de I. Barandiarán y E. Vallespí de 1980. En Iparralde el total de monumentos que catalogó J. M. de Barandiarán en 1953 comprendía 50 dólmenes (de los que él mismo había descubierto 42), 16 túmulos (5 descubiertos por él) y un lote de casi un centenar de cromlechs. Veinte años después, y como efecto de las prospecciones de J. Blot, se añaden al catálogo de J. M. de Barandiarán 38 dólmenes nuevos, 3 cistas dolménicas, 52 túmulos, 2 menhires y un número notable de cromlechs. A lo que se acompaña un plan de excavaciones en varios túmulos y cromlechs, obteniéndose las primeras fechaciones absolutas de estos monumentos. Del catálogo global de Iparralde que Blot presentó en 1974 resultan los siguientes tipos de monumentos en las tres provincias (L: Laburdi; BN: Baja Navarra; Z: Zuberoa), en un repertorio que posteriormente, en lógica, se ha incrementado:

  Total L. B.N. Z.
dólmenes
cromlech
monolitos
túmulos
fondo cabaña
104
242
6
unos 190
+ de 500
68
54
3
21 %
unos 12
28
151
3
36 %
unos 107
8
37
0
43 %
unos 400