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Los vascos en Uruguay

Los uruguayos a lo largo de las tres primeras década de este siglo fueron protagonistas a la vez que espectadores de cambios sustantivos en múltiples aspectos. Las técnicas, la economía, la política, la sociedad en su conjunto, variaron de forma apreciable, conformando una realidad distinta a la vida imperante solo unos lustros antes. Las ventajas comparativas de la producción agropecuaria permitieron acceder al mercado europeo. Este hecho fue ventajoso en la medida en que nuestros rubros de exportación se aproximaban a los requerimientos de Europa, o sea, la demanda y la adecuación de la economía y la sociedad uruguaya a esas demandas mantienen en estos años una relación dialéctica. Al mismo tiempo se generaba una dependencia que en momentos de crisis fue extremadamente perjudicial para el país.

Fue en el área rural donde más se evidenció la presencia de vascos y sus descendientes. Los lanares proporcionaban a los vascos mediante la cría, la actividad económica más practicada y rentable. Así la quinta parte de los "nuevos ricos" del novecientos es de origen vasco.

Para aquellos que llegaron a finales del siglo XIX la inserción exitosa en el medio rural se fue haciendo cada vez más difícil. A diferencia de sus compatriotas llegados cuarenta o cincuenta años atrás, encontraron todas las tierras ocupadas y delimitadas. Esto decidió a muchos a dedicarse a la lechería, una actividad que desarrollaron con particular éxito. El destino de la producción láctea era naturalmente la capital que crecía incesantemente en población. Las alternativas del mercado exigían al lechero emplear la audacia y el cálculo propio de la mentalidad comercial ya dominante en este siglo.

La realidad económica del Uruguay en las décadas en estudio se presentaba halagüeñas a los ojos de los compatriotas y extranjeros contemporáneos. Los hombres de empresas y los políticos de la época, se sentían imbuidos de confianza irrestricta en los principios positivistas y liberales, el progreso y el bienestar al alcance de quienes se empeñaban lo suficiente en alcanzarlo. En el marco de una economía mundial liderada pro Gran Bretaña y en que la práctica liberal era un dogma de fe, las ventajas comparativas del agro del país le aseguraban una relación privilegiada con aquellas naciones que le suministraban productos manufacturados. El estado por su parte estimuló una política de sustitución de importaciones, favoreciendo a la industria y a la producción nacional. Los vascos ingresaron en la industria del cuero, el vino, la lana, el azúcar, el arroz, etc. Donde manifestaron los rasgos propios de la etnia, como la disciplina y la tenacidad, bases de una mentalidad esencialmente positiva y pragmática. La infraestructura necesaria para las nuevas industrias se basará en modelos europeos. En Europa era la herencia de sus ascendientes que crearon la "estancia negocio". Allá el "taylorismo", aquí la mestización y la estancia - empresa eslabón inicial de un circuito de producción que se inicia en la preparación de la materia prima y termina en el puerto y la exportación. Los frigoríficos, las fábricas y los barcos a vapor sustituyeron definitivamente a los saladeros y a la carreta de bueyes.

Por supuesto que los vascos y sus descendientes se desempeñaron en todos los ámbitos. Entre otros destacaron, José Arechavaleta (1838-1912) fue uno de los hombres de ciencias del Uruguay finisecular. En el plano musical fue relevante Lauro Ayestarán, (1913-1965), hijo de inmigrantes gipuzcoanos, musicólogo de repercusión en el plano internacional. En las artes plásticas se destacó Carmelo de Arzadum, paisajista y colorista, hijo de bilbainos, perfeccionado en Bilbao y París, nacido en 1908. En la educación María Orticochea, "maestra de maestras", directora del Instituto Normal en 1939, Abdón Arostegui, escritor, periodista y político, Horacio Arredondo, historiador, arqueólogo y museista, Joaquín de Salteraín, médico y filántropo, Julio Raúl de Mendilaharsu, poeta, son apenas algunos ejemplos de una pléyade de intelectuales destacados en el Uruguay de la primera mitad del siglo XX: Con Manuel Oribe, segundo presidente de la República, se inicia la presencia de apellidos vascos en la primera magistratura del país. De hecho, el periodo que va de fines del siglo XIX a la tercera década del siglo XX se abre y se cierra con dos descendientes de inmigrantes vascos, en ese cargo, Juan Idiarte Borda (1895-1897) y Juan Campisteguy (1926-1930).

La colectividad vasca se organizó en el Uruguay desde las últimas décadas del siglo pasado. Inicialmente el pionero de América, el Laurak Bat de 1876, posteriormente desaparecido, en 1911 y 1912 se constituyeron el Centro Euskaro y Euskal Erria. En los años ochenta surgió Haize Hegoa, todos en Montevideo, en la década del noventa surgieron varios centros en otros departamentos del Uruguay, en Colonia, Carmelo, Rosario, Minas, Salto, Durazno, etc. Esto demuestra la identidad que tras varias generaciones mantienen los descendientes de aquellos inmigrantes vascos y los profundos sentimientos de amor a la ancestral tierra vasca y a esta que los recibió con los brazos abiertos.