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FUERO (EL PROCESO ABOLITORIO DE LOS FUEROS VASCOS)

El problema de la abolición foral y el nacionalismo vasco. La motivación foral es esencial para comprender el desarrollo de las dos guerras carlistas en tierra vasca. Lo foral es el elemento mayor de la primera guerra carlista en el País Vasco. Nada se explica sin su existencia; lo foral, en cambio, explica casi todo. Pues las Instituciones Forales, expresión de un proceso productivo y de unas relaciones de producción especificas, constituían el medio histórico sobre el que flotaba y se mantenía la vida política vasca. Además del Fuerismo consciente, racionalizado y militante, operaba la conciencia de la foralidad como una inconsciencia histórica inequívoca presente. Y es en el campesinado carlista en el que lo foral operaba como tal inconsciencia histórica y como parte inseparable de una identidad cultural, social y económica. Y aunque el bloque carlista es mayoritario, sociológicamente es un conglomerado de fuerzas e intereses variados --campesinos-propietarios, campesinos sin tierras, pequeños comerciantes, clero pobre, hidalgos sin fortuna..., etcétera- para los que lo político se presenta como algo muy alejado de su vida material concreta. Por el contrario el liberalismo defenderá los intereses de las clases poseedoras, quienes viven las decisiones políticas como elemento fundamental del proceso económico que las sustenta. Y dentro del común contexto foral, el problema de las aduanas es el punto central de toda la conflictividad económica. La presión del Gobierno Central -discriminación de los puertos de Bilbao y San Sebastián, prohibición de introducción de granos en Castilla...-, etc., asfixia las actividades comerciales de la burguesía. El traslado de las aduanas del Ebro a los Pirineos y a los puertos y la abolición foral constituirán el mecanismo de defensa de la burguesía comercial. Por otra parte, la foralidad con su sistema de juntas generales compuestas por representantes o apoderados de los concejos y Ayuntamientos, impide el control político de esta clase. La implantación del sufragio censitario y de la administración común, son sus más eficaces palancas para conseguir el control político trabado por las instituciones Forales. Por vez primera un sector social, pequeño pero decisivo, busca fuera, o mejor dicho contra las instituciones forales, una solución a su crítica situación de clase. Burguesía que confundió la "Libertad" con su arancel, limitó su cacareada amistad por el pueblo a la manifestación de un nacionalismo a la francesa, olvidándose del único pueblo real, el que le rodeaba y mantenía, la masa campesina vasca explotada y segregada culturalmente. Por la proclamación de la Constitución de 1837, reaparece a la luz pública la vieja carta constitucional de 1812, que disuelve automáticamente las Diputaciones Forales. Con el convenio de Vergara, Espartero se compromete a "proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros" y la Ley del 25 de octubre de 1839 se abre en paréntesis que durará hasta 1876, en el que, según el color político dominante en Madrid, el artículo 2.° de la Ley de 1839, será interpretado como absolutamente abolido o simplemente modificatorio del sistema. La intransigencia de las Diputaciones forales de Alava, Vizcaya y Guipúzcoa conseguirá el mantenimiento de parte de la autonomía foral hasta 1876, en especial, la exención fiscal y el mantenimiento de milicias propias. Navarra, gobernada por una Diputación provincial liberal no elegida conforme al fuero, acusa a sus hermanas de "celo exagerado" en la defensa del Fuero, y a partir de 1840, prepara las bases para el establecimiento de un convenio económico, que implicará una contribución única. Negociaciones que culminaron en la llamada Ley de Fueros de Navarra del 16 de agosto de 1841, por la que Navarra pasa de reino a provincia, conservando un status administrativo particular y una contribución concertada. Esta situación, que recoge incluso la Constitución de 1978, respondía a los intereses de los terratenientes cerealistas navarros, que de espaldas al pueblo y al propio derecho, asimilaron sus intereses particulares al destino de Navarra. La Ley de 1841 crea una situación de hecho, estable, frente a la inestable situación de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, sumergidas desde 1844 en plena pleamar fuerista y contestataria, y evitará a Navarra el trauma -causa fundamental del nacionalismo-, que supondrá para las Provincias Vascongadas la Ley de 21 de julio de 1876 que barre definitivamente los Fueros vascos. La forma en que se produjo el acontecimiento -ocupación militar, ley marcial, censura de prensa, deportaciones, etc.- unida a la campaña antiforal del resto de la península (excepto Cataluña que apoyó siempre a los vascos) proyectó sobre Vasconia una ola de histérica agresividad, que marcó para siempre la conciencia del país. La proclama de Alfonso XII a su ejército de Somorrostro, en especial la frase "Centrada sobre vuestro heroísmo la unidad constitucional de España", fue utilizada como la legitimización de una embestida que de anti-foral se transformaría en anti-vasca. Veinte años antes de la formulación del nacionalismo por Arana-Goiri, un periódico madrileño, "El Correo Militar" (25-111-1876), planteaba así el problema: "Las provincias vasco-navarras, ¿son o no españolas? En el primer caso no deben repugnar el ser regidas por las mismas leyes que las demás, no deben insistir en la conservación de privilegios siempre odiosos. En el 2.°, si prefieren ser antes vascas que españolas, queden enhorabuena con sus Fueros, pero formen estado aparte, prohíbase que ningún natural de allí desempeñe cargo alguno en ningún ramo, póngase estrecho sitio a sus fronteras y evite, en fin, que usando de una vulgar acepción estén cual hoy a las "maduras" y no a las "duras". La condición básica para el surgimiento del nacionalismo estaba dada. Otros dos elementos básicos se sumarán al primero. De una parte la corriente de renacimiento de las culturas particulares, cultivo de lenguas autóctonas y búsqueda de las raíces históricas. Y si bien Sabino Arana-Goiri fundamentó su doctrina nacionalista en función de factores étnicos y lingüísticos, la restitución foral centrada en la abolición de la Ley del 25 de octubre de 1839, constituyó la base del programa del Partido Nacionalista Vasco durante largos años. Base programática que impregnó de sentido foral toda la política autonomista desde el campo del nacionalismo, posibilitando el entendimiento sobre una base política común con otros grupos, no nacionalistas, pero igualmente foralistas. Los conciertos económicos que disfrutaron a partir de 1878, hasta 1937, Vizcaya y Guipúzcoa, y hasta hoy, Alava, constituyen, dentro de su limitada contextura de autonomía administrativa provincial un sustitutivo foral y un recuerdo vivo del derecho vasco. La negociación de cada concierto, cada disputa con Madrid, era una nueva invocación al Fuero. Esta conciencia foral no era, como algunos han querido interpretar, patrimonio de la derecha. En 1905-1906, el movimiento autonomista cristalizó en la "Liga Foral Autonomista" que incluía a carlistas, integristas, liberales y republicanos. Por otro lado esta situación no se basa sólo en la abrupta inserción del nacionalismo vasco sobre la abolición foral de 1876, sino en el mantenimiento de una superestructura ideológica de tipo tradicional, conservadora y confesional, que se explica por el carácter dual del desarrollo social vasco, caracterizado por una serie de hechos peculiares.

a) Nacionalismo urbano. Carácter urbano del nacionalismo vasco centrado en la movilidad social de los sectores sociales -clases medias en especial-, ligados a la naciente sociedad industrial. En este sentido el nacionalismo es inseparable fenómeno que supone el paso de una sociedad de campesinos, artesanos y pequeños patronos a una sociedad de empresas.

b) Industrialización lenta. Lenta industrialización, lenta penetración de los hábitos y relaciones sociales del nuevo modo de producción. Y ello en función de una serie de circunstancias: 1. Aislamiento interregional y tardía penetración del ferrocarril, que no une las distintas regiones del país, constituyendo un freno, no un estimulo, de la industrialización. El ferrocarril llega a los puntos ya industrializados, no rompe el aislamiento de los valles. En 1874 todavía se usan bueyes y caballos en las minas. 2. Predominio absoluto de las actividades extractivas en el primer periodo de acumulación de capital. La Banca Vizcaína alcanza su máxima influencia relativa hacia 1903. Recordemos que la creación de la primera gran empresa vasca, Altos Hornos, se produce por fusión de otras más pequeñas en 1902. Situación que lleva al agotamiento precoz del subsuelo vizcaíno, sin que los beneficios reviertan en el País Vasco, ni den origen a una rápida industrialización. [En 1925 de 2.083.000 Tm. de hierro extraídas sólo son utilizadas 588.000]. La exportación del hierro vizcaíno a Inglaterra, Bélgica y Francia se acompaña de una crecida importación de carbón y productos metalúrgicos, a precios fijados por las compañías extranjeras. Lefebvre, tan mesurado, desliza en el conjunto científico de su obra un solo juicio de valor: "Vizcaya se había convertido para los extranjeros en una suerte de colonia de explotación internacional". En realidad y durante muchos años, quizá hasta la década 1940-1950, Vizcaya fue una zona semisubdesarrollada, con una área industrial circunscrita y separada social y económicamente del resto del país, controlada por una minoría ligada indisolublemente al centralismo de la administración madrileña. 3. La industrialización, la creación de nuevas empresas, arraiga en la vida económica tradicional sin eliminar los rasgos arcaicos, es decir, hay un bajo índice de transformación de lo nuevo, situación que favorece la marginación de la empresa y su limitación. En 1915, en Guipúzcoa sólo 5 empresas tienen entre 150-250 obreros. En su tecnología estas empresas son una mezcla de rasgos modernos y rasgos arcaicos.

c) Lenta gestación de las "clases" tipo. La lenta industrialización conlleva una lenta constitución de las "clases tipo" del modo de producción capitalista. Sólo tardíamente puede hablarse de "burguesía nacional" y "clase obrera" en el País Vasco. Creemos pues que la existencia de clases supone la transformación de un conjunto de condiciones particulares en "condiciones comunes", tal como Marx define las "condiciones de clase", y que la base económica constituyente de la "clase" -sea propiedad privada o alienación de la fuerza de trabajo- es sólo una condición primaria. Por lo que respecta a la clase obrera hay que señalar: 1. La tardía incorporación al mundo industrial de la mano de obra autóctona, que prefiere la emigración a América, a las míseras condiciones de trabajo que ofrece la oligarquía. 2. Junto a la emigración autóctona, la masiva inmigración, entre 1890 y 1910, que alcanza a constituirse en la mayoría de la población en las Zonas mineras. 3. La extracción foránea de los líderes políticos y sindicales socialistas que dará un carácter, no ya sólo antinacionalista -lo que hubiera sido legítimo-, sino antivasco al PSOE-UGT en tierra vasca. En 1908 Unamuno quiso realizar la apología del PSOE con una frase que le califica perfectamente: Partido cultural antibizkaitarra, y por lo tanto patriótico. La alianza interclasista con la burguesía republicana, con el fin de aislar al PNV, fue la estrategia objetivo primordial del PSOE de 1895 a 1935. 4. La proyección política, en el sindicalismo autóctono (ELA-STV), de la ideología tradicional que conllevó, que junto al indudable carácter de clase de este sindicato se inscribiese una tonalidad corporatista y confesional. Causas, todas ellas, que confieren al mundo ideológico vasco un carácter arcaizante hasta 1936. El nacionalismo del PNV poseyó, de 1931 a 1936, una enorme funcionalidad política -es decir, adaptación al fin perseguido-, a través de una casi perfecta respuesta a la mentalidad y necesidades de una gran parte de la población del país. Su ideología estaba caracterizada por la mezcla de rasgos nuevos -como la teoría de las nacionalidades y la defensa de la democracia política- y rasgos arcaicos -como el antiliberalismo, foralismo social o integrismo-. Todo ello ha dado vida a una forma característica de populismo de innegable éxito. Tras la ideología operaban los viejos mecanismos psicológicos anclados en nuestro persistente pasado cultural. Y su peso opera todavía en el nacionalismo vasco, un presente que, en ciertos medios -los más afectados por la crisis del viejo sistema de valores- pretende ser novedoso. Pero el arcaizante populismo no ha variado en lo fundamental. El viejo rechazo del "liberalismo" se disfraza hoy como repudio de la "burguesía" y el retorno al "pueblo" de ayer -el pueblo baserri, mítico y colorista- discurre bajo la "vuelta al pueblo" de hoy, un pueblo "proletario", no menos imagen d'Epinal que el paternal pueblo baserri.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA y José Antonio AYESTARÁN