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FRONTERA (ANTIGÜEDAD DE LA FRONTERA)

El trazado de la demarcación que existe actualmente entre las provincias vascas del lado francés y las del español tiene un origen que puede considerarse antiquísimo, pues aunque es cierto que los textos más antiguos, muy imprecisos por otra parte, no se remontan más allá del siglo primero de nuestra era, no deja de ser también cierto que, a falta de textos, hay que recurrir a los argumentos ofrecidos por la topografía, la toponimia y la sociología. Los más antiguos habitantes de la región fronteriza navarro-laburdina que conocemos pertenecen a la época auriñaciense del Paleolítico superior que coincide con una parte de la última glaciación importante de la era cuaternaria. En la cueva de Sara, situada en la frontera, existía un yacimiento auriñaciense que fue destruido hacia 1918. Hay otros yacimientos, sobre todo de la época magdaleniense, en las grutas de Urio (Sara), de Sorginen-Lezea (Zugarramurdi), de Berroberria y de Alkerdi (Urdax). El yacimiento de Artxilondo que pertenece probablemente a la misma época, no está lejos de la frontera por el lado de Irati. De la época neolítica (2.500 a. J. C.) conocemos numerosos monumentos en la misma frontera. Hay dólmenes (cuyos constructores eran los antepasados de los vascos) en el puerto de Osin sobre Biriatou, en el puerto de Barboleko (cerca del puerto de Ibardin), sobre Larrunttiki, bajo la roca Aitzabal y en la colina Arribetz (cerca del puerto de Lizuniaga) en la loma Xarita (cerca del puerto de Lizarrieta), en la colina de Tombako-erreka, en el monte Larria y en el puerto de Akoka (cerca de Narbalaz o Navalas), en el puerto de Ibañeta (al este del Pico de Atxuri), en el puerto de Meatse (al lado del Pico de Iuskadi o Iduskimendi), en el puerto de Berdaritz y en el monte Urriska, en Pilatasoro de Sorogain (País Quintoa), en la loma Ataloste (cerca del Pico de Lindus), en el monte de Abodi (debajo del Pico de Ori). De la edad del hierro (1000-200 años a.J. C.) hay igualmente monumentos a lo largo de la frontera. Efectivamente, constatamos la existencia de "baratz" (pequeños cromlechs o sepulturas de incineración) en el puerto de Pitarre (en Biriatu), en la colina de Gorostiarria (bajo el Pico de Larrhune), en el puerto de Ibaineta (bajo el Pico de Atxouria), en el puerto de Gorespil, puerto de Meatse, en el puerto de Elorta o Elorrieta, en el llano de Zaho (al este del Pico de Alba), en la loma de Ataloste, cerca del puerto de Ibañeta en Roncesvalles [todas estas indicaciones han sido amablemente proporcionadas por M. J.-M. de Barandiarán]. En estas épocas, en el umbral mismo de la historia, no hay limites precisos entre las tribus. La frontera está marcada por la naturaleza, por un río, un "desierto", un espacio sin cultivar o un bosque. Y a propósito de esta cuestión los límites de Laburdi son harto reveladores. El trazado está marcado por bandas forestales bordeando, la mayor parte de la veces, la orilla de los bosques. Originalmente hay un desierto que servia de separación como la región desértica de Peña Plata por donde pasan parte de los limites entre Sara y Zugarramurdi, como el bosque de Sara que separa esta última comuna de Vera. El marco de la frontera está pues dibujado por el elemento natural, y a falta de archivos hay que encontrar, mirando alrededor de uno mismo, los rasgos del paisaje que pueden brindarnos la solución. M. Gaston Roupnel, en su admirable obra sobre la historia del campo francés, ha sabido, mediante un penetrante estudio del paisaje, resucitar los primeros tiempos de la vida local y su organización. El relieve, siempre el mismo, aZporta, en los mismos lugares en que brotan las fuentes, los mismos caudales de agua, la misma encrucijada de caminos, la misma agrupación de hogares y de seres humanos. Todos los lugares antiguos están ahí, los trazados se mantienen, los campos son los mismos, los pastos los de siempre y el lindero del bosque es aquel en donde el follaje se estremecía durante las primeras labores del hombre [Gastón Roupnel: Historia del Campo francés. París Grasset, p. 2l]. El marco es inmutable y, cosa que constataremos por algunos ejemplos, la frontera es tan antigua como las tribus de los primeros tiempos que ella separaba. Un vistazo sobre la fisonomía de la frontera laburdina y Navarra revela ampliamente "estas bandas forestales que ciñeron más o menos completamente los territorios cultivados y poblados" [Diot, p. 13] de las cuales quedan importantes vestigios. En el limite del Laburdi y de Navarra podemos constatar que la frontera no pasa a través del bosque en ningún momento, sino que bordea la orilla del mismo que es el limite más antiguo nacido del bosque mismo y que desde un principio cumplió tal función. Estos bosques y desiertos no separaban sino que unían. Introducían un terreno de entente: "cada bosque comunicaba a todos los pueblos que los compartían una comunidad de intereses y de vida" (Roupnel, op. citada, p. 135). El bosque antiguo sigue prosperando en los lugares donde lo encerró el designio original. En líneas generales, reproduce una situación primitiva y su linde queda fijada tal como la establece una época sin memoria. La frontera, aún hoy, sigue el trazado de la orilla de los macizos forestales a veces minúsculos (linde de la Selva Negra entre Ibardin e Insola), a veces más vastos (contorno del bosque de Sara). La orilla del bosque ha señalado la frontera y los mapas recientes lo revelan ampliamente. En estas lindes, por su mismo carácter fronterizo, es donde van a fijarse las citas, que rápidamente darán lugar a más amplios intercambios, mercados (las "ventas" mantendrán una tradición inmemorial), ferias y, sobre todo, serán lugar de cultos "donde el cristiano sucedió al pagano, donde el mojón tiene, todavía hoy, un carácter sagrado, herencia milenaria de cultos desaparecidos". Con este carácter místico y sagrado de la frontera hay que relacionar las tres cruces de "Lorietakobenta", en la frontera cerca de Sara -llamadas, por otra parte, "Cruz de Límites", en el mapa de Límites de 1786- y además el menhir del puerto de Gorospil en la frontera, la antigua ermita de Larrhune (sucesora quizá de un templo pagano), la cruz que había en el puente fronterizo de Ohaldisongoa (Dantzaria) y que desapareció cuando se construyó el nuevo puente [N. A. Salvady: Don Alonso o España, París, Didier 1857]. Recordemos finalmente que la justicia y la religión se confunden originalmente y así el juramento en la Piedra de San Martín precede a la sesión anual de la "Junta", una de las más curiosas audiencias judiciales que existen. La toponimia está también influida por la frontera. En Francia las palabras "mediolanum", "meilliant", "melian", "milieu", "molain", "moislain", traducen antiguos parajes, lugares de cita, en las fronteras (Diot, op.citada, p. 24), en Euskaria el término "Muga" se ha incorporado a la toponimia. Esta palabra designa todo mojón, no sólo la piedra sino todo accidente de terreno o todo objeto (roca, arroyo, árbol) situado en el límite. El tratado de Bayona resulta particularmente revelador en este sentido (Mojones 18-20-25-30-39-56, etc.).

Ver FRONTERA (Voz índice).