Écrivains

Zaitegi Plazaola, Iokin (version de 2003)

Juicios. Sobre la calidad de su uso literario del euskera interesan los juicios, por ej., de Orixe y de Koldo Mitxelena, que reproducimos. Orixe: "He comenzado a leer Evangelina, por no saber qué era, porque no sé el inglés, y porque no lo he leído en otro idioma. A decir verdad, no he podido pasar de la página 14. Ciertamente tiene bastante de eso que llaman despectivamente literatura. En cambio la versión es la más dura que has hecho. Sófocles. Esto es otra cosa. Empezaré de lo más difícil para adelante. He leído con harta dificultad Electra, pero en su totalidad. Cuando la frase es larga (está) más duro, cuando es corta más agradable... La verdad, podías haberlo hecho más agradable como en Antígona o como en los artículos, sin amontonar tanta palabra difícil un tanto próximas una de otra, cuando la versión es por sí difícil. De ahí proviene tu mayor dureza. Edipo Rey. Previamente estarían bien algunas observaciones para la claridad, como suelen hacerlo también en las versiones erdéricas. Por lo demás, está más fácil que en griego al menos para nosotros, descartando a algún gran crítico. Tiene algunas pocas páginas, una la 91, que he leído penosamente; está claro para el instruido en euskera. Edipo en Colona. Lo he leído más fácilmente. ¿Por qué no hacer también tú para la mayoría? Antígona. A mi parecer, quien ha procurado aprender euskera en estos veinte años puede leerlo fácilmente. Al pie de algunas páginas he puesto esto: ¡Muy bien! (168). ¡Muy bien! (162). ¡Muy bien! (163). Esos ociosos charlatanes deben tomarte a ti por modelo. Tres libros en el extranjero y una revista así, toda en euskera y en un euskera fácil... A ti y a esos escritores aún desconocidos que trabajan en torno tuyo, os dirigiré cordialmente un grito: "¡Arriba, jóvenes!". Mitxelena: "La expresión de Zaitegui tiene siempre cierto deje de dureza, la correosidad que es hija de la sólida densidad. Anda trasegando el vino nuevo en odres viejos, en el odre de los viejos modelos de poesía que aprendió a amar de joven. Nos tradujo una vez a Horacio tan exacta como ásperamente y permanece en dicha precisión áspera, tejiendo versos cada vez más rotundos. No hablo por desdén; esa precisión áspera vale por lo menos tanto como la blanda facilidad de muchos... Estos poemas de Zaitegui, tanto los traducidos como los propios, muestran dondequiera la plenitud de la forma. Su belleza no es superficial: lleva sobre la carne desnuda una cobertura neta, carente de todo adorno llamativo. Es necesario un lector reflexivo para conocer y gustar la propiedad de esa doble desnudez".