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VIRGEN DEL CORO

Orígenes. Consta que en 1637 era ya conocido su culto en San Sebastián. Antes no, porque la referencia de que Felipe IV, cuando visitó la ciudad, en 1615, pidiera un manto de la Virgen del Coro, no está avalada en la meticulosa crónica que fray Tomás de Lasarte escribiera, como testigo de vista del viaje de aquel monarca. Se limita a decir que, con ocasión de la fortuita entrada de este rey en la parroquia de Santa María, se cantó el Te Deum y no afirma más. Ni siquiera aparece la Virgen del Coro en los inventarios antiguos. En aquel tiempo las imágenes marianas que recibían mayor culto eran otras dos o tres, perfectamente diferenciadas- del Socorro, del Buen Viaje y la llamada Negra o de La Antigua- existentes en el recinto de la mentada iglesia; al siniestrarse ésta, en diversas ocasiones, fueron trasladadas al convento de las Carmelitas, o de los Dominicos, perdiendo con ello continuidad su devoción en Santa María. Por el Contrario, la del Coro pasó desde la umbría del recinto en que los clérigos salmodiaban en comunidad, a sitio más destacado. En efecto, desde 1540, los dos cabildos de las Parroquias de Santa María y de San Vicente (24 beneficiados en total) se reunían en el coro de la primera de las iglesias citadas, teniendo en él un magnífico facistol y sobre él, la Virgen. Era la iglesia mencionada de estilo gótico. El coro se hallaba en el crucero, ya que no se construían coros en los presbiterios, ni en lo alto, al fondo del templo, como después. Haciendo honor a la leyenda de que un fraile, encariñado con la imagen chiquita del Coro, la quitó del gran atril para llevársela a su celda, algo así como para tener egoístamente a su exclusiva merced a María, entendemos que se debió realizar algún hecho prodigioso para que empezara a merecer tal imagen, sin gran valor aparente, la aceptación que tuvo por encima de las otras que antiguamente fueron veneradas en Santa María. A este respecto, dice la tradición que el fraile aludido, después de sustraída la estatua, no pudo seguir camino de su convento porque aquélla adquirió tal peso que era imposible cargarla. Esto, unido al sobresalto de tropezar con los beneficiados que se dirigían al coro a Vísperas, fue causa de que los clérigos del s. XVI -antes tampoco, pues no hubo frailes ni conventos masculinos en San Sebastián- arrebataran al fraile la imagen hurtada y comenzasen a honrarla con el extraño atractivo que la anécdota arrojaba sobre la hasta entonces inapreciable imagencilla. Que la Virgen del Coro fue primeramente venerada tan sólo por los clérigos y que éstos fomentaron su devoción entre el pueblo, se colige de la costumbre remota de que sean únicamente sacerdotes quienes la llevan en andas en las procesiones, etc. En 1688 estalló un polvorín en el castillo de la Mota, produciéndose desperfectos considerables en la iglesia de Santa María que se alzaba a su pie. El cronista de la época olvida a la Virgen del Coro como una de las imágenes que se desalojaron de la iglesia en trance de ruina y que pasaron al Convento de las Carmelitas. No existía, pues, en el vulgo todavía la devoción a Nuestra Señora del Coro. Pero es presumible que uno de los sacerdotes devotos de la misma influyera en más de un dirigido espiritual suyo, hasta obtener un clima de fervor en torno a la graciosa imagen de María, la del Coro. Por ello, la Real Compañía de Caracas al ofrecer su ayuda económica para la reconstrucción de la iglesia de Santa María que no se culminaría hasta 1764, puso como condición para cooperar a dichas obras el que puesto que la titular del templo continuaría siendo «Santa María», fuese a su vez la imagen del Coro la que ocupara el puesto de honor en el retablo del nuevo altar mayor. En realidad, cabe añadir que las demás imágenes marianas disponibles estaban ligadas a diferentes Cofradías ajenas a la Compañía de Caracas. Y ésta deseaba singularizarse con una imagen afecta a los clérigos, con lo cual se congraciaban con quienes en definitiva habían de resolver del que su Compañía patrocinase gallardamente y con honorables condiciones la reconstrucción que comentamos. Las relaciones mantenidas entre la mentada Compañía de Caracas con la Virgen del Coro son muy manifiestas, hasta el extremo de que la misa que cada sábado se decía con esplendor ante su imagen era designada por la de «Caracas» ya que de esta forma lo canta una coplilla del s. XVIII. La Compañía de Caracas tenía asignado a esta Virgen un canon por cada fragata propia que de Venezuela llega a los puertos de San Sebastián, Pasajes o Cádiz. Aparte tenía una asignación fija de mil pesos anuales. Esta Sociedad mercantil y marítima, establecida para la adquisición del cacao en Venezuela y su distribución por el comercio europeo en tiempos en que la economía española no era capaz de afrontar su explotación a cuenta directa del Estado, data documentalmente de 1728. Tuvo sus oficinas centrales en San Sebastián, anexas a la vieja parroquia de Santa María, hasta 1751 en que se trasladaron a Madrid. Además de la parroquia de Santa María de San Sebastián, la Compañía erigió otra iglesia en Puerto Cabello.