Concept

Poesía Vasca en el siglo XX

La poesía de postguerra es fiel testigo del tenso ambiente que vivieron la cultura y la lengua vasca durante la dictadura de Franco. La temática se centraba en torno a la preocupación por el futuro del euskara, predominando la metaforización dramática. Los primeros autores se expresaban desde el exilio, como por ejemplo, Telesforo Monzón y Jokin Zaitegi. En Hegoalde, son destacables Salbatore Mitxelena, Nemesio Etxaniz, Juan San Martin "Otsalar" y Juan Ignacio Goikoetxea "Gaztelu". En Iparralde, debemos mencionar a J. Diharce "Iratzeder" y M. Erdozaintzi-Etxart. La débil antorcha de la poesía vasca pudo continuar gracias a la protección que a duras penas recibía de las órdenes religiosas. La obra más representativa es Arantzazu, euskal sinismenaren poema (1949) de Salbatore Mitxelena, la cual refleja la agonía del País Vasco, el símbolo de la cruz y el sufrimiento de un pueblo desesperado.

El cambio principal llegó del exilio: de la mano del zuberotarra Jon Mirande (Paris, 1925-1972) que supo introducir los nuevos brotes de la poesía simbolista en la literatura vasca desde París, tomando como fuente a Charles Baudelaire y a Edgar Alan Poe. Tras la II Guerra Mundial, en el agitado periodo de postguerra, se puso en contacto con los refugiados patriotas y como tenía un don especial para la lengua y para la literatura, pronto empezó a escribir en euskara, en cuanto pudo recuperar la lengua y alfabetizarse; al igual que hizo con los textos que podía leer directamente en castellano, inglés, alemán o en alguna de las lenguas minoritarias de Europa, principalmente las célticas (bretón e irlandés), pues le interesaba ampliamente su cultura y su religión.

Sentía preocupación por la lectura y en las lecturas filosóficas, se sentía identificado con las teorías de F. Nietszche y con la visión histórica F. Spengler. Influenciado por esas lecturas, Mirande hizo fuertes críticas a la historia vasca y a la religión cristiana y eso hizo que se alejara totalmente de los euskaltzales de la época. Decía que a consecuencia de la ideología cristiana decadente, la cultura occidental se estaba debilitando, y que la única oportunidad que ofrecía la elección de la conducta democrática a pueblos tan pequeños como el nuestro era la de ser perdedores.

Era un gran esteta que escribía literatura para una minoría, es decir, aquella literatura que necesita de un lector maravillado que le diera licencia poética para una ideología especial y una exageración moral. En 1950-55 desarrolló su trabajo poético más interesante, "Ilhun-argiak" el cual lo introdujo en un proyecto de libros aunque nunca llegara a editarlos. Creó una belleza inusual en la poesía vasca, bebiendo en primer lugar de la fuente de Heiner, y desarrollando el tema del desengaño amoroso. Más tarde, su tendencia fue hacia la incapacidad del nihilismo, y de ese modo en el poema "Nihil mors est" se topa con el sentido de la muerte y la vida, rebelándose contra la incapacidad. La expresión del amor erótico es la herramienta más importante que utiliza para plasmar su sensualidad.

Se encuentran similitudes entre Mirande y Mikel Lasa (Getaria 1938) respecto a los temas y a la sensualidad. Su poesía se empezó a dar a conocer en 1960 y la colección de sus trabajos se editó bajo el título Memory Dump (1960-1990). Al igual que Mirande, su principal fuente es el simbolismo francés y se ha desarrollado bajo la sombra del nihilismo, pero también lo utiliza como medio para expresar su intimidad y su preocupación social.

En Hegoalde perduraba el simbolismo utilizado por los olerkariak (poetas) anteriores a la guerra, pero poco a poco, el simbolismo anglosajón se fue introduciendo de la mano de las obras de T.S. Eliot. En la década de los sesenta, sin embargo, la poesía social tuvo gran influencia en nuestras letras, por medio de la obra de Aresti y así se abrió camino una tendencia que poco tenía que ver con lo que se había trabajado hasta la época.

Gabriel Aresti (Bilbo, 1933-1975) fue el poeta más importante de la segunda mitad del siglo XX, por ello es imprescindible situarlo entre los olerkariak (poetas) autores principales de los últimos cien años. Tras los olerkariak (poetas), en la poesía del siglo, se ha situado un segundo eje principal de la producción poética. Sus libros principales son Maldan behera (1959) y Harri eta Herri (1964). El segundo título tuvo muy buena acogida entre los lectores y poetas de la época, proponiéndoles a los vascos un modelo progresista, fácil de entender y sólido. Su poesía, por encima de todo, está unida a la ciudad de Bilbao, y en su obra le da a la ciudad un tratamiento poético expresivo, digno de mención, siendo el antecesor del tratamiento expresionista que posteriormente introduciría Bernardo Atxaga en Etiopia. Las pinceladas y concreciones de la vida de la ciudad, las calles, los cementos y los trabajadores grises que viven en las casas corrientes fueron los protagonistas de la obra de Aresti, que se presentó bajo la denominación general de poesía social.

Al igual que Mirande, el euskara no era su lengua materna, y lo aprendió fruto de una fuerte voluntad y esfuerzo autodidacta. Comenzó escribiendo en las revistas de la postguerra y en 1959 dio a conocer dos largas poesías que nada tenían que ver una con la otra. La primera, Bizkaitarra, estaba hecha con métrica y recursos del estilo del bersolarismo, y la otra, Maldan behera, era un poema simbolista. Las lecturas y fuentes contemporáneas tuvieron gran influencia en él, a parte de Jon Mirande, T. S. Eliot y los poetas de la generación del 27 de España, especialmente, Pedro Salinas.

En la literatura española, entre los años 1955-65 la poesía social gustaba mucho, sin embargo, posteriormente este género decayó; motivo por el cual, entre los expertos, se encendió el interés hacia las obras anteriores de Aresti, sobre todo hacia la obra titulada Maldan behera. Debido a que Maldan behera está basada en el simbolismo mítico, abre una extenso ámbito de interpretación. Respecto a las características formales, el estrofismo es variado, utiliza un molde lingüístico claro y expresivo, pero recurre a una referencia del mundo universal rica y siempre tiene en mente las ideas filosóficas contemporáneas. Del mismo modo, integra los recursos de la literatura popular, bien de los bersolaris y bien de otros subgéneros líricos, coplas antiguas, cantos de petición o baladas.

En la conferencia de 1960 "Poesia eta euskal poesia" quedó manifiestamente patente el nuevo interés hacia la poesía social. En la obra Harri eta Herri (1964) se plasmó la conciencia social radical. En dicho libro eligió una metaforización clara y cercana, utilizando sin parar ciertos términos expresivos (piedra, palabra, pan, verdad, justicia...) (harri, hitza, ogia, egia, justizia...). La obra de Aresti obtuvo un éxito tal porque supo formular el mensaje que pedía la situación socio-política: se topó con un sector de la sociedad fuerte, joven y concienciado, el cual se identificó fácilmente con los valores que el autor había expresado. Los lectores encontraron en su obra moldes literarios cercanos, entendibles, un euskara moderno y una propuesta progresista.

Los poetas contemporáneos de Aresti también evolucionaron de la poesía simbolista a la poesía social. Concretamente las primeras obras de B. Gandiaga y J. M. Lekuona, Elorri (1962) y Mindura gaur (1966) respectivamente, eran poesías que estaban fuertemente unidas al modelo simbolista, y al igual que el mismo Aresti, unieron los recursos y los moldes de la literatura popular a la simbolista. En el mismo nivel se podría citar a Xabier Lete, aunque sea bastante más joven.

El fraile franciscano Bitoriano Gandiaga (Mendata, 1928-2001) editó su obra Elorri, en 1962, tras superar unos tres o cuatro años de censura. En el libro Arantzazu aparece como una arcadia mística, la simbología y las imágenes están muy trabajadas, repara hasta en las más pequeñas características, del libro dimana un juego cromático elaborado y refleja una percepción profunda de los sentimientos, al igual que en el poema T'euria (1961). Tras un largo período de silencio, publicó los poemas Hiru gizon bakarka (1974), en los cuales se refleja la influencia de la poesía social y contiene una fuerza dramática más expresiva. Tuvo gran acogida entre los lectores de la época y en los medios literarios. Como en el caso de Aresti, a medida que la poesía social de los sesenta perdía urgencia y fuerza, se han hecho ensayos críticos para recuperar los valores de sus primeros libros, principalmente, analizando su adjetividad y cromatismo o reivindicando su profundidad emocional. Elorri es un trabajo estático, inerte, un trabajo que según la crítica reflejaba la preocupación religiosa de cada uno. Comenzaba a expandirse la poesía social.

La segunda obra de Gandiaga Hiru gizon bakarka (1974) nos habla de la preocupación político-social y lingüística del País Vasco. Las reformas que se estaban dando dentro de la iglesia tuvieron influencia en Gandiaga, sobre todo los contenidos de la encíclica Pacem in terris de Juan XXIII; por ello, los críticos han situado esta segunda obra de Gandiaga en lo que se ha denominado existencialismo cristiano, debido a que hacen una reivindicación social en nombre del yo colectivo. Respecto al aspecto formal, utiliza los versos libres y no cuida tanto la métrica como en Elorri. El ritmo siempre es elemento decorativo en los versos de Gandiaga, pero es de entre líneas, y la en la mayoría utiliza un tipo de homofonía. Respecto al mundo de las imágenes, recurre a un nivel de simbolismo, en cierta manera influenciado por el sistema de imágenes de la poesía social. En sus últimos libros, Uda batez Madrilen (1976), Denbora galdu alde (1985), Gabon dut anuntzio (1986) son evidentes los temas religiosos y sociales.

El sacerdote y profesor universitario Juan Mari Lekuona (Oiartzun, 1927-2005), ha sido junto con Gandiaga, en el ámbito de la literatura popular, uno de los ejes de la poesía vasca del último cuarto de siglo, influenciando directamente a los jóvenes poetas. La poesía de Lekuona está muy trabajada y elaborada, no tan fluida y de ritmo tan marcado como la de Gandiaga, pero al igual que la de éste, surge de la preocupación de la identidad cultural y conservación del País Vasco. Sus libros se componen de lotes de poesía estructurada y en la mayoría de las ocasiones desarrolla un tratamiento intelectual profundo. En la colección Itinerario/ Ibilaldia (1996) se recoge toda su producción, quedando su auto poética concretada en un prólogo. En los años 1950-60 comenzó a trabajar la poesía y en la obra Mindura gaur (1966) se recoge dicha producción. Sin embargo, Muga beroak (1973) surgió bajo la influencia de la poesía social. El trabajo de Jorge Oteiza Quosque Tandem está basado en sus pensamientos. Tanto el libro Ensayo para la interpretación del alma vasca (1963) como la Mitología vasca de J. M. Barandiarán (1960) y la concepción antropológica del País Vasco son dignos de mención por la importancia que adquirieron en su poesía. No podemos dejar de lado Hondarrean idatzia (1973) o el poema Lurra nigan (1972). Tanto en el libro Ilargiaren eskolan (1979) como en Mimodramak eta ikonoak (1990), analiza el espíritu humano, investigándolo en las formas físicas y simbólicas del mundo. El poeta Joxean Artze (Usurbil, 1939) también recorre el mismo camino que Lekuona refleja en su evolución espiritual. Artze fue el precursor del experimentalismo formal entre los poetas vascos. Son fieles testigos de ello Isturitzetik Tolosan barna laino guztien azpitik eta sasi guztien gainetik y Eta sasi guztien gainetik, Laino guztien azpitik (1973), y/o Bide bazterrean hi eta ni kantari (1979). Siguiendo la línea del experimentalismo hacia la religión nos podemos encontrar con el libro Ortzia lorez. Lurra izarrez (1987). Respecto al aspecto antropológico, entre otros, podríamos mencionar la obra Adanen poema amaigabea del antropólogo Joseba Zulaika (1975).

Xabier Lete (Oiartzun, 1944-2010), es poeta y cantautor. Recibió la influencia de la canción moderna, entre otros de George Brassens, Jacques Brel, Leo Ferre, y del movimiento catalán Nova Canço o de cantantes como Pako Ibañez. En este primer período publicó dos libros, Egunetik egunera egunen gurpilean (1968) y Bigarren poema liburua (1974), su texto más conocido. Se han situado dentro de la poesía social, recibiendo clara influencia del existencialismo y nihilismo. Sin embargo, la voz interna de Lete responde a una llamada irracional, pidiendo luz y vida. Responde a un entorno duro con un gran vitalismo. Tras la crisis de los ochenta, en cambio, se inclina hacia la gran poesía de tradición clásica, y entre otros, toma como referencia Rainer M. Rilke, Salvador Espriu, Carles Riba, etcétera. Su último libro, Egunsentiaren esku izoztuak (2008) se ha convertido en fiel testigo de la evolución espiritual y poética de la experiencia reencarnada.

Entre los poetas de los sesenta, las voces femeninas merecen una atención especial, entre otras, Amaia Lasa (Getaria, 1948) Geroaren arpegia (2000) y Arantxa Urretabizkaia (Donostia, 1947) San Pedro bezperaren ondokoak (1972). Junto con ellas se podrían mencionar otras voces poéticas; Jose Angel Irigarai (Iruñea, 1942) Kondairaren ihauterian (1975), Bizi minaren olerkiak (1986) y Urdinkara (1995). Siguiendo la misma línea, Luis Mari Mujika, Patxi Ezkiaga, Mikel Arregi, Iñaki Zabaleta y/o José Auxtin Arrieta, o Patzi Perurena editaron un molde de poesía simbolista. Entre sus líneas principales, todos los autores recibieron la influencia de los artistas plásticos contemporáneos y trabajaron bajo la influencia de los presupuestos estéticos de tanto Chillida como Oteiza. Introdujeron las vanguardias estéticas en la poesía vasca, con especial fuerza a partir de 1970. De ese modo, en los libros de poesía se integraron grabados, fotografías, dibujos, y también se hizo notable el experimentalismo para explotar la capacidad de expresar la letras, sobre todo en Artze, Lete y/o Gandiaga, explorando el modo de colocar las estrofas en el espacio.