Concept

Parentesco Vasco

El artículo titulado Parentesco describe cómo se instituyen las relaciones primordiales de parentesco en torno al intercambio de mujeres y a las reglas matrimoniales. Tomando como referencia las bases teóricas que se exponen en aquel, el presente artículo trata de lo que se puede saber y lo que no se puede saber sobre las relaciones de parentesco de los antiguos vascos.

El ámbito de las relaciones de parentesco y de las reglas matrimoniales tiene algunas características que lo tornan especialmente delicado a la hora de investigarlo. Por un lado es de una antigüedad extrema, como lo muestra el hecho de que incluso los neandertal practicaban ya alguna forma de intercambio de mujeres. Y por otro lado son estructuras vivas, sujetas a interacciones y a variabilidad. Algunos cambios en estos sistemas han podido incluso ser datados con precisión. En China se han documentado cambios profundos de hace menos de un milenio, e incluso ha habido cambios recientes en grupos australianos, observados por los propios antropólogos en el curso del pasado siglo.

Aunque en el País Vasco seguimos hablando una lengua muy distinta y alejada de todas las que nos rodean, en general nuestra vida es similar a la de nuestros vecinos desde hace largo tiempo, y nunca se ha documentado particularidad alguna en cuanto a las reglas matrimoniales primitivas de los vascos.

Cuando en una sociedad no queda rastro de los sistemas de parentesco que antiguamente pudieron existir, se usan varios métodos para intentar averiguar algo sobre ellos. Según comenta Lévy-Strauss, antropólogo francés principal referente en los estudios de parentesco, a veces ciertas recomendaciones siguen en vigor, incluso de modo inconsciente, y ello es comprobable porque algunos tipos de unión matrimonial son estadísticamente más frecuentes de lo que lo serían puramente al azar. Se podría intentar realizar una investigación de este tipo estudiando los enlaces que figuran en los libros parroquiales que empiezan en el siglo XVI. Otro camino consiste en estudiar costumbres o rituales, en los cuales hayan podido quedar fosilizadas indicaciones sobre el parentesco o los grados de prohibición matrimonial, ya olvidados. Por ejemplo, un plano que describe cómo han de disponerse para dormir las personas en una gran cabaña grupal, reproduce los grados de prohibición matrimonial; un modo de repartir la comida en un banquete ritual, contiene el eco de jerarquías y tabúes; una normativa sobre el duelo debido a los difuntos también nos habla de proximidad familiar. O la descripción del orden de desfile en una procesión de funeral. Este tipo de fósiles revelan a veces que las normas presentes son tal vez recientes porque están en contradicción con ellos.

Aparte de estos rastros, el único camino que puede ofrecer alguna pista de antiguos sistemas de parentesco, ya desaparecidos es el estudio del vocabulario, y dentro de éste, de las "ecuaciones de parentesco". Por ejemplo, si Hermano de la madre (tío) = Suegro solamente existe un término en el vocabulario de parentesco para designar tanto al hermano de la madre como al suegro, la conclusión evidente es que se trata (trataba) de la misma persona, y que por tanto en esa sociedad la regla matrimonial prescribía para un varón el casamiento con la hija del hermano de su madre. Aunque en el presente ya no sea así, la ecuación es clara y rotunda. Este tipo de ecuaciones ayuda a establecer los cambios históricos que se han producido en un sistema de parentesco, en función del grado de adecuación de los términos para describir las relaciones existentes en el presente. Cuando se habla de analizar el vocabulario de parentesco se hace referencia habitualmente a este tipo de ecuaciones, y no al análisis semántico de sus raíces, terreno mucho más movedizo. Estas ecuaciones son un material muy exacto y potente, y disponer de un pequeño número de ellas puede significar ser capaces de reconstruir casi todo el sistema de parentesco y las reglas matrimoniales asociadas al mismo.

Sólo basándose en el conocimiento de los fundamentos de los sistemas de parentesco y reglas matrimoniales, y teniendo presentes las digresiones anteriores, se puede establecer la orientación de una búsqueda de vestigios en el vocabulario vasco, entender sus dificultades y calibrar con prudencia las esperanzas.

El vocabulario vasco de parentesco ha sido objeto de estudio por parte de numerosos euskerólogos, que han intentado por ese medio arrojar algo de luz sobre nuestro misterioso pasado. Azkue, Campión, Schuchardt y Vinson, entre otros, dedicaron esfuerzos al tema a finales del XIX, y también Koldo Mitxelena, en la segunda mitad del pasado siglo. Este último, además de corregir algunos errores de sus predecesores, comentó con su prudencia habitual que nada más podría extraerse del simple estudio lingüístico del vocabulario, hasta que nuevos datos procedentes de otras disciplinas arrojen algo de luz sobre el mismo.

Por lo ya expuesto anteriormente en el artículo Parentesco, sabemos que las relaciones de parentesco habituales entre nosotros no son las únicas posibles. Tanto las relaciones como el vocabulario que las describe son diversas y variadas. Por ejemplo a hermana en castellano, corresponden en euskera arreba (hermana de hermano) y ahizpa (hermana de hermana). Y a hermanos corresponden tres: anaiak (hermanos masculinos), anaiarrebak (hermanos masculinos y femeninos) y senideak (hermanos en sentido de fraternidad amplia). Sin embargo en euskara sólo disponemos del término iloba para designar tanto al sobrino como al nieto (aceptando que biloba=nieto sea un neologismo).

En cualquier comunidad podemos distinguir el nivel de las relaciones objetivas y el nivel del vocabulario que las describe. Todas las comunidades no tienen el mismo número de relaciones. Si la comunidad se divide en dos, cuatro u ocho subgrupos, no será lo mismo. A mayor cantidad de subgrupos más relaciones distintas habrá. Y luego viene el vocabulario: las relaciones más importantes no quedarán sin nombre, pero las más lejanas quizás sí. Además se pueden usar nombres clasificatorios como llamar madre a todas las hermanas de la madre, y por último tenemos el tema de las ecuaciones antes mencionadas, en las que dos tipos de relación siempre son coincidentes y por tanto reciben un solo nombre.

Es lógico suponer que en la época en la que el euskara llegó al rincón del mundo en el que hoy sobrevive, la sociedad de aquel tiempo fuera una estructura elemental de parentesco, y que por tanto el vocabulario de parentesco fuera creado para describir un conjunto de relaciones distinto del actual. El vocabulario de parentesco actual debería ser visto por tanto como un vocabulario que necesariamente ha de contener adaptaciones y parches que le permiten describir las relaciones que en nuestra sociedad son importantes. Por eso no es posible hallar ecuaciones del tipo de la escrita más arriba, o si existe alguna, la información que proporciona resulta incierta y exigua. Por ejemplo, el euskara distingue entre arreba y ahizpa, a nivel de vocabulario, pero no hay ninguna información etnográfica o histórica que nos hable del contenido de esa diferencia en términos de relación, de obligaciones, etc. Otro tanto se puede decir de iloba y su doble significado: en general, la confusión terminológica entre generaciones distintas sugiere la existencia de matrimonios oblicuos, es decir, entre miembros de generaciones sucesivas. Sin embargo a la inversa no hay confusión, y existe la distinción entre tíos (osaba-izebak) y abuelos (aiton-amonak), aunque la abundancia de términos dialectales sinónimos para designar a los abuelos contrasta poderosamente con la uniformidad de la denominación de los tíos en todos los dialectos, y da bastante qué pensar en torno a su autenticidad o antigüedad. Quizás los términos del vocabulario estén tan alejados de las relaciones que originalmente describían que cualquier intento de reconstrucción resulta imposible. Es una posibilidad que siempre hay que tener en cuenta.

Una vez enunciadas todas estas precauciones, se puede proponer un esbozo de estructura en el vocabulario vasco de parentesco, dividiéndolo en tres grupos: los que contienen el sufijo de parentesco ba, los términos vascos originales (o al menos de aspecto vasco original) que no lo contienen, y los términos tomados en préstamo.

1.- Alaba, seme (sembe en las inscripciones aquitanas de época romana), arreba, ahizpa, neba, osaba, izeba, (i)loba, aitaginarreba, amaginarreba, asaba, aurba.

2.- Aita, ama, aitona, amona, anaia, suhia, erraina, senidea, haurridea, ahaidea, arbasoa, gurasoak, senarra, emaztea, alarguna.

3.- Gusu, lehengusu, koinatu, koinata.

Prescindimos en aras de la simplificación de ciertos localismos (ahizta, izeko), términos de dudosa autenticidad (alarguntsa, tokilaso) y de otros que describen relaciones secundarias (amaizun, ahizperdi, ...) . Todos ellos fueron estudiados por los autores antes mencionados y no resultan de utilidad en este artículo.

La presencia de términos tomados en préstamo sugiere que las relaciones descritas por los mismos no tenían su equivalente en euskara. Puede que en el antiguo vocabulario no existiera la noción de primo. O que bajo lo que nosotros llamamos primo, hubiera en realidad más de una relación con más de un nombre. En muchas culturas todas las hermanas de la madre son llamadas madre por el sujeto de referencia. Solamente a partir de la aculturación pueden llegar a sentir la necesidad de un término tía con el sentido que conocemos y es habitual entre nosotros, término que, al no existir en su propia cultura probablemente tomarán en préstamo.

En cuanto a los nombres de aspecto vasco, los agrupamos en dos grupos, pero no coinciden con dos estructuras definidas. Lo único que está fuera de toda duda, según afirma el propio Mitxelena es que el sufijo ba tiene la significación de "pariente". Schuchardt propone que ba indica consanguinidad, a lo que Mitxelena replica que entonces no se pueden explicar aitaginarreba/amaginarreba (suegro/suegra), y que tenemos igualmente anaia (hermano) sin dicho sufijo. Resulta curioso igualmente que ni aita (padre) ni ama (madre) porten dicho sufijo. En cuanto a ginarreba (suegro en general) Mitxelena lo segmenta en gin-gi(h)/arreba, aunque discrepa con Baroja sobre las razones de que arreba (hermana de hermano) forme parte del término. La presencia de arreba en ginarreba causa una asimetría realmente problemática.

Es también reseñable la abundancia de términos distintos para designar a los abuelos, en los diversos dialectos. Posiblemente indique una inadecuación entre los términos antiguos y la relación actual, bien porque se usaran nombres clasificatorios, como cuando se llama madre a todas las hermanas de la propia madre, porque los abuelos paternos y los maternos recibieran nombres distintos, o por cualquier otra razón. Si reflexionamos sobre las inadecuaciones y las más que probables faltas de correspondencia que venimos de comentar no resulta extraño no hallar una estructura clara en el vocabulario de parentesco. Lo contrario resultaría una sorpresa.

Conviene por tanto observar el tema como quien contempla unas ruinas. No pretender encontrar una estructura perfecta, pero sí intentar atisbar algún resto de estructura antigua, que al menos permita poner de relieve donde están las discontinuidades, los huecos y los parches posteriores. En este sentido resulta razonable partir del supuesto enunciado entre otros por Mitxelena de que ba es el sufijo que significa pariente (o el sustantivo monosílabo tal vez), y suponer que en un tiempo todos los términos de parentesco lo contenían. Así, aunque nunca llegue a saberse con certeza de dónde surgió anaia (hermano), podemos identificarlo como término nuevo e injertado en el vocabulario más antiguo. La hipótesis permite al menos distinguir y localizar los términos "exóticos" que requieren ser explicados. En cuanto a la consanguinidad, si hacemos ba=pariente en sentido general, desaparece la discusión entre Mitxelena y Schuchardt, discusión poco pertinente además si consideramos que en una estructura elemental de parentesco toda la sociedad en su conjunto está en un grado de consanguinidad relativamente cercano. Sin olvidar nunca por supuesto que el parentesco es un hecho básicamente social más que biológico y que existe independientemente de la consanguinidad.

Koldo Mitxelena conocía a Lévy-Strauss y su obra, ya que los cita en su artículo sobre el vocabulario vasco de parentesco en Fontes Linguae Vasconum, pero se puede afirmar con rotundidad que no llegó a leer completamente y en profundidad Les Structures Élémentaires de la Parenté. Su fina intuición no hubiera pasado por alto el siguiente pasaje:

El hueso y la carne

(...). Desde el Tibet y el Assam hasta Siberia, pasando por toda China, encontramos como "leitmotiv" de la teoría indígena del matrimonio, la creencia de que los huesos vienen del lado del padre y la carne del lado de la madre. (...). Recordamos que en el Tibet, la distinción entre "parientes del hueso" y "parientes de la carne",... (Lévy-Strauss, 1967)

Si igualamos ba=pariente y traducimos "carne" no como haragi, sino como giharra (carne magra o músculo), se hace la luz en la oscuridad de nuestro vocabulario. Giharre-ba, y no gih-arreba. El término que usa el euskara actual para designar a los suegros en general, tendría su origen en el término que, en un contexto de intercambio generalizado, utiliza un hombre para referirse al conjunto de los parientes de su mujer. Con esta hipótesis desaparece la incómoda asimetría causa por la supuesta presencia,- ahora desmentida-, de arreba en giharreba. Pero esa es la menor de las consecuencias. Como Lévy-Strauss se encarga de demostrar en su libro, la creencia citada hace referencia forzosamente a un sistema de intercambio generalizado y es incompatible con cualquier otra estructura de parentesco. Por tanto, si el euskara ha conservado ese fósil en su vocabulario, significa que sus hablantes alguna vez en el pasado se organizaron según el sistema de intercambio generalizado, lo que abre la puerta para llegar a saber más de lo que se pudiera soñar sobre aquel tiempo remoto. Recordemos de paso, que tal y como se explica en el artículo Parentesco, un sistema de intercambio generalizado es aquel que instaura como preferente o prescribe como cónyuge para un individuo masculino a la hija del hermano de su madre.

La primera noticia acerca de tal creencia se debe a un viajero italiano del XVIII, un tal Desideri. Basándose en su testimonio y en el de algunos otros, dice Lévy-Strauss lo siguiente sobre la extensión de la misma:

"Si consideramos que la "teoría del hueso y la carne" se encuentra desde la India hasta Siberia, y que existe igualmente en forma de vestigios, entre los mongoles y los turcos de Rusia, que es común en China; en fin, que aparece en la India desde el Mahabaratha, habrá que convenir que debemos al viajero italiano la aclaración de una noción absolutamente fundamental, que puede servir de clave para toda tentativa de reconstrucción de los sistemas de parentesco en un área de dimensiones considerables, pero en la cual las supervivencias, tan ampliamente dispersadas, sugieren una homogeneidad antigua,..." (Lévy-Strauss, 1967)

De modo más humilde, ya que las pruebas que puede aportar son más modestas, aunque en tono firme, Lévy-Strauss incluye toda Europa en el ámbito de la teoría del hueso y la carne, reivindicando un ámbito único eurasiático. Aporta algunas citas de Herodoto y Tácito que hacen referencia respectivamente a Escitas y Germanos, y en todo caso considera el intercambio generalizado como un paso intermedio hacia las estructuras complejas de parentesco en las que vivimos en el presente. Obviamente no aporta ejemplos explícitos de la creencia, pero extiende su influencia a toda la Europa antigua.

Por último, giharre-ba, señala una hipótesis para intentar explicar cómo se integra anaia en su posición actual. En efecto, a la vista de cómo forma compuestos del tipo aitagiharreba, amagiharreba, puede postularse la existencia de un desconocido *ana-giharrebak, cuyo término inicial sería el mismo que ha originado ahaide (pariente), según un sistema de denominación que aparece también en senide y haurride. Según ese paralelismo *ana sería un término neutro de significación aproximada, "joven", "chico", "chica", "niño", "niña", etc. *Anaginarrebak sería para Ego el conjunto de parientes (algunos primos y algunos cuñados) del grupo de su madre y de su esposa. Si *anagiharrebak derivó más tarde en anaiarrebak y arreba ya existía como "hermana", es fácil imaginar que anaia acabara siendo "hermano".

Si giharreba es "pariente de la carne", ¿dónde están los "parientes del hueso"? ¿Perdidos para siempre en el olvido, o ante nuestros ojos incapaces de reconocer el término? La intuición dirige la mirada hacia asaba pareja de giharreba, pero no parece simple llegar a la ecuación asaba= pariente del hueso. No cabe duda que si se hallara la pareja no cabría ya poner reparo alguno a la interpretación de giharreba=pariente de la carne. En todo caso, teniendo en cuenta la antigüedad del concepto, tampoco debería ser motivo de extrañeza que el término que expresara los parientes del hueso haya simplemente desaparecido en el olvido.

En cuanto al análisis semántico de las raíces del vocabulario de parentesco, muchos filólogos lo han realizado en el pasado, con resultados bastante pobres. No es asombroso, si pensamos lo mucho que hay que retrotraerse probablemente para encontrar dichos significados. De nuevo habrá que convenir con Mitxelena en que poco se avanzará mientras no llegue de algún lado algún dato que nos alumbre. En este sentido, más allá de la simple interpretación etimológica es posible hacer alguna aportación desde el conocimiento de los sistemas de parentesco en cuanto al posible significado de las raíces de dos términos: osaba (tío) y erraina (nuera).

En el intercambio generalizado, el tío materno juega un rol principalísimo respecto del individuo masculino, ya que se trata de la persona que le va a proporcionar una de sus hijas por esposa. Osa significa "completar", e interpretar osaba como "el pariente que me completa", tendría cierta coherencia siempre que se refiriera exclusivamente al tío materno que me da a una hija por esposa. Ciertamente esta interpretación ganaría enteros si llegáramos a comprobar que en algún otro lugar el nombre del tío materno se forma mediante el mismo mecanismo semántico, sobre la idea de "completar". En cuanto a erraina, podría relacionarse con un vocablo vasco *erra, que aunque no figura en el diccionario, -dado que en éste sólo tienen cabida los vocablos vigentes o aquéllos que lo han sido en el pasado y se han conservado en la tradición escrita-, puede inferirse por la cantidad de vocablos que pueden considerarse derivados del mismo. Así, errape significa ubre (literalmente "bajo el erra"), erragaiak significa "asadurilla" (literalmente "las cosas del erra") y erraldia significa "generación" en la zona de Markina, como los términos gizaldia o belaunaldia de uso general. No resulta difícil proponer *erra= vientre. Y tampoco resulta difícil imaginar que en un contexto en el que todas las mujeres del grupo son donadas a otro grupo, aquellas que vienen a integrarse y de las cuales depende el grupo para asegurarse la descendencia, reciban un nombre que recuerde su función reproductora.