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Nafarroa Beherea. Historia

El 1 de enero de 1789 parte la convocatoria real de París con destino a todas las senescalías del reino. La Baja Navarra, recordemos, es aún un reino, aunque esté unido al francés; posee sus propios Estados distintos de los franceses. Por ello se negó a elegir diputados y redactar los cuadernos de agravios (cahiers des griefs) en Saint-Palais, como le hubiera correspondido de no ser un reino. La nobleza y el clero se destacan en la protesta formulada al rey y éste accede a que sean los Estados los que preparen la representación, que, por otra parte, no acudirá oficialmente a los Estados Generales de Francia, sino al rey, Luis V, Rey de Francia y de Navarra. Mientras se ultiman estos preparativos en la reunión de los Estados de Navarra de 1789, que se inicia el 15 de junio en San Juan de Pie de Puerto, la agitación reina en varias localidades de Navarra, en especial en Saint-Palais donde el pueblo ha salido a la calle pidiendo el restablecimiento de la Chancillería de Navarra. Los representantes reales apelan a los Chasseurs Cantabres para sofocar la subversión que cunde hasta entre los diputados de los Estados. Uno de ellos pronuncia la siguiente alocución que bien merece transcribirse:

Os propongo retornar a lo que antes fuisteis, a lo que no hubierais debido dejar de ser nunca, un pueblo e independiente, ejerciendo por sus Estados Generales, por sus representantes, el poder legislativo, ofreciendo a sus reyes únicamente dones voluntarios, imponiéndose por sí mismo y no reconociendo a ninguna otra potencia el derecho de imponerse. Os propongo hacer reparar todos los agravios, todos los golpes que ha recibido vuestra Constitución y vuestros derechos desde la muerte del buen Henri. No necesitáis más de que vosotros mismos para volver a tomar en vuestras manos vuestro poder legislativo. Redactad el cuaderno más completo posible de vuestros agravios; estoy hablando a Navarros, a un pueblo que ha conservado todos sus títulos y que no ha perdido nada de su energía. No hay que temer que se os acuse de sedición, ya que lo único que haréis es reclamar el cumplimiento de los Fueros: los Fueros son los títulos comunes tanto de los reyes como de la nación.

La elección de diputados recayó sobre el obispo de Bayona, Pavée de Villevielle, por el clero; el marqués de Olhonce, Logras Haristoy cita a un tal Jean Bernard de Uhart, también marqués, por la nobleza; Franchisteguy, notario de San Juan de Pie de Puerto y Arnaud de Vivié, burgués de Garris, por el Estado Llano. Encabeza la delegación el síndico de los Estados, marqués de Polverel, abogado del Parlamento de París al que por sus escritos sobre las libertades y privilegios de la Baja Navarra -publicados uno en 1784, Mémoireá consulter et consultations sur le franc-alleu du royaume de Navarre , y otro después, bajo el titulo de Tableau de la constitution du royaume de Navarre et de ses rapports avec la France, imprimé par l'ordre des Etats généraux de Navarre- le había sido concedida la entrada a los Estados el 12 de marzo de 1789. Estos diputados representarán a Navarra ante el rey D. Luis V de Navarra y no ante el pueblo francés delegado en los Estados Generales, a fin de que su presencia no pueda de ninguna manera lesionar la constitución y los derechos particulares de Navarra. El 19 de junio una comisión designada por los Estados pasa a redactar parsimoniosamente el Cuaderno de Agravios de los Navarros, dos días después de que en París se constituyera la Asamblea Nacional. El cuaderno, acabado el 5 de julio, consta de tres partes:

a) Constitución y leyes fundamentales.
b) Desarrollo y consecuencia de las leyes fundamentales.
c) Agravios a reparar (41 artículos).

La última parte es el Cuaderno de Agravios propiamente tal, larguísima requisitoria de todas las conculcaciones que ha sufrido el reino desde 1620. Los diputados no sienten ningún apremio por presentarse en París; acostumbrados a una parsimonia medieval en el procedimiento, llegan a París cuando los Estados Generales, reunidos desde el 5 de mayo, se habían disuelto, y, tras la rebelión del Tercer Estado, se había constituido la trascendental Asamblea Nacional (17 junio). El 20 de junio, el Estado Llano francés jura, en un viejo frontón de pelota vasca de los alrededores de París, no separarse hasta dar una constitución a Francia. Al cabo de tres semanas cae en manos de los amotinados parisinos el símbolo del antiguo régimen, la Bastilla.

Se ha dicho, con razón, que en una noche Francia cambió de cara. Efectivamente, del 4 al 5 de agosto de 1789 se suprimió la servidumbre, se abolieron las jurisdicciones señoriales, la mano muerta, los derechos feudales de caza y corveas, el diezmo eclesiástico se hizo rescatable en dinero, se suprime el pago de pechas que se sustituyen por impuestos, pagaderos también por el clero y la nobleza, se abren las puertas al estado llano de todos los empleos, tanto civiles como militares, la justicia se declara gratuita así como los servicios religiosos (pago del casual) y se decreta el artículo 10:

una Constitución Nacional y la libertad pública siendo más ventajosos a las provincias que los privilegios que algunos gozan, y cuyo sacrificio es necesario para la unión íntima de todas las partes del Imperio, se declara que todos los privilegios particulares de las provincias, principados, países, cantones, villas y comunidades de habitantes sean pecuniarios, sean de todo otro tipo, son abolidos indefectiblemente y permanecerán confundidos en el derecho común de todos los franceses.

Los diputados del tercer estado laburdino y suletino firman el artículo 10. Los bajonavarros, sin embargo, no asisten, primero por las razones ya expuestas, segundo por no verse obligados a firmar o a presentar cara al resto de la Asamblea. La situación de los delegados es crítica, entre el colaboracionismo y la evasión. Al ir a debatirse la cuestión del título del rey, que se quiere sustituir por Rey de los Franceses, Garat echa una mano a los ausentes obteniendo la postergación del debate. Cuando éste llega, se lee el memorial de protesta que el síndico de los Estados, marqués de Polverel, ha redactado para la ocasión:

Gozando Navarra de una buena constitución, como goza, y ejerciendo sus Estados el poder legislativo, era muy legitimo temer, como temió el Sr. Necker, que las vanidades y las rivalidades de opinión y las diferencias de los intereses impidieran en Francia el establecimiento de una buena constitución. Los navarros proponíanse la unión a Francia, si la constitución de ésta era tan buena como la suya, y sus diputados tenían el encargo de presentar al efecto, un acto federativo. Navarra jamás ha sido propiedad de Francia; fue injustamente partida por España; y la casa de Albret, Enrique IV, Luis XIII protestaron contra la usurpación de Fernando el Católico... Navarra jamás fue conquistada, y Francia no ha podido imponer su derecho civil a Navarra. Luis XIII, se dirá, pronunció esa reunión, pero los Estados no la han consentido jamás. Un rey no puede anexionarse un reino contra la voluntad de los naturales de él... Navarra no ha consentido esa reunión y la Asamblea Nacional de Francia debe respetar ese consentimiento.

La Diputación navarra ofreció a la Asamblea, a modo de concesión, el que Navarra formara parte de una monarquía federal votándose en los Estados navarros la ley sálica para que no pudiera ser separada Navarra de Francia. Por otra parte, también se gestionó en la Corte, donde la Diputación entregó el extenso Cuaderno de agravios, redactado con anterioridad. Este Cahier des Griefs o de Doléances es un fiel exponente de lo alejados que vivían sus autores de la tormenta revolucionaria que se cernía sobre Europa. La unánime aspiración bajonavarra que refleja, es, la vuelta a la vieja y arraigada autonomía anterior a 1620. Solución a las rencillas de los Estados con el absorbente Parlamento de Navarra, restablecimiento de las Juntas, separación de la corona francesa, restablecimiento de la facultad de acuñar moneda, sustitución del escudo francés por las cadenas de Navarra, restablecimiento de la Chancillería de Navarra, etc, son las peticiones más machaconas. En resumen, se trata de la nulidad del edicto de 1620.

No hace falta señalar el inmenso anacronismo que supone esta nostalgia por un pasado "democrático-medieval" en boca del dieciochesco Polverel, en plena marea revolucionaria burguesa en ascenso.

Ante la fuerza irresistible de los acontecimientos, los navarros asisten como espectadores perplejos a un drama que no acaban de entender. El 12 de octubre de 1789, la Asamblea rechaza el memorial bajonavarro y suprime el título de Rey de Navarra .

Como protesta se publica el memorial de Polverel apresuradamente, ese mismo año, bajo el título ya mencionado. Polverel amenaza con la proclamación de la independencia si la unión de los dos reinos no se formula como un tratado entre dos potencias independientes. La Asamblea no se dignó contestar... El 30 de diciembre Navarra acepta oficialmente lo inevitable; se lee en la Asamblea un despacho en el que se declara que "Navarra se adhiere al decreto que la confunde con Francia". Uno a uno los distintos concejos, villas, valles y pueblos bajo- navarros van enviando su adhesión. El 15 de enero de 1790 Francia es recortada arbitrariamente en 83 departamentos; la Baja Navarra ni siquiera constituye uno, sino un fragmento indistinto -distrito-, junto con el resto del País Vasco y el Béarn: departamento de los Bajos Pirineos, hoy Pirineos Atlánticos. La capitalidad del distrito bajonavarro recayó en Saint-Palais.

Tres era, dijimos, los acontecimientos fundamentales que caldearon el ambiente bajonavarro y prepararon losánimos para recibir con alegría a 1789. El proceso de Baigorry había agitado el fantasma de la feudalidad, la rebelión del Parlamento de Navarra removió con crudeza la vieja herida política del país y el Tratado de Elizondo puso de manifiesto la insignificancia del diminuto reino y la indiferencia del poder real hacia el mismo. El centralismo jacobino no era fruto de un día; era sólo la resultante de 160 años de trabajo borbónico, hasta cierto punto un cambio de etiqueta. No hay duda que es este problema el que verdaderamente obsesiona al bajonavarro de la época que estudiamos. Estamos con Destrée cuando dice que

o"haciendo abstracción del diferendo que opuso al Valle de Baigorry con la casa vizcondal de Echauz, no hay luchas de clases en la Baja Navarra en 1789, ya que una fuerte corriente de cohesión emana de las tendencias particularistas reavivadas por el descontento contra el gobierno central surgido, principalmente, del tratado de límites. De esta forma, los navarros van a ver únicamente en la reunión de los Estados Generales una ocasión de recuperar su independencia de antaño".

Se fue a por lana y se volvió trasquilado; un organismo autonómico -los Estados de Navarra- envía a sus representantes a por la independencia política bajo un mismo rey pero la Revolución echó abajo, de un papirotazo, todo el ilusionado tinglado de nuestros escasos ilustrados. Reino desde 1512 hasta 1790, la personalidad político-administrativa de la Baja Navarra se desmorona. La atonía posterior hunde sus raíces hasta llegar a aquel día en que el notario Franchisteguy, D. Arnaud de Vivié, los señores marqueses, Polverel y Logras tomaron el camino de vuelta a... los Bajos Pirineos. Por otra parte, la aplicación de un mismo esquema revolucionario a la múltiple y variada geografía francesa, trajo, como era de esperar, una serie de contrasentidos e injusticias. La ley de supresión del mayorazgo (17 Ventóse año II), por ejemplo, adecuada para países de amplia propiedad terrateniente, resultó funesta en la Baja Navarra, país de pequeñas propiedades muy repartidas. Peor, aún, las tierras comunales también caen bajo la amenaza al desaparecer como entidades legales los valles o "países", poseedores de las mismas, pudiendo ser rescatadas sólo en parte, bien entrado el siglo XIX, por medio de la creación de Sindicatos. Podría señalarse, como consecuencia favorable de la revolución -aparte de las ya reseñadas, que atañen a toda Francia- el reagrupamiento de las tres provincias vascas, que, durante el Antiguo Régimen se habían mantenido aisladas.

(1790-1792): el conflicto con la Iglesia. El 12 de febrero de 1790, la nueva municipalidad de San Juan de Pie de Puerto presta el juramento constitucional.

Las federaciones envían a París 14.000 representantes, entre los que se cuentan delegados de las tres provincias vascas, a la fiesta conmemorativa de la noche del 4 de agosto y toma de la Bastilla. Los últimos vestigios de la soberanía navarra desaparecen en estos dos primeros años iniciales de estructuración revolucionaria con el traslado del estandarte navarro a Pau, cabeza del recién creado departamento (21-XI-1790), y mediante la supresión de las milicias populares bajonavarras (4-III-1791). En el verano de 1790 surje el conflicto del gobierno revolucionario francés con la Iglesia que tan profundas repercusiones, había de tener en el País Vasco de Francia. Se vota la Constitición civil del clero (12 de julio) inspirada en el viejo galicanismo francés.

El 27 de noviembre se somete esta Constitución a la Iglesia francesa. Pero el clero bajonavarro no está preparado para las innovaciones que ésta implica -separación de la Iglesia y el Estado subordinación, en lo temporal, al gobierno secular, elección de los obispos por sus feligreses, etc.- y se mantiene expectante. Los obispos de Bayona y Dax se niegan a firmar. Se establece un obispado de los Bajos Pirineos con sede en Olorón encabezado por Mg Sanadon. Mientras tanto, Roma se mantiene en silencio hasta que el acuerdo de vender los bienes de mano muerta confiscados a la Iglesia la hace salir de su mutismo mediante la condenación de la "Declaración de los Derechos del Hombre" (10-III-1791). Es ahora cuando el conflicto comenzará a agriarse. Sin embargo, el fantasma de la guerra inminente con España, desvía en parte la atención bajo navarra. El 2 de septiembre de 1791 se convoca a los ciudadanos de la recién creada Guardia Nacional de San Juan de Pie de Puerto para que reciban entrenamiento militar, en la plaza grande, los jueves y domingos.

El 14 de diciembre el fantasma se concretiza: comienza en la Asamblea el gran debate sobre la guerra con la única oposición a la misma de Robespierre. En abril de 1792 Francia declara la guerra al "rey de Bohemia y Hungría". La Baja Navarra conocerá aún un año de inquieta espera. Después de dos años de decretarse la Constitución civil del clero, éste recibe un último ultimatum de jurar la constitución o abandonar el país, y en caso de no hacerlo, colgar la sotana. El 17 de septiembre proceden las autoridades a dar cumplimiento a la orden de expulsión del 26 de agosto pasado. Las penas para los infractores de la ley son: deportación a la Guayana para los que se escondan y diez a ños de prisión para los que traspasen la frontera clandestinamente. El clero bajonavarro, fiel al Papa en su mayoría, opta por escapar a la España de Carlos IV; un puñado de curas ejercerán clandestinamente en la zona de Aldudes. Al descontento ocasionado por la pérdida de la autonomía, se suma ahora el problema religioso que llegará a ser la segunda causa fundamental de la resistencia pasiva del grueso de la población navarra a la obra revolucionaria. Es cierto que no se llegóá la rebelión armada a lo Vandée, ni a la guillotina como en otras zonas del país, ni a la represión masiva de las "comunas infames" de Lapurdi, ni a pasear al cura montado en un burro como en un publecito suletino; todo transcurrirá en estos a ños en tono menor, menos la guerra con España que enfrentará a los hermanos de la Alta y Baja Navarra.

Su distrito departamental (Septiembre 1792-Febrero 1793). La primera república francesa se proclama el 21 de septiembre de 1792. Desde septiembre de 1792 gobernará en París una Convención formada por miembros de los grupos girondino y montañés, hasta mayo de 1793 en que asaltan el poder jacobinos y sans-culottes. El 9 de diciembre de 1792 se elige a un cura, Bayen, como alcalde de San Juan de Pié de Puerto. La comuna envía una diputación para felicitar a los representantes de la Convención, en ese momento en Bayona. Todo parece "normalizado" en la Baja Navarra pero una docena de curas refractarios recorren el sur del país desde el decreto de expulsión hasta el golpe de Thermidor; el 9 de enero de 1793 la gendarmería y la Guardia Nacional reciben órdenes de proceder a la búsqueda de los contrarrevolucionarios.

Aquellos que no pueden conseguir los servicios de un cura refractario traspasan la frontera; solamente en Errazu constan 85 bautismos de niños baigorritarras ya que tras los montes las iglesias han sido cerradas. Mientras tanto, en París, Luis XVI es ejecutado, el 21 de enero (1793). En la Société des Sans-Culottes, amis de la Liberté et de l'Egalité de San Juan de Pie de Puerto, sus directores -Caillava, presidente, Pierre -José Alauzet y Alta Etcheverry, secretarios- dirigen, en febrero de 1793, una felicitación a la Convención por la ejecución del ciudadano Capeto.

7 marzo, 1793-3 junio 1794. El mismo día de la declaración de la guerra de la Convención a España -7 de marzo de I793- eran invadidas las fronteras bajonavarras, que se hallaban completamente desguarnecidas. Los generales Moncey y La Génétière se encargan de improvisar la defensa que, en un primer momento, es desastrosa. Ante los 22.000 hombres del general valenciano Ventura Caro se agrupan los 8.000 de Moncey más los voluntarios que vayan llegando. El 13 de abril, el Directorio del distrito bajonavarro decreta que sean desarmados los antiguos nobles que no sirvan al ejército de la república y los curas que no sean funcionarios públicos. La multiplicación de los frentes y la presión de los sans-culottes, abren paso a la formación de un gobierno revolucionario en París.

Los órganos del mismo serán ahora la Convención, el Comité de Salud Pública y el Comité de Seguridad General. En la Baja Navarra, el castillo de Gramont, el priorato de Utziat perecen, pasto de las llamas y de la ira popular Desde el mes de mayo, la zona fronteriza entre las dos Navarras se convierte en el punto cálido de la geografía revolucionaria. Se crea la primera compañía de los célebres Chasseurs Basques, a los que Robespierre calificaría de bijou de nos armées, y que contaría, a finales del decisivo año 1793, cerca de 1.800 bajonavarros, seleccionados entre los defensores voluntarios de los valles de Cize y Baigorry. El general La Génétière tuvo que hacer evacuar Aldudes. Los baigorritarras esperan la oportunidad de desquitarse de la pérdida de Quinto Real en las proximidades del alto de Arrola que domina las vías de Baigorry y de San Juan de Pie de Puerto.

En la resistencia de Arrola se destacó el joven Harispe, hijo del síndico de la Baja Navarra, futuro mariscal de Francia y conde del Imperio. Cerca de Ispéguy la lucha se hizo más dura. Los convencionales son rechazados en Valcarlos y en las cercanías del castillo de Cháteau-Pignon que defiende el acceso a la capital bajonavarra, que, como sabemos, se halla a sólo seis kilómetros de la frontera. La alarma es aún mayor cuando se conoce la noticia de que el general La Génétière ha sido hecho prisionero y que Moncey se retira precipitadamente a San Juan de Pie de Puerto. Los habitantes de Aldudes, en enemistad crónica con los de Baigorry, aprovechan las circunstancias dramáticas para firmar un tratado con los españoles por el que se colocan bajo la protección de la monarquía española prometiendo

de prendre les armes des à présent dans les actuels troubles pour défendre leur pays et pour le conserver sous la domination de Sa Magesté catholique, principalement contre les Baygorriens et telles autres troupes qui les secourent ou manoeuvrent avec ou sans leur concours contre les domaines de Sa Majesté catholique... par la voie de Don Ventura Caro, commandant général de l'armée de Guipuzcoa et de Navarre.

A la cabeza de la secesión se hallan Joseph Inda, vicario, y Arambide, alcalde. Tras la arremetida; el valenciano se limitó a fortificar las posiciones tomadas con tanta facilidad, lo que dio un respiro a los convencionales. Los representantes del pueblo, Monestier y Féraud, reorganizan la defensa con energía. Se asegura el suministro de alimentos a las tropas. Una incursión de castigo, permite, el 7 de agosto, a un destacamento procedente de San Juan de Pie de Puerto, atrapar a uno de los curas, Jean Duhide, cabecilla también de la secesión aldudarra, que fue fusilado en la plaza pública de San Juan. Los otros curas, Joseph Inda y Pierre Tihiste estaban ya en la Navarra meridional por entonces. Mientras, en París, prosigue la línea radicalizadora aboliéndose el culto católico desde noviembre de 1793. El 9 de enero de 1794 se celebran diversas fiestas en el Templo de la Razón de San Juan de Pie de Puerto; la Asamblea municipal decreta ir en masa a cantar himnos "patrióticos" alrededor delárbol de la libertad y la quema de las enseñas rojiblancas.

El día 15 se acuerda cambiar el nombre de la comuna por el de Nive-Franche; las reuniones tendrán lugar de allí en adelante en la casa de Jauregizaharra que se denominará casa común. La ola de romanticismo y saturación greco-latina contagia a la Baja Navarra: Saint-Etienne de Baigorry será Thermopyles, Saint-Jean-le -Vieux, Franche, Saint-Michel-le-Vieux, Nive-sur-Montagne, Saint-Martin de Arberoa, Nive-Montagne, Saint-Palais, Mont Bidouze, Saint-Martin-d'Arrosa, Grand Pont... Por otro lado, el Decreto Barrére del 27 de enero de 1794 previene que en los departamentos donde se hable un idioma extranjero... hay que establecer maestros encargados de enseñar la lengua francesa y la Declaración de los Derechos, y traducir las leyes al pueblo los días de Fiesta.

Se comisionan, más tarde, maestros especiales para enseñar a leer y escribir y las principales reglas de aritmética a los niños de las diversas comunas, por medio de libros elementales publicados por el gobierno en francés. Pero la guerra prosigue su curso. El 19 de marzo un decreto del prefecto departamental ordena la confiscación de los bienes de todos los individuos -nobles y sacerdotes en su mayoría- arrestados por los comités de vigilancia. Todas las comunas bajonavarras llevan a cabo la acción requerida por el agente de la Convención. Belzunces, Gramonts, Mendirys, Irumberrys, Lacarras, etc, fueron desposeídos de sus bienes. El castillo de Lacarra es transformado temporalmente en hospital militar. Desde Saint-Palais, se transportan desde el mes de abril, hasta Tarbes, más de 380 quintales de campanas despedazadas para fundir cañones y monedas. A fines del mes de abril (1794) puede decirse que el ejército se ha recuperado del colapso y se dispone a tomar la ofensiva. El clero conspira para que esto no se consiga; el 25 de mayo Pinet y Cavaignac dan orden de concentrar a todas las monjas de los distritos de Ustaritz y Saint-Palais en los fuertes de Bayona, a fin de evitar que ayuden a los emigrados y escondan a los contrarrevolucionarios.

El país, desalojado de invasores comienza a recuperarse. El 29 de mayo, la comuna de San Juan de Pie de Puerto dispone que 10.000 libras sean distribuidas entre los habitantes de Arnéguy que había sufrido grandes privaciones bajo las tropas españolas; recuérdese que éstas habían destruido las instalaciones extractivas de Banca, entre otras cosas. Pero los españoles ocupan aún las alturas desde Orbaiceta al Lindux, la del Chateau-Pignon, los collados de Ibañeta y de Urkulu. A su encuentro marchan las tropas reorganizadas de Moncey al que ayudan ahora los generales Marbot, Dumas y el famoso La Tour d'Auvergne con sus granaderos a los que los españoles denominaron la columna infernal. La vanguardia de esta columna la constituyen los Chasseurs Basques de Harispe que forman una media brigada de tres batallones de más de 1.000 hombres cada uno. En esta ofensiva, el combate de Berdaritz abre a los convencionales las puertas de la Alta Navarra y Gipuzkoa. El 3 de junio de 1794, 700 cazadores llegan al fuerte de las cercanías de Aldudes y lo toman. Caen a continuación Aidudes, Maya e Ispéguy. Entre Harispe y La Tour d'Auvergne se cierra la maniobra de toma del campamento de emigrados cuyo jefe, el marqués de Saint-Simon, cae en manos de los convencionales. Harispe fue nombrado coronel a los 26 años de edad. Otros bajonavarros no se sienten tan heróicos como testifican algunos versos de la época:

Gerlara etorri ginean
Gure bizien perillean,
Gure agintariak franzes:
Allons, chasseurs, avancez;
Guk euskara eranzutea,
Diabriak eraman bazintez!

Cuando fuimos a la guerra
peligrando nuestras vidas,
Decían nuestros jefes en francés:
Allons, chasseurs, avancez;
Y nosotros contestábamos en euskera,
¡Ojalá te lleven los demonios!

Entre junio y julio Pinet, Cavaignac y Monestier hacen públicas las últimas decisiones jacobinas. El 4 de junio los ex-nobles y los extranjeros del país con el que la república está en guerra, e incluso los curas que no han jurado la constitución o han hecho el simulacro de jurarla, serán alejados provisionalmente de las fronteras, a tres leguas de Nive-Franche (San Juan de Pie de Puerto) hasta el distrito de Ustaritz y a la misma distancia de la orilla derecha del Nive, desde San Juan de Pie de Puerto hasta el distrito de Mauleón. El 21 de junio se procede a la venta del mobiliario y bienes suntuarios de la iglesia de San Juan de Pie de Puerto. Los inmuebles de la iglesia, fábrica, cuerpo obitual y prebendal fueron declarados bienes nacionales. El 3 de julio el consejo general de San Juan de Pie de Puerto decide erigir un Altar de la Patria en la plaza Eyharaberry; el trabajo se efectuó mediante la cooperación de los ciudadanos, cubriéndose los gastos por medio de una suscripción popular.

El final de la guerra (27 julio, 1794-22 julio, 1795). Las divisiones internas y el fortalecimiento de la Convención debido a las victorias exteriores y a la anulación de la protesta sans-culotte permitió el golpe de estado del 9 de Thermidor a los elementos centristas y antiguos jacobinos trasfugas como Tallien. Al día siguiente, 28 de julio de 1794 (10 de Thermidor) es ejecutado Robespierre en París. El concejo de San Juan de Pie de Puerto, después de postergar a Monestier, Pinet y Cavaignac, dirige una felicitación a la Convención por el éxito en el aplastamiento de la Comuna y la eliminación del jefe jacobino. La guerra exterior, a comienzos de este verano de 1794, es netamente favorable a los ejércitos convencionales; el 11 de agosto se ordena la requisición de todas las rejas de las iglesias cercanas a la frontera franco-española para enviarlas al frente. Las monjas regresan, el día 6 de septiembre, a sus conventos en la Baja Navarra.

Retirados de estas tierras, los españoles se repliegan a Pamplona dispuestos a la defensa más cerrada. Tras la proclamación de separación de Iglesia y Estado (21-II-1795), el 16 de julio el directorio del distrito de Saint-Palais promulga la ley del II de prairial del año III por la que se autorizaba la apertura del culto católico. Los curas emigrados comienzan a traspasar los Pirineos. El ejército convencional, mientras tanto, no quiere exponerse y deja la campaña contra la plaza navarra para la primavera siguiente. La paz de Basilea firmada el 22 de julio de 1795 hace innecesaria la operación. La célebre brigada de Cazadores Vascos llevará a cabo las campañas de Suiza y de Italia para disolverse en 1801.

El 18 de Brumario (9-XI-1799) Bonáparte es elegido primer cónsul de Francia. Al cabo de cinco años, el 2 de diciembre de 1804, Napoleón se convierte en Emperador de los franceses. A la coronación asistió una diputación de 16 bajonavarros: la mitad de granaderos, la cuarta parte de suboficiales y la otra de oficiales. La intervención napoleónica en España (1808) produjo la inevitable crisis en ambos países vascos; en el peninsular, Gipuzkoa, Bizkaia, Navarra y Alava repelen el articulo 144 de la Constitución de Bayona -suspensión de los fueros- y se alzan contra el invasor (Véase. Afrancesados). Las siete provincias son entonces objeto de un ambicioso proyecto conciliador por parte del laburdino J. Garat, diputado por su tierra en los Estados Generales de 1789 pasado a los franceses: creación de una Nueva Fenicia que abarcase a las costas vascas de ambos lados de la frontera, una Nueva Tyro y una Nueva Sidón para el resto.

Navarra Alta y Baja serían reunificadas. Sobra decir que el plan de Garat no pasó de proyecto. Las guerrillas se organizan en el País Vasco peninsular al que las tropas de Napoleón sólo traen la supresión de las ventajas del antiguo régimen sin aportar los adelantos del nuevo. Entre abril y mayo de 1811 corre el rumor en Baigorry de que Espoz y Mina se prepara a dar un golpe de mano en busca de rehenes; en especial se busca a la mujer de Harispe residente, en Lacarte. El subprefecto de Mauleon, Detchepare, organiza, como defensa a las compañías de la Guardia Nacional de Saint-Eúenne de Baigorry cuyos efectivos alcanzan a los 1.060 hombres. Pero la incursión penetra por Lapurdi el día 6 de junio. El 21 es atacado un destacamento francés en Roncesvalles.

En diciembre Mina vuelve a atacar la frontera pero desiste durante el invierno de 1811-1812. La batalla de Vitoria (2I -VI-1813) supone nada menos que la liquidación del imperio napoleónico. Los franceses se retiran dirigiéndose unos hacia Hendaya y otros hacia Pamplona por lo que las operaciones se concentrán ahora, nuevamente, en tierra vasca, de uno y otro lado de los Pirineos.

El mariscal de Soult intenta socorrer al general Cassan que se halla sitiado en Pamplona (julio). Las tres columnas enviadas por Soult acaban desastrosamente: la del general Reille, enfilada por Roncesvalles, se pierde en la espesa niebla; la del general Clauzel corre la misma suerte en Altabizkar; la tercera, al mando del general Drouet d'Erlon, pierde un tiempo precioso en las alturas de Maya. El general Wellington cayó sobre las dos primeras y luego acabó de derrotar a los napoleónicos en Sorauren (28 de julio). A partir de esta batalla en la que se pierden 13.378 soldados franceses la desbandada es completa. Harispe y Foy preparan una defensa desesperada entre San Juan de Pie de Puerto y Hélette.

La invasión de Lapurdi, Zuberoa y Baja Navarra es inevitable desde los primeros días de octubre de 1813. El general Soult se retira lentamente con sus 50.000 hombres y en su persecución aparecen los 65.000 de Wellington engrosados por partidas españolas y los navarros de Mina. A las desgracias de casi un a ño de guerra se une el crudo invierno 1813-1814.

Los angloportugueses de Wellington y los hombres de Mina invaden en primer lugar Lapurdi, tras la derrota francesa de San Marcial. Una penetración de parte de las tropas del general Mina en Irissarry es rechazada por gente emboscada en las alturas del barrio de Erdoizea. Mina venga la acción al día siguiente haciendo ejecutar a los señores de Echerreca y de Erdoiz -Echeverria y ocupando militarmente el país. Los ocupantes mutílan las esculturas del pórtico de la casa Ospitalia, antigua encomienda bajonavarra, a culatazos. Llega 1814 y con él la derrota definitiva de Napoleón. Harispe resiste contra los aliados en Garris, Orthez y más tarde en Toulouse. La última defensa organizada, en tierras bajonavarra, fue la de Garris, el 15 de febrero de 1814. A partir de esta fecha el País Vasco continental es ocupado por completo, excepto San Juan de Pie de Puerto mientras las guerrillas igan a los ocupantes en Baigorry y Bidarray. Aldudes es incendiado por las tropas del general inglés. En 1815 (Cien Días). Bonaparte encarga a Harispe la defensa de los Pirineos. Las tropas españolas invadieron el país al día siguiente al desembarco de Napoleón pero permanecieron escasos días.

A pesar de su nombre, la Restauración no significó nada para el país. Apenas, que los soberanos franceses volvieran a llamarse reyes de Navarra. Más aún, en 1827, un gobierno al que no puede tacharse precisamente de revolucionario -el de Su Majestad el rey Carlos X- procede a anexionarse los bosques comunales bajonavarros, cuyo derecho de uso había sido suprimido ya por Napoleón. En el terreno político, el establecimiento del sufragio censitario, hizo que la Baja Navarra proporcionara un número escasísimo de votantes en las elecciones y uno mucho menor de candidatos. La pobreza general no les hizo posible acceder a las ventajas de la democracia parlamentaria, usufructo de la burguesía urbana inexistente casi en tierras bajonavarras profundamente rurales. En 1829, en todo el País Vasco, apenas pueden contarse 158 personas capacitadas para votar, 131 de las cuales pertenecientes a la subprefectura de Bayona. Con posibilidad de presentarse a candidatos sólo se encontraron 14 individuos en todo el país.

Los valles o antiguos "países", habían sido los administradores de la propiedad colectiva de los vecinos y sus Cortes habían dirimido todos los asuntos comunes a las localidades componentes de la comunidad, en especial todo lo referente a los comunales. La Revolución suprimió la autogestión de los valles pero éstos, poseedores aún de las tierras indivisas que subsistieron al despojo efectuado por la Restauración, y de intereses comunes innegables, dejaron sentir su malestar hasta que en el a ño 1836 fueron autorizados a formar comisiones sindicales, organismos intercomunales que vinieron a llenar el vacío dejado por las leyes de los valles. Se crearon así, en la Baja Navarra, los sindicatos de Cize, Mixe, Ostabarret y Baigorry para administrar los antiguos países suprimidos en 1790.

Las jornadas parisinas repercuten también en la Baja Navarra. Las elecciones del 23 al 24 de abril dan el triunfo a la pequeña burguesía rural, republicana ya pero fuertemente aferrada a la religión tradicional y a la propiedad privada. El comerciante Renaud, de San Juan de Pie de Puerto, uno de los vencedores en los comicios, se explica así: Mis opiniones radicales datan de hace mucho. Creo en el Dios que protege a Francia, creo en la Nación que en todo sitio respeta las cosas respetables, tanto la Propiedad como la Religión. Pero los campesinos que se habían visto despojados del usufructo de los bosques comunales en su mayor parte (1827) no parecen experimentar sentimientos tan honorables y se alzan en armas en diversos puntos de la geografía bajonavarra, sobre todo Armendarits, valle de Ostabarret y valle de Mixe. A punto ya de intervenir el ejército, el gobierno transige. El campesinado se resigna con la quinta parte de los bosques que el gobierno quiso devolverle.

Como ya hemos visto, desde 1512 las discordias entre pastores alto y bajonavarros son consustanciables a la nueva frontera. El reglamento de Arnéguy redactado por el obispo Echauz en 1610, el de Elizondo de 1785, van acomodando a los navarros de ambos lados. Pero al quedar las tierras altas indivisas las discordias no tardan en reanudarse. Tras los incidentes de 1852, el 2 de diciembre de 1856 se establecen dos zonas en Aldudes, Quinto septentrional y Quinto meridional, con reglamentación que ha durado, más o menos, hasta nuestros días (ver Aldudes). Así pues, las facerías, que habían sido suprimidas en 1785, son reconocidas en este nuevo tratado (ver Facería).

La instauración definitiva del sistema republicano en Francia y la consolidación del nuevo modo laico de vida que la revolución democrático-burguesa supuso, ocupó el último tercio del siglo XIX y parte del XX. En el País Vasco la actitud del clero fue reacia a las innovaciones, lo que ocasionó sucesivos roces entre éste, decididamente ultramontano, y los poderes públicos republicanos. Pero en el último cuarto de siglo XIX aparece ya una corriente católica republicana, que toma el relevo del antiguo clero refractario monárquico e inicia una apertura en la línea de Mgr. Lavigerie. El Eskualduna, periódico católico que luego tomará el nombre de Herria, es fundado en 1887 por Luis Etcheverry, diputado por Saint-Jean-le -Vieux, un año después de la fundación del periódico radical Le Réveil Basque.

El ambiente se presenta caldeado en las elecciones de 1893, cuyo resultado favorece a las izquierdas moderadas, aunque después de reñida batalla electoral que se refleja en el Eskualduna y el Réveil Basque, a los que viene a sumarse, en 1896, Le Patriote de Pau fundado por el P. Pon. La ley de separación de la Iglesia y el Estado se repone en 1905 siendo recibida nuevamente con ilidad por la mayoría de la población bajo navarra. En Bidarray y otras localidades, la población católica se opone a las tropas que vienen a inventariar (1906) los bienes eclesiásticos. Pero, poco a poco, la Baja Navarra acaba por vaciarse en el molde francés, aun cuando desaparezca el problema religioso que canalizaba su protesta. Tal vez el último reducto a la asimilación haya sido el vallecito de Aldudes, por lo menos hasta 1914-1918.

En años aún recientes existían en él casas francas -casas Baillea, Perkainenea y Philipeinea- a las que no alcanzaba ni la autoridad francesa Ni la española; en el barrio de Esnazu también había otra de estas casas, la de Malsoinea . Todas ellas sirvieron de refugio a los navarros de ambas vertientes que rehuyeron el servicio militar obligatorio y embarcaron más tarde rumbo a América, a lo largo del siglo XIX. Las discordias fronterizas, al constituirse en cuestiones internacionales, provocaron la intervención cada vez más estrecha de las autoridades francesas y españolas. El servicio militar obligatorio se instituye en Aldudes en 1914; en la guerra nacionalista por antonomasia no cabian las medias tintas. Durante la segunda guerra mundial, la Baja Navarra fue ocupada por los alemanes que utilizaron la ciudadela de San Juan de Pie de Puerto como centro de reclusión de refugiados de la guerra civil española y de sospechosos del régimen nazi.

La antigua capital de la Baja Navarra albergó con posterioridad a disciplinarios militares hasta ser, hace poco, descalificada como plaza militar. Sin compartir su orgullo de patriota bien alimentado, estamos de acuerdo con F. Mauriac cuando dice: Francia no llegó a ser Francia si no es en la medida en que la Borgoña, la Guyena y las otras provincias se "despersonalizaron". Subsiste un alma bretona, un alma alsaciana, un alma vasca. Pero era imprescindible que la mayor parte de los antiguos países perdieran su alma para que Francia naciera (De Gaulle, Grasset, p. 344). Tal ha sido el destino de la orgullosa Baja Navarra, del último rincón vasco en trance de perder su alma.