Entités

MASONERÍA

De Fernando VII al II Imperio francés. El 2 de enero de 1815, por un edicto del inquisidor general Francisco Xavier Mier y Campillo en el que se reproducía a su vez el edicto emanado en Roma contra la Masonería por Consalvi, secretario de Estado de Pío VII, se prohibía de nuevo ésta para toda España. De esta época, en la sección de Inquisición del Archivo Histórico Nacional de Madrid, procedente de la Inquisición de Santiago, se encuentra un «Expediente sobre un folleto impresa en francés, con cortaduras y hojas arrancadas, que trata de Francmasonería, presentado a este Sto. Oficio por el secretario supernumerario don Manuel Freire». Pues bien, precisamente este expediente está relacionado con la transhumante logia de Vitoria. Tal folleto no es sino los «Réglements de la R. L. Des Amis Réunis de St. Joseph à l'0. de Vitoria» (sic). En anónimo dirigido en Santiago de Compostela a Freire Castrillón se le decía entre otras cosas: «Compadecido de los males infinitos que tarde o temprano van a cubrir nuestro suelo, avisa a Vmd. un amante del bien, que tomen Vmds. con la mayor eficacia los medios más oportunos para descubrir los infinitos masones que hay principalmente en el ejército, pues de lo contrario es infructuoso cuanto se hizo. Recompensa, impunidad, asegurarle la persona y guardarle secreto son los medios que inmediatamente deben emplearse para lograrlo promulgando el Tribunal de la Inquisición edictos. Para dar a Vmd. idea si hablo o no con algún dato doy a Vmd. el reglamento adjunto, pero que a nadie debe manifestarle Vmd. porque sería yo descubierto. Si veo pocas voces y mucha... seguiré dando materia hasta que algún día me descubra». El contenido del anónimo producía el efecto contrario. Don Manuel de Freire lo ponía en comunicación rápida del Inquisidor, acompañándolo de la carta siguiente: «Dn. Manuel Freyre de Castrillón secretario honorario de este Santo Oficio, con el mayor respeto da cuenta a V. S. I. de habérsele introducido en el portal de su casa la carta adjunta anónima, que incluía el folleto adjunto, impresa con las cortaduras y hojas arrancadas que se advierten; y aunque por él nada parece que pueda descubrirse, he notado que en el principio hay una raspadura que oculta el lugar a que pertenece y puede ser la ciudad de Vitoria, pues en la página 43, línea 23 lo expresa, y sin duda fue descuido del remitente, en no haber cortado o raspado esta palabra. La impresión por el carácter o módulo de las planas parece francesa, y tengo entendido que Vitoria es uno de los pueblos más contagiados aun antes de la guerra. V. S. I. hará el uso que halle más conveniente». Observa al efecto Ferrer Benimeli, máximo especialista en todos estos temas, que se trataba de los Reglamentos de la logia «Los Amigos Reunidos de San José de Vitoria», pues el folleto en cuestión coincidía exactamente con el ejemplar que, sin cortaduras ni tachaduras, se conserva en el Archivo del Gran Oriente de Francia.

Con la mecha de la guerra carlista a las espaldas. Con la primera guerra carlista en España se resentía la vida de las logias bayonesas. Si el problema dinástico dividía a los españoles ya antes de la muerte de Fernando VII, después iba a estremecer toda la vida del país, salpicando a su vez a región tan cercana como la región del Adour. En carta del venerable de la logia «La Zelée», Andrés Leris, al Gran Oriente de Francia, se pueden leer sus lamentos ante las dificultades económicas por las que atravesaba dicha logia (5 de junio de 1833): «...desde el restablecimiento de nuestra logia nos hemos impuesto enormes dificultades por encontrar un local, adecentarlo, y yo diría por reconstruirlo... Nos asedian las peticiones de ayuda... Además han recalado refugiados españoles, casi todos masones y desheredados, cuyo deber nuestro era el de ayudarles, aun cuando su paso en nuestra ciudad persiste desde hace mucho tiempo. Solicitamos el envío de obsequios gratuitos, de los que somos acreedores». En realidad ni el número de refugiados españoles en 1833 era tan numeroso, ni mucho menos todos eran masones. Ya desde la reposición del absolutismo en 1823 con los «Cien Mil Hijos de San Luis» y con la agitación creciente de los partidarios de don Carlos en las provincias vascas, corrían aires de «guerra santa», nutrida por la intervención del clero. Nada extraño que muchos liberales, francmasones o no, eligieran el camino del destierro, instalándose en Bayona para seguir el curso de los sucesos desde la otra parte del Bidasoa y vigilar más de cerca sus bienes y negocios. El 26 de abril de 1834 la regente María Cristina publicaba el llamado «decreto de Aranjuez». Sus términos constituían todo un fenómeno sociológico lleno de consecuencias. Por él se amnistiaba a todos aquellos que habían pertenecido a sociedades secretas, pero se condenaba sin recurso alguno a todos aquellos que después de esta fecha pertenecieran a cualquiera de ellas, las ayudaran de cualquier forma, o simplemente conocieran su existencia sin denunciarla. Las penas previstas por el decreto eran muy severas: pérdida definitiva de todo empleo, tratamiento y honores, destierro para los simples socios y hasta dieciséis años de prisión para los responsables. Por ello el día después de la promulgación de este decreto «de aparente amnistía», estallaba toda una política de persecución todavía más cruel. Con el incremento de las guerrillas en 1834, colas de refugiados anticarlistas creaban un nuevo malestar en el seno de estas logias locales. Por un lado la mayoría de sus miembros eran rabiosamente anticarlistas, mientras que por otro algunos de ellos eran carlistas particularmente activos. Se sabe por ejemplo, aunque se conoce bien poco, que los hermanos Detroyat, miembros de «La Zelée», y el cónsul de Portugal, Da Cruz, miembro de «La parfaite reunion» organizaron el 9 de junio de 1834 el paso clandestino hacia Elizondo de don Carlos. Es decir, los masones bayoneses se morían en función de los principios esenciales de la Orden, aun con ideologías distintas. Sus riesgos durante ésta y otras guerras señalan -en frase de Crouzet- una sentida toma de conciencia de una misión que cumplir bien específica: la de propagar más allá de la frontera los principios de Tolerancia y Fraternidad.

Dependientes de Lisboa. Así pues, los años de la guerra carlista constituirían para los masones de Bayona todo un reto de responsabilidad y de generosidad frente a las vicisitudes de los francmasones españoles. El hermano Juan Bautista Bonet, delegado por «La Zelée» para exponer en el Gran Oriente de Francia los problemas locales, escribiría el 2 de febrero de 1836 de esta forma: «Ninguno de vosotros ignora la situación geográfica del Oriente de Bayona y, por consiguiente, qué importancia reviste para la Orden el contar en este extremo de Francia con un hogar que pueda alimentar las Luces que comienzan a penetrar al otro lado de los Pirineos. No existe masón francés que no sienta la necesidad de estrechar los lazos que les unen a los masones españoles y a extender en esta parte de Europa los principios de esta moral Universal, base fundamental de nuestra institución, que constituye la gloria y la felicidad de la Humanidad». Algunos años más tarde, el 21 de abril de 1841, una carta del venerable Nicolas Plantie, dirigida al mismo Oriente, pese a subrayar las dificultades de su posición geográfica, remachaba en su disposición de compartirla a fin de inseminar las verdes fuerzas de la Masonería internacional. Razonaba así: «No ignoráis a qué crueles sacrificios nos vemos sometidos por nuestra situación topográfica. Ya lleguen unos, ya marchen otros, siempre se dirigen a nosotros, centinelas avanzados de la Masonería francesa; tenemos a gala el no dejar nada a fin de asegurar más allá de los Pirineos la propagación de nuestra Orden por tan largo tiempo desconocida y despreciada por nuestros vecinos; nosotros consideramos como un deber sagrado para nosotros el de cumplir con mucha amplitud la carga que se nos ha impuesto... ¡Ojalá nuestros esfuerzos produzcan el resultado que apetecemos!». Por otra parte la Masonería española era transplantada a Lisboa ( 1838) donde fundaba un Gran Oriente Nacional de España, bajo la dirección de Pedro de Lázaro y Martín, como gran maestro. El reagrupaba algunas logias, todas clandestinas, una de las cuales había levantado columnas en 1839 en Bilbao, con el nombre de «La Vigilancia». Pero en abril de 1840 Lázaro y Martín era expulsado de Portugal, recalando en Burdeos, donde sus siete logias dependientes del Gran Oriente de Francia como el Consejo Soberano de «La Candeur» reconocían su validez como gran maestro, amparando así sus logias españolas. La de Bilbao, sintiendo la confianza de las de Burdeos, pedía y obtenía el reconocimiento y regularización de sus trabajos por parte del Gran Oriente de Francia. Contagiados, en fin, de la fuerza e ilusión bilbaína, los alaveses en septiembre de 1841 creaban en Vitoria una segunda logia, bajo el nombre de «Les vengeurs d'hiram», como temiendo defraudar a los que contaban con ellos. Cierto que estas logias vascas iban a tener unos efectivos modestos y unas actividades bien reducidas, pero ellos harían que continuara vivo y garboso el ideal de la fraternidad. También contarían con un número notable de personalidades regionales. Agustín Chaho, el polemista redactor de «L'Ariel», condenado a destierro por decreto del 3 de febrero de 1852, elegirá Vitoria como lugar de uno de sus años de destierro.

Cuarenta años de desíerto en el Estado francés. La II República francesa moría en la práctica el 2 de diciembre de 1851, aunque Luis Napoleón sería proclamado emperador un año más tarde, exactamente el 2 de diciembre de 1852. Numerosos masones opuestos a este Imperio autoritario por esencia no volverán a respirar hondo hasta la tercera República. De 404 talleres en 1848, el Gran Oriente de Francia cerrará 213 logias en 1853. La Comisión Extraordinaria de los Bajos Pirineos pronunciaba a su vez siete condenas, pesadas condenas, contra siete bayoneses, de los cuales seis eran masones. Así, Capo de Feuillide sería deportado a Lambesa en Argelia; Agustín Chaho, cinco años de destierro; Teodoro Delissalde, cinco años; Emilio Silva, tres años; Teodoro Plantié, cuatro años también de destierro, y Nicolás Plantié, dos años de prisión política, primero en Burdeos y después en Saint André de Cubzac. Agustín, los dos Teodoros y Emilio Silva, mareados y transtomados por el rumbo de los hechos políticos, encontraban futuro entre sus amigos de San Sebastián, Vitoria y Tolosa. Estas poblaciones, sobre todo las dos primeras, no defraudarán las esperanzas del liberalismo. Mientras tanto la Masonería de los Bajos Pirineos, no por transida y devastada dejaba de rebrotar. Así en 1859 nacía en Tarbes la logia «La propagation de la vraie lumière» que cerrará sus trabajos en 1875 para reemprenderlos definitivamente el 28 de febrero de 1885. En Pau «Le berceau d'Henry IV» recuperaría sus actividades el 2 de octubre de 1863, para cerrarlas el 3 de marzo de 1875. Este taller «encenderá de nuevo sus fuegos» el 14 de mayo de 1888 con un nuevo nombre: «Le reveil du Bearn». Asimismo el 6 de abril de 1867 la logia «La Sobriété» de Dax reemprendería sus trabajos, para suspenderlos de nuevo el 3 de marzo de 1872, recuperarlos de nuevo el 30 de octubre de 1888 y desaparecer definitivamente en 1895. Por estas fechas, en Mont de Marsan el 9 de abril de 1888 se abría la logia «La Concorde», que volvía a desaparecer en 1910, para abrirse de nuevo el 11 de noviembre de 1913 con un nombre nuevo: «Le devoir social». Al mismo tiempo se abría «La solidarité landaise», afiliada a la Gran Logia, al par que en Bayona será preciso esperar hasta el 10 de noviembre de 1892 para que «La Zelée» reciba su nueva patente de creación.