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MASONERÍA

En la invasión napoleónica de España II.«Los Amigos Reunidos de San José» de Vitoria. Esta logia de Vitoria venía reuniéndose desde 1809, pero transida y devastada por la irregularidad pues caminaba por libre. Tan sólo el 21 de marzo de 1810, con conciencia de culpa y con cierto ardor de neoconverso, un miembro de ella «habiendo pedido y obtenido la palabra del hermano venerable» decía que «a lo largo de casi un año que la logia se venía reuniendo fraternalmente, él había hecho varias veces proposiciones tendentes a obtener del Grande Oriente de Francia cartas patentes para constituir regularmente dicha logia, si bien la marcha de varios miembros llamados a funciones profanas y circunstancias imprevistas habían impedido la ejecución de dichas proposiciones». Consciente asimismo de su dudoso comportamiento subrayaba que «ya era tiempo de tomar una determinación sobre este particular, y que ponía a elección la petición que había en nombre de los hermanos de la logia situada en este Oriente (Vitoria), de solicitar sin dilación del Grande Oriente de Francia el insigne favor de regularizar la R. Logia». A la conveniencia, pues, de regular su situación jurídica, este masón de Vitoria unía un gozoso y hasta eufórico párrafo sobre Napoleón. Así pues, las trapacerías de la logia alavesa quedaban borradas con el entusiasmo, un tanto farolero, de la llegada de Napoleón. «Dijo -subrayaba un extracto del Libro de Arquitectura de la logia- que hasta ese día los trabajos de la logia habían sido masónicos, pero irregulares, y ya era tiempo que todos los profanos que habían tenido la ventaja de ver la logia tuvieran la de ser francmasones regulares a fin de que encontraran tantos hermanos y amigos cuantos masones hay sobre la faz de la tierra. Que los grandes acontecimientos sucedidos y dirigidos por un gran hombre habían hecho penetrar en esta península las ideas liberales que nosotros profesamos. Con la llegada de Napoleón el Grande la dignidad del hombre ha sido reconocida y respetada en toda Europa, y los talleres de los hermanos masones podían trabajar pacíficamente por todas partes bajo la protección de las leyes y de las sublimes instituciones de este héroe». Sin abdicar de sus esperanzas y propósitos todos los hermanos reunidos de Vitoria decidían suplicar la concesión de las cartas patentes del Gran Oriente de Francia, eligiendo al efecto como representante ante éste a Mr. Perrot, Venerable de la R. Logia «L'Union Parfaite de la Persévérance» de París. Su cuadro se componía de 19 miembros, todos franceses, de los que 12 eran miembros del ejército francés y los demás negociantes y un físico residente en Vitoria. Con todo ninguno de los pertenecientes al ejército francés de ocupación era militar propiamente dicho. Por su parte el Gran Oriente de Francia «a la gloria del Gran Arquitecto del Universo», con fecha 3 de septiembre de 1870, concedía sus estatutos y reglamentos, que en tenida posterior los masones de Vitoria acataban. Apilando todas las voluntades el presidente leía la fórmula de las obligaciones, a la que vigilante primero y todos después con voz acentuada respondían: «lo juramos». Las palabras del rito sonaban así: «Yo prometo y me comprometo bajo mi honor y como verdadero masón, a permanecer fiel y constantemente ligado al Gran Oriente de Francia, y ser, para siempre, exacto observador de sus Estatutos y Reglamentos». La trayectoria de la logia arroja una gráfica ascendente en el número de sus miembros. En agosto de 1811 alcanzaba la cifra de 49 miembros, es decir, 12 más que en marzo del año anterior y 30 más que el 24 de marzo del mismo año. Para diciembre de 1811 se llegaba a 77 miembros, paralizándose su actividad en 1815.

Proyectos de vida masónica. Como en España y en el País Vasco se conocía la Masonería a través del invasor, Thovenot prefería en su discurso de introducción recuperar para sus hermanos masones la virtud del buen ejemplo dentro de la sociedad concreta. Es decir, para combatir de veras los juicios y apreciaciones de los demás, había que mojarse hasta los huesos. Discurría así: «...para obtener estos resultados debemos vigilar sobre nosotros mismos, a fin de sólo presentar a los españoles acciones probadas por la más sana moral, y fundadas en las virtudes sociales más depuradas. Lo que ocurre en nuestros templos, al no poder llegar a conocimiento de los profanos, sólo a través de nuestra conducta pública podremos hacer nacer en el corazón de los españoles el deseo de ser miembros de nuestra ilustre asociación contra la que tienen tan largas y profundas prevenciones. Así, pues, hermanos míos, no solamente debemos practicar la caridad y todas las virtudes masónicas en el interior de nuestros templos, sino que más aún debemos llevar una vida irreprochable en todas las relaciones que nos ligan con la sociedad». Después de esto, daba un paso más al frente para destacar de nuevo la situación española y reclamar la atención de sus oyentes sobre las actitudes cotidianas ante las artes y ciencias. Con énfasis subrayada: «La superstición y el fanatismo, los dos monstruos azote de la humanidad, que han sido abatidos por todas partes donde la Francmasonería ha penetrado, han detenido durante dos siglos los progresos de las artes y de las ciencias en España pero los españoles vueltos sobre ellos mismos, liberados de todos los lazos que impedían el desarrollo de su genio, llegarán pronto al grado de civilización que distingue hoy a los otros pueblos de Europa; les igualarán en todos los géneros de conocimiento; deberán incluso sobrepasarlos en muchos de ellos, y entonces no habrá masones más dignos y más celosos sobre la tierra». Quizás lo que el militar francés pretendía era insertar sobre estos cañamazos el mesianismo napoleónico. Thovenot llegaba a vincular lo milagroso con la realidad política de Napoleón. Concluía: «Es a nuestro augusto soberano; es al Gran Napoleón sobre el cual descansan los destinos de Europa; es a la profundidad de su visión; es al resultado de sus vastas concepciones políticas. a lo que debemos la ventaja de poder erigir nuestros templos en España y contar ya con muchos españoles entre nosotros (...). Entonces podrán distinguir sus verdaderos intereses, juzgar sanamente las ventajas de vivir bajo leyes sabias, bajo un gobierno fuerte y justo, y los españoles extraviados sentirán que el primero de sus deberes y la más urgente de sus necesidades será el someterse a un rey digno de su amor».

Triste muerte de la logia en Toulouse. Tras un silencio de dos años, el 21 de julio de 1814 desde Toulouse volvemos a encontrar noticias de esta logia de Vitoria. Con el desenlace conocido de la invasión napoleónica en España, las logias de la Masonería bonapartista sufrían las consecuencias de la derrota. Esto es lo que ocurrió en Vitoria. De los 81 miembros que la componían -ninguno vasco- tan sólo un grupo muy reducido recalaba en Toulouse, donde lograba volver a reunirse para intentar dar nueva vida a la logia fundada en Vitoria. Después de tantear y buscarle las vueltas a su situación escribían al Gran Oriente de Francia entre otras cosas: «Tras una verdadera y madura deliberación hemos resuelto levantar de nuevo en el Oriente de Toulouse el taller que el azote de la guerra ha destruido. En consecuencia encontrándonos justamente en número de siete hemos procedido a la elección de los oficiales dignatarios». Pero como la aprobación del traslado de la logia tardaba en llegar decidían por unanimidad nombrar un representante ante el Gran Oriente de Francia en la persona del hermano Croquert. De todas formas el nombramiento de Croquert no daba el resultado esperado. Además la vida de los masones, tránsfugas de Vitoria, se la pasaban inventando o consolidando barreras que tenían que saltar. Ellos mismos se ponían los obstáculos y querían olvidar luego que se los habían puesto. Es el caso de recoger los rumores que circulaban por las otras logias de Toulouse en el sentido de que el propio Croquert difundía por todas partes que «éramos -subrayaban dolidos- unos bastardos de la Masonería». Conducta «que -añadían- si fuera posible creer, sería infame». Y como la tergiversación se había espesado, en reunión del 16 de mayo de 1815, determinaban rogar al Gran Oriente de Francia de forma tajante:

«1.°. Que infligiera la pena masónica que juzgara conveniente al H.° Croquert quien al menos era culpable de negligencia, si es que no lo era de abuso de confianza.
2.°. Que nos enviara las Constituciones y las otras piezas de las que el Gran Oriente había acusado recepción hacia unos diez meses.
3.°. Que autorice el traslado de nuestro Oriente (...).
7.°. Finalmente, que el Gran Oriente quedaba advertido que un más largo silencio sería tomado como un rechazo formal (...).

Sin duda tales cláusulas sonarían para el Gran Oriente de Francia como sorprendentes y carentes de fuerza quizás, al carecer de humildad. Lo cierto es que en el archivo del Gran Oriente de Francia hay una nota lacónica que dice en el legajo de esta logia: «El asunto no tuvo continuación».