Concept

Lamia

Si la confusión de nombres es en la mitología vasca un fenómeno generalizado, en el caso de las lamias alcanza su grado más alto. En efecto, podemos afirmar que bajo el mismo nombre de lamias se agrupan leyendas protagonizadas por al menos cinco o seis seres mitológicos distintos: las propias lamias en sentido estricto, según la definición enunciada, los gentiles, Mari, seres que podríamos identificar con los antepasados difuntos, personajes que pudieran ser vestigio de los enanos de la mitología europea, el propio Tartalo, y algunos otros de incierta filiación. Esta confusión es la señal inequívoca del vigor y de la influencia que el término debió tener en el pasado, a la vista del gran número de seres diferentes que el pueblo designa con el mismo nombre, al igual que sucede con el término sorgina (bruja). De hecho, el término lamia fue usado durante gran parte de la Edad Media en todo el continente europeo en relación con la brujería y posiblemente derive de ese uso generalizado el hecho de designar bajo el mismo nombre todo tipo de seres cuyo único aspecto común es su origen pagano. El estudio de la toponimia nos confirma, por otra parte, la extensión y la influencia del término. Los topónimos que contienen la raíz lami(n)a abundan en Euskal Herria, de oriente a occidente, y es precisamente en base a esta toponimia que otorgamos al término el significado que hemos preferido, ya que sus vinculaciones acuáticas (fuentes, pozos, cursos fluviales) son ampliamente mayoritarias. Además, a nivel de dicha toponimia, no se cumple la confusión nominal que antes hemos mencionado y la vinculación acuática de las lamias aparece con una uniformidad inusual de un extremo al otro del país.

El fenómeno de la brujería conoció gran extensión en Europa durante aproximadamente dos siglos y medio (de finales del XV a mediados del XVIII), y ejerció una influencia innegable en el folklore popular. Dicha influencia dificulta el trabajo comparativo, ya que ciertas semejanzas pueden ser de origen moderno. El motivo del pie de cabra por ejemplo, resulta difícil de explicar obviando la literatura de los cazadores de brujas, ya que no resulta sencillo proponer una comunidad cultural que dé cuenta de su distribución en Euskal Herria, Escocia y la tradición árabe.

El motivo de la hermosa figura femenina asociada a las corrientes y a los remansos, figura que casi siempre se muestra peinando su larga cabellera con un peine maravilloso, tiene una extensión descomunal a lo largo y ancho del planeta, en las más diversas y a priori inconexas culturas, hasta el punto que resulta imposible proponer un origen preciso para el mismo. Quizás porque es demasiado remoto, quizás porque es un motivo susceptible de haber surgido de modo simultáneo e independiente, quizás porque haya podido viajar fácilmente de una cultura a otra, o quizás por las tres razones a la vez.

En Euskal Herria estas sesiones de peinado se realizan a menudo a la luz de la luna, y eso no es puro cuento. El saber popular tiene en cuenta las fases lunares para muchas tareas (la tala de árboles, por ejemplo), y esto alcanza también al cuidado del pelo: era costumbre en el pasado que las mujeres cepillaran su pelo con la ventana abierta a la luz de la luna, con la esperanza de hacerlo crecer más sano y vigoroso de ese modo.

Vemos a las lamias vivir en grupo, en el mundo subterráneo situado bajo fuentes y arroyos. Muchos objetos de aspecto corriente que tienen en sus moradas se tornan de oro o plata al salir al exterior. Algunos humanos que han acudido a tales moradas a realizar algún servicio y han recibido algún humilde regalo en contraprestación, se han encontrado con que al salir dichos objetos se han transformado en oro. En otros casos el premio era directamente de oro. En efecto, las lamias son las protagonistas de numerosas leyendas que muestran prácticas ejemplares de buena vecindad: en ellas vemos a ciertos cristianos (mujeres por lo general) que acuden a la llamada de las lamias a cumplimentar alguna de las costumbres de la buena vecindad: visitar a los enfermos y orar por ellos, o ayudar en el parto, por ejemplo. Las lamias suelen recompensar la ayuda con un refrigerio y un regalo.

Aunque no faltan en Europa representaciones naturalistas de las lamias (hermosa muchacha que peina su cabello con peine de oro junto al agua), e historias de amores entre lamias y muchachos, resultan mucho más raros los relatos en los que éstas aparecen como protagonistas ejemplares de las costumbres de buena vecindad. Sin embargo, sí que existen algunos. En concreto la glaistig escocesa muestra una función similar: su aspecto es similar al de nuestras lamias, no aparece más que a proximidad de los arroyos, se trata de una muchacha de gran belleza aunque con aspecto de cabra de cintura para abajo, y recibe ofrendas de los cristianos en agradecimiento por velar por sus ganados. Por tanto, una relación que se inscribe en el mismo esquema de reciprocidad, aunque con diferencias superficiales tan obvias como esperables. Sin embargo, la abundancia de las representaciones naturalistas frente a la escasez de este otro tipo de leyenda agita la duda sobre el origen de esta última. Podría tratarse de un segundo aspecto original y auténtico de las lamias, que deberíamos sumar a sus representaciones naturalistas, o bien podría pensarse que la abundancia de unas y la escasez de otras es incompatible con un origen común. Las lamias vascas que ejemplifican las costumbres de buena vecindad y la glaistig escocesa que predica la reciprocidad de servicios en su relación con los humanos, no serían originalmente lamias, entendidas como bellas criaturas acuáticas, sino que habrían llegado a serlo con posterioridad a causa de la confusión de los nombres, tan habitual en el mundo de los seres paganos. O incluso, podría ser que, al ser la mitología un producto cultural en constante evolución mientras permanece viva, las lamias que ejemplifican las normas de buena vecindad fueran un desarrollo autónomo de la mitología vasca. En este sentido, la labor de ejemplificar las relaciones de buena vecindad se habría hecho extensiva por mimetismo a todos los seres sobrenaturales que habitan el auzo o vecindario, aunque en un principio no fuera esa su función original.

Aparte de estos casos dudosos que hemos mencionado, el resto de leyendas atribuidas a las lamias en la mitología vasca, no guardan relación con lo que realmente son las lamias. Son totalmente distintas, tanto en la descripción de los personajes como en sus funciones. Cuando aparecen vinculadas a dólmenes y exhibiendo fuerzas hercúleas son en realidad, gentiles. Esta variante sucede sobre todo en Iparralde (País Vasco Francés). Tenemos además numerosas leyendas de lamias que penetran de noche en las casas a robar alimentos. El análisis de algunas de las versiones revela con bastante certeza que se trata del recuerdo de las ofrendas realizadas a los difuntos y que, lo que en este caso se oculta bajo el nombre de lamia, es la representación de dichos antepasados difuntos. También pertenecerían a este ciclo legendario y mostrarían idéntica sustitución los relatos de las lamias que realizan de noche los trabajos del campo y recogen luego ofrendas en pago por sus servicios. Cuando las vemos construyendo puentes prestan su nombre a otros seres, aún no estudiados suficientemente, en una sustitución favorecida seguramente por su vinculación acuática. Y cuando sólo tienen un ojo en medio de la frente, obviamente han prestado su nombre a Tartalo.

Por último, citaremos la leyenda de Jaun Zuria, primer Señor de Bizkaia, cuya madre es una lamia según un relato de origen medieval, uno de los pocos que encontramos en la mitología vasca con claras reminiscencias indoeuropeas. En esta leyenda, ciertamente vinculada a la germanización del país en la Edad Media, la clase feudal dominante busca, al igual que lo hacen todos sus homólogos europeos, justificar su prevalencia mediante el recurso a un origen semi-divino, adaptado al paganismo del país. Cabe recordar a este respecto que, según los libros de Historia, Ricardo Corazón de León alardeaba frecuentemente de ser descendiente de una lamia.