Concept

Jefes e interventores ferroviarios

El interventor mantenía una relación singular con algunos de los viajeros más jóvenes que trataban de eludir el pago de los billetes, para lo que hacían lo que se llamaba "el puente", dando lugar no pocas veces a vigilancias mutuas, verdaderas persecuciones, ocultamientos en los váteres, pasos entre vagones, etc. Compañeros de los que escapaban trataban de alargar la labor de los revisores, con prácticas dilatorias entre las que la dificultad de encontrar los billetes era la más frecuente. En el empeño de los interventores influía la comisión que debían percibir por los cobros, llamados suplementos, que realizaban a los viajeros sin billete. Pero es que además las compañías eran muy exigentes y controlaban muy de cerca su actuación.

Entre sus obligaciones figuraba la de "indicar en voz alta al llegar a las estaciones y apeaderos el nombre de éstos, activando con buenos modos el descenso y ascenso de los viajeros". El capítulo de prohibiciones era extenso y abarcaba desde el no poder comunicarse con el maquinista "a menos que sea para asuntos de servicio", hasta el "no poder distraerse por ninguna causa ni hablar con los viajeros más que para darles noticias precisas respecto al servicio". El cobrador tampoco podía permanecer dentro de los coches, más que el tiempo preciso para intervenir los billetes debiendo "volver a la plataforma posterior del coche".

La actividad de los interventores no estaba exenta de riesgos sobre todo hasta los años cincuenta e incluso, en algunos casos, principios de los sesenta, en que tenía que circular por el exterior con el tren en marcha, apoyándose en un estrecho estribo de madera, al no tener los vagones pasillo central.

Las tareas de los interventores con ser básicamente las mismas han evolucionado, como casi todo, en forma sustancial ganando en eficacia pero perdiendo la relación con los viajeros que tuvieron en el pasado.