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Historia de las armas (version de 1977)

El armamento de Bayona. La mayoría de estos instrumentos o "bastons", según una expresión del tiempo, no son sino armas de guerra más o menos a la moda. Entre los habitantes contratados, salvo raras excepciones, para la ronda y para la guardia, se distinguían, en el siglo XVII, los hombres de hierro y los de justillo; los primeros, reclutados entre los magistrados, los hombres de leyes y los ricos comerciantes, tenían armas ofensivas y defensivas; llevaban coraza y morrión; los otros, tomados entre los artesanos, estaban armados solamente con la alabarda o con la pica, a veces con arcabuz o con mosquete.

En cuanto a la costumbre de llevar armas, los habitantes de Bayona tenían ese derecho, recibido como favor especial de varios reyes, como una necesidad de pensar en su seguridad personal, no ya en la ciudad -donde la policía parece, incluso en el siglo XVI, haber estado bastante bien organizada-, sino en el campo donde, por los largos y peligrosos viajes, la mayoría de los ciudadanos conservó con cuidado en su casa armas de toda clase, cada uno adoptando simplemente aquella cuyo manejo le era más familiar. Había, pues, en cada casa, generalmente en la cocina, una panoplia bien a la vista, en la que se hallaban alineadas las armas más diversas. Se encuentran ballestas ("balestes") de diferentes construcciones, espadas ("espades"), algunas veces de dos manos, picas, lanzas y hasta armas de fuego.

Las armas se subdividían en armas de mano y armas de asta. Entre éstas las más corrientes son las lanzas y las picas. Eran también las más económicas y las más fáciles de manejar. Después venía la alabarda con un ancho hierro de hacha, algunas veces cortado y vuelto a perforar de una manera fantástica. La "guisarme" parece haber sido menos difundida, ya que no encontramos sino raros ejemplares; era un largo hierro en forma de guadaña, con una segunda punta de hierro extremadamente exigua. Citaremos solamente las hachas, las jabalinas, los pequeños dardos, que debían servir sobre todo para la caza, así como un instrumento que se encuentra en casi todos nuestros inventarios bajo el nombre de "porqueyre", y que no es sino un corto dardo de caza.

Llegamos por último a las espadas, que parecen haber sido las armas más difundidas del armamento bayonés. Los habitantes, teniendo incluso el derecho a llevar armas de fuego, no sabían dar un paso sin tener una espada o un estoque sobre el muslo. Se encuentran diferentes variedades, tales como la espada propiamente dicha, espadas de dos manos; estoques de hoja corta, espesos en la matriz y extremadamente afilados; espadas españolas que debían dar nacimiento a la tizona, provistas de un brillante cinturón y sus dagas y, por último, una especie de pequeño sable recto, llamado "machico" y que no puede ser otra cosa sino el machete español.

Los armeros formaban una rama de la gran Corporación de los herreros y no tenían estatutos particulares. El más célebre de entre ellos fue el maestro armero Mathieu Destrade que, en 1614, hizo un trato con la Corporación de la ciudad, comprometiéndose a hacerle, por 600 libras turnesas, "sesenta pares de armas de pica, en color agua y listas blancas, que debían utilizarse para la entrada del rey".

Entre las armas de tiro se encuentran en casi todas las casas ballestas y arcabuces, que eran también conocidos bajo el nombre de culebrinas de mano y, aunque el viejo francés "arquabuse, harquebuse, hacquebute", pudiera aplicarse tanto a una ballesta como a un cañón portátil, hay que comprender que el instrumento cuya huella encontramos en los inventarios se refiere a un arma de fuego, puesto que cada uno de ellos estaba acompañado por una baqueta para cargar, "Carguedey". La construcción de estas armas progresó luego, ya que empezó a llevarse sobre el lado derecho una especie de batería provista de una mecha alumbrada que hacía salir el tiro.

Las armas más diversas se encuentran reunidas en casa de varios de nuestros burgueses. Así, en casa de Johan de Prat, se distinguen sucesivamente un cuerpo de coraza, dos manoplas, dos cascos, una espada corta, un "machicon o machete, tres espadas de caza, lanzas "porqueyreo, una alabarda, escudos, etc. En casa de Tomasot Odoart, encontramos un arcabuz y tres cuchillos, una ballesta de pie de cabra, diez "halecrets" que pertenecían, según parece, al arsenal de la ciudad y a diferentes personas, dos alabardas y una "guisarme". Durante el siglo XVI la manía de las armas se volvió tan inveterada entre los burgueses bayoneses, que el canónigo Jean de Mondaco posee una espada, una ballesta y un "halecret", provisto de brazaleras. A partir de 1600 se ven desaparecer poco a poco las armas de defensa y aumentar en una proporción muy notable las armas de fuego. En 1676 Pierre Desclaux tiene dos espadas con sus bandoleras, un mosquete con su bandolera de tafilete -donde se encontraban las cargas bien colocadas en doce estuches de cuero negro- y una alabarda. Arnaud de Laralde, vicesenescal de Lannes, posee seis fusiles y mosquetones, tres pares de pistolas y también dos pequeños cañones de hierro, de los que no podemos explicar el origen; un sencillo vendedor ambulante posee un semimosquetón, una espada y una partesana; un guardia del duque de Gramont tiene dos antiguos mosquetes, un mosquetón, una alabarda, dos espadas cuyos mangos son de hilo de oro, dos cinturones de búfalo y uno de tafilete, un par de pistolas con sus fundas de cuero punteadas de plata.

A partir de 1720 no se encuentran más que armas de lujo, tales como fusiles de caza o espadas con puño de oro, de plata o de plata sobredorada. Así señalaremos cuchillos de caza o espadas ricamente montadas, cuchillos de caza con puño negro o bien adornados con plata nielada, espadas plateadas o doradas, damasquinadas en oro, espadas con funda de acero perforado en calado, dos espadas para niños, un cuchillo adornado de plata plumeada, con mango azul y acero, dos pistolas cuyos gatillos están adornados de plata, los cañones damasquinados, otros de dos tiempos, espadas de plata cuyas fundas son del mismo metal, de tafilete o de piel, sujetas con cinturones de seda bordados con diversos colores. El arma no es más que un adorno del que resulta fácil desposeer a los nobles y burgueses, porque ha dejado de ser para ellos el signo y la garantía de la autoridad. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.