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HERMANDAD

Hermandades de Navarra. Las hermandades en Navarra eran de dos tipos. Unas, entre pueblos limítrofes de dos reinos, contra los hombres de mal vivir que robaban en uno y se volvían al suyo. Otras, entre pueblos del mismo reino, cuando la seguridad interior del país exigía la persecución y castigo de los que atentaban contra ella.

La primera forma ya se puso en práctica en 1204 entre los pueblos confinantes de Navarra y Aragón, que se reunieron, a través de diputados, en la Estaca. Por parte navarra asistieron los junteros de Tudela, Arguedas, Valtierra, Cascante, Cadreíta, Alesues o Villafranca, Milagro, Falces, Santacara, Caparroso, Murillo el Fruto, Murillo de las Limas y Carcastillo; y por Aragón, Tauste, Ejea, Luna, el Bayo, Luesia, Biota y Erla. Acordaron ayudarse mutuamente contra los que les dañaren y se obligaron al resarcimiento de todo lo que les acaeciere; también que ningún hermano o cofrade pudiera prender a otro cofrade hasta hacérselo saber a los junteros en Junta, a no ser que fuera fiador o deudor; asimismo que si hubiera desafío entre los cofrades, los junteros eligieran los combatientes, cada uno respectivamente de los de su reino. En 1368, Carlos II, queriendo extinguir los malhechores de Guipúzcoa y de Álava, mandó que se formara una Hermandad entre los pueblos de ambos reinos. En ella se acordó que el pueblo que tuviere noticia de que alguien robaba o hacía daño que repicara las campanas para avisar a los próximos y que todos unidos persiguieran a los malhechores. Esta Hermandad se renovó en 1407 por Carlos III. Allá por 1469 se formó una nueva Hermandad entre los pueblos de Navarra y de Aragón. En ésta se elaboró un reglamento contra los criminales, en el cual el tribunal nombrado podía incluso imponer la pena de muerte. Las causas se sustanciaban sumariamente.

Del segundo tipo tenemos las formadas en 1258 y 1281 para defenderse de los poderosos y caballeros balderos. En la última se nombró como capitán a un tal Lop Areciz Daroi y las tropas de la Hermandad "mataban homes, et destragaban, et palacios quemaban, et facian toda justicia de los malfeitores, et con ttanto eran los hombres pobres defendidos, et el señorío defendido, et la tierra estaba en paz". Hay noticia de que en 1425 existían hermandades, con alcaldes particulares, destinadas a la persecución de los malhechores. Que Juan Lópiz, alcalde de Lecumberri, su hermano Lope Périz, Pedro Miguel de Bertiz y varios eclesiásticos de Larraun, cometieron el exceso de soltar a la fuerza un preso hecho por la Hermandad y sus alcaldes y que el rey mandó proceder contra las personas y bienes de los delincuentes y que se derribaran sus casas. También consta que antes del reinado de Carlos III había Hermandad y que este monarca formó una nueva de la que formaba parte un comisario de cada merindad. También en 1450 se arregló una Hermandad en las Cortes de Olite para la paz, utilidad y provecho del reino. Entre otras cosas, se establecía que los presidentes y jueces mayores, en cada una de las merindades, ejercieran las facultades de tales jueces en las cosas concernientes a la Hermandad. El alcalde de Pamplona era presidente y juez. Los gastos se sufragaban mediante repartimientos generales entre los habitantes del reino. En 1488 las Cortes acordaron una contribución de 2 reales por fuego. Por este tiempo comenzó a denominarse Santa Hermandad. La Hermandad se solía establecer por un año. En 1496 la ciudad de Tudela y el Valle de Roncal se negaron a entrar a formar parte de la Hermandad porque estaban enfrentados

Estas hermandades se continuaron formando hasta que en 1510 las Cortes las prohibieron. A pesar de que en 1511 el rey Juan de Labrit propuso que se constituyeran las hermandades para favorecer a la justicia ordinaria y atemorizar a los malhechores, sin embargo las Cortes se opusieron a ello, ya que veían esta medida como una forma de armar en masa al país.