Concept

Globalización en Euskal Herria

Es un lugar común en el análisis politológico la afirmación de que uno de los espacios en los que la globalización ha causado mayores cambios es precisamente en el que hasta fechas recientes ha sido el marco privilegiado de la acción política: el estado (Valles, 2001).

Así, son recurrentes los análisis que hacen referencia a cómo esta institución se ve afectada horizontal y verticalmente en el eje central de existencia: ser la detentadora de la soberanía, y en consecuencia, la definidora de un "demos" capaz de legitimar el sistema democrático y representativo. Como veremos a continuación, actualmente el estado se ve erosionado por arriba, por abajo y lateralmente (Letamendia 1998, Vallespin 2000). En consecuencia, se transforman los elementos definidores de su soberanía y su legitimidad, durante siglos incuestionados. Efectivamente, la soberanía del estado se ve laminada en la medida en que se presenta como una estructura política demasiado grande para responder a realidades que en muchas ocasiones requieren de soluciones quirúrgicas, localizadas, con un conocimiento exhaustivo de problemas cada vez más complejos, diversificados y territorializados. Este estado demasiado grande debe, pues, competir con multitud de contrapoderes sub-nacionales que tratan de reforzar sus potestades, bien sea en forma de nacionalismos, bien sea en forma de nuevos regionalismos e incluso localismos. Así, en la medida en que los estados nacionales tienden a centrarse "por arriba" en el control de los desafíos estratégicos marcados por la globalización de los problemas de la salud, la economía, la comunicación o el poder, se abren oportunidades "por abajo" para que los niveles inferiores de gobierno asuman o reclamen la gestión de los asuntos más concretos de la vida cotidiana, consiguiendo de esta forma incrementar su legitimidad.

En este contexto globalizado, las unidades periféricas (incluso algunas ciudades) pueden entrar en competencia con sus estados matrices en la lucha por tomar posiciones en los nodos de una red interconectada de poderes e influencias mundiales en la que lo importante es "estar" en los centros de decisión, sean cuales sean. En este marco, la anterior fortaleza del Estado se ve limitada gracias a las oportunidades que la globalización ofrece a muchos notables locales y regionales, que en ocasiones pueden intercambiar el poder en su territorio por el mantenimiento de la fidelidad a las estructuras de dominación nacional o regional, consiguiendo, de esta forma, aumentar la expresión del poder descentralizado y situarse en un punto de conexión más cercano a la sociedad civil local. Esta lógica, en consecuencia, posibilita que detentadores del poder a escala micro lleguen a competir con el poder de las unidades en que se inserta (bien sean metrópolis, regiones o estados) en una lógica de geometría variable, lo que explica muchas tensiones internas en el seno de formaciones políticas.

Pero, el estado no solo se ve erosionado por "abajo", sino también "por arriba". Efectivamente, el proceso de construcción europea ha abierto nuevas oportunidades para que comunidades como la vasca puedan ejercer un papel político privilegiado aprovechando ciertos espacios estructurados e incluso ciertos vacíos de poder que se evidencian en el entramado comunitario. Así, al amparo de las estrategias de cooperación transfronteriza impulsadas desde la UE, la CAPV y la CFN han colaborado durante años, mano a mano, junto a autoridades de la Región de Aquitania, a la que pertenece Iparralde. Aún más, descendiendo de nivel, observamos cómo el proceso de integración europea que acompaña en el plano supranacional a la globalización, ha permitido la emergencia de un marco normativo que ha propiciado la colaboración directa entre la Diputación de Gipuzkoa y el BAB de una parte, y las autoridades de Txingudi, de otra. Estas estrategias, a su vez, han modificado la sensibilidad de las autoridades de Iparralde respecto de sus vecinos trasnfronterizos, posibilitando que éstas se vean seducidas por el marco competencial existente en la CAPV y la CFN, propiciando indirectamente la consolidación de la demanda departamentalista en Iparralde. A su vez, las autoridades de la CAPV han tratado de aprovechar las oportunidades existentes participando en foros interregionales en los que han gozado de un papel privilegiado, tanto desde el punto de vista de su liderazgo práctico en estas redes (por el peso competencial de sus CCAA), como desde una perspectiva simbólica gracias a su reconocimiento como sujetos de poder subestatal. Finalmente, y también en un plano performativo, debe subrayarse la importancia que las autoridades de la CAPV han concedido a su presencia como agente de lobby en la Unión Europea o en muchos países europeos a través de la apertura de delegaciones vascas.

Desde un punto de vista más político, algunos autores como Castells (2000) hablan de cómo la globalización se encuentra en el centro de un nuevo contexto de reconfiguración del poder estatal que está propiciando la emergencia o el fortalecimiento de ciertos movimientos nacionalistas. Así, a las oleadas legitimista o progresista anteriores se añade una tercera oleada de movimientos nacionalistas (Letamendia, 1997), muchos de los cuales han reformulado de forma más laxa la demanda de reconocimiento político (Loughlin 1998). Así, aunque se mantiene en estos movimientos la reivindicación autodeterminista, se aceptan también otras formas de compromiso variables que responden a la experiencia de otros procesos previos. No extraña, en consecuencia, que los debates en torno al derecho a decidir (VVAA 2003) en Euskadi se hayan apoyado en referencias como la Sentencia del Tribunal Supremo de Canadá, los procesos de secesión de las repúblicas ex soviéticas o incluso otras estrategias federalizantes aplicadas en cualquier parte del planeta. Así, parecería que de la misma forma que el propio concepto de Estado pierde fuerza debiendo lidiar con erosiones que le vienen de arriba, de abajo y de los lados, la propia demanda de reconocimiento político de las unidades subsetatales se ha reconducido en términos más abiertos al compromiso (tal y como se vislumbra en el tránsito de la reclamación independentista a la más genérica exigencia del "derecho a decidir").

En otro plano, también observamos en Euskal Herria la emergencia de nuevos actores políticos que comienzan a cobrar impulso al albur del proceso globalizador. Nos estamos refiriendo a nuestras ciudades. Hagamos memoria... "Bilbao es tan pequeño / que no se ve en el mapa / pero bebiendo vinos / lo conoce hasta el papa"... rezaba una de las canciones más populares en el Botxo hace unas décadas. Era una canción para sentirse orgulloso: "nos conoce hasta el Papa!". Era una canción para sentirse seguro: "Bilbao es tan pequeño...". Lo "pequeño" como comunidad cercana, sociable, de relaciones humanas, de intercambios, de ilusiones y desvelos.

La ciudad de hoy (no solo la de Bilbao, sino todas) parece estar sufriendo una profunda metamorfosis. De hecho, en la práctica, cada vez es más difícil mapear una ciudad vasca, pues no podemos conocer sus límites, sus fronteras, sus extremos y sus confines subjetivos. ¿Dónde empieza y acaba esa entidad simbólica que definimos como Bilbao..., en la realidad, en nuestras vivencias y sueños, no en los mapas oficiales?... Bilbao Exhibition Center ¿en Barakaldo? Curioso... ¿o sintomático?... Efectivamente, éste puede ser un simple ejemplo que muestra cómo en estos tiempos de la globalización cada vez es más difícil pensar en la ciudad como una unidad geográfica, política, cultural o económica claramente definida, en los términos hasta hace una década conocidos (quizá por ello haya tenido tanto éxito la propuesta de Atxaga en torno a la Euskal Hiria). Ciertamente, ahora, los confines urbanos se difuminan en una red compleja. Pero estos cambios solo se entienden en la medida en que la metamorfosis se acompaña de la creciente importancia que la ciudad cobra en la lógica de la productividad y el crecimiento económico, entendido como sinónimo o palanca del progreso social. En última instancia, el territorio no sólo es sede de productividad (como antaño) si no que pasa a ser en sí mismo un producto que se debe poner en órbita, en la órbita global... "Bilbao es tan pequeño, que no se ve en el mapa..." decía la canción... Y sin embargo, ahora, Bilbao si está en el mapa... Y ya no es tan pequeño... En estos tiempos, Donostia apuesta por la Capitalidad Europea de la Cultura en 2016, mientras que Bilbao se exhibe con éxito en la exposición universal del Shanghay. Las ciudades cambian y luchan por estar en el mapa. Y si tienen éxito, sus regidores pueden incluso marcar el ritmo de sus propias formaciones políticas.